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Veinticuatro


—¿Cómo está ella?—le di una mirada de preocupación al pensar en como la estaría pasando mi amiga. Ya hace mucho que no la veía por los antiguos asuntos en los que estábamos involucrados.

—Rogando por verte—rió un poco y cambió su expresión, se puso totalmente serio—creeme que no está bien, se está torturando al no ser libre por completo. Pero es su decisión, solo queda apoyarla hasta que crea que la marea está en calma—se detuvo al frente de la estación en la que trabajaba y bajó del auto para abrirme la puerta.

Salí y el frio de invierno me golpeó la cara como una bofetada. Mi piel se puso de gallina y mis dientes empezaron a temblar.

Para mi mala o buena suerte, él se dio cuenta e intentó abrazarme para darme un poco de calor. No me aparté.

Sentía mi cuerpo calentarse de inmediato, por lo sonrojada que estaba y por lo pegados que estabamos caminando.

—Tengo un mal presentimiento—dijo arruinando el momento.

Nos detuvimos en la puerta observando la fachada. ¿Por qué rayos hacíamos eso? ¿Por que no queríamos llegar y terminar ese abrazo? Puede que haya sido eso.

Entramos en silencio. Desde ahí pude ver a alguien en mi oficina.

Molinelly estaba rebuscando un los cajones.

Se escuchó que mi acompañante abrió la puerta poniendo su característica cara de malo para darle seriedad al asunto—Buenas noches—saludó mirando con curiosidad al hombre que al darse cuenta de nuestra presencia puso cara de haber sido descubierto cometiendo un delito.

—Buenas noches—respondió. En mi cabeza solo estaba pensando en por qué rebuscaba mis cosas con apuro. Decidí no preguntar y que Julien cause un alboroto por una confusión. Quizá solo quería un engrapador.

Ahora, mucho tiempo después me arrepiento de haber pensado así.

—Señor Molinelly, vine por los videos que me prometió—hablé para calmar la tención en el ambiente.

—Si, es cierto—se levantó apurado guardando las hojas tiradas en el suelo en su lugar y salió de la oficina indicando que lo siguieramos.

—No me da buena espina—susurró Julien en mi oido causando que un escalofrio recorriera mi cuerpo.

Entramos al lugar, se podía observar una gran computadora y carpetas regadas por todos lados. Para ser un adulto con años de experiencia en investigaciones criminales, no tenía orden en absoluto.

—Disculpen el desorden, no tuve tiempo de limpiar—se puso a rebuscar entre las cosas de su escritorio—¿Cómo te encuentras? ¿Ya te estás sintiendo mejor?—me dio una mirada amable.

—La verdad es que me recupero de a pocos, pero todo está mucho mejor—sonreí para devolverle el gesto.

—Me alegra escuchar eso ¿Quién es él?—volvió la mirada hacía Julien.

—Eso no importa—respondió antes que yo.

—No seas grosero—le di un codazo.

—Soy su novio—mis ojos se abrieron de sorpresa, volteé a verlo pudiendo apreciar como sonreía. Este es el momento en em que me sentí como las protagonistas de los libros que me gustaban leer, esas donde el chico se hacía pasar por sus novios y al final del libro se hacía realidad.

Mi yo del futuro puede asegurar que este no es el caso.

—Me alegro por ustedes, ojalá duren muchos años—encontró lo que buscaba.
Un USB.

Lo puso en la entrada que tenía la computadora.

—Acerquense—nos invitó. Hicimos caso.

Reprodujo el primer video donde se podía ver al auto que nos siguió justo detrás de nosotros mientras estabamos estacionados a las afueras de la farmacia.

El segundo video mostraba nuestra salida de la autopista y la entrada a las calles andostas.

En el tercero estaba yo sacando la cabeza de la parte del copiloto intentando dispararles a quienes nos seguían. Uno de ellos estaba cargando el arma con la que dispararían al auto.

El cuarto video transmitía el momento en el que dispararon y como chocamos contra una de las casas.

Por último, en el quinto video pudimos ver al auto que nos atacó parando justo detrás, unos hombres con pasamontañas bajando a ver lo que habían causado.

Uno de ellos que bajó del asiento del copiloto. El que nos disparó, se sacó la tela de la cara. Pudimos reconocerlo de inmediato y el pánico invadió mi cuerpo.

Mi mente procesó todo con lentitud.
¿Por qué? Pensé en ese momento sin esperar a lo que se venía.

Lo que hubiera dado en ese momento para hacerle caso a los presentimientos de mi acompañante y no haber entrado en esa estación. 

—¿Sorprendida?—Molinelly soltó una carcajada desconocida. Disfrutando del momento, de mi cara, de mi estado de pánico.

Él estaba en la escena del crimen, él nos disparó.

—¿Por qué—mi voz sonaba entrecortada.

—No debiste meterte en la boca del lobo Venecia Pritzler—se acercó.

Julien se encontraba igual de anonadado, pero reaccionó más rápido jalándome por el pasillo hacia la puerta de salida.

Yo solo me dejaba llevar.

Pero al abrirla supimos que no teníamos escapatoria, la policía rodeaba el edificio y nos apuntaban desde todos los ángulos posibles.

Estábamos perdidos.

...........................

Aún no ha terminado.

Los quiero.





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