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5. OCULUS REPARO


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No pudo dormir bien en toda la noche, de hecho, no fue sino hasta horas de la mañana cuando logró descansar un poco, ello debido a que recitó tantas veces un par de hechizos que el agotamiento mágico le obligó a caer en la cama casi desmayado.

No podía dejar de pensar en todo lo sucedido, el hecho de ser un mago famoso lo dejaba perturbado, pero por otra parte había tanto por aprender y oportunidades frente a él. Sin contar que el ir a Hogwarts representaba poder salir del 12 de Grimmauld place sin supervisión de Sirius o los elfos. Conocería a otros chicos magos, y podría jugar en escoba cuanto quisiera.

No podía esperar, sentía que la alegría le iba a explotar en el pecho. Este proceso se repitió de forma cíclica durante todo el mes. A veces solo lo drenaba entrenando o jugando junto a Gali. En otros momentos se tiraba sobre la cama a dar vueltas pensando qué debería hacer apenas llegara, y sobre todo en qué casa del colegio quería entrar.

—Amo Harry— La elfina saltó sobre la cama para tomarlo por los hombros. Tendía a dormir profundo algunas veces— Amo Harry, despierte, el amo Sirius le está llamando. Se le hará tarde.

—¿Llamando? ¿A quien? Los magos no llaman por teléfono Gali— Y se dio media vuelta aún dormido.

—¡Amo Harry! ¡El amo Sirius le está llamando, debe dirigirse al comedor!— Chilló la elfina. Harry despertó de pronto y buscó las gafas al lado de la cama tratando de analizar las palabras y su acción a tomar. Se lavó la cara en carrera y bajó las escaleras casi olvidándose los pantalones, retrocedió sobre sus pasos y salió nuevamente para encontrar a Sirius de pie en el comedor.

—Si sigues durmiendo llegarás tarde muchacho— Expresó Sirius tomando otra rebanada de pan tostado para comer— Pensé que querías ir a Hogwarts, no imaginé deseabas aún más quedarte aquí encerrado otro año entero.

—¿Qué hora es?

—Nueve y media. Apenas te dará tiempo de comer, lavarte y vestirte antes de que salgamos. Espero tengas todo empacado, de otra forma se te quedará. ¿Llevas calzoncillos en el baúl? sería divertido un alumno sin calzoncillos en todo su año escolar.

—Tengo todo empacado— Respondió Harry, aunque Sirius ya lo sabía. Gali había informado que el amo Harry tenía todo empacado desde aproximadamente una semana atrás.

—Bien. Sé que hace un mes no te di tu regalo de cumpleaños. La verdad es que planeaba regalarte una nimbus, se que la deseabas más que nada Harry. Pero también consideré que sería injusto comprarla, cuando estarías todo el año en el colegio y allí no podrías usarla. Si, lo sé, no me coloques esa cara inexpresiva, comprendo que la quieres, y si, es muy bonita. Yo también considero podría comprarme una. Ahora, el punto creo sería poder dartela apenas regreses del colegio y en base a las notas que tengas.

Harry asintió sonriendo. Además de ir al colegio, al regresar su flamante y nueva escoba voladora le esperaría.

—Pero, aún así no puedo dejar pasar tu cumpleaños sin darte nada.

—No es necesario Sirius.

—Quizás. Pero considera que es mi placer poder darle algo a mi ahijado— Sirius sacó un pequeño anillo negro de su bolsillo y lo entregó a su ahijado en la mano— Esto es algo que es muy preciado en la familia. Normalmente los anillos sirven para mostrar un linaje, ósea que alguien es miembro de la familia. Pero un lord de una casa tiene otro tipo de anillo que puede entregar a alguien. Este anillo no solo te identifica como parte de la familia Black. Si susurras Vox contra él, podrás dejarme un mensaje grabado. Yo cuando tenga oportunidad lo revisaré, es una forma de comunicarnos que pasa por encima de las cartas.

—Parece bastante útil.

—Lo es. Normalmente esto era algo que se usaba en tiempos de guerra, pero me parece que dárselo a mi ahijado cuando inicia su colegio también es importante— Sirius tomó un poco de comida y otro tanto de jugo— Me costó bastante pensarlo. La mitad de las cosas que se me ocurrieron están prohibidas en Hogwarts.

—¿Cosas como cuales?

—Un mapa, una lámpara, una dotación de poción embellecedora.

—No necesito poción embellecedora— Se quejó Harry. Reconocía que su cabello rebelde era un problema. Jamás podía cortarlo o peinarlo pues parecía gozar de actitud propia, sin embargo él no pensaba necesitase de una poción embellecedora. Mientras tanto Sirius levantaba un pequeño frasco sonriendo— ¡No necesito eso Sirius!

—Gustarle a Gali no es la mejor referencia Harry.

—¡Amo!— Gali salió corriendo de la cocina con las manos sobre el rostro, el hombre continuaba agitando la botellita en el aire.

—Aunque quizás me la quede yo— Repuso luego Sirius— Estoy pensando salir y conquistar a tantas chicas como pueda. Quien sabe y cuando regreses ya exista una nueva señora Black. No creo que sea mala idea hacer a la casa Black numerosa nuevamente, podría sacrificarme y tomarme esta tarea en serio.

—Sirius...

—¿Qué? James y yo antes competiamos a ver quien conquistaba más chicas— Sirius notó dijo algo que podía poner en entredicho la reputación de su viejo amigo ante su hijo y buscó remediar las cosas— Claro, eso fue antes de Lily, tu sabes que...

—Ajá. Procura que la próxima señora Black al menos le guste la música y el quidditch, de otra forma no habrá nada que conversar— Harry devoró el emparedado frente a él. Estaba apresurado y emocionado por su próximo viaje al colegio y no podía esperar.

—¿Conversar? ¿Es necesario que sea conversadora?— Inquirió Sirius al ver al chico marcharse de la mesa— Kreacher ¿Qué opinas? ¿La próxima señora Black necesita ser conversadora?

—Ninguna podrá llegar a los talones de la ama Walburga, serán como meras sabandijas, insectos ante su sola imagen. Si mi pobre ama supiera lo que su hijo...

—¡Si, sí, claro! Ya puedes irte Kreacher, ve a preparar vino, que aparentemente es lo único en lo cual eres bueno— El elfo se retiró y Sirius gritó al chico que subía por las escaleras— ¿Vas a llevarte la consola?

—¡Si!

—¿Y los libros del sótano?

—¡También!

—¡Solo cinco!

—¿Seis?

—Cinco nada más. Si te los encuentras te los decomisan.

—Bien, pero el de defensa contra maleficios, y el de rituales me los llevo— Respondió el chico.

—El de rituales vale por dos— Sirius recordaba que la serie de libros sobre rituales, que consistía en siete libros eran muy gruesos y uno de los más cuidados por la familia. Incluso más que el de runas pérdidas y magia de serpiente cornuda.

Harry no necesitó buscar los libros, los tenía metidos desde dos días atrás en el baúl, solo a la espera del momento de partir. Buscó la ropa, el regalo de Gali, el reloj, la fotografía que mantenía al lado de la cama y un afiche de su equipo favorito. Todavía sentía pena al ver la escoba y pensar que no podría llevarsela ni jugar con ella ese año. Era su actividad favorita. Pensó que debía preguntarle a Sirius si practicaban algún otro deporte, él nunca había jugado bolas explosivas.

Metió el segundo par de gafas, que por alguna razón siempre terminaban rotas y las medias para volar, aunque no las usaría. En ese momento se abrió la puerta, Gali entró llorando con los mocos colgando del rostro.

—El amo, se va...

—Ya hablamos de esto, te dije que podrías visitarme, además vendré en navidad a pasarla con ustedes— Comentó Harry, pero la elfina se lanzó al suelo boca abajo mientras dramatizaba tocando su pecho con ambas manos.

—El amo, no va a estar durante un par de meses, que voy a hacer yo— Alzaba un brazo y giraba en el suelo.

—Probablemente atender a Sirius— Comentó el chico divirtiéndose con el espectáculo.

—Estaré totalmente sola en esta enorme casa.

—Junto a Sirius y Kreacher— Añadió Harry.

—¿Me va a escribir amo Harry?

—Cada vez que la tierra gire trescientas veces Gali— El chico cerró el baúl examinando la habitación. Aquel era su hogar, el lugar que había visto todos los días durante diez años. Al menos desde que sucedió lo de sus padres...

—Gali necesitará una carta al menos cada tres giros de la tierra.

—Cada cien giros y es mi última oferta— Respondió Harry.

—¡Hecho!— La elfina se levantó dejando una marca de humedad en el suelo de madera. Se limpió las lágrimas con el brazo y salió corriendo de la habitación. Abajo Sirius caminó por el pasillo, era fácil escucharle.

—¡Hora de irnos!

Gali regresó hasta donde estaba Harry y sin previo aviso apareció a mitad de una estación de trenes. Sirius tardó medio segundo en aparecer a su lado. Ni Gali ni Kreacher se hallaban allí, solos los dos hombres y un enorme baúl tan pesado que cualquier muggle habría imaginado que medio elefante fue metido allí a la fuerza.

Las personas se movían en todas direcciones, algunas señoras caminaban con apariencia tranquila hasta donde se hallaba un guarda de seguridad dando direcciones. Un enorme tren llegaba a su derecha dejando que un torrencial de personas bajaran. Sirius por su parte se mantuvo ocupado buscando un carrito de metal para llevar el pesado baúl.

—Necesitamos entrar al anden nueve y tres cuartos— Sirius le entregó a Harry un boleto de color dorado donde, en efecto, y para sorpresa del chico, expresaba en números que el anden se trataba del noveno y tres cuartos.

—¿Qué clase de broma es esta?— Inquirió Harry mirando el ticket.

—¿No lo descifras?— Preguntó Sirius, y Harry observó todo su alrededor. Podía ver con claridad el andén nueve y el diez. Revisó entonces el piso. Pensando que posiblemente se tratase de un tren subterráneo escondido mágicamente.

—Es aburrido que seas tan inteligente. Yo casi lloré la primera vez, me trajo fue mi madre y no se dignó a explicarme nada, solo me dejó aquí a mi suerte. No, no está bajo el suelo— Repuso Sirius.

Harry no prestó atención, notó a una familia que reconoció a primera vista no se trataban de muggles. Actuaban tan fuera de lugar que incluso era impresionante que todas las miradas no se hallaran centradas en ellos.

—¡Ya detente Fred, te dije que no hicieras esa tontería!— Expresó una mujer regordeta de cabello rojizo envuelta por varios chicos con cabellos del mismo color. Un par de ellos vestían túnicas negras, y al lado del resto de las personas cualquiera habría pensado se dirigían a una convención de la edad media.

—No creo que la mujer note que su cabello en la parte de atrás ahora se ha vuelto amarillo— Expresó un chico largirucho sonriente. A su lado se hallaba su hermano gemelo riendo.

—O que en la otra mitad ahora es verde.

—¡No deberían estar haciendo... Nada aquí! ¡Lo saben muy bien!— Expresó la mujer mientras uno de sus hijos corría hasta el muro que dividía los andenes. Fue necesario que Harry centrara su vista en el suceso, en especial porque un grupo de turistas se atravesaron pasando justo en ese momento. Al instante siguiente el chico había desaparecido junto a su carrito lleno de cosas.

—¿Lo atravesó? — Se inclinó Harry para dirigirse en silencio a su padrino.

—Si, y esos que ves allí son los Weasley, son primos, segundos o terceros, no recuerdo.

—¿Son primos?

—La abuela de los niños era Black. No es algo que debas pensar mucho, antes con las cuestiones de la sangre casi todas las familias tenían relaciones entre sí. Tú sabes, para preservar la sangre— Respondió el hombre y Harry se limitó a asentir con la cabeza.

—Fred, eres el siguiente— Expresó la mujer a uno de los gemelos.

—No soy Fred, soy George, ¿De veras, mujer, puedes llamarte nuestra madre? ¿No te das cuenta que soy George?

—Lo siento George, cariño.

—Estaba bromeando, soy Fred— El chico sonrió y corrió directo a la pared, luego desapareció contra la misma. Harry imaginó que la pared debía tratarse de alguna especie de espejismo o imagen ilusoria, y no un muro sólido. O quizás había algún encantamiento que transportase a algún otro lugar. El hermano gemelo corrió también en dirección a la pared y se desvaneció al atravesarla.

Sirius entonces comenzó a caminar y acercarse al pequeño grupo restante— Molly Prewett.

La mujer reaccionó volteando con mal semblante— Soy Molly Weasley —Luego sonrió —¿Sirius? ¿Sirius Black? ¿eres tú?— De pronto alzó los brazos y se acercó para dar un breve abrazo y beso en la mejilla— ¡Cuanto tiempo! ¡Tenía años que siquiera sabía de tu existencia! como desde...

—Hace unos diez años— Sirius se separó viendo como un niño de aproximadamente la misma edad que Harry se acercaba, al igual que una niña pelirroja. Ninguno de los dos los reconocía, pero conociendo a la familia, no era extraño.

—¿Tanto tiempo? ¿Qué estuviste haciendo?— Luego durante un instante miró a Harry y expresó— ¿Un niño Sirius?

—Es Harry, el hijo de James. Harry Potter.

—¡Por Merlín! ¿Harry? ¿de verdad es Harry? — Molly Weasley se llevó las manos al rostro y se acercó al muchacho— Es un placer. Estos dos que ves aquí son mis hijos, Ron y Ginny. Ron tiene la misma edad que tú, será su primer año en Hogwarts— El aludido alzó el brazo en señal de saludo mientras que la niña se escondió detrás de la madre.

—¿Qué hay de Arthur?— Preguntó Sirius.

—Ocupado, anoche a alguien se le ocurrió hechizar una bañera, supongo que para calentar agua, y en la mañana la misma estaba persiguiendo a unos muggles por la calle lanzando agua— La mujer parecía bastante molesta, mientras que Sirius reaccionó riendo sobre el asunto.

—O quizás lo hizo por broma, parece una buena, dile a Arthur que si tiene fotos del asunto las quiero ver— Sirius le guiñó un ojo a Harry e indicó para que se moviera hasta la pared.

—¡No es broma, Sirius!

—¡Díselo a los muggles corriendo por la calle!— Expresó el hombre moviéndose junto a su ahijado por el pasillo hasta que ambos chocaron con la pared.

Harry sintió un frío recorrer su cuerpo, como si algo de agua le bañase. Luego se encontró frente a sus ojos una enorme locomotora rojo escarlata con negro. Arriba y al frente un rótulo decía "Expreso de Hogwarts" a un lado continuaba "11h". Se trataba de un andén repleto de gente, gran cantidad de niños, chicos jóvenes junto a familiares y cientos de maletas. Todos se movían a su propio ritmo, apresurados por entrar al tren, despedirse y llevar su equipaje. En los primeros vagones se observaba una enorme cantidad de estudiantes agrupados en las ventanillas.

Algunos obviamente ya se conocían, pues se arremolinaban conversando, mientras que otros hablaban con sus padres antes de que el tren partiera.

—Hasta aquí llega mi parte Harry, de ese tren hacía allá estarás solo.

—Gracias Sirius— Nunca pudo decirle padre o semejante, pero era una figura tan importante, que no podía imaginarse la vida sin él. Abrazó a su padrino antes de mirar nuevamente la locomotora y recibir una mano que alborotaba su cabello.

—Ve, yo estaré por allá, parece que Molly tiene mucho por decir, y no está mal ver gente luego de tanto tiempo— Harry sonrió sabiendo que su encierro por protección no fue algo que soportó solo él. Sirius había estado en la misma situación durante diez años, sin rechistar o quejarse.

Se movió y entró al tren, pero su baúl quedó atascado en la entrada. Trató de levantarlo, pero se hallaba bastante pesado. Pensó en quizás llamar a Gali para que le diese una ayuda mágica, pero era demasiado, veía a otros alumnos cargar sus baúles a duras penas para meterlos a sus respectivos vagones. Volvió a intentarlo y falló en afincar el pie, su pierna cedió pasando del escalón y su frente golpeó el baúl. Los lentes se rompieron de pronto. Harry los acomodó y guardó silencio, miró a los lados deseando que nadie viese su torpeza. Era una mezcla de personas en sus propios asuntos y figuras borrosas. Se colocó los lentes, el de la izquierda se rompió en la parte superior y una fina ranura surcó todo el centro. Se dañaría tarde o temprano.

—¿Necesitas ayuda? Podemos echarte una mano— Uno de los gemelos que había visto previamente se ofreció a su lado.

—Si, por favor, esto está... pesado.

—¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!

Los dos chicos hicieron fuerza para levantar el baúl y Harry apenas sujetó un extremo— ¿A cuantos trols muertos llevas aquí?— Preguntó uno de los gemelos, Harry se limitó a sonreir viendo como el equipaje casi se caía a un lado. Lograron subir el par de escalones y arrimarlo hasta uno de los compartimientos y colocarlo bajo los asientos ya que ninguno podía levantarlo por encima de la cintura.

—Gracias —Expresó Harry limpiando un poco de sudor de su frente.

Un gemelo dio un codazo a otro y este reaccionó preguntando— Entonces es cierto, eres él.

—¿Él?— Indagó Harry.

—Harry Potter.

—¡Ah, si, soy él!— respondió intentando sonreír y no sentirse apenado. No podía concebir todavía que fuese famoso. En especial por algo que no recordaba.

—¿Fred? ¿George? ¿Están ahí?— Preguntó la señora Weasley, a quien reconoció desde la ventanilla.

—¡Ya vamos mamá!

Harry tomó asiento en el vagón cerca del vidrio para ver al exterior, luego se movió por el lugar, unas enormes ganas de vomitar le atacaron por los nervios y se acercó a la puerta, pero se calmó y tomó nuevamente asiento sintiéndose aliviado que nadie le viese.

—¡Harry!— Sirius se acercaba al tren— Recuerda tener cuidado, escribe cuando puedas y tengas tiempo. Usa el anillo solo en caso de necesidad, no para preguntar qué desayunamos.

—Lo sé Sirius.

—Si conoces alguna chica mantén la calma y pregunta qué hacer, yo puedo darte buenos consejos.

—Pero no estás casado Sirius.

—Cuestión de tiempo muchacho, solo cuestión de tiempo. Quizás cuando regreses ya esté la nueva lady Black instalada ¡No te sorprendas!.

—¿Cuánto tiempo dura el viaje?

—Unas seis, casi siete horas, dependerá del tiempo. No te entumezcas mucho en el asiento— Sirius alzó la mano— Te extrañaremos en casa. 

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