Capítulo 30
Llegué a la habitación y justo como esperaba no había nadie, no tenía ánimos de hacer nada, ni de acostarme. Simplemente no había nada, no sé qué me pasa, en serio, pero me estoy hartando. Nunca he tenido tanta paciencia, ni siquiera cuando se trata de mí. Me frustra demasiado no entender y más aún sentirme de esta manera. No me había pasado antes.
Caminé al baño y, como soy masoquista, me miré al espejo de nuevo, estaba mucho más que pálida. Volví mi cabello rubio, pero incluso se veía opaco, sin vida. ¡Es ridículo! Me niego a seguir así. Puede que no esté en los planes de Dumbledore aclararme ciertas cosas, pero sabe más sobre este asunto que yo, aunque no quiera admitirlo. No importa cuantas veces tenga que ir a verlo, necesito su ayuda, joder.
Cuando llegué a su despacho, no me molesté en anticiparle mi presencia, solo entré y por suerte estaba solo. Me miró como si me hubiese estado esperando y, antes de que dijera nada, hablé primero.
—Profesor, usted lo sabe, sé que sabe con exactitud lo que me está pasando, se lo suplico, de verdad... Yo no puedo sola. —Lo miré directamente a los ojos, deseando que supiera que no estaba como para más rodeos.
—Tracy, desde el principio me has parecido una alumna ejemplar, incluso con tus constantes cambios de actitud. Eres una de las mejores estudiantes que ha pasado por Hogwarts. Puedo ayudarte. Lo que te está pasando ahora tiene que ver con tu pasado. Debo confesarte que me asusta un poco revelarte esto, pero he decidido confiar en ti. Hay un lugar donde encontrarás lo que estás buscando.
—¿Qué lugar? —pregunté, enterrando bien profundo mis ganas de preguntarle qué es lo que estoy buscando.
—La mansión Malfoy.
Después de mi extraña charla con el director me sentía un poco más activa, en realidad me encontraba en un estado de perplejidad y ansiedad. Ahora sabía lo que debía hacer, aunque no sabía cómo debía hacerlo. Dumbledore me dio el permiso para salir de Hogwarts y ahora yo caminaba a paso rápido hacia mi habitación, no sabía lo que encontraría en la mansión Malfoy y, honestamente, tampoco terminaba de comprender por qué debía ser exactamente en ese lugar. Pero, es decir, realmente estaba segura de que tenía que ver con Voldemort. Y definitivamente el profesor Dumbledore lo sabía. Pese a todo iría, por supuesto que iría. No estaba del todo convencida de que podría enfrentarme a lo que sea que viniera, pero sí estaba segura que no iba a quedarme sin intentar nada.
Llegué a la habitación justo para encontrarme a Hermione ahí, no le dije nada y fui directo a mi cama. En una mochila comencé a guardar lo que creí necesitar.
—¿Te vas a algún lado? —me preguntó con un tono suave, como si estuviera seleccionando sus palabras cuidadosamente.
—Sí.
—Oh, ¿puedo preguntar a dónde?
—Voy a visitar a mis padrinos —respondí sin titubear.
—Ah. —Hubo un momento de silencio mientras yo seguía empacando mis cosas, hasta que me preguntó—. ¿A mitad de clases?
—Sí, Dumbledore me dio el permiso, es muy urgente.
—Ah, vale.
Terminé de acomodar algunas cosas y fui hacia Carry para darle de comer antes de marcharme, tenía claro que no volvería hasta obtener las respuestas que estaba buscando.
—¿No quieres decirme la verdad? —Suspiré y miré a mi compañera en cuanto ella volvió a intentarlo, en otras condiciones le hubiese dicho que no me importaba si me creía o no, pero es que estas no eran otras condiciones.
—Hermione... Te lo contaré, pero tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Es decir... sé que se lo dirás a Harry y a Ron, pero nadie más debe saberlo. Esto es algo que solo depende de mí y vosotros no podéis ayudarme.
—¿Qué pasa? Me estás asustando —musitó, acortando la distancia para hacer la conversación más confidencial.
—Voy a ir a la mansión Malfoy —le dije y observé su ceño fruncirse.
—Esto... ¿tiene que ver con tu reciente estado?
—Espero que sí.
—Tracy, ¿estás segura? Es peligroso, y más si vas sola. —Me miró como si me dijera que ya debería saberlo, que estaba perdiendo la cabeza.
—Lo sé, pero, honestamente, siento que ya no tengo nada que perder, ¿sabes? Y es horrible, porque no quiero sentirme así de miserable. Las cosas pueden cambiar mucho para mí después de hoy y, aunque no sea algo bueno, yo de veras necesito un cambio. —La mirada de Hermione se suavizó. Sus ojos y la sonrisa que se escondía en la comisura de sus labios, pasaron a decirme que me comprendía, que confiaba en mí, y eso súbitamente me hizo sentir capaz.
—Tracy, ¿no te preocupa tu metamorfomagia? Es como si... se saliera de control.
Miré hacia mi costado izquierdo para observar mi reflejo en el espejo y supe por qué lo decía, mi cabello ahora estaba de color negro. Me senté en la cama de Ginny, y mi compañera se sentó en la suya, frente a mí. No pasará nada por retrasar la misión unos pocos minutos más. Desvié mi mirada al suelo, a mis propios zapatos.
—Cuando una bruja es metamorfomaga, desde que nace no tiene un color de cabello estable, simplemente cambia y cambia. En realidad no soy rubia, ni castaña, ni pelirroja. Mi cabello no tiene un color exacto. Lo mantengo rubio porque así era el de mi madre... Sé que no perderé mis poderes por esto ni mucho menos, pero sí me resulta difícil asimilar que, después de tanto tiempo, ahora no puedo controlarlos.
—Tú... nunca hablas de tus padres —me dijo sutilmente y yo la miré.
—Es que no me siento cómoda hablando de ello.
—Entiendo, disculpa, tal vez deberías irte ya. Te estoy haciendo perder tiempo. —Asentí, me levanté y colgué la mochila en mi hombro derecho.
—Gracias, Hermione... por todo. —Le dediqué una pequeña sonrisa sincera que ella no dudó en regresarme.
—Buena suerte.
Dumbledore dijo que la mejor forma de entrar a la mansión de los Malfoy era apareciendo directamente dentro. Él mismo se ofreció a llevarme, porque yo todavía no sé hacerlo. El director extendió su brazo horizontalmente, dejé el mío sobre el suyo y sentí como si una fuerza invisible tirara de mí hacia abajo. Cerré los ojos con fuerza y para cuando los abrí, ya habíamos llegado. Estaba mareada.
—Tracy, escúchame con atención. Aquí no vas a encontrar un libro con toda tu vida escrita en él. Debes prepararte para lo que sea. Necesitas ayuda y hay alguien que necesita la tuya. Ten cuidado. —Desapareció antes de que pudiera preguntar cualquier cosa, fruncí el ceño, sus palabras solo me habían confundido más.
Miré a mi alrededor, sin saber exactamente qué debía hacer o hacia dónde debía ir. Me encontraba en una de las plantas bajas, no había mucha iluminación y por supuesto no había nadie. Parecía que no solían frecuentar esos pasillos.
Caminé sin hacer ningún ruido y llegué junto a unas escaleras de caracol, hacia abajo también había más pisos, pero decidí subir. Me detuve dos plantas más arriba y recorrí ese pasillo. Al llegar al final, cuando debía girar, escuché unas voces, por lo que me mantuve oculta tras la pared mientras intentaba escuchar mejor. Sostuve mi varita a mi costado por si acaso.
—El Señor Tenebroso se hace más fuerte con cada día que pasa, es solo cuestión de tiempo para que recupere toda su gloria. —Quien hablaba era un hombre, su voz era totalmente irreconocible para mí.
—No es eso lo que me preocupa. —Esta vez era una mujer.
—Narcissa, nada malo ocurrirá, no para nosotros.
—Pero sabes que no me gusta que Draco esté tan involucrado en esto, ¡es solo un niño!
—Draco ya está grande, y hará cosas increíbles al servicio del señor tenebroso.
—Pues esa idea no me agrada en lo absoluto, no me gusta que esté rodeado de tanta muerte y destrucción, ¡soy su madre! Y por supuesto tampoco me gusta para nada que utilicen mi casa como calabozo, pero ¿qué puedo hacer yo?
—No desesperes, esto no será para siempre y tenemos nuestra recompensa.
Un breve silencio invadió el lugar, me asomé solo un poco para averiguar qué sucedía. Un señor de cabello negro y tez pálida abrazaba a Narcissa Malfoy, intentando consolarla, y supe que su conversación había terminado.
Ella mencionó calabozos, bien, puesto que por lo pronto es lo único que tengo, lo mejor sería intentar encontrarlos. Dumbledore mencionó que alguien necesitaba mi ayuda, así que no se me ocurre un mejor lugar. Ya sabía lo que debía hacer, pero tenía un extraño presentimiento.
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