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Şehzade Mehmed/Príncipe Mehmed

13 de enero de 1621

—¡Anastasia! —me despertó una voz gritándome.

—¿Qué ocurre? —pregunté sentándome en la cama. Vi a mi alrededor y no estaba Mehmed. —¿Mehmed? —pregunté preocupada.

—Fui a la jaula y no está ningún Şehzade.

Al escuchar eso mi corazón comenzó a trabajar rápido, la adrenalina recorría mi cuerpo y mis pies no me correspondían. Mis hijos estaban en peligro. Con trabajo, me paré de la cama y salí de los aposentos asignados por Osman el día anterior. Me dirigí a los aposentos de Osman y al llegar entré de golpe. No recuerdo que fue lo que hice pero, logré entrar y de un momento a otro estaba frente a Osman gritándole por atentar contra la vida de mis hijos.

—Ellos están bien —me aseguró.

—¿¡Dónde están!? —le grité.

—Todos están en el pueblo con los visires. Las personas pedían verlos y accedí.

Mi corazón empezó a volver a su ritmo normal pero, aún así estaba preocupada.

—Iré a verlos.

Él asintió.

—Te llevarás una gran sorpresa cuando los veas —dijo con una sonrisa de felicidad en su rostro.






•••




—Tranquila —intentó calmarme Mihrimah.

—No tengo un buen presentimiento, Mihrimah.

—No dejes que el miedo te gane, por favor.

—Los Şehzades están bien —me dijo Rabia. —Sólo ha de ser su desesperación, Sultana.

Seguí caminando evadiendo los comentarios de Mihrimah y Rabia. Entendía a Rabia al quererme tranquilizar pero ¿Mihrimah? Ella sabía lo que en verdad pasaba. ¿Cómo podía pedirme eso?

A lo lejos vi a los visires caminando junto a otras personas. Sin dudarlo corrí hacia ellos. Corrí como nunca, lo único que quería era abrazarlos. Tenerlos en mis brazos.

—¡Murad! —grité mientras veía como se alejaban.

El pequeño me volteó a ver y sonrió para posteriormente correr hacia a mi. Los demás me regresaron a ver e imitaron su acción. Los visires me hicieron reverencia.

—Hijos —dije abrazándolos. —Creí que los perdería —confesé.

—Mamá ¿Y Mehmed? —me preguntó Mahmud.

Lo miré confundida para después ver con detenimiento a cada uno de mis hijos. Todos menos Mehmed estaban frente a mi.

—¿Dónde está Mehmed? —le pregunté a los visires mientras deshacía el abrazo con mis hijos.

—Lo sentimos, Sultana, no sabemos nada —habló uno.

Al escuchar eso mi corazón volvió a latir frenéticamente y mi cuerpo empezó a temblar.

—El Sultan Osman nos dijo que estaba con usted —habló otro.

—¡Ese maldito! —me quejé.

—Mehmed —susurró Rabia queriendo llorar.

Sin pensarlo, alcé mi vestido de los lados con ambas manos y empecé a correr rumbo al palacio. Corrí como nunca había corrido en mi vida.
Recordé que en el año 2018 participé en una carrera donde quedé en 167º lugar de 190 participantes.
Juraría que en esa ocasión corrí más que en la carrera del 2018. Nunca había corrido con tanta adrenalina, presión, miedo, angustia y dificultad en mi vida. Nunca olvidaría esa ocasión.

Al llegar a las puertas del palacio vi que muchos jenízaros estaban reunidos.

—¿Qué ocurre? —le pregunté a uno de ellos. Este me hizo reverencia.

—Sultana —habló mientras los que estaban al rededor me hacían reverencia. —Estamos aquí porque Haci agha nos avisó que quería vernos.

—Yo no pedí eso.

Él me miró confundido.

Ignorando su confusión, empecé a caminar con un poco más de tranquilidad. Los jenízaros estaban ahí, Osman no podía tocar a Mehmed o los jenízaros entrarían.

—¡Atención! —gritó un guardia —¡El Şehzade Mehmed esta aquí! —gritó abriéndose las puertas.

Intentaba brincar para poder ver a mi hijo, sin embargo, no podía. Eran bastantes jenízaros por lo que me era imposible ver.

—Aún lado —le ordené a uno. Este me miró e hizo reverencia.

—¡Maldito! —exclamó un jenízaro que estaba enfrente.

Mi desesperación fue más por lo que volví a correr y empujar a los jenízaros. Mi corazón se aceleraba cada vez que caminaba, temía ver el cuerpo sin vida de mi hijo.

Al llegar hasta enfrente mi temor se hizo realidad; Mehmed estaba acostado en una camilla con los ojos cerrados.

Lo primero que vi fue su pecho y comprobé que no respiraba. Al comprobarlo, todo a mi alrededor desapareció. Sólo podía ver el cuerpo sin vida de mi amado hijo y las palabras de Osman razonaban una y otra vez en mi cabeza.

«Te llevarás una gran sorpresa».

¡Maldito bastardo! Maldito y mil veces maldito. Pensé.

Es la fecha que no sé cómo pero, cuando menos me di cuenta estaba sentada enfrente de Mehmed.

—Mehmed —dije con lágrimas en los ojos mientras veía su rostro, ese rostro que ya no me miraría —Mehmed —susurré. —Mehmed —volví a susurrar. —Hijo, levántate —le pedí sacudiéndolo —En nombre de Allah, despierta —le pedí volviéndolo a mover.

Justo en ese momento fue que caí en cuenta que no pude protegerlo, no pude protegerlo de su trágico destino, no pude. No fui capaz. No hice lo necesario para que Mehmed viviera. No pude salvarlo. No pude.

—¡Mehmed! —grité llorando mientras me llevaba las manos a mi cara

—¡Mehmed! —volví a gritar. —¡Ah! —grité una vez más de dolor.

—¡Hijo! —grité pesadamente.

No me lo creía. Tenía horas que había estado con él y ahora se había ido para siempre. Ese día en verdad descubrí que no hay peor dolor en el mundo que perder a un hijo. Preferiría morir yo y no él. Preferiría haber dejado viva a Mahpeyker para que ella hubiera hecho lo que yo no era capaz; matar a Osman. Prefería haber muerto yo en lugar de Mehmed. Prefería estar muerta.

—¡Mehmed! —volví a gritar con desesperación —¡Ah!

—¡Ah! —gritó alguien atrás de mi —¡Mehmed! —gritó Rabia llorando —¡Mehmed!

—¡No! —gritó Mihrimah —¡No! —gritó de dolor —¡Es mi culpa!

Vi de reojo y un jenízaro se puso de rodillas. Lo regresé a ver sin entender para después voltear a ver a los demás, todos estaban imitando su acción.

—¡Larga vida al Şehzade Mehmed! —gritó el jenízaro a mi lado.

—¡Larga vida al Şehzade Mehmed! —gritaron los demás.

Yo sólo sollocé. Era un gran gesto de su parte pero, aún mi corazón seguía roto. No había poder en la tierra que me hiciera sentir bien, ni siquiera mis demás hijos.

Me acerqué al oído de mi hijo y empecé a cantar su canción de cuna favorita. Canción con la cual lo hice dormir la primera vez que dormí con él.

—Δεν είσαι μάνας γέννημα, μαργαριταρένια μου, Ούτε Θεό φοβάσαι, ούτε Θεό φοβάσαι. Άιντε, καλέ μάνα, αγάπα με κι εμένα, Κούνει, καλέ μάνα, το παιδί για μένα —canté en sollozos mientras mi corazón punzaba de dolor.




•••




Lloraba frente a la tumba de Mehmed que estaba a lado de la tumba de Ahmed.

Me hacía para atrás y para adelante aún sin asimilar la situación. Me culpaba por todo lo sucedido. Yo era la única culpable.

—Madre —me habló Osman.

Lo regresé a ver enojada.

—Yo no soy tu madre.

Él me miró triste.

—Tú madre es Mahfiruz Sultan quien está en el palacio de lágrimas. A ella es a quien buscas.

—No busques culpables, esto fue tu culpa —dijo con la voz quebrada —Tú querías poner a Mehmed en el trono, por eso llegaste al palacio. Tu sólo buscas poder.

—¿Poder? —le pregunté mirándolo —No busco poder, es lo que menos quiero.

Él rió.

—Quieres poder, por eso querías a Mehmed en el trono para ser Valide. Sólo buscas que un hijo tuyo ascienda al trono.

—¡No lo hago! —le grité.

—¡Sí lo haces! ¡Por eso maté a tu hijo! —me gritó.

—¡Mehmed no era mi hijo! —le confesé.

Él me miró confundido.

—Mehmed era hijo de una concubina de tu padre de nombre Mahpeyker, ella falleció por lo que decidí cuidar a Mehmed. Mehmed lo sabía. —le confesé con odio. —Si en verdad buscara eso, no hubiera querido a Mehmed en el trono. Mehmed podía haberme mandado al palacio de lágrimas. Todo fue un plan de Halime, Dilruba y Davud. Por ellos te irás al infierno.

—No te creo.

—No me importa, maldito perro traidor.

—Cuida...

—¡Cállate! —le grité.

El calló.

—Si tocas a otro hijo mío, te mataré —lo amenacé. —No tendré piedad de ti. Te mataré con mis propias manos, bastardo.

Él me miró enojado para después darse vuelva, dispuesto a irse.

—Osman, deseo de Allah que tu reinado sea maldito.

Él me volteó a ver.

—¿Qué? ¿A caso eso no te dijo mi amado hijo antes de morir? —le pregunté con odio.

























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BÚSQUEDAS DE KÖSEM VALIDE SULTAN
Kösem Sultan (5 de agosto de 1590-3 de septiembre de 1651), también conocida como Mahpeyker, fue la mujer más poderosa de la historia Otomana. Fue consorte del sultán Ahmed I. Alcanzó el poder e influenció el curso del Imperio otomano a través de sus hijos el sultán Murad IV e Ibrahim I y a través de su nieto menor Mehmed IV. Fue Valide sultan desde  1623 a 1651, cuando sus hijos Murad IV e Ibrahim I y su nieto Mehmed IV reinaron como sultanes otomanos. Fue una figura femenina prominente durante el sultanato. Fue una regente oficial dos veces y fue por lo tanto una de las dos mujeres que han sido regentes oficiales en el Imperio otomano.
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¡Hola!

¡Sin comentarios! Bai *c va a esconder a China*

¡Nos leemos mañana!

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