IV. Más amor propio que amor por ella
𝕄𝕠𝕣𝕘𝕒𝕟.
Una estrella es un cuerpo celeste, una gigantesca esfera de gas incandescente a muy alta temperatura, en la que están equilibradas dos fuerzas: la gravedad, una fuerza de atracción. Y hasta ahí llegó mi concentración. Llevaba dos horas intentando mantener la centralización en el tema de las estrellas, era un tema antiguo que conocí en mi primer año de carrera pero para cada examen acostumbraba repasar todo lo aprendido.
Antes de entrar en mi momento, ella no paraba de bromear con todo y juguetear con mi cabello, a veces siento relajante que lo haga, es el desencadenante a una siesta. En ese instante no estimaba sus muestras de afecto, mientras leía me percataba de la presencia de sus finos dedos deslizándose con lentitud entre mi pelo.
— Leonora... detente —expresé en seco, principiaba a irritarme y no quería ser grosero con ella.
— ¡Que serio! —ella murmuró de manera graciosa, situó sus labios en mi mejilla y era capaz de notar la calidez en sus manos—. Ya estudiaste demasiado, te hará bien un descanso, mi amor.
— Contigo no descanso, es todo lo contrario —comenté sin verla, esperaba que al notarme insistente con el libro pararía.
Olvidaba por completo que Leonora es Leonora y consigue lo que desea, no se rinde hasta que logra su objetivo. El viernes ella se negaba a mi tacto, no obstante, dejó de hacerse la difícil y terminó cediendo dejándome sin palabras. Ahora la situación se transfiguraba a la inversa pero no era posible para mi aceptar. Al encontrarnos en su casa debía ser discreto debido a la cercanía de sus padres, a Leonora esto le venía importando poco.
— ¿Que pasa si toco aquí? —ella seguía con su aparente plan de liar mi mente, con su tono de atrevimiento adentró sus dedos en mi camisa y acarició mi pecho—. ¡Vaya!, es una parte fuerte... Me gusta lo que se hace duro.
— ¡Leonora!, hablo en serio.
— ¿Qué?, no estoy bromeando, amor —respondió propinándome un beso en los labios, esta chica de verdad algún día vendrá matándome—. Olvídate de eso, ponme atención.
Me retiró el libro de las manos y lo arrojó a su mesa en donde se hallaban nuestras cosas de la universidad. Nos encontrábamos sentados en el suelo de su alcoba, me empujó a la misma superficie y se posicionó lentamente sobre de mi.
Dios, dame fuerzas. Pensé, con su dócil cuerpo encima del mio, me sentí perdido. Leonora sabe como despojarme de la realidad con su exquisitez, me besó con tanta inocencia. Ella jura entregarse descaradamente, sin embargo, mi tarea es impulsarla para que deje salir todo ese fuego que guarda. Cuando eso pasa, entonces si estoy arruinado junto a mi estabilidad, se desata la fiera y me incinera, en resumen, cabo mi propia tumba.
La amo, estoy enamorado de cada parte de ella. Su manera de ser, tan pasional en cualquier ámbito, su excentricidad, optimismo, brillo, compasión, su cariño, es una completa divinidad. En lo absoluto me imaginé que algún día me expresaría de tal modo de una chica, en definitiva me encuentro extraviado por ella.
— Dame todo lo que quieras —me susurró, percibí ese calor que desprende cuando se llena de energía, tambien lo noté en su voz—. Contra lo que quieras y en donde quieras pero follame.
Odio hacerme el discreto aserenado por que no lo soy. Más bien, intento ser prudente.
— Nena, tranquilízate, no estamos solos —dije tratando de controlar la sensación que me provocaba—. Tus padres nos escucharan y entonces tu papá me odiara más.
— ¡Papá no te odia!—-eso fue mi salvación, se levantó alejándose y caminó al rededor de la mesa en donde estudiábamos—. ¡Aagh!, ¿sabes que?, olvídalo.
No esperé que fuese a enfadarse, abandonó su momento de estudio para separarse de mi y dedicarse a observar por la ventana de su alcoba, misma por donde el sol ingresaba horas antes de esconderse. Me quedé sentado sobre el suelo observando como la emoción de mi novia se desvanecía y transformaba en enojo, aparentemente mezclada con desilusión.
El silencio era interrumpido con la música en bajo volumen que mi nena solía escuchar para estudiar, misma que reprodujo cuando llegué, incluso llevó algo de beber para ambos. Cuando la visito es muy atenta conmigo, al igual noto su felicidad y cuando se acerca la hora de retirarme, ella hace hasta lo imposible para no permitirme volver a casa.
Ese día a causa de su insistencia, me quedaría a dormir con ella. No me agradó la idea de mantenerme a su lado en medio de la tensión que creó con su disgusto por negarme a sus deseos, a consecuencia anhelaba arreglar la situación.
— Leo, nena, no podemos hacer nada aquí. —dije buscando la manera de convencerla—. Es tu casa pero yo soy tu visitante, tus papás me aceptan pero no dudaran en sacarme y prohibirme acercarme a ti si escuchan algo inusual.
— Pero tengo muchas ganas, Morgan —respondió haciendo un ligero berrinche, rotó su cuerpo retornando así la mirada hacia mi—. Lo de anoche fue increíble.
Caminó de regreso, descendió al suelo y acercó su cabeza recargándola en mi tórax. La abracé.
— Lo mismo pienso pero bien sabes que este no es el lugar, hay muros en la costa. —bromeé, acaricié sus rizos y le dí un beso en la frente.
Con el comportamiento y las palabras que adaptó antes, casi crea una revolución en mis pantalones. Es gracioso a la vez, por suerte la noche anterior dedicamos tiempo a lo que podría considerársele una necesidad o simplemente calentura. Dicho momento fue glorioso, ahora no puedo evitar verle los labios sin intuir que me incitan a algo más, para calmar esas ansias le dí un beso.
No sentía la suavidad de su boca en donde deseaba, con una sencilla muestra de afecto ella tenía el poder de dulcificar hasta la fantasia más depravada de las que suele desencadenar en mi. Me gusta tomarla por sorpresa en el lugar menos favorable, me causa gracia ver su rostro de preocupación por que demás personas ajenas nos vean, pero ante sus padres no me atrevo.
— ¿Leonora, hija? —llamó su madre a la puerta.
Cuando me separé de su boca, giré la mirada hacia donde escuché la voz de Escarlata, su madre. La puerta continuaba cerrada.
— Tienes razón, amor, no van a dejarnos en paz —susurró ella, creí que se levantaría a abrir, sin embargo, se desalineó la blusa dejando parte de su hombro expuesto—. ¡Pasa mamá!
En esa especifica zona de su cuerpo portaba aún marcas de las mordidas que le propiné la noche pasada, ver la coloración morada de su piel en dichas heridas me hicieron sentir culpable. Tal vez me excedo con ella, tal vez estoy siendo egoísta al solo pensar en saciarme con su cuerpo, pues varias son las ocasiones en que expresa que la lesiono.
Escarlata hizo aparecer gradualmente entre la puerta lo ondulado de su corta cabellera, pigmentada en un tono caoba. En segundos nos mostró su rostro afligido y al echarle un vistazo a Leonora, expuso una semblante de incomodidad.
— Leo, corazón, ¿quieren comer algo?, llevan horas encerrados —Escarlata titubeó un poco entre sus palabras, la preocupación se le notaba hasta los oídos, despejó mis dudas al comentar—. Escuché un golpe hace unos instantes, ¿está todo en orden?.
Si tan solo pudiera decirle que su hija adorada hizo que me golpeara contra la madera de la superficie cuando me empujó. Sonreí discreto mientras escondía mi rostro al inclinar la cabeza, debí imaginar que por eso subió a vernos. Leonora comenzó a actuar como si hubiésemos hecho algo, se acarició los rizos y evadía la mirada de su madre.
— No pasó nada, mamá, solo jugábamos —respondió Leonora en medio de una risa moderada, juraría que intenta meterme en problemas, en realidad le gusta bromear y verles el espanto a sus padres—. ¿Verdad, Morgan?.
Tiene su estrategia, ella es consciente de cuando la visito sus padres nos acechan para vigilar lo que hacemos. Me ha explicado que su manera de darles una supuesta lección, es concediéndoles señales en donde eleva las sospechas... de resultados sexuales.jpg. La señora Escarlata observó a Leonora recargar su cabeza en mi hombro, su madre me analizó con la mirada y no retiraba de su rostro esa expresión de angustia. Acepto el miedo que sentí.
— Descuide, no ocurrió nada... resbalé, eso es todo —respondí apático.
— ¿Y te sientes bien?, ¿Te lastimaste?.
— Para nada, no debe preocuparse, fue un descuido mio.
— Bien —murmuró, pasó sus manos sobre el delantal que le cubría, deduje que al hacer esto se limpiaba el sudor de las manos ya que se veía realmente nerviosa—. ¿Tienes hambre, Morgan?, preparé palitos de pescado crujientes... era la comida favorita de mi leoncita cuando era niña.
— Mamá...
— Aún recuerdo cuando era una pequeñita llena de inocencia, si la hubieses conocido de pequeña te aseguro que desde entonces te enamorarías de ella —Escarlata empezó a tornarse sentimental ignorando el llamado de Leonora, cuando ocurría no existía más remedio que escucharla con atención a pesar de aburrirme en algunas ocasiones.
— ¡Mamá! —Leonora alzó la voz, se apartó de mi lado tomando una posición de enfado mientras se sujetaba las caderas con ambas manos—. Nos estás interrumpiendo, debemos seguir estudiando.
¡Claro, estudiando!, Leonora me divierte, se contradice seguido, dice hacer algo que para nada es cierto, justo como en esos momentos. Al final ella terminó aceptando la merienda que Escarlata nos ofreció, si no le comunicaba a Leonora sobre mi apetito, la protesta intrínseca de mis intestinos persistiría. Desasistimos nuestra preparación para los próximos exámenes, abandonamos la alcoba de mi novia, al igual los libros y cuadernos que dejamos sobre su mesa.
La noche anterior vine para traerla de vuelta a su casa, me pidió que regresara por la tarde del dia siguiente para estudiar juntos, sin importar que lleváramos carreras distintas. Ella no aceptaría la excusa de no volver a vernos debido al estudio destructor. Leonora odia las excusas como "no tengo tiempo para salir", si existe una razón para no vernos, simplemente quiere escucharla y comprenderla, es todo.
La comunicación es importante para ambos, siendo honesto, es una manera de persistir juntos sanamente. Considero dicha cualidad como el ingrediente secreto que nos ha llevado a perdurar como novios durante estos tres años.
Abundantes son las ocasiones en que Leonora no se opone a mis decisiones, me permite el dedicarme lapsos tranquilizantes, cuando necesito aislarme de multiples personas que me rodean. Por eso acepté la propuesta de visitarla, así como ella respeta mis deseos personales, quiero respetar los suyos. Adoro que sea tan comprensiva, siento que no la merezco.
Aquel anochecer pasó a formar parte de las más importantes memorias, sin planearlo en menos de dos horas ya la contemplaba agotada en mi cama, con esa mirada de nena virgen que parecía anhelar el traspasar mis pensamientos. Me torturo voluntariamente al recordarla de tal modo, como un masoquista de mierda.
— Debiste decirme que tenías hambre, Morgan —Leo me guiaba por los pasillos de la segunda planta de su casa mientras sostenía mi mano, descendimos por las escaleras hasta llegar a la cocina—. ¿Que quieres comer?, justo anoche Esme fue al supermercado para surtir la despensa.
Cuando preguntó eso, vino a mi mente responder una estupidez como: Quiero comerte a ti. Consideré que sonaba mejor en mi cabeza, así que opté por no abrir la boca.
— Lo que gustes ofrecerme estará bien, nena, no te esmeres demasiado —aseguré, solté su mano dejándola libre al mostrarse entusiasmada buscando alimento en las alacenas—. Puedes darme migas de pan y te lo agradeceré, en serio.
— ¿Como voy a darte eso? —respondió ella con una bella sonrisa en su rostro, extrajo del refrigerador una jarra de jugo y analizó la comida que Escarlata preparó—. ¡Mamá!, ¡¿Debo calentar los palitos de pescado?!, ¡Se enfriaron! —exclamó a todo pulmón llamándola, casi me deja sordo.
— ¡Ya llevan tiempo así, los hice pero no bajaron a comer!, ¡Te toca templarlos! —respondió Escarlata al igual que Leonora. Ella se encontraba en el patio cuidando su jardín.
— Genial —balbuceó Leonora irónicamente, regresando su vista a la sartén que sostenía en sus manos—. ¿Podrás soportar el hambre hasta que entibie esto, amor?
— Te ayudare, descuida.
— ¡No!, déjame hacerlo por ti —insistió.
— ¿Que hay de malo si lo hacemos juntos?
Leonora aceptó mi ayuda, nos preparamos enjuagando nuestras manos y después proseguimos a templar la temperatura de los alimentos que proporcionó Escarlata. La comida resultó ser lo suficientemente agradable para saciar mi apetito, mientras comía, Leo no dejaba de verme, me sentía observado e incluso imité su acción pero ella no se detenía. Su atractivo se me olvida por completo al notar lo divertida que es.
Posterior a la comida, su madre regresó a la cocina en el preciso momento que le dí un beso en la mejilla a Leonora mientras ella me dedicaba una de sus sonrisas encantadoras. Mi novia no es timida respecto a que sus padres nos vean, por el contrario, yo trato de conservar una buena imagen ante ellos.
Por fortuna, el señor Luis aún no volvía del trabajo, ese hombre puede percibirme tocando únicamente los rizos de su hija y no me retira la vista de encima. Me tienen en la mira, son como dos conejos disfrazados de buitres, puesto que son simpáticos pero escrutadores, como si llevaran un escáner integrado y al examinarme obtienen una señal de peligro.
La señora Escarlata no mencionó nada respecto a lo que distinguió, Leonora le sacó un tema de conversación personal y diferente, así la hizo desconcentrarse. Sin embargo, de nueva cuenta no me sorprendió que su madre nos solicitara permanecer estudiando en la sala principal, no hace falta explicar la razón.
Es complicado deducir el argumento por el que sobreprotegen a la más joven de su par de hijas, en ocasiones soy abofeteado por el temor, acerca de la posibilidad del discernimiento por parte de ellos sobre el vinculo aventajado que mantengo con su hija desde hace escasos años, cuando ambos sentimos curiosidad por manifestar ese cariño. Cariño que se nos escapó un poco de las manos y ahora aparentaba una tarea difícil el apaciguar dicho sentir.
— ¿Por que les preocupa tanto algo que ellos tambien quieren o quisieron? —me preguntó Leonora en voz baja, nos encontrábamos solos en el living—. Mi mamá quedó embarazada de Esme a mi edad, ¿creen que el karma se les regresará conmigo?
— Es una buena suposición —respondí sin liberarla del abrazo que me pidió.
Nos manteníamos ligados en el cómodo sofá mediante esa muestra de apego que mi novia ama, la cubría con mis brazos, mientras ella recargaba su cabeza en mi pecho. Específicamente, refería deseos de escuchar "el corazón que la complementa", esta chica en serio es curiosa y con dicha característica es capaz de arrancarme sonrisas.
— Te imaginas si tenemos bebés, sus apellidos serían Hudson Castañeda —guardó silencio en segundos y despues estalló en una risa divertida al separarse ligeramente de mi—. ¡Hudson Castañeda! ¿Suena extraño, no crees?
— No lo se, tal vez es por que no estás acostumbrada a escucharlo —reí con ella—. Pero una vez repitiéndolo a diario, nos familiarizaremos.
— Habría que escoger un nombre moderado, que no se escuche tan peculiar ¿sabes?... que sea único pero no extraño.
— ¿Por qué?, que puede pasar si le gritamos en público... ¡Disney Hudson, obedece! —bromeé, eso provocó que Leo me ensordeciera con sus carcajadas.
— ¡Google Hudson! —mencionó ella entre su burla, hasta le comenzaron a salir lagrimas por la risa y se retorcía a mi lado—. ¡Pixar, Cuarón, Pepa Pig!... ¡Ya ni siquiera se que estoy diciendo!
No paró de reír, aprecio aquellas circunstancias regocijantes que vivo a su lado, esos momentos de distracción y alegría pura donde decimos cada disparate, y terminamos riéndonos de lo más insignificante. El tintineo derivado de unas llaves y el rechinido próximo de la puerta principal, provocó que nos relajásemos, intuimos que alguien había llegado pero no reflexionamos sobre quien podría ser, hasta que esa persona apareció posicionándose detrás del sofá.
— Ya llegué, hermosa —debí imaginar que se trataba de su padre, tanta intranquilidad me daba escucharle que hacia quedarme mudo.
— ¡Papi! —Leonora se giró emocionada, colocó sus rodillas sobre el asiento del mueble y abrazó a Luis con el respaldo entre ellos—. Volviste pronto, creí que tendrías junta por la tarde, ¿Qué pasó?
— Solo la pospusieron, pero ve esto —noté como el hombre abrió el maletín que colgaba de su hombro y del interior extrajo algo que a Leonora le fascina—. Tu favorito, hija.
— ¿Me has traído calabaza cristalizada? —preguntó ella mientras dibujaba una sonrisa enorme en su rostro—. ¡Wow, papá!... tiene mucho tiempo que no como uno de estos.
— Lo se, una mujer los estaba vendiendo en un semáforo y creí que te sorprenderías.
— Y si que me sorprendiste, papá —Leo volvió a darle un abrazo después de recibir el dulce envuelto en sus manos.
Apenas Leonora terminó de abrazarlo, sentí encima la fría mirada de su padre, no ejecuté ni una sola acción, la insistencia de su observar llenó el living en un silencio incomodo y para mi era difícil moverme. Es como si congelara mis articulaciones y así evita que sitúe un dedo sobre Leonora, mientras me analiza. Luego de tan irritante situación, se dispuso a compartir palabras conmigo.
— Morgan... Buenas tardes —pero que cordialidad, no se si odiarlo por el trato que ofrece o apreciarlo por otorgarle la vida a la chica que amo.
— Buenas tardes, señor Luis —respondí con amabilidad pero reteniendo un "váyase a la mierda".
— No sabía que vendrías hoy... creí que con haberse visto ayer fue suficiente.
— Yo le pedí que viniera, papá —intervino Leonora antes de que yo pudiese responder—. La verdad es que necesitaba ayuda con mi estudio de ingles y Morgan es el indicado para apoyarme con eso.
Con cada encuentro al que me interpongo ante Luis Castañeda, la intuición respecto a que me odie o desconfíe de mi, crece. Me entristece no de manera personal, sino, desde la perspectiva de cautela con su propia hija, ninguno de sus dos progenitores muestran confianza en ella.
Podría ser culpa mía por robármela y hacerle lo que ellos más temen, podría ser culpa suya al no medir las acciones de su pasado y vivir preocupados por que la vida les de una lección.
A la vez, no me interesa lo que piensen, cuido mis acciones y palabras cuando estoy cerca de ellos para evitar problemas, pero si está en el destino algún día seremos familia. Leonora y yo les daremos nietos y no podrán oponerse a la existencia de otro ser humano, menos si proviene de la hija menor consentida.
Sí, visualizo mi futuro con Leonora, nunca se lo he dicho para evitar acelerar las cosas al aún estar básicamente en pañales, sin embargo, quiero tener una pequeña hija con ella. Aunque el tiempo incierto no me promete que sea así.
No soy un santo, tampoco alguien responsable al estropear varías cosas de mi día a día, como la pendejada de no usar condón y que Leonora tenga que arriesgarse con una puta pastilla al dia siguiente por mi descuido. No soy un ser perfecto por que de esos no existen, solo soy yo pero sus padres aparentan esperar algo mejor de mi o incluso que Leonora salga con alguien más, que no sea el "astrónomo greñudo" que es como sus padres suelen llamarme a mis espaldas.
— Muy bien, entonces si viniste aquí para ayudarle en algo de provecho a mi hija... no veo problema por que te quedes a dormir —comentó Luis después de que mi novia le explicó el plan, él dijo lo anterior dedicando una sonrisa casi de villano—. De acuerdo, ya no interrumpo más sus obligaciones.
Se retiró en dirección a la cocina. Mi novia y yo guardamos silencio hasta que él desapareció de nuestras vistas, hasta que no podía escucharnos. Descansé la tensión de mi cuello en el respaldo del sofá, dando un fuerte suspiro y cerrando los ojos.
— ¿Aún dudas del odio que me guarda? —pregunté a Leonora, ella no tardó en abrir el dulce y ya lo estaba ingiriendo frente a mi.
— No te odia, solo... quiere verse intimidante pero ambos te adoran —respondió ella con un trozo del dulce en su boca—. Somos pobres de nacimiento y aún tienen esos pensamientos tercermundistas, sabes de lo que hablo.
Me sorprende y odio que a veces Leonora sea demasiado clasicista con su propia familia, algo más que me gusta de ella son sus valores y la sencillez con la cual creció, aunque ella haga bromas con el linaje de su familia. Solté una risa calmada al escucharla y limpié el azúcar de la comisura de su labio.
— No digas eso, Leo...
— ¡Es la verdad! —no pudo responder más debido al consumo de su calabaza cristalizada—. ¿Quieres?
Me ofreció del dulce que su padre le obsequió, si fue cortés al darme pero lo hizo de una manera muy característica. Se colocó un pedazo pequeño entre los labios y me ordenó que lo comiera desde su boca, captó mi atención así que le obedecí sin antes cerciorarme de que nadie nos viera.
Se que mencioné ser cauteloso, pero Leonora supo como tentarme de una manera irresistible. Terminamos besándonos olvidando el dulce que ya había deglutido desde hace varios segundos, la abracé mientras ella comenzaba a sentarse sobre mis piernas colocando sus rodillas al costado de mis caderas.
La suavidad de su boca era adornada con el sabor meloso del azúcar que comió y dicha sensación me la daba a probar al entrelazar nuestros labios. Tal parece que nunca nos permitirán mantener ocasiones completamente a solas, puesto que su hermana Esmeralda también ingresó por la puerta principal, siendo quien nos encontró en una posición no muy favorecedora.
— ¿Qué están haciendo, cochinos? —preguntó picara y graciosamente, liberándonos del trance caluroso al que recién entrabamos.
Solté a Leonora en cuanto escuché a su hermana, ambos nos sobresaltamos y regresamos a nuestras posiciones anteriores. Según me ha contado mi novia, Esmeralda no sabe mucho de lo que hacemos, no es como Krystal que en ocasiones se entromete demasiado dándome consejos de como complacer sexualmente a Leonora.
— Esme, nunca te pido nada pero ¡Cállate, no le digas a mis papás! —susurró Leonora en tono de preocupación mientras suplicaba.
— ¿Por que nunca me dijiste que ya habían dado el otro paso?... Espera, no me digas que ya cabalgas —preguntó Esme dando una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Que hija de puta!, quien viera a mi hermana menor —susurró en medio de una risa.
Leonora se levantó y le cubrió la boca con su mano, me causó gracia la manera en que Esme se refirió al hecho de nuestra intimidad. Cabalgar, ¡jamás me lo imaginé! y no pude retener la risa.
Ella se llevó a Esme con la boca cubierta, me avisó que hablarían entre hermanas, por ello permanecí solitario en el living. Le eché un vistazo al cuaderno que Leonora dejó abierto sobre la mesa del centro, llevaba escrito cosas de cosmetología.
Ojeé todo el contenido sin detenerme a leer los detalles, hasta que llegué a la hoja final en donde me encontré con un corazón dibujado con marca textos, dentro decía una leyenda sobre nosotros la cual parecía no haber sido escrita por ella, no era su letra.
"𝓜𝓸𝓻𝓰𝓪𝓷 𝔂 𝓛𝓮𝓸𝓷𝓸𝓻𝓪 𝓹𝓸𝓻 100𝓹𝓻𝓮. 𝓐𝓽𝓽𝓮: 𝓓𝓲𝓮𝓰𝓸 𝓖𝓸"
Claro, debí imaginármelo por la manera tan peculiar de expresarse hasta en redacción, Diego es el mejor amigo de Leonora junto a otras dos chicas, entre ellas Merry, todos del edificio de moda y estilismo en la universidad. Los primeros exámenes comenzarían al dia próximo, precisamente en el día preferido de mi novia, el dichoso San Valentin.
Al recordar la fecha que Leo considera importante, volví a dudar sobre el regalo que le conseguí, ella me pide chocolates únicamente pero esta vez por ser el tercer año que pasamos San Valentin juntos, opté por comprarle algo.
Krystal me aconsejó que el regalo lo hiciera yo mismo, pero no se me dan ese tipo de cosas. Sin rodeos, soy muy perezoso para hacer manualidades y no resultan como lo imagino.
Mi opción más sencilla era adquirir un obsequio, siendo esta vez algo significativo. De todas formas me sentía inseguro de si conseguiría sorprenderla. Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando recibí una llamada a mi teléfono, este vibraba insistente sobre la mesa y su pantalla encendida mostraba la foto de mi hermana.
Llamada entrante: Inspecciona túneles Hudson.
Respondí de inmediato y ni siquiera me dio oportunidad o se tomó la molestia de saludar, comenzó la conversación bombardeándome con ordenes.
— ¡Te quiero aquí ahora mismo, niño! —dijo casi gritando tras el teléfono, creí que era a causa del audio de mi teléfono pero estaba bajo, desde luego era ella—. ¡Pero ya!
— ¿Podrías explicarme primero por que esa persistencia?
— Mamá y papá ya vienen de regreso —explicó, siendo sincero me sorprendió la noticia y al principio no la vi como un problema o razón para gritarme.
— Pero si son apenas las seis de la tarde, siempre llegan a las diez de la noche.
— Sí pero ahora quien los suplanta fue a cuidar al tío Peter antes de tiempo, necesito que regreses de inmediato por que viene la tía Madison.
— ¿La tía Madison nos visitará? —cuestioné asombrado, ella es la hermana de mi padre y del tío Peter.
— ¡¿Estas sordo o que carajo, Morgan?!, cancela tu after de sexo con Leonora y vuelve a casa ya.
Tampoco me dio oportunidad de explicarle que no tendría algo con mi novia, Krystal terminó la llamada dejándome con la palabra en la boca, no había otra opción más que acatar sus ordenes. Guardé mis libros en la mochila y extraje mi credencial de la universidad para el descuento en el transporte.
Cuando levanté la mirada me encontré de nuevo con Leonora, ella me observaba entristecida. Me sentí adolorido por su linda y destructora expresión facial, quedaría mal con ella al no cumplir sus deseos.
— ¿Que haces, amor?, ¿Ya te vas? —preguntó acercando sus pasos hacia mi—. Recién convencí a Esmeralda de llevarse a mis padres a cenar para nosotros quedarnos solos.
— Viéndolo por el lado realista, ¿crees que se marcharían cómodos sabiendo que estaremos solos? —cerré la mochila posterior al conservar mis pertenencias dentro de ella—. Se que prometí quedarme, nena, pero Krystal llamó... mi tía Madison se aproxima a casa con mis padres.
— Pero... —titubeó para después aparentar no saber que decirme, peor me sentí.
— Leonora, perdóname —me acerqué a ella, incliné ligeramente mi torso para unir su frente con la mía, le acaricié lo brazos descendiendo a entrelazar nuestras manos—. Siempre fallo y tu eres demasiado buena conmigo, no quiero irme pero debo hacerlo, me agradaba la idea de dormir y despertar a tu lado.
— Está bien, Morgan... ya será en otra ocasión —respondió rodeando mi cuello con sus brazos, la sostenía cerca así que le dí un beso que duró poco debido al temor de ser vistos otra vez—. Mañana es un día especial, ¿no lo olvidas?
— Todos los días son especiales, nena —expresé mientras sonreía—. Siempre y cuando te vea.
— Pero el de mañana es aún más especial, ¿sabes por que?.
— El día de San Valentin, ¿cierto? —reí al verla emocionada.
— ¡Sí! y te prepararé un regalo que no podrás tener hasta el próximo fin de semana —explicó—. Mientras tanto, ve y recibe a tu familia.
— De acuerdo —volví a besarla antes de separarme de ella, acaricié la curvatura de su espalda, esa arco que me vuelve loco y por las noches casi me provoca un infarto—. ¿Sabes que te amo?
— ¿Y por que no has de amarme? —preguntó con seguridad mientras se mordisqueó el labio inferior.
Suficientes emociones reprimidas por el día de hoy, notifiqué de mi inconveniente a sus padres quienes bebían té en el jardín, ellos se mostraron felices pero más Luis. Escarlata se levantó de su asiento para despedirse de mi y le pidió a Leonora que me acompañase a la puerta. Mi novia solicitó permiso para encaminarme a la parada del bus, sin embargo, su madre insistió limitándola a la puerta principal.
Hizo lo que Escarlata estableció y nos separamos en la entrada de su casa, prometiendo vernos en la universidad para organizar nuestro catorce de febrero, el cual Leo aseguraba que sería inolvidable.
Catorce de febrero, una fecha "importante" establecida por la mercadotecnia, un invento para quienes viven en guerra con el amor pero emocionante para las parejas. Por la mañana, Leonora y yo nos encontramos en la entrada de la universidad, ella se aproximó hacia mi como todos los días cuando llegaba con escasos segundos de retraso.
Nos saludamos de manera habitual, conozco la alegría que el día de San Valentín le causa, así que para despojarle una de sus preciosas sonrisas, la sostuve con fuerza mediante un abrazo haciéndola elevar sus pies, mientras Leonora golpeteaba al viento con los zapatos. Perduré levantándola con su cuerpo entre mis brazos, le dí un giro como si en medio de mis extremidades superiores arropara a una niña pequeña.
Obtuve lo que deseaba, una sonrisa leal y rebosante de ternura procedente de ella. Mi novia se vestía a como acostumbra, siempre mantiene el sentido por la moda que la caracteriza. Vanidosa, atrayente y primorosa es el modo en que luce la condición fina de sus atributos, los cuales no puedo evitar dejar escapar de la trampa arraigada de mi tacto, consecuencia del alboroto que me produce aquel cuerpo intrigante.
Leonora aparentó conmoverse al notarme usando la chaqueta que se colocó esa famosa noche, la prenda con la cual incitó a mi imaginación para hacerle de todo lo que me pasara por la cabeza. No iba a lavarla como se lo aseguré, no obstante, se había impregnado de un aroma característico e insólito para otros.
Su aroma me deleitaba pero, impidiendo edificar las sospechas de mi madre sobre la posibilidad de haber sometido a Leonora en mi alcoba, me deshice de cualquier evidencia, incluyendo los olores que mamá podría reconocer al comprender el cuerpo humano.
El encuentro sensiblero duró únicamente hasta la hora de entrada. Pasadas dos horas, no sabía que pensar después de lo visto y percibido por mi mente.
— Alguien está pensando en el idiota que espera tumbarse a su noviecita en el menor descuido —escuché a Eloísa, mi amiga, su comentario me causó distracción pero a la vez hizo que me hirviera la sangre—. Veamos, ¿Como puedes deshacerte de Sebastián?
— Deshaciéndose primero de esa bolsa —intervino Adrián, él y Eloísa hablaban entre sí a voz alta para que yo pudiese escuchar sus indirectas—. ¿Qué tipo de persona lleva sus lápices en una bolsa de plástico del suavecísimo?
Comenzaban a burlarse del paquete de papel higiénico en donde no llevaba ese utensilio, si no, lápices y bolígrafos, lo indispensable para escribir durante las clases. Con dicha bolsa improvisé un estuche.
Más pronto, antes de partir camino a la universidad, Karl tomó prestado el estuche de lapiceros que Leonora me obsequió hace tiempo, dejándome sin opciones para portar los pocos materiales de mi pertenencia. Lo más rápido fue apropiarme del paquete antes mencionado, introduciendo mis posesiones.
— ¿Te quedaste sin dinero, Morgan?, ¿Pronto te veremos llegar a pie? —Eloísa persistía con las burlas.
— Yo siempre tengo dinero, señorita —bromeé soltando una risa sarcástica.
— Pero por que tus papás trabajan, baboso —respondió Adrián.
Despues de su comentario, Adrián explotó en una carcajada que estoy seguro, hizo temblar a los cristales de las ventanas de nuestra aula solitaria. Nos encontrábamos charlando solo nosotros tres, mientras el resto de compañeros habían salido para ver las actividades de San Valentin, colocadas en cada area de la universidad. Ya saben, tonterias.
Eloísa le siguió la corriente a Adrián, ambos se partían de la risa, yo pensaba en Leonora y reflexionaba sobre lo que hicimos, por que aquí ambos obramos mal. Esa imagen de ella con Sebastián no se iba de mi mente y estaba provocándome una sobrecarga de furia.
Mis amigos no ayudaron mucho, lo único que han hecho es burlarse de mi, ni siquiera se por que les ayudo cuando me necesitan si ellos no me devolverán el favor. No es que espere algo a cambio cuando lo hago, estoy para ellos en todo, sin embargo, parece que ellos para mi no. Ambos son mis amigos desde el nuevo ingreso, Sebastián es cercano a mi desde el colegio pero a veces lo siento como un judas, al pretender descaradamente a mi novia.
Aún recuerdo aquellos días del ultimo año de bachillerato, cuando Sebas comenzó a hablarme de Leonora con demasiado enternecimiento. Sus palabras donde la aseguraba como una chica linda, "buenísima" respecto a su cuerpo y atractiva, incluso manifestó los supuestos deseos que guardaba por robarle un beso. Sentí unas inmensas ganas de golpearlo. Lo mejor fue su reacción cuando respondí apáticamente a sus comentarios con un: "es mi novia".
Esos sucesos del pasado que valen oro. Ahora, dicha advertencia parece resbalársele.
Eloísa o Eloy, como hace llamarse. Es distinta al resto de mujeres que hay en mi grupo, ella tiene las características de un chico, sin embargo, no ha cambiado de sexo. Se siente cómoda con su identidad, solo modificó su aspecto. Adrián es... Adrián, de él no hay mucho que decir, en ciertas ocasiones le gusta manipular sin percatarse de que lo hace.
— ¿Puedes explicarme con más claridad la razón por la que de un momento a otro te haces el digno con Leo? —preguntó Eloy levantándose de su pupitre, se colocó a mi lado manteniéndose de pie, reclinando su espalda sobre la ventana—. Leonora no ha cometido ningún pecado, te aseguro que ahora mismo desconoce por que estas siendo tan frio con ella... imagina lo mucho que debe dolerle.
— En cada descanso se les ve juntos y en San Valentin... ¡Pff!, ¡estás arruinándolo, Morgan! —intervino Adrián, quien hablaba con gomitas escondidas en su mejilla izquierda—. Deja de jugar el papel de mujer, deja esa niñada y olvídate de los celos.
— Morgan, tu y yo sabemos que en los celos hay más amor propio que amor por ella —continuó Eloísa—. Más bien, el amor no se demuestra en celar a alguien, no son sinónimos. ¿Quieres por favor, ser maduro?
— No la merezco —respondí finalmente, liberando mis palabras en un suspiro largo que despedía inquietud—. Leonora me ha soportado demasiadas estupideces que he cometido, ella es muy paciente y comprensiva, temo que un día de estos consiga colmarle esa tolerancia y entonces huya con otra persona... pretendientes le sobran, hay aspirantes mejores que yo y sin dejar atrás que sus padres me detestan.
— Si tiene muchos pretendientes y tu mayor temor es que se interese más por alguno de ellos, ¿Por que insistes en comportarte como lo haces en estos momentos? —si de consejos y regaños hablamos, Eloísa es la mejor—. Puedo confirmarte que has iniciado voluntariamente el plan para que Leonora termine contigo y no volver jamás.
— ¿Te gustaría ver a Leonora con Sebastián? ¿No, verdad? —preguntó Adrián en tono de sermón—. Imagínatelos, verlos juntos y notar que la toca de la misma manera que tu lo haces.
Nadie más puede tocarla, eso a ningún ser en la tierra se lo permitiré, exceptuando a su familia, claro. Quiero ser la persona que más ame. Las palabras de Eloísa me hacían reflexionar, mientras que las de Adrián alimentaban mi instinto de furia, me sentía como si tuviese a un angel y un demonio hablándome a la vez.
Guardamos un silencio rotundo, antes de que Eloísa me levantara del asiento y obligara mis pasos a aproximarme hacia la ventana, a regañadientes me hizo ver a través del cristal transparente que se compartía con el interior del aula y la fachada de esta misma. Mi amiga me forzó a percatarme de la presencia de Leonora en una de las explanadas de la universidad.
Ella se paseaba con calma por el area, junto a sus amigas Suzy y Merry, las tres parecían conversar agradablemente, Leonora aparentaba no sentir que la observaba desde el tercer piso del edificio. A pesar de sus movimientos calmados, en su rostro percibí esa expresión de aflicción, con la cual me pide de manera silenciosa a gritos que le propine un abrazo, me lamenté enormemente por no contar con la posibilidad de hacerlo.
— Se ve tan relajada, ¿acaso es tonta? —cuestionó Adrián, consideré ese comentario como algo innecesario—. ¿Es así como una mujer se demuestra cuando su relación está colgando de un hilo?
— ¿Pero que pendejada has dicho? —Eloísa principiaba a irritarse, su lado feminista anunciaba una entrada triunfal—. Cierra tu gran bocota si no quieres que yo te la cierre, así no volverás a abrirla nunca más.
— Pero si no he dicho algo malo, solo que a Leonora parece no importarle que Morgan se haya distanciado... Tal vez Sebastián ya tomó cartas en el asunto con ella, ¿no lo creen?.
— Tu no la conoces, imbécil —intervine, al rotar mi cabeza para verles noté que ambos quedaron anonadados—. Deja de criticarla, ahora me doy cuenta de lo patético que eres, comprendo por que todas las chicas huyen de ti. Jamás te atrevas a referirte de esa manera a Leonora, mucho menos frente a ella, si vuelves a hacerlo te arrepentirás.
Ninguno respondió, tanto Adrián como Eloísa retrataban estupor en sus facciones. A pesar de la dureza en mis palabras, sentí aquel silencio como si despues de recibir cada opinión como una puñalada, cobrara la paz que venia necesitando desde ese momento en donde vi a Sebastián tocando a mi novia y a ella sumamente despreocupada.
Sí, me encontraba enojado, sin embargo, no me atreví a alzarle la voz a Leonora o quejarme por la situación cuando los observé, de imaginarme gritándole me sentí estúpido. No tengo las agallas para reprenderla, no con esa hermosa mirada que se carga y me enamora, principalmente sus labios... Dios, sus labios.
Soy un idiota.
La defendí de las palabras de Adrián pero ella me hizo quedar mal en cuanto la vimos chocar de frente con un poste de luz. Me dolió apreciar el golpe que recibió en el pecho, lo obtuvo por caminar con la cabeza inclinada, así de distraída se evidenciaba. Suzy y Merry primero se rieron de ella, ambas se retorcían manteniéndose de pie mientras se carcajeaban, Leonora yacía en el suelo abrazada del poste con una expresión de cúmulo dolor.
— Pues si, parece que si es tonta —aseguró Adrián.
— Hasta a mi me dolió —agregó Eloísa.
Podían decir todo lo que quisieran, pero esa es mi Leonora.
𝕃𝕖𝕠𝕟𝕠𝕣𝕒
¿Que hice mal?, no lograba entender por que Morgan no volvió a acercarse a mi, la ultima vez que nos vimos fue por la mañana cuando me saludó de manera especial, sorprendente fue notar que repentinamente cortó comunicación conmigo, se comportaba frio y cuando lo busqué, él estaba siendo realmente cortante.
Mi confusión era inmensa, aunque no más grande que el dolor esparciéndose por mi tórax, sentía como si miles de hormiguitas dentro de mi caja torácica se dieran un paseo al rededor de mis huesos.
Quejumbrosa, continué sentada sobre la superficie de la explanada, con ambas piernas de lado y el maldito obstáculo que se interpuso en mi camino, en medio de mis brazos. Suzy y Merry no paraban de reírse, son ese tipo de amigas que antes de ayudarte, se burlan lo más puedan.
— ¡Necesitas lentes, Leonora!, ¿Cómo no pudiste verlo? —exclamaba Merry entre su risa.
— Ustedes ni siquiera fueron para avisarme —comenté afligida.
— Yo iba a decirte pero preferí ver que resultaba —Suzy calmó sus carcajadas y me tomó de la mano para levantarme.
Merry, ya había hablado de ella, seguimos siendo inseparables desde el colegio, me siguió hasta la carrera universitaria. Actualmente, continua luciendo su cabello rojizo con el flequillo que le cubre la frente, el único cambio que se realizó fue un corte al estilo egipcio.
A Suzy la conocimos cuando ingresamos, ella es nuestro ejemplo a seguir en cuanto a seguridad y amor propio se refiere. Suzy ama su cuerpo, no quiere cambiar su peso, no le importa los malos comentarios, ¡Es una diva glamorosa andando!, eso si, también es un amor de persona y demasiado talentosa, el primer lugar de nuestra clase, la alumna distinguida.
— Suzy, me duele mi corazón —dije haciendo un puchero mientras me ponía de pie.
— Cálmate, tampoco es para tanto, Morgan siempre ha sido idiota y tu eres demasiado para él —intervino Merry, minutos atras, antes de que me golpeara hablábamos de él.
— ¡No me refería a Morgan!, ¡Yo hablo del porrazo que me di, tonta! —fue difícil obligar a mis lagrimas a esconderse, no se si estaban deseosas por escaparse debido a Morgan o a mi accidente.
Por fortuna, ese liquido traicionero se limitó a brotar únicamente por mis lagrimales sin escurrirse. Casi nunca peleaba con Morgan, las únicas veces que llegamos a discutir fue cuando me tocó enfrentarme como su novia a sus momentos de distanciamiento, quizás era otra situación de esas pero que cayó como balde de agua fría al ocurrir precisamente en San Valentin.
Aunque, la manera de hablarme fue diferente, tan discrepante. Al no verlo entrar a mi aula en nuestra única hora concordante de respiro posteriores a las primeras clases, asistí a buscarlo, me acerqué dándole un abrazo pero él se manifestó indiferente a mi afecto. Le platiqué de mis clases y Morgan no respondía, me sentí ignorada y destruida.
En mi defensa, no tenía ni la más remota idea sobre que desencadenó tal comportamiento, tampoco sabia que hacer o pensar.
— ¡Ay, Leonora!, ¡Olvídalo! —dijo Suzy mientras introducía mi brazo entre el suyo doblado y me llevaba caminando—. Todo tiene una solución, preciosa, siempre se enfrentaran a obstáculos y no creo posible que luego de tres años la causa de una ruptura sea por un capricho desconocido de Morgan.
— Pero, ¿Que pasó exactamente? —cuestionó Merry, quien seguía nuestros pasos—. Cuando llegué solo vi a Leonora llorando en tu hombro, Suzy.
La manera en que Morgan me ignoró dolió lo suficiente para hacerme llorar sin que él lo notara, no me ofendió verbalmente, me lastimó con su látigo de la indiferencia.
— Veras, estuve cerca y lo escuché todo —comenzó Suzy a narrar los hechos—. ¿Me permites contárselo, Leo?
— Adelante, ya me desahogué lo suficiente y no puede hacerme llorar de nuevo.
— Bien —Suzy alargó un suspiro antes de relatar lo ocurrido, permanecí en absoluto silencio para prestar atención a su perspectiva—. Acompañé a Leonora para que visitara a Morgan en su aula, cuando llegamos lo encontramos afuera del mismo lugar, estaba hablando con sus amigos... Leo se acercó a él y lo alejó de su grupo sosteniéndole las manos, lo abrazó e incluso le dio un beso pero Morgan no sonrió como suele hacerlo, ni siquiera la tocó.
— ¿Que?, ¿Hablas en serio?
— Si, se veía tan extraño, tan apático. Yo comencé a charlar con Daniela pero me distraje cuando Leonora regresó con una cara de tristeza —Suzy refirió a Daniela, una compañera de Morgan que ha sido modelo nuestra en varias ocasiones, es una simple conocida—. Despues, apenas nos encontramos en las escaleras, Leo me abrazó y empezó a llorar... No sabe por que le dio ese trato pero yo creo que está enojado.
— ¿Enojado, como por que? —continuó preguntando Merry—. No entiendo.
— Sinceramente, yo tampoco entiendo. ¿Como lo notaste en la mañana, Leo?
— Normal, solo me saludó y hasta me cargó —respondí con melancolía—. Ni siquiera apetezco volver a acercarme, fue muy grosero al desatenderme así. No quiero verlo.
— ¡Eso es, amiga! —me elogió Merry mientras daba brincos emocionada durante nuestro avance por la explanada—. El muy idiota no sabe de lo que se está perdiendo y se arrepentirá de haberlo hecho, hay que irnos a beber o a coger.
— Yo paso en lo ultimo, gracias por la propuesta —comenté desaprobando la idea, si bien me molestó el comportamiento de Morgan, no quería arruinar el asunto con imprudencias, aunque no hablarle ya era una de ellas.
— ¿Que les parece si vamos al nightclub que Sebastián nos invitó? —propuso Suzy—. Apuesto a que estará con madre.
Nos hizo reír con su expresión, en realidad, habia pasado mucho tiempo desde que salimos de fiesta juntas. Asistir a una fiesta sin Morgan, únicamente entre amigas y alzarme las botellas me parecía una buena idea para despejar la mente de los problemas.
Sebastián se enteró de un nightclub que por fecha de San Valentin ofrecía un descuento para las parejas, me dijo que podríamos ir juntos cuando le conté lo ocurrido con Morgan. Él aclaró que asistiríamos como amigos y agregó un: "puedes invitar a tus amigos si gustas". Considerando lo abrumada que me sentía, acepté luego de escuchar a Suzy y Merry rogándome por acceder a la invitación.
— No se ustedes pero yo si me conseguiré alguien con quien besarme hoy en esa fiesta —aseguró Suzy.
— ¡Vaya, vaya! ¡Quien te viera, Susana!, vas arrasando —exclamó Merry entre una risa divertida—. ¿Tu, Leonora?, ¿Qué piensas hacer?
— Divertirme y ya, es lo único que quiero.
— ¡Leonora, Susana, María!
Alguien voceó nuestros nombres, esa conocida voz provenía desde atrás así que las tres nos giramos encontrándonos con Diego, quien se aproximaba velozmente con una bolsa de H&M en su mano derecha. Es evidente que el contenido de dicha bolsa no eran productos de la tienda con el nombre antes mencionado, algo venía resguardando ahí desde la primera hora de clases, sin embargo, él en ningún momento quiso confesar lo incluido en su interior.
— ¿Cuántas veces tengo que recordarte lo mucho que detesto escucharte gritar mi nombre? —reclamó Merry a Diego.
— Entonces no te daré el regalo de San Valentín que compré para ti, María —respondió él haciéndose el digno y abrazando la bolsa como si no quisiera mostrarnos—. ¿Así te llamas, no?
— ¡¿Me compraste un regalo?! —Merry volvió a dar saltos de alegría.
— ¡Les compré!... no te creas única, Merry Christmas.
— ¡Deja de llamarme así!
En fin, Diego y Merry se la pasan peleando por pequeñeces. Los cuatro formamos nuestro grupo característico en el aula y cuando nos paseamos por la universidad, es como si cuatro celebridades modelasen entre el fuego, aunque esa pasarela se arruina por los empujones que Diego y Merry se propinan en broma.
Mi novio ha dicho... que supuestamente, mis amigos y yo somos considerados el clan de los populares. Pueden tener un poco de razón, Suzy es apreciada por ser alumna distinguida, Diego por su excentricidad, Merry por formar parte del consejo estudiantil y yo por ser la presidenta de la clase.
Asi es, fui elegida por los profesores para ser la encargada de mi clase, aunque solo se trate de hablar por mis compañeros en situaciones difíciles, ser la voz e imagen, ser quien los representa. La verdad, no parece tan halagador o divertido.
Mis amigos dicen que tengo una lista larga de chicos deseosos por salir conmigo, sin embargo, no veo a nadie matándose entre si tras mis espaldas, por obtener una sonrisa o gesto de mi parte. Lo único que percibo es la testosterona alterada de los chicos cuando la profesora de estilismo coloca nuestras fotos en el mural, en donde expone nuestro trabajo, nuestras creaciones de estilismo, mismas que modelamos.
Cuando eso pasa, Morgan acostumbra atraparme en lugares ocultos de la universidad, él tambien se altera con mis fotografías que no soporta y corre a besarme, me llama malvada repleta de arte y acaricia mi cuerpo sobre las prendas; si hay posibilidades, esa misma noche era cogida segura.
No pasaron ni cuatro horas desde el conflicto y ya lo extrañaba. El temor por depender de él me hizo abrir los ojos que preferí concentrarme en otros asuntos.
— Y para ti, Leonora, tengo esto —expresó Diego lleno de felicidad, al mismo tiempo adentró sus manos en la bolsa y extrajo una caja blanca de tamaño mediano—. Ábrela, se que te encantará, ¡lo se por que te conozco!
Él nos habia llevado a una mesa para darnos los regalos que compró. A Suzy le obsequió dos vestidos de su diseñadora favorita, a Merry le dio el libro faltante de su saga de vampiros, y ahora era mi turno de abrir lo que me había preparado. Diego es muy esplendido con los obsequios, así que me imaginé de todo, sin embargo, prefería algo simbólico y no tan costoso.
El olor proveniente de la caja blanquecina era adictivo, un aroma a nuevo, refrescante, que hacía cosquillas en mis fosas nasales. Lo decoraba un lazo rojo y una nota que decía:
Para la fiera de oro, Leonora.
Desaté el listón con especial cuidado y al retirar la cubierta quedé boquiabierta, sin duda alguna Diego acertó regalándome accesorios sutiles y exquisitos, él conocía mi gusto por lo no tan dispendioso. Obtuve un par de aretes largos dorados con dijes de luna creciente y menguante, un collar de sol dorado, otro con mi diminutivo "Leo" y una gargantilla sumamente delgada con diminutas estrellas decorando la cadena.
— Todos están hermosos, Diego, muchas gracias —revelé dando la más sincera de mis sonrisas y por tenerlo a mi lado, le dí un abrazo fuerte.
— He visto que Morgan te regala accesorios de planetas y ese tipo de cosas varias del universo, creí que podrían gustarte.
Tenía razón, el collar de mis favoritos era el de planeta tierra, habían muchos más pero otro que amaba era el de esfera decorada con el sistema solar. Morgan adora su profesión y alega relacionarme con ella por que supuestamente, soy su todo, su universo. Sin embargo, en ese momento me hizo dudar de aquellas palabras.
Me coloqué la gargantilla de estrellas ya que encajaba a la perfección con mi vestimenta del día, estaba usando un sueter negro con los hombros descubiertos, sobre este usaba el collar de Morgan, lo cambié por el regalo de Diego y el anterior lo resguardé en la misma caja.
Más tarde regresamos a clases luego de divertirnos en las dinámicas festivas, Merry dijo que podía celebrar San Valentín en amigos, no precisamente necesitaba una pareja. El problema aquí es que sí tenía una pareja, sin embargo, él me estaba haciendo mortificar sin razones aparentes.
Nos encontrábamos en la practica de cosmetología, la profesora ordenó hacer parejas para realizar un maquillaje de cita, ella solía tomar las fechas importantes para permitirnos trabajar los estilos festivos. Como es de costumbre, Merry me tomó a mi para ser su pareja, Diego y Suzy formaron tambien su equipo.
Una de nosotras debía maquillar a la otra e incluso podía realizarle un peinado, yo quería arreglar a Merry debido a que adoro su cabello rojizo, sin embargo, ella no me hizo caso y me ordenó sentarme frente al espejo.
— Tengo una super idea, que te va a encantar —dijo Merry con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, mientras me preparaba para la practica—. Voy a hacerte lucir más linda de lo que eres para Morgan.
— Pero no quiere hablarme.
— Es correcto... ¿No me entendiste? —me dedicó esa mirada de astucia la cual conozco perfectamente, misma con la que nos comunicamos algún plan interesante al intercambiar vistas.
— ¿De que se trata esta vez? —cuestioné maliciosa luego de comprender las intenciones de mi amiga.
— Él está siendo distante, tu ya has decidido que no le rogarás, cuando estábamos participando en los juegos noté que él y sus amigos te observaban desde lejos.
— ¿Hablas en serio? —me dejó sorprendida, ni siquiera sentí que me observaran—. ¿No habrán visto a alguien más que no sea yo?
— Leonora, yo los pillé y cuando se dieron cuenta de inmediato se fueron —contó mientras reía—. Debiste ver la cara de Morgan... y la de Eloísa.
Mi amiga dejó escapar un suspiro de adoración por Eloísa, la verdad es que Merry siente algo por la amiga de Morgan y no es amistad. Eloísa ya lo ha notado y esto ha creado tensión entre ambas, aparentemente se atraen pero nunca se atreven a hablar de sus sentimientos, cuando se encuentran solo es miradita por allá y por acá, sonrisas y una que otra caricia discreta.
¡Son tan lindas! y a la vez me divierte ver a Merry atolondrada. Ella se perdió luego de mencionar con devoción a Eloísa, su mirar se concentró en un punto fijo y guardó un silencio definitivo al dibujar aquella sutil sonrisa que evidenciaba lo cortejada que Eloísa la sostenía.
— ¿Merry?... tierra a Merry —intenté apartarla de su momento de enamoramiento, juro haber notado los corazones volando a su alrededor—. ¡María!
— ¡No me llames así! —con ello obtuve traerla de vuelta.
— Ibas a contarme el plan, ¿Qué organizaste en tu mente?
— ¿No es obvio, Leonora?, planeo arreglarte, Morgan te verá e intentará seguirte —explicó mientras extraía del estuche de practica las pinturas y brochas necesarias—. Pero él no contará con tu astucia de regresarle la indiferencia, entonces sufrirá y lo dejaremos sin su Leo por todo el día.
— Me agrada la idea —sonreí malévola y llena de confianza—. Supongo que esperas verme haciéndome la interesante y provocativa si pasa cerca.
— Aprendes rápido, amiga... ahora, manos a la obra.
Ella recogió mi cabello ondulado en una coleta, los mechones que se deslizaban por mis sienes los sostuvo con una bandana, dejando mi pulcro rostro expuesto para hidratarlo con un crema facial. Esperó a que el cosmético se deshumedeciera en mi piel y mientras aguardaba por comenzar a aplicar polvos, conectó la plancha para alaciarme el cabello.
Comenzó aplicándome una BB Cream y entonces Merry desprendió toda su creatividad para darme un maquillaje especial. Combinó las sombras en tono rosa coral con un bálsamo para parpados de color dorado con diminutos destellos de glitter, plasmando un golden rose en mis ojos y agregando difuminado negro en las orillas.
Delineó mis ojos y onduló mis pestañas de tal modo que ahora lucían más grandes y encantadores, ese era el secreto para deslumbrar, los ojos maquillados hacen dar el cambio en cada mujer. Prosiguió con el rubor rosado coral, colocándolo a toques suaves sobre mis mejillas, para ello, Merry me hizo sonreír para así conseguir remarcar mis pómulos y maquillarlos.
Mi piel es un poco clara, por lo cual, los colores oscuros me hacían ver más pálida de lo que soy, esa la causa por la que Merry usaba tonos tersos en mi rostro, además ella explicaba que mi cutis no requería de excesivas capas de polvo.
Merry trazó mis cejas pequeñas al tono de mi cabello, aplicó iluminador en discretas cantidades para despues llegar a mis labios y darles pinceladas con un bálsamo, color similar a chocolate claro. Y si, imitó el diseño de una de las revistas que la profesora nos proporcionaba.
Para finalizar, alació mi cabello con insistencia puesto que este originalmente es ondulado, difícilmente se comprime tras el paso de la plancha. Al terminar la practica me veía realmente diferente, no recuerdo cuando fue la ultima vez que me alisé los cabellos, por que en realidad... ¡Nunca lo había hecho!, a la profesora le encantó el trabajo de Merry, para obtener mi calificación modelé el maquillaje, al igual que mis demás compañeros de clase.
No me lo retiré ya que era parte del plan de Merry, sin dejar atrás que los chicos de mi clase no paraban de alagarme, eso para María fue un impulso para cumplir el propósito.
Ejecutar la misión "lección provocativa" fue sencilla. En otro descanso, mi amigos y yo acudimos a la cafetería para almorzar algo despues de cuatro horas de clase. De nuestro cuarteto, yo y Suzy éramos quienes lucían el maquillaje de la practica. Al entrar vimos a Sebastián quien mientras yo comía, se acercó nervioso.
— ¿Leonora?, ¿eres tú? —preguntó él titubeando un poco, noté el asombro en sus ojos verdes—. ¿Te alisaste el cabello?, casi no te reconozco y me paso de largo
— Se que me veo diferente, sinceramente, me siento otra —respondí dejando salir una risa calmada y amigable—. Merry lo hizo, hoy fue nuestra practica de estilismo.
— ¡Lo que significa que mañana verán las fotos en el mural! —intervino Diego, él se comporta diferente ante Sebastián, es más alegre.
Confesaré otro secreto de mis amigos, a Diego le gusta Sebastián pero según él, yo le atraigo a su crush. Que Sebas sea amistoso no significa que este enamorado de mi, ese es el error que muchas chicas cometen, he conocido a tres compañeras que pensaron así y quedaron como ridículas.
— Entonces, ya quisiera verlas —bromeó el amigo de mi novio—. Te ves muy bonita así, Leonora, en serio... me has dejado sin palabras y creo que no soy el único.
— ¿Y yo no me veo bien? —vacilante preguntó Suzy.
— ¡Claro que sí!, ambas lucen hermosas —agregó Sebastián, ellos dos se llevan bien.
Almorzamos con Sebastián en nuestra mesa, eso hacía que Diego calmara su comportamiento extrovertido, era más tranquilo y cuando Sebas le platicaba cosas personales, mi amigo me apretaba el muslo por debajo de la mesa, mostrándome los gritos internos que resguardaba por la emoción. La pasamos bien aunque fuesen solo cuarenta minutos de una conversación amena y divertida. Sebas se retiró luego de pasar veinte minutos con nosotros, dijo tener pendientes.
— ¡Casi lo olvido! —exclamó Merry preocupada—. Mi junta del consejo estudiantil comienza en diez minutos y la sala está en el otro edificio.
— Te costará más de diez minutos llegar allá si continuas aplastada aquí —dijo Suzy mientras bebía de su jugo de naranja mediante una pajilla.
— ¡Ay, mierda!, Leonora acompáñame.
— ¿Yo por que? —cuestioné disgustada, ella esperaba que la siguiera a todos lados.
— ¡Por favor, rentemos una bicicleta!
— Eso sumaría diez minutos más —agregó Diego, quien sostenía cariñosamente su cabeza en mi hombro—. Fra, ca, so.
— ¡Cállate, Diego Go! —Merry se levantó y sostuvo su bolso del almuerzo en su hombro, también reunió los utensilios sucios en su bandeja de comida—. ¡Leonora, por favor, llévame en bicicleta!
— De acuerdo, de acuerdo, lo haré.
Me levanté de la mesa y acompañé a Merry, pasamos a dejar los platos sucios en su lugar, salimos de la cafetería dirigiéndonos a rentar una bicicleta. El tiempo lo portábamos a nuestro favor, sin embargo, en un descuido...
Merry chocó con alguien y resbaló al suelo, me reí de ella antes de ayudarla, es costumbre hacerlo cuando alguna de nosotras cae. No se que me dio más risa, si ver a mi amiga caer de cara al suelo o notar que había chocado con la chica que le gusta, como en las novelas juveniles, eso me dio mucha más risa pero detuve la carcajada deseosa de escapar.
Eloísa ayudó a Merry para ambas ponerse de pie.
— Lo siento mucho —Merry en serio actuaba como en una escena cliché, leer tanto sus novelas de romance vampiresco le afectó.
— No hay problema, fue mi culpa —respondió Eloísa con su voz encantadora, ella tambien me ha hecho dudar de mi sexualidad y es que con esa belleza que la caracteriza ¿Quién no lo va a hacer?—. Al menos fue contigo, si hubiese sido con alguien más seguro me habría molestado, pero agradezco que hayas sido tú.
Rodeé los ojos girando mi cabeza en dirección contraria, a Merry casualmente se le cumple todo lo que lee, es gracioso. Escuchaba la escena romántica entre ellas dos, a mi amiga parecía habérsele olvidado la prisa que llevaba. Me sentí acechada y estúpida al percatarme despues de casi dos minutos que Morgan acompañaba a Eloísa, hasta que me percaté de su silueta al costado de la chica, fue que percibí su mirada fija en mi.
Le prometí a Merry que sería fuerte pero los nervios me invadían.
Me está viendo, ¿Qué estará pensando de mí?, ¿Acaso María permanece charlando aquí a propósito para que Morgan me vea?. Pensé abrumada, no sabía como actuar, mi punto a favor fue no haberle dirigido en ningún momento la mirada a Morgan.
Contemplé a lo lejos la estación donde rentaban las bicicletas, anhelando correr en aquella dirección, el sol mañanero me bañaba con sus rayos, por lo que mantenía mis ojos entrecerrados. Eloísa y María continuaba charlando, yo aún sentía los ojos de Morgan posicionados en mí.
De repente lo sentí acercarse, ignoré por completo su presencia y en cuanto percibí una de sus manos cerca de mi cabello, Merry corrió a salvarme tomándome del brazo y jalándome hacia ella.
— ¡Fue un gusto conversar Eloy, nos vemos luego! —exclamó amigablemente mientras nos alejábamos—. Vamos, Leo.
— ¡¿Qué?!, ¿esa es Leonora? —cuestionó Eloísa a lo lejos, dejándose escuchar como todos, sorprendida.
— ¿Por que todos se extrañan?, solo es maquillaje y ya —respondí para ella.
La misión parecía haberse cumplido, mi amiga me llevó corriendo a la estación de bicicletas y durante nuestro trayecto no paró de reír.
— ¿Viste su cara?, ¿la viste?
— ¿De quien?
— ¡De Morgan, tonta!, se veía tan impresionado y también se le notaba la testosterona apunto de estallar —comentó todo en medio de una risa emocionada—. Se ve que lo tienes bien alimentado por que hasta se muerde los labios al analizarte de pies a cabeza.
— No se que pensar al respecto —no me sentía triunfal como ella, al contrario, aún así me dolía.
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