Reproductor de viento
No será el suspiro de la almohada quien retorne los separadores a sus viejas constelaciones. Resonancia que se cuela entre los agujeros de esos círculos de voces. Una canción como abeja con abrigo de rayas. Vuela se aleja coquetea con los vidrios del arrollo y los nacientes capullos. Pero regresa antes de que caiga la tarde a su insondable castillo.
Afuera bailan los insectos. Adentro me entretengo husmeando entre casetes, y nos separa la ventana. Elijo uno, la cinta castaña se va quemando mientras gira. Sus engranajes metidos en esa alcancía plástica, transparente, negra y blanca. Y las ruedas del casete siguen girando. Para siempre y se rompe. Las líneas ruidosas como las hojas de arce raspando las paredes. Por eso los casetes ya no se compran. Fue un error mío... Sigue girando el plástico teñido, su rueda es leída, su sonido envuelto en el calor. Recayendo en el abrazo del color, durmiendo en el aire. Canta encerrado en mi radio. Suenan escenas pasadas de memoria. Escenas que desearía destruir, borrar...que no existiesen. Pero no se puede, ese viejo casete debe dar la vuelta completa o destruirse.
Cuando salí de casa, llevaba arrastrando retazos de un romance que me invente. En el camino, las flores dormían modestas, cubriendo sus colores con el velo gris de la ciudad. Ninguno me pregunto a donde iba. Corría para encontrarlo. Lo llame pero no se detenía. Me así de su manga, entonces respiró y volteo a verme.
-¿te pasa algo? llevo prisa.
-No, no espera.- se me iba la respiración, temí perderlo-... Olvídalo sí? olvida que quise ser tu novia y seamos amigos.
-Estoy ocupado, me esperan.
-¿No podemos ser ni eso? Te extraño y...y te quería decir algo, no sé. - alce la vista y al mirarlo se me fue, las palabras y todo.
Jalo un poco su brazo para zafarse de que lo agarraba y su mano un momento en la mía.
-No te vayas. De nada sirve estar enamorada si no puedo estar contigo. - aparte la mirada, nerviosa, me mordí el labio mirando el asfalto y la calle.
- ¿a eso viniste? Elige la fecha que quieras y hablamos ¿ya me tienes? - dijo e hizo un gesto hacia mi mano, para que lo soltara. Lo deje.
¿Para que mentir acerca de lo que no se ha vivido? Esto o aquello siempre se podrá hacer. Son cinco días los que han pasado, transcurriendo como los días que son. Balanceándose sobre la tierra, dándole vueltas y haciéndola tornar. Como disco de casete empolvado. Con sus motitas levantándose sobre las bibliotecas. Girando las paginas de libros en la humedad que ríe la ventana abierta. Los vidrios se llenan de pelusas azules, y los pajarillos huyen de sus filos cristales.
Llega el balancín, se rasga la cortina. Sus bordes caídos arrugados sobre el suelo se llenan de pecas se obscurecen en las lluvias pasadas. Cambian las luces sobre la estantería los sueños en las portadas cambian sus sombras, el fileteo de cada hoja corta las manos. Tomo el tiempo a la tinta, desparramándola; haciendo señas, triángulos doblados, esquinas torcidas se volvían firmas. Si hallaste miel, pruébala hasta que te baste. Pero subir allá arriba hasta ese castillo de abeja. Ese dulce tan dorado esta tan a lo lejos, y me dolía.
Giran las palanquetas. Los balancines descansan tras haber suplicado, quedando solos cuál deberían. Cuál se había anhelado, y ahora solos se desfruta su soledad y en ello siguen vacíos. Dar las gracias mientras la puerta redonda se abre hacia arriba. Cantan la tónica aprendida. El buzón espera con su cuello quebrado. La sangre no tiene labios donde posarse. Y la mano vuelve a alejarse, dejando los libros. Quedan desordenados, la cortina suspira, en sus anhelos enmohecida. Y las alas de opacas golondrinas alejan su canto de las ventanas. Estoy afuera. Y ahora que no puedo ser su novia. La amistad se me hace tan agria...
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