Carolina tocó la puerta de la habitación que hace más de dos años compartía con su esposo Draco. Estaba preocupada pues durante todo el día no salía de la alcoba más que para comer y ducharse para volver a encerrarse a hacer sabe que cosas. Así, durante meses.

Ella tocó una vez más, esperando tener éxito

—¿Quién? — Preguntó Draco del otro lado de la puerta. Carolina arrugó el ceño. Engrosó la voz y habló:

— Harry Potter

Carolina se cruzó de brazos contra la puerta mientras Draco carraspeaba la garganta

— ¿En serio? — ella rodó los ojos

— No, tonto. Soy tu esposa

Ella pudo escuchar la risa de Draco mientras golpeaba un par de cosas

— Hola amor, ¿Qué pasa?

— ¿Qué pasa? Bueno, pasa que mi reciente marido me ha dejado sola en esta inmensa casa durante meses y quiero saber qué es lo que tanto hace encerrado en nuestra habitación

Draco no contestó, aunque ella pudo imaginar como maldecía en voz baja del otro lado de la puerta

— ¿Y bien? ¿Vas a decirme?

— Uh... ¿Puedes esperar un poco más? ¡Ya casi termino!

— ¡¿Terminar con qué?! — Draco no le contestó pero pudo escuchar como agitaba algo una y otra vez en el aire y murmuraba cosas que Carolina no pudo entender— ¡Draco!

— ¡Es una... sorpresa! — dijo entre dientes, como si se estuviera esforzando mucho.

Ella rodó los ojos y se dio por vencida

— Hombres

— No te desesperes querida, ya sabes que los hombres son raros— le dijo Narcisa mientras ambas degustaban una taza de té. Su suegra había llegado a casa a visitarlos y para saber si Draco por fin había salido de su cueva— Además, lo que mi hijo está haciendo te gustará

Narcisa le guiñó un ojo y Carolina frunció el entrecejo dejando su taza de té en la mesita

— Usted sabe que es lo que ha estado haciendo, ¿No?

— Por supuesto querida. Él me lo dijo

— Entonces... ¿Qué es lo que está...? — Narcisa la interrumpió con una sonora carcajada

— Cielo, algo que he aprendido al ser madre, es que nunca se deben revelar los secretos de los hijos— Volvió a guiñarle un ojo y le dio un sorbo a su bebida caliente— Pero siéntete especial, si Lucius hubiera hecho algo así por mí... estaríamos llenos de niños ahora mismo

Carolina se sonrojó

— Narcisa, por favor

— ¿Qué? Si hay algo que a tu suegro le faltó es romanticismo— Ambas rieron hasta que Draco bajó apurado las escaleras

— ¡Lo hice! ¡LO HICE!

— ¿Qué hiciste? — le preguntó ella extrañada. Narcisa sonrió

— ¡Lo logré! — brincoteó Draco. Tomó a su esposa de la mano y la condujo escaleras arriba— Ven, esto te va a encantar

— Pero tu madre...

— Shh, no hables

Entraron a la habitación y Draco cerró la puerta. Sus ojos chispeaban de emoción y felicidad; tomó su varita que estaba en el tocador y le sonrió a su esposa

— Bien, esto es así— Empezó— Como sabes, he estado trabajando muy duro aquí en la habitación

— No me digas— respondió cruzándose de brazos. Draco rio

— Bueno, el caso es que estaba tratando de hacer algo especial. Algo especial para mi esposa a la que amo mas que a mi vida y mis millones

— Woah, que profundo

— Así que, observa

Draco apagó las luces de la recamara dejando todo en total penumbra. Carolina se sobresaltó

— Vale, esto me está asustando— Las manos de Draco se aferraron a su cintura mientras que reía sobre su oreja causándole escalofríos

— Tranquila, te gustará

Carolina percibió como Draco se colocaba frente a ella pues su aliento chocaba contra sus labios haciendo que la piel se le erizara. Él le dio un pequeño beso, levantó su varita a la altura de sus rostros y susurró:

— Expecto Patronum

Un humo grisáceo salió de la punta de la varita iluminando la cara de ambos; después de un par de segundos, el humo plateado se convirtió en un hippocampus. Ella se sorprendió pues su Patronus era de la misma forma, aunque el de él se mostrara más fuerte y grande. Eran macho y hembra.

— ¿Sabías que los hippocampus o los caballitos de mar, como a ti te gusta decirle— dijo riendo— mueren en pareja?

Carolina no sabía que contestar, solo negó

— Pues lo hacen. Cuando uno de los miembros muere, el otro permanece junto a él hasta que la escases de alimento y amor termina por matarlo también— explicó mientras el patronus golpeteaba el brazo de ella con su cabeza. Draco sonrió— Y eso es justamente lo que yo haría por ti

— Pero tu... no podías... no sabías hacer un patronus— le dijo con la voz entrecortada. Draco le sonrió

— Esa era la razón por la que permanecía todo el día en este lugar, para aprender a hacerlo. Se lo había dicho a mamá y creyó que sería una buena idea y que te encantaría. Me alegra saber que no se equivocó

Carolina rio mientras un par de lágrimas de felicidad pendían de sus pestañas

— Tu eres mi recuerdo feliz, cielo— le dijo— Tu eres el recuerdo que uso para convocar mi patronus y así será siempre

Se abrazaron mas felices que nunca. El hipocampo iba de un lado a otro iluminando la habitación con una rapidez impresionante. Carolina se separó de él y le sonrió

— ¿Sabías que los hippocampus machos son los que se embarazan? — dijo levantando una ceja. Draco hizo una mueca

— Que bueno que eso no aplica aquí— dijo besando a su esposa mientras el hippocampus desaparecía al igual que sus ropas