II. Ver perfectamente a una persona imperfecta
Mientras que los años pasan, mayor es la magnitud del amor. Yo lo llamo de esa forma, pero otros me contradicen explicando que nuestro afecto es solo un capricho pasajero, como si ellos conocieran mis sentimientos y los de Morgan. Esa noche, nuestro destino fue un mercado ambulante en donde vimos demasiada mercancía, como ropa, zapatos, utensilios de cocina y del hogar, aunque principalmente los vendedores ofrecían sus preparaciones culinarias. Mi novio y yo cenamos una pizza, del mismo modo, compartimos unas papas fritas.
Al costado del lugar se encontraba un parque, similar al de mi vecindario, la única diferencia es que este contaba con un área deportiva más amplia, incluyendo una pista de skate. El parque parecía estar muy solo, pocos niños jugaban en columpios. Para tener un momento a solas, Morgan me llevó consigo a la solitaria pista de skate, no había nadie ahí, todas las personas se concentraban más en la vendimia del mercado.
Permanecimos sentados en la rampa más alta del área, conversamos sobre las novedades en nuestras familias y la universidad, hasta que repentinamente, Morgan había sido hechizado de nuevo, tal cual cada fin de semana al estar juntos. Era como si algún espíritu pasional se impregnara de él, la iluminación de la luna sobre nuestro sitio oscuro, parecía transformarlo en ese chico que me hace temblar, a pesar de apetecer mucho más de si mismo.
Nos regocijamos en un vigoroso beso, esos en donde sentía mi esencia desvanecerse. Él me tomaba con fuerza de la cintura, comprimía su torso contra el mio y gradualmente me provocaba calor, miedo, sensaciones indescriptibles provenientes de mi interior. Resultaba imposible ejecutar acción alguna para alejarlo, Morgan suele dominarme en dichas situaciones. No se como lo hace, habitualmente soy yo quien provoca su rendimiento ante mi fogosidad, sin embargo, él es quien termina imperando.
Luego de unos minutos, aparentó cansarse, alejó su rostro y examinó mi mirada con la suya, mientras su respiración se dificultaba.
— Morgan... —musité temblorosa, no nos separábamos, por lo cual me aferraba a sus hombros con ambas manos—. Llévame a casa... No quiero ser vista.
Él controló su respiración, poco a poco apartó sus manos de mi cuerpo y regresó a sentarse de manera normal, ya no asemejaba intenciones de recostarse sobre mi, ya que estaba apunto de hacerlo, lo sentí.
— Sobra tiempo para que regreses a tu casa, no lo haré, no te llevaré —decidió al instante, ignorando mi petición. Se pasó una mano por el cabello y procedió a contemplar perdidamente la altura en donde nos encontrábamos—. Si no quieres que nos vean, podemos...
— ¡No, solo quiero ir a casa! —expresé, interrumpiéndole con desgane, sabía lo que buscaba. Aunque en mi mente, existía una pelea respecto a aceptar o negarme ante la propuesta que estaba por hacerme.
— Nena, el departamento está a unas cuantas calles, ¿segura que no quieres? —preguntó obstinado—. Por que yo si.
Sentí su boca cerca de mi mejilla, no le dirigí la mirada así que solo percibí sus labios rozar la piel de mi rostro, incluso era capaz de notar lo excitado que comenzaba a volverse. Me aparté de él, honestamente, a veces me hace sufrir entre sus sabanas, no en relación a mis emociones, sino, a mi físico. En ocasiones me entrega demasiado y no soy capaz de resistirlo, es fuerte, es cautivador.
— Puedes desearlo con todo tu ser, pero la presencia de tus padres lo evitará.
— Leonora... Mis padres salen a estas horas, no vuelven hasta el domingo, ¿lo olvidaste, no es así? —comentó haciéndome recordar que su familia salía de la ciudad todas las noches de viernes.
Sus padres Amanda y Christian, se dirigen todos los fines de semana a un pueblo cercano, aunque un poco aislado en donde cuidan de un familiar enfermo. No regresan hasta la noche del domingo. La familia de Morgan proviene de Estados Unidos, por eso el nombre de mi novio es en ingles, es el hermano de en medio, tiene una hermana mayor y uno pequeño. Ellos acompañaban a sus padres, Morgan se encargaba de vigilar la casa.
— ¿Que dices?, ¿Vamos? —con sus dedos me acariciaba la rodilla, eso provocaba que me estremeciera y no pensara dos veces.
Si bien es cierto que nos encontrábamos en un lugar poco convincente para besarnos, temía que el tiempo en casa de Morgan, se pasara volando y llegase retrasada con mis padres, de ser asi, recibiría un castigo. Es costumbre de mi novio, tomarme por sorpresa en pésimos sitios. Un ejemplo de ello, era dicho momento.
— Leonora, nena, ¿ya sales? —me preguntó Morgan desde el exterior, tras la puerta del sanitario.
— ¡Dame un minuto! —respondí tratando de mantener el tono de mi voz tranquila, sin embargo, el miedo me invadía.
Nunca me había sentido así con anterioridad, aceptar que me inquieta la intimidad no está en mis palabras, sin embargo, Morgan llegó a quebrantar mi valentía y dominio bajo las sabanas. Fue el primero en todo. El primero en dar el beso inicial de esta relación, el primero en confesar sus sentimientos, a pesar de que ahora no es muy seguido; el primer chico en hacerme reír, en despojarme de mi candidez.
Claro que para llegar a mi, él ya habia transitado por dos chicas diferentes, una de ellas lo dejó mal, pero explica que yo fui quien lo restableció y enamoró como nunca. Aunque, la ultima chica provocó inseguridad en mi, ella significó mucho para Morgan, no obstante, él me asegura que soy "lo mejor de su vida". De vez en cuando, siento como si ella nos vigilara cuando estamos a solas, pese a que no es así.
Traté de ignorar esas emociones, Morgan aguardaba mi presencia y por la insistencia con la cual llamaba a la puerta preguntando por mi salida del sanitario, deduje que estaba ansioso. Yo tambien lo estaba, así que no podía esperar. En dichos momentos, prometí que nada me detendría.
Dejé las prendas que segundos atras me vestían, sobre el estante de los paños limpios, quedando únicamente en ropa interior. Él ya me había visto descubierta demasiadas veces, pensé que podría resultarle aburrido, así que, me probé una de sus prendas.
Sobre la lencería, usaba una chaqueta de mi novio, sentí que no sería suficiente para hacer su corazón acelerarse, debido a ello, me retiré el sostén y cubrí mis atributos con la misma chaqueta.
Me contemplé en el espejo del lavabo y entonces fui capaz de sentirme segura de que a Morgan le gustaría verme así, eso suponía. Sobre la chaqueta solo era posible ver la piel de mi torso, recorría un camino completamente desnudo hasta llegar a mi parte intima, cubierta por la única pieza de lencería que decoraba mi cuerpo.
Acoplé mi cabello, de manera que me hiciera notar aún más linda. Posterior, me decidí a salir, sostuve la perilla de la puerta sin siquiera girarla, expiré profundo y gradualmente abrí la puerta, hasta hallarme de nuevo en la habitación de Morgan, con solo dar dos pasos hacia adelante.
Lentamente egresé del cuarto de baño con la mirada concentrada en el suelo, tenía miedo de nuevo. Dentro de la alcoba sonaba en bajo volumen la musica rock, al igual, sentí la presencia de alguien que me contemplaba, desde luego, era Morgan. Permanecí sin destinarle la mirada, me cubría el torso con la misma chaqueta y en mi rostro no dibujaba expresión alguna.
— Nena... Quiero verte —lo escuché titubear, su voz provenía de mi lado izquierdo, aunque sonaba un poco alejado.
Giré mi cuerpo, hasta que cruzamos miradas estando distanciados, cada uno en su lado de la habitación. Noté como Morgan quedaba estupefacto, al lograr apreciar la manera en que me preparé para él. Me observó de pies a cabeza, mientras descansaba su espalda sobre la pared y se cubría la boca con una mano, él a diferencia de mi, aún llevaba su vestimenta completa.
— ¿Y bien?... ¿Que tal luzco? —cuestioné nerviosa y haciendo pausas, percibía el ambiente como si fuese a ser mi primera vez, sin saber que podría ocurrir.
— ¿Tu lo que quieres es matarme? —soltó una risa ligera y no apartaba la vista de mi cuerpo—. ¿Por qué, Leonora?, ¿Por qué haces esto?... Necesito... comerte.
Un escalofrío me recorrió la espalda al escucharlo y verlo morder su labio inferior, la piel se me erizó por completo. De repente, continué con mi decisión, está vez no le permitiría llevar la batuta, así que volví a desatar un largo suspiro desde mi garganta y caminé hacía él.
Morgan se cruzó de brazos sin modificar su posición, solo aparentaba deleitarse al presenciar la escena en donde yo me aproximaba. No podía conocer su pensamiento, sin embargo, su expresión facial decía mucho más que mil palabras.
— Ahora la Leona acecha a su presa —comentó de manera especial, volviendo a reír—. Quisiera saber que pasará despues.
— Por lo menos lograste acertar a la primera, está noche la Leona manda, ¿me escuchaste bien?
— ¡Si, claro! —se carcajeó con ironía y en un tono seductor, nos encontrábamos frente a frente, sin tocarnos—. No si la presa resulta ser más rápida e inteligente.
— Si compites en velocidad con una fiera, no te convertirás en su superior —dije intentando lucir provocadora, mientras hacía como si fuese a descubrir mi torso, jugueteaba con los bordes de la chaqueta—. Te convertirás en su cena, cariño.
Mi novio volvió a desasir una risa, observó unos segundos hacia el suelo y en un instante, pretendió tocarme sin anunciar, sin embargo, lo detuve. Le sujeté las muñecas con ambas manos, causando que permaneciera estático, eso lo hizo darse cuenta de que no bromeaba. Continuó riendo, mientras me dedicaba su hermosa sonrisa.
— Quien ríe al ultimo, ríe mejor —expresé acercándolo a la cama, lo dejé caer en su colchón y rodeé el mueble haciendo crecer la tensión.
— Dime, ¿Qué piensas hacer, princesa? —cuestionó desde su lugar—. ¿Ahora cual de mis prendas será afortunada de proteger esa preciosa piel que degustare hoy?
Comentó eso en cuanto emprendí en la búsqueda de otro atavío suyo, abrí el armario y en seguida de haber buscado, extraje dos playeras.
— Creo que no lavaré nada de lo que uses, cuando no estés conmigo disfrutaré olfatear tu aroma —alegaba desde la cama, se veía tan relajado mientras descansaba su cabeza sobre ambas manos—. Leonora, ven aquí, deja de perder el tiempo, se que quieres.
— ¿Sabes?, me encantaría que cerraras la boca por un momento —expresé, al mismo tiempo me acerqué de nuevo con lentitud—. Hablas de más.
Con lo que tomé del armario, lo aproveché para atarlo a la cama, apreté los nudos con fuerza de manera que fuese prácticamente imposible para él soltarse. Sujetaba su mano derecha, cuando sentí como con la extremidad contraria, comenzó a acariciar mi abdomen. Detuve la palpación y con mucha más fuerza le até dicha mano ingeniosa.
— Eso podría ser considerado como jugar sucio, literalmente —bromeó, verlo amarrado al respaldo de su propia cama, resultaba divertido.
Me mantuve sentada sobre su cuerpo, con las rodillas, circundaba su cadera. Él me contemplaba con la cabeza levantada sutilmente, a la espera de que realizara el primer movimiento, incluso me dio el permiso para iniciar a divertirme con su inmóvil cuerpo. Ahora era yo quien reía con alegría, como una niña que le permiten comer todos los dulces que ella guste.
— ¿Ya estas feliz? —interrogó con interés—. ¿Puedes decirme que planea hacer mi nena?
— Si te lo digo, perderá la emoción —musité cerca de su oído, no pude evitar complacer mi adicción de acariciarle el cabello, asi que lo hice para despues darle un beso enérgico.
Morgan a pesar de encontrarse sometido, atravesaba mi boca con su lengua, entretanto elevaba su pecho y cuello para alcanzarme. En medio de aquel canicular beso, incrementaba la intensidad que provocaba en ambos suspiros incesantes, lo cuales construían más impaciencia por casi corroernos. Cada vez más la corpulencia de Morgan me tentaba, como yo lo hacía para él, al rozar mis manos sobre su pecho.
En un abrir y cerrar de ojos, él consiguió bajar sus labios hasta llegar a mi cuello, haciéndome desconcentrar de mi objetivo. Yo debía dominarlo, pero de todos modos él me llevaba la contraria al casi comerme la boca entera en su retornó, vicioso lo sentía responder al besuqueo, solo con eso me hizo desear más, incluso mordió mi labio con indiscreción, a él no le interesaba lastimarme. Entrando en fervor, procedí a querer retirarle las prendas, sin embargo, olvidé hacerlo antes de atarlo.
— Mi Leona... Vuelve aquí —susurró prácticamente sin aliento en cuanto me alejé de él para buscar una manera de despojarlo de su ropa—. Nena, en serio. Ven, quiero que subas, quiero que me ofrezcas a besar tu pecho.
— Por Dios, ¡Cállate! —dije intentando controlar mi respiración, finalmente, decidí desgarrar su ropa.
Él se sorprendió tanto que lo hice permanecer anonadado, me observó con sus ojos saltones y posterior, no le dí tiempo de protestar por su ropa perdida. Regresé a comprimir nuestros labios. Después de eso, no me dio angustia permitirle ver debajo de la chaqueta que robé de su armario, tanto lo solicitaba, así que obedecí.
Descubrí y con ello, Morgan resopló extasiado, aunque me pidió que no me la retirara, pues según él, quería que conservara mi fragancia. Así fue, descendí mis labios hasta su cuello, tórax y continué... Hasta alcanzar lo más inesperado, probé lo que nunca había paladeado de su ser, inclusive su identidad. Mi novio gimoteaba como nunca lo habia hecho, su voz ronca me llenaba de gusto, tambien lo notaba retorcerse levemente.
En menos de diez segundos, me desconocía a mi misma, sin embargo, me deleitaba con el haber conseguido mi propósito de la noche. Morgan aparentaba desprenderse de su alma al sentir lo que le hacía, despues de mantenerlo derrotado de la manera más impensada e inimaginable, consideré que era mi turno de recibir placer.
— Esto no es justo, mi amor —expresé con ternura, viéndolo desde abajo.
— Lo mismo pienso —respondió disfónico, no me dirigía la mirada. Con el ceño fruncido, él mantenía los ojos cerrados y me era posible notar su exudación. Incluso su largo cabello se le impregnaba a la piel del rostro y cuello.
— Yo tambien merezco algo, Morgan —procedí a gatear poco a poco sobre su cuerpo inmóvil, reencontrando nuestros rostros, descansando encima de si mismo—. Ahora me toca recibir de ti.
— ¿Que más quieres, Leonora?, casi me arrebatas el espíritu.
Junté mi frente a la suya y así permanecimos por aproximadamente cinco segundos. Mi novio persistía con su respiración veloz, durante ese instante de serenidad para ambos.
— Estas que transpiras —reí un poco, mientras le acariciaba los hombros empapados de sudor.
— Empiezo a creer que si buscas matarme —bromeó, tan débil se percibía que ni siquiera era capaz de agrandar su sonrisa—. Dos malditos años desde que comenzamos con esto, sin darte el permiso de hacer algo... Perdoname, Leonora, debí ser menos egocentrista.
— No tienes por que disculparte, mi amor —volví a besarlo, esta vez con demasiada sutileza—. De cualquier manera, no tienes idea de lo mucho que disfruto contigo.
— Suelta mis manos y daré de mi, todo lo que quieras... Pero por favor, dame la oportunidad de tocarte, no puedo soportar verte así sin poder moverme —solicitó en un murmuro, yo cubría su torso con mi abrazo, siendo capaz de percibir el palpitar apresurado de su corazón—. Hagamos esto justo, como lo pediste. Permíteme agasajarte, probarte de la manera en que tanto anhelas, en la que siempre clamas mi nombre.
— No lo se, estoy gozando de la vista —bromee descaradamente y le obsequié un beso más en los labios.
— Amor, hablo en serio, desátame —parecía molesto, me lanzó una mirada severa—. Siento como si fuese a explotar si me abstengo de acariciarte.
Conozco esa seriedad y no traía consecuencias muy buenas, por lo cual, desaté sus manos con temor, imaginando lo que me esperaba despues de haberle proporcionado placer con mi boca, deducía miles de ideas tras escuchar sus palabras casi poéticas. Mi apuesto novio esperó pacientemente, mientras apreciaba con atención como le soltaba las extremidades, cuando por fin se vio libre, fue lo que esperaba.
Primero, analizó las rozaduras en sus muñecas, consecuencia de la fuerza que hice al sostenerlo. Volvió a dirigirme la mirada y de inmediato se lanzó ferozmente contra mi, haciéndome recostar por completo. Solté un quejido juguetón que asemejaba una risa apaciguada y tierna, sentí su cuerpo sobre el mio, poco a poco me hacía de su pertenencia como siempre, marcaba territorio con sus besos, mordeduras, con su deleitosa incorporación en mi naturaleza.
— Eres una villana —dijo con su voz entrecortada—. ¿Como pudiste hacerme esperar tanto?, creí que nunca pararías.
— Te amo, Morgan —respondí entre mis quejidos, rodeándole el cuello y aferrándome a su piel.
— Y yo a ti, Leonora... Pero no vuelvas a hacerme sufrir así
— ¿Ahora ves lo que se siente?, ¿Ya notaste lo que es ponerse en el lugar del otro? —sonreí sin poder detener mi gimoteo, al mismo tiempo, lo despeiné al subir mi mano por su melena que me provocaba cosquillas—. ¿De verdad no quieres que lo haga de nuevo?... ¿nunca más?
— No quería que lo interpretaras así —jadeaba y unificaba su mejilla contra la mía, se apegaba como si intentara hacer de ambos un solo ser—. Si quiero, pero omitamos la parte en donde me sujetas... Aunque, debo admitir que lucias hermosa desde abajo.
— ¡Sigue! —ordené con insistencia, me sentí como esas actrices de películas para adultos en donde solicitaban más—. Se que eres alguien libre, pero no te prometo nada.
Los minutos, asemejaron horas y olvidé todo lo que nos rodeaba. Solo existíamos él y yo, dentro de su habitación. Nuestros pies rozaban el respaldo de la cama, debido a la desesperación de Morgan al lanzarse, nos encontrábamos recostados en el lado opuesto al habitual en que una pareja duerme. Cubiertos en una delgada sabana, nos amábamos, siendo uno solo, ambos bañados en nuestra propia perdida de liquido y vapor.
Algo que no podía faltar era el halar mutuo de cabello, yo tiraba de la larga melena de mi novio, al igual que él me olfateaba el cuello repartiendo besos, adentraba su rostro entre mis tenues rizos y en un trance, sonó una de las canciones favoritas de Morgan en el reproductor que dejó encendido, causando que comenzara a cantarme en susurros al oído, erizándome la piel.
— No se que sería de mi sin ti, nena... —musitó mientras me besaba—. Te tengo... Será difícil que alguien intente separarnos. Me falta sangre para soportar tanto, te amo.
Es el único momento en que no le teme a dejar salir sus sentimientos, cuando hacemos el amor, su sensibilidad escapa de lo más profundo, siempre lo he notado. Fue una noche saturada de placer, pecamos de excesos; curiosamente, para Morgan nada era relevante, solo demostrar lo mucho que podía amarme, según sus palabras. Dicen que amar, es ver perfectamente a la persona imperfecta.
— M-Morgan, mi amor, quiero seguir escuchando tu cantar —era lo que más me hacía sentir querida.
Hola baby's, esta vez estuvo potente 🤣
Por cierto, discúlpenme mil si ven muchas contracciones repetidas. Al mismo tiempo que publico, lo voy editando, más adelante lo corrijo.
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