Dos
Audio 1
14 de julio del 2019
Las circunstancias en las que me encontraba no eran claramente las mejores. Sentía como si encima de este precioso vestido me hubieran hechado un balde de agua helada, estaba desorientada, sorprendida, tenía las manos heladas, todo pesaba en mi y pareciera que el mundo a mi al rededor se hubiera paralizado por unos segundos que parecían minutos y minutos que creía horas.
Hasta que entre todo ese caos que pasaba por mi mente, después de muchísimo tiempo resgresaron las dudas existenciales, junto a esa pregunta que todos se hacen de la nada. En el momento menos esperado para hacerla, cuando ya es muy tarde como para arrepentirse.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?
Trataba de distraerme con cualquier cosa que mire para no divagar tanto entre mis malas decisiones. Entonces solo me puse a admirar el vestido de novia que llevaba puesto, a quién no le gustaría si era de ensueño. El maquillaje hacía que mis ojos verdes resalten y los pequeños pero carísimos aretes le daban un toque de sobriedad al asunto. Lo más hermoso que pudiera pedir una novia en su día, claro, aparte de que el novio no salga corriendo o se opongan cuando el sacerdote lo pregunte.
Pero quizá yo era un tanto diferente a una novia común y corriente, con eso no quiero decir que tenga tres ojos o dos cabezas, solo hablo de mi forma de actuar frente a lo que quiero para mi vida en el futuro, razón por la que conquisté a mi bello futuro esposo.
Cuando me asomé por la gran ventana de la casa, pude ver las decoraciones en gris y blanco. Para que explicar más, mi color favorito siempre fue el gris, y aunque hubieron muchas oposiciones, al final convencí a mi madre de agregar tal color que me llamaba la atención por su neutralidad.
Los invitados estaban a espaldas de donde estaba mirando, por lo que podía ver perfectamente a mi, hasta ahora prometido con su traje negro y corbata gris distraído saludando a la gente que estaba llegando.
Entonces abrí de par en par las cortinas para que pueda verme, intenté llamar su atención alzando la mano un par de veces hasta que por fin logré mi cometido.
Me estába viendo con una sonrisa en su rostro y saludaba con la mano disimuladamente. No soy de las que creen que si el novio te ve antes de la boda, te de mala suerte. Así que le muestro el vestido girándome y pueda verlo por completo. Definitivamente si alguien me ve pensarán que esta vez si me volví loca de verdad.
Así que volví a cerrar las cortinas mientras hago uno de mis bailes raros para relajarme un poco de todo el estrés que me generó en un momento conseguir este vestido y los jalones de cabello que me dieron los estilistas mientras hacían este peinado elegante.
No lo voy a negar. Mi familia tiene mucho dinero.
Desde muy niña estaba acostumbrada a tener una vida llena de excentricidad, lujos y especialmente soledad. La vida de la gente adinerada nos es siempre como uno piensa, no todo es felicidad, no siempre es querer algo y comprarlo. No es algo que una chica como yo habría querido para su vida.
Lamentablemente ya es muy tarde, mañana y noche soy eventos, horarios establecidos, talleres que no me interesan en absoluto, uno de ellos es la actuación, todo para una excelente vida, diría mi madre. Tengo la vida comprada, una vida arreglada. La vida de una Priztler.
La fortuna de mi familia siempre fue de generación en generación, el negocio de mi bisabuelo luego de años de trabajo duro prosperó, entonces el apellido se hizo conocido entre las élites mundiales. Mi padre, el único heredero mantuvo los negocios a flote después que mi abuelo lamentablemente falleciera por su avanzada edad. Desde ese momento, las revistas y programas de espectáculos tienen puesta la vista en nuestras vidas. Especialmente en la mía, la única hija del matrimonio Priztler, la que siguiente en la línea para tomar el mando de la empresa.
La mayor parte de la sociedad me tacha de engreída y egocéntrica. Lo sé porque muchas veces los escuché cuando salía a escondidas para pasear en la ciudad, saltándome clases por estar disqué enferma, obviamente escondiendo mi verdadera identidad. Ni siquiera me conocen bien, la gente muchas veces es muy injusta.
Sin embargo, llegó el día en que ya no sufriré con toda esa carga. Desde mañana por fin seré libre. Esta boda trae muchos beneficios, y no solo para la empresa.
Aquí Venecia, este es mi primer audio, se supone que haría como un diario para contar mi vida pero no me gusta escribir así que preferí hablarlo.
Audio 2
7 de febrero del 2019
La primera vez que lo vi estaba en una de esas fiestas elegantes y aburridas a las que acudía, según mi padre para familiarizarme con el ambiente empresarial.
Mis padres me presionaron para que me presentara ante un tal Félix, y como no tenía otra cosa que hacer fui con la esperanza de ahuyentarlo como a los otros prentendientes.
Y si, si dije ahuyentado, no quiero entrar en detalles, pero me defiendo diciendo que su delicadeza extrema no era de mi agrado. Ese siempre fue el propósito de mis padres. Casarme con el primer hijo de uno de sus socios que esté disponible.
Estaba sentado en una de las mesas, pensativo, ignorando lo que pasara a su alrededor. Tenía el cabello negro muy bien peinado hacía el costado. Solo cuando me acerqué un poco más, pude apreciar sus ojos del mismo color de su cabello y traje, se veía fresco, juvenil, relajado, como si no tuviera ni el mínimo problema en su vida.
-Hola, ¿Ves ese grupo de ahí?-señalé a los adultos que nos miraban expectantes, él asintió cuando me voltée a verlo- Pues me dijeron que venga y me presente- me senté en el sitio justo al frente de él.
Cuando lo volví a verlo, el estaba mirándome sorprendido por las tonterías que acababa de decír y una "chica de sociedad", mientras que yo estaba celebrando en mi mente pues creí que se había asombrado tanto que se levantaría para dejarme aquí con mis rarezas.
Sin embargo pasaron unos segundos y seguía en su asiento mirándome con el rostro serio.
-¿Qué me miras?-pregunté.
-Dijiste que vendrías a presentarte pero aun no lo has hecho-en su voz no podía detectar el toque de mal humor que siempre ponen todos a los que les hago la misma ridícula presentación.
-Cierto. Me llamo Venecia Priztler, no soy Italiana por si las dudas.
-Así que tu eres la hija de los Priztler-susurró tan bajo que casi no lo escucho.
-Si, ¿algo que decir?-contraataqué. Al parecer no se lo esperaba pues cambió su cara pensativa a una de preocupación.
-No, nada. Es solo que tu padre a estado conversando mucho sobre negocios con el mío estos meses-explicó. Es raro que mi padre vaya directamente a la casa de sus socios, normalmente las negociaciones las hace en la empresa pero no me sorprendería que haya hecho lo mismo con los chicos anteriores.
-No lo sabía, lo siento-me disculpé, estaré mucho tiempo a la defensiva pero este chico no tenía la culpa. En realidad, había que algo, hacía que me agradara un poco.
-No hay problema. Aún no te he dicho mi nombre, y te aseguro que tendré una presentación menos aburrida que la tuya-me miró entrecerrando los ojos mientras sonreía.
Después de todo no es un engreído.
-Quiero verla-me reí un poco.
-Querida Venecia, mi nombre es Félix y soy lo más hermoso que verás esta noche-me extendió la mano sobre la mesa, la tomé como saludo y después me reí lo más que pude.
-Tu sí que estás loco-no paraba de reírme. Este chico si que me caía bien.
-Puede que un poco-se rió conmigo durante unos minutos más.
-Entonces, esto te sonará raro pero acabas de pasar la prueba.
-¿Cuál prueba?
-La que le pongo a los que acabo de conocer, primero empiezo con mi supuesto mal humor, ya sabes, la cara seria, el comportamiento del no me interesas, nada importante, es solo para espantar a los débiles-dije como si estuviera hablando de mi color favorito.
-Interesante, nunca había escuchado de eso.
-Es original, debes intentarlo, enserio funciona pero al parecer no para ti-aseguré.
Nos quedamos callados unos segundos hasta que volvió a hablar.
-¿Sabes por qué te mandaron a conversar conmigo verdad?-preguntó derrepente.
-No lo sé-puede que me esté equivocando con lo del matrimonio y lo asuste, después de todo ya no me quedaban amigos y no me vendría mal tener uno, así que preferí no decirlo.
-Esperan algo más de esto, una boda-me señaló y luego hizo lo mismo con él intercaladamente. Mi cara de poco sorprendida me delató. Lo sabía, sabía que esperaban casarme con él.
-Tu lo sabías, ¿verdad?-me preguntó.
-En parte. Pero no creí que esta fuera la ocasión -mentí alzando los hombros, restándole importancia.
-¿Enserio quieres casarte conmigo?-dijo serio.
-¿Tu quieres casarte conmigo?-lo mire desafiante.
-Yo pregunté primero.
-No pretendo ofenderte, pero hay muchas razones por las que no me casaría contigo.
-No me ofende, pero quiero escuchar esas razones- apoyó los codos en la mesa, curioso.
-En primer lugar, acabo de conocerte. Segundo, no creo que sea tu tipo de chica y tres, no estoy interesada en casarme ahora mismo pues aún me considero muy jóven como para compartir mi vida con alguien y más si no estoy ni un poco embobada con quien me case.
-¿Cómo sabes que no eres mi tipo de chica? Si acabas de conocerme-arrugó la nariz y rió.
-Pues por que ya me crucé con chicos como tu, divertidos y atentos pero con gustos exigentes, facilmente podrías salir con una modelo o alguien más bonita que yo, pero luego las botan y reemplazan por alguien "mejor" que la anterior -me acosté en el respaldar de la silla y crucé los brazos. No es que tenga baja autoestima, es simplemente la realidad, no soy curvilínea o muy alta, cosa que recalcaron los chicos con los que salí anteriormente.
- Me parece que estás generalizando, pero es válido lo que dices ya que me crucé con muchos así en la escuela. Sin embargo, lamento desilusionarte pues no soy como ellos -alzó los hombros.
-Entonces me parece que esta vez mis padres no escogieron a un odioso o mimado como pretendiente-sonreí.
Ahora todos esos recuerdos quedan en mi mente.
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