Canım oğlum/Mi querido hijo
13 de enero de 1621
Querido Allah, ¿que hice para merecer esta muerte? ¿A caso fueron los pecados de mi madre de sangre? ¿A caso fue mi destino morir tan joven? ¡Oh Allah! Tu quién tanto nos amas, responde, ¿por qué?.
A pesar de todo, quiero agradecerte por la madre que tuve, sé que ella estará destrozada cuando se entere de mi muerte pero ¿Qué podría hacer yo? No podré consolarla. Te pido por lo más sagrado de mi vida que cuides a mis hermanos, a mi mamá y a Rabia. Mi familia.
¡Oh, madre! Perdón por el dolor que te ocasionaré al enterarte de mi partida. Sé que estarás destrozada, te pido perdón por eso. También sé que no soy tu hijo de sangre, sin embargo, siempre me amaste más que a mis hermanos, yo, siendo hijo de otra mujer, me amaste como a tu vida. Sin ti no hubiera podido sobrevivir y te doy gracias por ello. Gracias por todo lo que hiciste por mi, gracias por hacerme feliz en los últimos momentos de mi vida. Gracias por ser mi madre y perdón por dejarte un gran vacío.
Rabia, la razón de mis sonrisas y mis esperanzas, perdón por no cumplir mi promesa, perdón.
Escena retrospectiva.
16 de abril de 1615
Miraba como Rabia Hatun sonreía mientras ella me explica la orden de mi madre. Con Rabia me había criado y a pesar de que ella era mayor, siempre sentí una gran conexión con ella.
—¿Entendiste? —me preguntó.
—Sí —mentí. Sólo miraba sus labios.
—Entonces le informaré a la Sultana, Şehzade —dijo haciendo reverencia.
—Espera —le ordené. Ella me miró con atención —¿Te había dicho que tienes una linda sonrisa? —me atreví a decir.
—Şehzade —dijo apenada.
—Te quiero —le confesé.
Ella rió.
—Şehzade, no sabe lo que dice. Aún es muy joven para conocer el amor.
—No lo soy, tengo 10 años, falta poco para ir a gobernar una provincia.
Ella volvió a reír.
—Şehzade, siento decirle esto pero, lo nuestro nunca podrá ser, en primera porque soy del harem de su padre y en segunda porque usted es muy joven.
—Cuando crezca seguirás teniendo mi amor.
Ella sonrió.
—Como diga, Şehzade —dijo sin tomarle importancia.
11 de marzo de 1617
—¿Y si la Sultana Kösem se entera? —me preguntó angustiada.
—No pasará nada —le aseguré tocando su mejilla.
—Tengo miedo, Mehmed.
—No debes porque tenerlo.
—Claro que debo, la Sultana amenazó con casarme con el peor hombre si la traicionaba.
—Daré la cara por ti.
—No Mehmed. ¿Y si la Sultana cree que estoy contigo por interés? No quiero que piense eso. Estimo a la Sultana, le debo mi vida, no me gustaría que pensara eso.
—Tranquila —le repetí tomándole las manos. —Nada malo pasará.
22 de agosto de 1618
—Alguien viene —avisó Murad mientras en el corredor se oían muchos pasos.
Sin pensarlo dos veces, Osman, Murad, Mahmud y yo nos paramos de los sillones, dispuestos a pelear por la vida de nuestros demás hermanos.
—Nada les pasará —les aseguré.
—Todo estará bien —dijo Osman.
Ibrahim y Selim empezaron a llorar. Sus lágrimas eran nuestra energía para defenderlos. No permitiría que algo les pasara. La familia era primero. Eso decía nuestra madre.
De pronto varios verdugos aparecieron delante de nosotros. Eran unos 15. Osman, Mahmud, Murad y yo nos pusimos a la defensiva agarrando lo primero que encontramos. Osman tomó una jarra, Murad un cuchillo que habían traído de la cena, Mahmud una vela y yo otro cuchillo. Los verdugos sin previo aviso se abalanzaron contra nosotros. Lograron tomar a Mahmud y Murad con facilidad mientras Osman y yo los golpeábamos cada vez que podíamos. Les pegábamos pero de nada servía, eran más fuertes.
De la nada, más verdugos aparecieron creyendo en nuestro fin, sin embargo, estos verdugos llegaron a salvarnos y atrás de ellos apareció Ayşe.
—Si vuelven a tocar a mis hermanos, yo misma los mataré —amenazó a los verdugos para después irse.
Poco tiempo después apareció nuestra madre. Nuestra otra salvación.
•••
—Mehmed —dijo Rabia entrando a los que habían regresado a ser mis aposentos.
—Rabia —dije sonriendo. Ella me abrazo.
—Creí que te perdería —confesó deshaciendo el abrazo.
—Nunca me perderás.
—Promételo. Promete que lucharás por tu vida.
—Lo prometo.
Ella sonrió.
—Te amo, amor mío.
—Yo te amo más, mi dulce esperanza.
—¿Esperanza? —me preguntó sonriendo.
—Sí, siempre serás mi esperanza en este palacio. Siempre.
Final de escena retrospectiva.
Perdón por no haber podido luchar lo suficiente, rompí esa promesa, perdóname, esperanza mía. Tú quien te entregaste a mi aún sabiendo de los peligros que corrías por ello, perdón. Perdón por ya no poder protegerte. Te amo, te amo y te amaré aún después de la muerte.
Y tú, tú traidor. Maldito traidor. Prometiste no tocarnos y no cumpliste. Te maldigo, Osman.
Escena retrospectiva
—¿Qué ocurre? —le pregunté a Osman quién entraba a la jaula.
No tenía poco tiempo que había regresado después de haber pasado toda la noche con mi madre. Salí ya que una Hatun entró para avisarme que ya tenía que regresar a la jaula.
—Todos irán con los visires. Estambul quiere verlos.
—De acuerdo.
—Tú no irás.
—¿Por qué? —pregunté confundido.
—Madre te busca —avisó.
—Bien —dije caminando a la salida. Sabía que podía confiar en Osman. Había prometido no tocarnos y confía en eso, después de todo él sabía lo que era estar cerca de la muerte.
—Mehmed —dijo Ayşe llegando con nosotros —¿A dónde van? —le preguntó a Osman.
—Madre quiere verlo —respondió.
—¿Puedo hablar con Mehmed un momento?
Osman asintió y señaló la jaula indicándonos que entráramos.
—Esperaré afuera —avisó para después cerrarse la puerta.
—¡Ayşe! —gritaron Murad y Mahmud ya que no les dio tiempo de salir de la jaula.
—Hermanos —dijo sonriendo. —Quiero hablar un momento con Mehmed ¿Puedo?
Los pequeños asintieron para después irse al otro lado de la jaula.
—¿Qué ocurre? —le pregunté.
—No vayas con Osman, tengo un mal presentimiento.
Reí.
—No pasará nada —dije tocando su mejilla —Sólo iré con mamá.
Ella sonrió.
—Te amo, hermano.
—Y yo a ti, hermana. Te amo demasiado. Incluso eres más bellas que las mismas flores.
Ella volvió a sonreí.
—Sé justa —le pedí sin razón alguna.
Ella me miró confundida.
—Sólo sé justa —le volví a pedir. —Sé justa y sé feliz. Te amo.
—No digas eso —me pidió. —Siento como si te estuvieras despidiendo.
Reí.
—Promételo.
—Lo prometo —me prometió.
Me acerqué a ella y le di un beso en su frente.
—Nos vemos —me despedí.
Salí de la jaula y Osman y yo caminamos en dirección a los aposentos donde se encontraba mi madre pero, él decidió entrar a otra habitación.
—Entra —me ordenó.
Obedecí y entré. Madre me había aconsejado no desobedecer a Osman y eso haría.
—Mi quiero hermano —habló —Mehmed.
—¿Qué ocurre, Sultan?
—Te quiero, hermano. Perdón.
Lo miré confundido.
—No entiendo.
—La maldita de Rabia te acompañará pronto.
—¿Qué? —volví a preguntar más confundido y molesto.
Antes de que Osman pudiera hablar, él salió y en su lugar entraron tres verdugos.
Fue entonces que sentí mi muerte.
Los verdugos se dirigieron a mi e intentaron sujetarme pero, luchaba contra ellos como podía, sin embargo, estaba vez no había nada con lo que pudiera defenderme.
Un verdugo me tomó del brazo y lo golpeé en su cara mientras que los otros intentaban lo mismo hasta que dos de ellos lograron sujetarme.
—¡Maldito! —le grité a Osman intentado soltarme —¡Osman, deseo de Allah que tu reinado sea maldito! —le grité maldiciendo —¡Me privaste de mi vida, yo deseo que tu reinado no dure! —le grité para después sentir la soga en mi cuello.
En ese momento sentí como poco a poco mi vida se iba para después escuchar a mi mamá gritar y cantar. Esa dulce voz que extrañaría y esperaba volver a escuchar otra vez.
Perdóname Allah por mis pecados, perdón.
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