006. the sorting hat
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↯ CAPÍTULO SEIS
▬ ❝ el sombrero seleccionador ❞ ▬
La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento de Harriet fue de que ella sería de sus personas favoritas en el castillo.
Lo que le dio cierta curiosidad fue ver a un chico de cabellos ondulados con una túnica negra igual a la suya y una sonrisa pequeña y ladina. Tenía cierto parecido a la señora a su lado, probablemente eran familia.
—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era tan grande que hubieran podido meter toda la casa de los Dursley en él. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Harriet podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha, pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasarán el tiempo libre en la sala común de la casa.
«Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que les toque.
La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor posible. »
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Con nerviosismo, Harriet soltó la media coleta que amarraba los extremos de su cabello y lo acomodo con las manos, siendo ayudada por Harry al notar lo ansiosa que se encontraba su melliza.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperen tranquilos.
Salió de la habitación. Harriet tragó con dificultad.
—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó Harry a Ron.
—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.
El corazón de Harriet dio un terrible salto. ¿Una prueba? ¿Delante de todo el colegio? Pero ella no sabía nada de magia todavía, al menos no mucha y en su mayoría era de pociones... ¿Qué haría? No esperaba algo así, justo en el momento en que acababan de llegar. Miró temblando a su alrededor y vio que los demás también parecían aterrorizados. Nadie hablaba mucho, salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría.
A Harriet no le sorprendió ver tan tranquila a Morgan y a Newt Scamander: creía que ellos ya estaban lo bastante experimentados como para pasar cualquier prueba que les pusieran.
La Potter mantuvo los ojos fijos en la puerta. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría y los llevaría a su juicio final.
Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás gritaron.
—¿Qué es...?
Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:
—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...
—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidad es que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué están haciendo todos ustedes aquí?
El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.
Nadie respondió.
—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Están esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero verlos en Hufflepuff —continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya sabén.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
—Ahora formen una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y síganme.
Con la extraña sensación de que sus piernas eran de plomo, Harriet se puso detrás de una chica que llevaba el cabello morado (hecho que la sorprendió bastante), con Harry y Ron tras ella. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.
Harriet nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Harriet levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrara Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts».
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.
Harriet bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio. Tía Petunia no lo habría admitido en su casa.
Tal vez tenían que intentar sacar un conejo del sombrero, pensó Harriet algo irreflexiblemente, eso era lo típico de... Al darse cuenta de que todos los del comedor contemplaban el sombrero, Harriet también lo hizo. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:
Oh, podrás pensar que no soy bonito,
pero no juzgues por lo que ves.
Me comeré a mí mismo si puedes encontrar
un sombrero más inteligente que yo.
Puedes tener bombines negros,
sombreros altos y elegantes.
Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts
y puedo superar a todos.
No hay nada escondido en tu cabeza
que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.
Así que pruébame y te diré
dónde debes estar.
Puedes pertenecer a Gryffindor,
donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
ponen aparte a los de Gryffindor.
Puedes pertenecer a Hufflepuff
donde son justos y leales.
Esos perseverantes Hufflepuff
de verdad no temen el trabajo pesado.
O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,
Si tienes una mente dispuesta,
porque los de inteligencia y erudición
siempre encontrarán allí a sus semejantes.
O tal vez en Slytherin
harás tus verdaderos amigos.
Esa gente astuta utiliza cualquier medio
para lograr sus fines.
¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!
¡Y no recibirás una bofetada!
Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).
Porque soy el Sombrero Pensante.
Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.
—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a Harry, siendo oído por Harriet quien mantenía la cara al frente—. Voy a matar a Fred.
Definitivamente probarse el sombrero era mucho mejor que tener que hacer un encantamiento.
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
—Cuando yo los llame, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!
Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó.
Un momento de pausa.
—¡HUFFLEPUFF! —gritó el sombrero.
La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Harriet vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.
—¡Bones, Susan!
—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró asentarse al lado de Hannah.
—¡Boot, Terry!
—¡RAVENCLAW!
La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas. Harriet pudo ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando, mientras que la hermana mayor de Newt y Morgan aplaudía con ganas.
Bulstrode, Millicent fue a Slytherin. Tal vez era la imaginación de Harriet; después de todo lo que había oído sobre Slytherin, pero le pareció que era un grupo desagradable.
Comenzaba a sentirse decididamente mal. Recordó lo que pasaba en las clases de gimnasia de su antiguo colegio, cuando se escogían a los jugadores para los equipos. Siempre habían sido ella y su mellizo los últimos en ser elegidos, no porque fueran malos, sino porque nadie deseaba que Dudley pensara que los querían.
—¡Finch-Fletchley, Justin!
—¡HUFFLEPUFF!
Harriet compartía una inquietud con Harry; ¿qué pasaría si no quedasen en la misma casa? Harry lo tenía decidido.
No llegaría a sobrevivir ni un día lejos de su hermanita.
—Finnigan, Seamus. —el muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harriet en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
—Granger, Hermione.
Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.
—¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero. Harriet miro de manera fulminante a Ron en cuanto este emitió un gruñido tras la selección de la chica.
Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.
Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.
—¡McGonagall, Christopher!
Un chico de cabellos ondulados, cara un tanto redonda, casi como si fuese de una rana pero sin ser feo, cuerpo delgado y ojos bonitos se adelanto a paso rápido, recibiendo aplausos y silbidos de porras entre las cuatro casas, confundiendo a Harriet, quien observaba como el chico caminaba de manera altanera graciosa.
—¡Eso es Chris! —se escucho el grito de una chica de la mesa de colores azules con plateado.
El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, haciendo que la dichosa mesa de los leones soltara en aplausos y gritos eufóricos.
Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks y ahora venía la R y la S.
—¡Riddle, Alaric!
Harriet no había visto a ese chico antes, pero se notaba ligeramente amargado, como si hubiese sido forzado a asistir al colegio. Llevaba una mueca mientras Morgan, la chica que iba con Hermione en el tren y hermana gemela de Newt, le daba un pequeño empujón para que comenzara a avanzar.
Pasaron apenas tres minutos cuando el Sombrero Seleccionador grito:
—¡GRYFFINDOR!
Él chico se encamino a dicha mesa, donde fue recibido por aplausos y uno que otro pequeño gritillo.
—¡Scamander, Morgan!
Harriet observo como la chica castaña de cabellos largos se encaminaba hacia la tarima con unos cuantos murmullos que la confundían de vez en cuando; Por un momento había olvidado que era nieta de Albus Dumbledore.
—Tiene todo para estar en Ravenclaw —oyó susurrar a Ron—. La conozco, pero se también que uno de sus grandes deseos es estar siempre con su familia; Siempre y para siempre, son las palabras que usa cuando se refiere a ellos.
Y como si el sombrero pudiese oír al pelirrojo, un segundo mas tarde un intenso grito resonó entre los murmullos del Gran Comedor.
—¡GRYFFINDOR!
Oyó como Ron murmuraba un " Lo sabía ".
Harriet siguió con cuidado los movimientos que la chica hacia, hasta que llegó a la mesa de los leones, donde era abrazada por su hermana mayor y recibía palmadas en la espalda y cabeza por parte de los gemelos hermanos de Ron.
—¡Scamander, Newton!
Newt dio un paso al frente y miro hacia donde se encontraban sus dos hermanas, Morgan alzó sus pulgares hacia él quien sonrió de manera nerviosa y siguió su camino hacia la profesora McGonagall, quien le coloco rápidamente el sombrero sobre su cabeza una vez el se sentó.
—¡GRYFFINDOR!
El estomago de Harriet dio un vuelco; ella deseaba que ella y su mellizo terminasen igual que ellos, juntos.
Snape Alexander, la última persona con la S, resultó ser el muchacho con el que había tropezado en el pasillo del tren. El chico había terminado en Slytherin, aquello no le sorprendió a Harriet, al fin y al cabo el chico era odioso.
Aun recordaba la sonrisa burlona que le dirigió antes de encaminarse a la mesa de las serpientes.
—¡Potter, Harriet!
Harriet se tensó y miro a su hermano, quien asintió para que fuera hacia el taburete.
Mientras Harriet se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Esa Harriet Potter?
Lo último que Harriet vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verla bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.
—Mm —dijo una vocecita en su oreja—. Difícil. Muy difícil. Tienes sangre valiente, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí misma, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?
Harriet se aferró a los bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, quiero estar con mi hermano, no en Slytherin».
—En Slytherin no y quieres estar con tu hermano, ¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás segura? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza, aun que tienes la misma inteligencia de tu madre, Ravenclaw también sería una gran opción, pero quieres permanecer junto a tu hermano... No hay dudas, ¿verdad? Bueno, si estás segura, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!
Harriet oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareada, hacia la mesa de Gryffindor, pero no llego por completo; esperaría a su hermano.
—¡Potter, Harry!
El ceño de Harriet se frunció ligeramente al ver como su mellizo pasaba su mirada de ella a Morgan, quien igualmente ya lo miraba. Harriet estaba confundida, pero aquello dejo de darle vueltas en la cabeza cuando vio como el Sombrero Seleccionador cubría sus ojos.
Casi de inmediato el mismo grito resonó por todo el Gran Comedor:
—¡GRYFFINDOR!
Harry se quito el sombrero y corrió hasta Harriet, quien lo abrazó con fuerza mientras sentía como el alivió llenaba su cuerpo.
Juntos fueron de la mano hasta la mesa de Gryffindor.
Harriet estaba tan aliviada de no estar en Slytherin y, aparte, estar con su hermano, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento. Percy el prefecto se puso de pie y les estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley y la Scamander mayor gritaban: «¡Tenemos a los Potter! ¡Tenemos a los Potter!». Harriet se sentó en el lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en la cabeza, dándole la horrible sensación de haberla metido en un cubo de agua helada.
Harriet se dio cuenta de quien estaba sentada junto a ella casi de inmediato.
—Veo que seremos compañeros de casa.
—Si... al menos hay rostros conocidos aquí.
Le agradaba a esa chica; por primera vez, alguien del mismo sexo y de la misma edad le dirigía la palabra y de manera amable.
Y por lo que notaba a su hermano igual, ya que de nuevo sentía su nerviosismo y su mirada estaba fija en Morgan.
Siguió pareciéndole extraño pero prefirió dejarlo así.
Harriet podía ver bien la Mesa Alta. En la punta, cerca de ellos, estaba Hagrid, que los miró y levantó los pulgares. Harriet le sonrió. Y allí, en el centro de la Mesa Alta, en una gran silla de oro, estaba sentado Albus Dumbledore. Harriet lo reconoció de inmediato, por el cromo de las ranas de chocolate. El cabello plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los fantasmas. Harriet también vio al profesor Quirrell, el nervioso joven del Caldero Chorreante. Estaba muy extravagante, con un gran turbante púrpura.
Ya quedaban solamente cinco alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, Tonks, Isabella le toco Slytherin, Tuft, Dalila igualmente quedo en Slytherin y se sentó junto a la de cabellos morados, quien sonreía tristemente hacia Morgan. Y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa. Harry cruzó los dedos debajo de la mesa, mientras que Harriet rodaba los ojos; no le agradaba hasta ahora. Un segundo más tarde, el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR!
Harry aplaudió con fuerza, Harriet dio dos aplausos junto con los demás tras el codazo que Harry le había brindado, mientras que Ron se desplomaba en la silla más próxima.
—Bien hecho, Ron, excelente —dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin.
La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.
Harriet miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambrienta que estaba. Los pasteles le parecían algo del pasado.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.
—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero deciros unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harriet no sabía si reír o no.
—Está... un poquito loco, ¿no? —preguntó con aire inseguro Harry a Percy.
—¿Loco? —dijo Percy con frivolidad—. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, chicos?
Harriet se quedó con la boca abierta. Los platos que había frente a ella de pronto estuvieron llenos de comida. Nunca había visto tantas cosas que le gustara comer sobre una mesa: carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín, guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña razón, bombones de menta.
Los Dursley nunca habían matado de hambre a Harriet y a Harry, pero tampoco les habían permitido comer todo lo que querían. Dudley siempre se servía lo que Harriet deseaba, aunque no le gustara. Harriet llenó su plato con un poco de todo, salvo los bombones de menta, y comenzó a comer. Todo estaba delicioso.
—Eso tiene muy buen aspecto —dijo con tristeza el fantasma de la gola, observando a Harriet mientras esta cortaba su filete y a Newt llevar un pedazo de patatas a su boca.
—¿No puede...?
—No he comido desde hace unos cuatrocientos años —dijo el fantasma—. No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos. Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su servicio. Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.
—¡Yo sé quién es usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!
—Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de Mimsy... —comenzó a decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del pelo color arena.
—¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi decapitado?
Sir Nicholas pareció muy molesto, como si su conversación no resultara como la había planeado.
—Así —dijo enfadado. Se agarró la oreja izquierda y tiró. Teda su cabeza se separó de su cuello y cayó sobre su hombro, como si tuviera una bisagra. Era evidente que alguien había tratado de decapitarlo, pero que no lo había hecho bien. Pareció complacido ante las caras de asombro y volvió a ponerse la cabeza en su sitio, tosió y dijo: ¡Así que nuevos Gryffindors! Espero que este año nos ayuden a ganar el campeonato para la casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin ganar. ¡Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario se ha vuelto insoportable... Él es el fantasma de Slytherin.
Harriet miró hacia la mesa de Slytherin y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba justo al lado de Malfoy que, como Harriet vio con mucho gusto, no parecía muy contento con su presencia.
—¿Cómo es que está todo lleno de sangre? —preguntó Seamus con gran interés.
—Nunca se lo he preguntado —dijo con delicadeza Nick Casi Decapitado.
Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar; pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...
Mientras Harry se servía un un poco de helado, la conversación se centró en las familias.
—Yo soy mitad y mitad —dijo Seamus—. Mi padre es muggle. Mamá no le dijo que era una bruja hasta que se casaron. Fue una sorpresa algo desagradable para él.
—¿Y tú, Neville? —preguntó Morgan, mordiendo una rosquilla de chocolate.
—Bueno, mi abuela me crio y ella es una bruja —dijo Neville—, pero la familia creyó que yo era todo un muggle, durante años. Mi tío abuelo Algie trataba de sorprenderme descuidado y forzarme a que saliera algo de magia de mí. Una vez casi me ahoga, cuando quiso tirarme al agua en el puerto de Blackpool, pero no pasó nada hasta que cumplí ocho años. El tío abuelo Algie había ido a tomar el té y me tenía cogido de los tobillos y colgando de una ventana del piso de arriba, cuando mi tía abuela Enid le ofreció un merengue y él, accidentalmente, me soltó. Pero yo reboté, todo el camino, en el jardín y la calle. Todos se pusieron muy contentos. Mi abuela estaba tan feliz que lloraba. Y tendríais que haber visto sus caras cuando vine aquí. Creían que no sería tan mágico como para venir. El tío abuelo Algie estaba tan contento que me compró mi sapo.
Harriet, que comenzaba a sentirse reconfortada y somnolienta, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
—¿Qué miras, Hattie?
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de nariz ganchuda —le recordó un poco al chico burlón del tren que ahora pertenecía a Slytherin— miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de los mellizos... y un dolor agudo golpeó a Harriet en la cicatriz de la muñeca y a Harry en la cicatriz que decoraba su frente.
—¡Ay! —Harriet se llevó una mano a la muñeca, mientras Harry hacia lo mismo pero llevando esta a su frente.
—¿Qué paso? —preguntó Percy
—N-nada.
El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harriet cuando el profesor los miró, una sensación que no le gustó en absoluto.
—¿Quién es el que está hablando con el profesor Quirrell? —preguntó Harry a Percy, verificando la muñeca marcada de su hermana.
—Oh, ¿ya conocían a Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése es el profesor Snape. Su materia es Pociones, pero no le gusta...Todo el mundo sabe que quiere el puesto de Quirrell. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras y también tiene un hijo de su edad; Alexander Snape, acaba de ser seleccionado para Slytherin.
Entonces Harriet felicito a su mente; Tenía razón, a fin y al cabo tienen cierto parecido.
Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en silencio.
—Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el comienzo del año.
«Los de primer año deben tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.
Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley y a Josie Scamander.
—El señor Filch, el celador, me ha pedido que les recuerde que no deben hacer magia en los recreos ni en los pasillos.
«Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch.
Y por último, quiero decirles que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no desee nuna muerte muy dolorosa. »
Harry rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo, ni siquiera Harriet lo había hecho.
—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harriet notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas.
Dumbledore agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.
—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo—. ¡Y allá vamos!
Y todo el colegio vociferó:
Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts,
enséñanos algo, por favor.
Aun que seamos viejos y calvos
o jóvenes con rodillas sucias,
nuestras mentes pueden ser llenadas
con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo que olvidamos,
hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.
Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.
—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salgan al trote!
Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol. Las piernas de Harriet otra vez parecían de plomo, pero sólo por el exceso de cansancio y comida. Estaba tan dormida que ni se sorprendió al ver que la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraban y los señalaban al pasar a ella y a su hermano, quien la abrazaba por los hombros para dejar que esta tuviese su cabeza sobre estos; o cuando Percy en dos oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Harriet comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente.
Unos bastones flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a caer contra él.
—Peeves —susurró Percy a los de primer año—. Es un duende, lo que en las películas llaman poltergeist —levantó la voz—: Peeves, aparece.
La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.
—¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?
Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y empuñando los bastones.
—¡Oooooh! —dijo, con un maligno cacareo—. ¡Los horribles novatos! ¡Qué divertido!
De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon, Harriet notando como en el transcurso su hermano jalaba de la mano de Morgan para que también se agachase; la chica parecía igual de adormilada que ella.
—Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! —gritó enfadado Percy.
Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando caer los bastones sobre la cabeza de Neville. Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.
—Tienen que tener cuidado con Peeves —dijo Percy, mientras seguían avanzando—. El Barón Sanguinario es el único que puede controlarlo, ni siquiera nos escucha a los prefectos. Ya llegamos.
Al final del pasillo colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.
—¿Santo y seña? —preguntó.
—Caput draconis —dijo Percy, y el retrato se balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en la pared. Todos se amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda) y se encontraron en la sala común de Gryffindor; una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos sillones.
Percy condujo a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, ya los niños por otra puerta.
—¡Vamos Harriet, quizás nos toque juntas! —Harriet se sorprendió al sentir como los dedos de la castaña se posicionaban sobre su muñeca—. Vamos Hermione, quizás también nos toque contigo.
Harriet pudo visualizar una pequeña sonrisa en el rostro de Hermione.
—¡Adiós chicos! —Morgan se despidió de su hermano y dos amigos (Harriet reconocía a sus amigos como el amargado chico Riddle que solo elevó sus cejas como despedida y el chico reconocido en Hogwarts, quien hizo un ademán como despedida junto a una sonrisa)
Newt, por otra parte, se acerco a dejarle un beso en la mejilla y sin mas, las tres se encaminaron junto a las demás chicas a las habitaciones.
Al final de una escalera de caracol (era evidente que estaban en una de las torres) encontraron, por fin, sus camas, cinco camas con cuatro postes cada una y cortinas de terciopelo rojo oscuro. Sus baúles ya estaban allí. Demasiado cansadas para conversar, se pusieron sus pijamas y se metieron en la cama.
Harriet reconoció a otras dos chicas de la selección que compartirían habitación con ellas, solo que estaba lo suficiente cansada como para recordar sus nombres en ese mismo momento.
Se acomodó entre sus sabanas, les deseo buenas noches a sus compañeras y abrazó con cuidado a Zira, que no tardo en enrollarse entre sus brazos, mientras oía como Morgan peleaba con una bola blanca; le pareció ver a un conejo pero, creyó que era una mala broma de su cabeza.
No estaban permitidos los conejos en Hogwarts.
Tal vez Harriet había comido demasiado, porque tuvo un sueño muy extraño. Tenía puesto el turbante del profesor Quirrell, que le hablaba y le decía que debía pasarse a Ravenclaw de inmediato, porque ése era su destino; estar lejos de su hermano era su destino. Harriet contestó al turbante que no quería estar en Ravenclaw y el turbante se volvió cada vez más pesado. Harriet intentó quitárselo, pero le apretaba dolorosamente, y entonces apareció el hijo de Snape, Alexander, que se burló de ella mientras luchaba para quitarse el turbante. Luego Alexander Snape se convirtió en el profesor de nariz ganchuda, Snape, su padre, cuya risa se volvía cada vez más fuerte y fría... Se produjo un estallido de luz verde y Harriet se despertó, temblando y empapada en sudor.
Se dio la vuelta y se volvió a dormir, con Zira ahora en su almohada sobre su cabeza. Al día siguiente, cuando se despertó, no recordaba nada de aquel sueño.
Pero si a un conejo blanco mirándola fijamente.
———AUTHOR'S NOTE.
basta, no puedo creer que Harriet Potter ya a llegado a los 1k con mis pocas actualizaciones, muchas gracias de verdad, espero que el apoyo continúe y mas ahora que se acerca el segundo fanfic de la saga LOVER.
harriet mirando a ron mal durante medio capítulo es muy 📈📈 JAKDJA
creo que la pelirroja ya shippea a su hermanito con morgan, basta, ella sabe cosas –de hecho muchas–.
recuerden, voten, comenten y compartan la historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕
eso es todo travesuritas, soooooo
-✨Travesura Realizada✨-
Majo P.
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