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001. the glass that faded

𝘰𝘰𝘰 ┊ ﹟ 𝗛𝗔𝗥𝗥𝗜𝗘𝗧 𝗣𝗢𝗧𝗧𝗘𝗥 ࿐ྂ
CAPÍTULO UNO
▬ ❝ el vidrio que se desvaneció ❞ ▬






















Para Harriet, la vida en Privet Drive se catalogaba como vivir en el mismísimo infierno. Ella sabía muy bien en qué consistía el infierno, no era estúpida, pero si colocaba en una balanza a los Dursley y a satanás, no dudaría mucho en dar a conocer su respuesta.

¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Harry y Harriet se despertaron con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.

¡Arriba! chilló de nuevo.

Harriet oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón, haciéndola suspirar.

Buen día, Ry saludo la pelirroja, recostándose en su almohada improvisada una vez más.

Buenos días, Hattie respondió el azabache, buscando sus gafas en la pequeña encimera sobre ellos.

Su tía volvió a la puerta.

¿Ya están levantados? quiso saber.

Casi respondió Harry por ambos, mientras su hermana tomaba la sucia sabana y se tapaba con ella la cara.

Bueno, dense prisa, Harriet quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.

La niña gimió en desacuerdo.

¿Qué has dicho?gritó con ira desde el otro lado de la puerta.

Petunia tenía un notable rencor en la pobre niña pelirroja, quizás era por el notable parecido que Harriet mantenía con Lily lo que irritaba a Petunia cada vez que la observaba.

Harriet era una copia visual de su hermana, tanto visual como mental, y aquello era algo que la enojaba.

Y el enojo e irá recaían en la pobre Harriet.

Nada, nada... se apresuró a responder la pelirroja, sentándose de un brinco.

El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidar el cumpleaños de ese ser tan despreciable?

Harry le lanzó un par de tines a su hermana, no sin antes quitarle una araña evitando así que su pequeña hermanita sufriera una picadura.

Aunque Harriet ya estaba más que acostumbrada a matarlas, si no las mataba en la alacena donde dormían, las mataba por Dudley en el cuarto de este último a pedido de Petunia.

Dejó de pensar cuando la voz de su hermano se escuchó.

Puedes vestirte ya, Hattie. habló, quitando sus gafas y cerrando sus orbes verdes para darle la privacidad necesaria a su hermana.

Harriet dejó un casto beso en su mejilla e intentó cambiarse lo más rápido que pudo. Su ropa no era la mejor o la más nueva, de hecho solía ser de su tía Petunia cuando tenía su edad, no podía quejarse, no cuando Harry tenía que usar la vieja ropa de Dudley.

Listo. dijo, pasando sus dedos por su cabello, intentando peinarlo un poco, siendo casi imposible al tener una melena bastante rebelde.

Tía Petunia jamás le había ayudado a hacerlo o al menos enseñarle a hacerlo. Al contrario, quien terminaba peinándola era su hermano.

Harry abrió los ojos y se colocó sus gafas,  una vez más asintió y juntos salieron al recibidor para entrar a la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley.

Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras.

La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harriet, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto.

El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry, pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido y aún más cuando Harriet le ayudaba a serlo ya que si él no corría, si no sacaba a Harriet de ahí, ella terminaba siendo el saco de boxeo de Dudley.

La condición física de Harriet nunca a sido la mejor, por lo que si no fuera por Harry, ella sería el blanco fácil de Dudley. La niña era delgada y un poco baja para su edad, su rostro era delgado y sin mucha mejilla, rodillas huesudas, cabello pelirrojo largo y ojos de color verde brillante al igual que su hermano. Ella sí que no llevaba gafas, su vista era buena y, según ella, opacarían su bello rostro. Su parte favorita era la cicatriz en forma de rayo que decoraba su muñeca.

Eso también lo compartía con su mellizo. La tenían desde que podían acordarse, y lo primero que recordaban haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la habían hecho.

En el accidente de coche donde sus padres murieron había dicho. Y no hagan preguntas.

«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.

Tío Vernon entró a la cocina cuando Harriet estaba dando la vuelta al tocino.

¡Péinate! bramó como saludo matinal hacia Harry, quien permanecía a un costado de su melliza, ayudándole a abrir las cáscaras de huevo.

Harriet estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda.

Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito.

Harriet decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.

Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara se ensombreció.

Treinta y seis dijo, mirando a su madre y a su padre. Dos menos que el año pasado.

Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de este grande de mamá y papá.

Muy bien, treinta y siete entonces dijo Dudley, poniéndose rojo.

Harriet; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.

Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:

Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te parece, pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?

Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por último, dijo lentamente.

Entonces tendré treinta y.. treinta y..

Es tan inútil, ni si quiera sabe sumar. Pensó la pelirroja, rodando los ojos un poco.

Treinta y nueve, dulzuradijo tía Petunia.

Oh Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y tomó el regalo más cercano. Entonces está bien.

Tío Vernon rió entre dientes.

El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre. ¡Bravo, Dudley! dijo, y revolvió el pelo de su hijo.

En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a tomarlo, mientras Harriet, Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para el ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro, cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez.

Malas noticias, Vernondijo. La señora Figg se ha fracturado una pierna. No puede cuidarlos. volvió la cabeza en dirección a los mellizos Potter.

La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harriet dio un salto.

Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine.

Cada año, Harry y Harriet se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que vivía a dos manzanas. Harriet no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg les hacía mirar las fotos de todos los gatos que había tenido.

Lo cual le parecía muy... preocupante para ser tan solo una anciana.

¿Y ahora qué hacemos? preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harriet y a Harry como si ellos lo hubieran planeado todo. Harriet sabía que debería sentir pena por la pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasarían un año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.

Podemos llamar a Margesugirió tío Vernon.

No seas tonto, Vernon, ella no aguanta a los chicos.

Los Dursley hablaban a menudo sobre ambos Potter de aquella manera, como si no estuvieran allí, o más bien como si pensaran que eran tan tontos que no podían entenderlos, algo así como unos gusanos.

¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne?

Está de vacaciones en Mallorca respondió enfadada tía Petunia.

Pueden dejarnos aquí sugirió esperanzado Harry. Podrían ver lo que quisieran en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugarían con el ordenador de Dudley

Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.

¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? rezongó.

No vamos a quemar la casa dijo Harriet, pero no la escucharon.

Supongo que podemos llevarlos al zoológico dijo en voz baja tía Petunia... y dejarlos en el coche...

El coche es nuevo, no se quedarán allí solos...

Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre le daría cualquier cosa que quisiera.

Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que esos dos te estropeen tu día especial exclamó, abrazándolo.

¡Yo... no... quiero... que... ellos vengan! exclamó Dudley entre fingidos sollozos. ¡Siempre lo estropean todo!les hizo una mueca burlona a Harriet y a Harry, desde los brazos de su madre. Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.

¡Oh, Dios, ya están aquí! dijo tía Petunia en tono desesperado y, un momento más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre. Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba. Dudley suspendió su fingido llanto de inmediato.

Piers tenia cierto enamoramiento en la de cabellos naranjas, intentaba impresionarla de mil y un maneras, entre ellas, golpeando a chicos menores, pero siempre estaba ahí Harry para salvarla de algo que ni ella ni él querían; Qué Harriet saliera con el bravucón flacuchento.

Media hora más tarde, Harriet y su hermano, que no podían creer en su suerte, estaban sentados en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley, camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se llevó aparte a los Potter.

Se los advierto dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry, quien mantenía detrás suyo a su hermana. Les estoy avisando ahora, chicos: cualquier cosa rara, lo que sea, y se quedarán en la alacena hasta la Navidad.

No vamos a hacer nada dijo Harriet. De verdad...

Pero tío Vernon no les creía. Nadie lo hacía.

El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y Harriet, y no conseguían nada con decir a los Dursley que ellos no las causaban.

En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible cicatriz». Dudley se rió como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. Como castigo, lo encerraron en la alacena durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo.

Otra vez, tía Petunia había tratado de meter a Harriet dentro de un repugnante vestido viejo de ella. Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no a Harriet. Tía Petunia creyó que debía de haberse encogido al lavarlo y, para su gran alivio, Harriet no fue castigada.

Por otra parte, habían tenido un problema terrible cuando los encontraron en el techo de la cocina del colegio. El grupo de Dudley los perseguía como de costumbre cuando, tanto para sorpresa de Harriet y Harry, como de los demás, se encontraron sentados en la chimenea. Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles que los niños andaban trepando por los techos del colegio. Pero lo único que trataban de hacer (como le gritó Harriet a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la alacena) fue saltar los grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Ambos suponían que el viento los había levantado en medio de su salto.

Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo.

Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia.

Le gustaba quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harriet, el banco, Harry, las deudas y Harriet eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.

... haciendo ruido como locos esos gamberros dijo, mientras una moto los adelantaba.

Tuve un sueño sobre una moto dijo Harry recordando de pronto hacia su hermana. Estaba volando.

Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio la vuelta en el asiento y gritó a Harry:

¡LAS MOTOS NO VUELAN!

Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.

Dudley y Piers se rieron disimuladamente.

Ya sabe que no lo hacen dijo Harriet, intentando defender a su hermano de forma tranquila. Fue sólo un sueño.

Si había algo que desagradaba a los Dursley aún más que las preguntas que los mellizos hacían, era que hablaran de cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un dibujo animado.

Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas.

Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias.

Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harriet y a Harry qué querían antes de que pudieran alejarse, les compraron un palito de limón, que era más barato.

Aquello tampoco estaba mal, pensó Harriet, chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.

Fue la mejor mañana que Harriet había pasado en mucho tiempo.

Tuvieron cuidado de andar un poco alejados de los Dursley, para que Dudley y Piers, que comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él, y después, dejar que Piers coqueteara descaradamente con Harriet.

Comieron en el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compró otro y Harriet tuvo permiso para terminar el primero y lo poco que Harry dejó para que ella comiera, diciendo que su salud era más importante que la de él.

Ella se había negado al inicio, pero luego Harry le dijo que se sentiría mal hermano si no aceptaba.

Finalmente, aceptó.

Más tarde, Harriet pensó que debía haber sabido que aquello era demasiado bueno para durar.

Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos.

Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres.

Dudley encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de su piel.

Haz que se muevale exigió a su padre.

Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.

Hazlo de nuevo ordenó Dudley. Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.

Esto es aburrido se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.

Harriet se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente, siendo imitada por Harry. Si ella hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día.

Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlos: al menos, ellos podían recorrer el resto de la casa.

De echo, si no fuera por su hermano, ella consideraría la opción de huir de casa. Harry era la única razón por la que creía en el destino.

De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de ambos niños. Guiñó un ojo.

Harriet la miró fijamente, al igual que su hermano.

Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para ver si alguien los observaba. Nadie les prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo con diversión, oyendo la risa de su hermano como acto seguido.

La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a ambos Potter una mirada que decía claramente:

Me pasa esto constantemente.

Lo sémurmuró Harriet a través del vidrio, aunque no estaba segura de que la serpiente pudiera oírla. Debe de ser realmente molesto.

La serpiente asintió vigorosamente.

A propósito, ¿de dónde vienes?preguntó Harry, tras ver a su hermana dar las primeras palabras.

La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harriet miró con curiosidad. 

«Boa Constrictor, Brasil.»

¿Era bonito allá?

La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó por ambos: «Este espécimen fue criado en el zoológico». 

Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil? siguió la pelirroja, con una pequeña mueca.

Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás de ambos niños los hizo saltar.

¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE!¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!

Dudley se acercó contoneándose lo más rápido que pudo.  

Quítate de en medio, zanahoria dijo, golpeando a Harriet en las costillas.

Tomada por sorpresa, Harriet cayó de espalda al suelo, poniendo una cara de dolor al sentir la zona afectada comenzar a dolerle ligeramente, haciendo comenzase a quejarse.

Harry se hincó aún lado de su hermana con preocupación al oírla quejarse, mientras mataba con la mirada al cerdo, digo, Dudley.

Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.

Harry se incorporó, ayudando a su hermana en el proceso, y ambos se quedaron boquiabiertos: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido.

La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas.

Mientras la serpiente se deslizaba ante ellos, Harriet habría podido jurar que una voz baja y sibilante decía:

Brasil, allá voy... Gracias, amigos.

El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.

Pero... ¿y el vidrio? repetía. ¿Adónde ha ido el vidrio?

El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez.

Piers y Dudley no dejaban de quejarse. Por lo que Harriet había visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo.

Pero lo peor, para los mellizos al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:

Harry y Harriet le estaban hablando. ¿Verdad?

La pelirroja entrecerró los ojos hacia él, deseando con todas sus fuerzas que se quedara pelón, porque sabía muy bien lo que vendría después.

Tío Vernon espero hasta que Piers se marchara para confrontar a ambos niños. Estaba tan enfadado que ni siquiera podía hablar.

Vayan... alacena... quédense... no hay comida pudo decir, antes de desplomarse en la silla.

Mucho más tarde, Harriet, junto a su mellizo, estaban acostados en su alacena oscura, deseando tener un reloj. Harry completamente dormido, abrazado a su hermana, mientras está repartía unas pocas caricias en el cabello azabache de este.

No sabía qué hora era y no podía estar segura de que los Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a salir por un poco de comida para Harry y una pomada para su espalda baja, en donde tenía indicios de un enorme moretón.

Harriet y Harry habían vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta donde la pelirroja podía acordarse, desde que eran unos niños pequeños y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche junto a su hermano cuando sus padres murieron. Algunas veces, cuando forzaban su memoria durante las largas horas en su alacena, tenían una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente por el lado de Harry, y una quemadura en la muñeca derecha por parte de Harriet. Aquello debía de ser el choque, suponían, aunque no podían imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podían recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenían prohibido hacer preguntas. Tampoco había fotos de ellos en la casa.

Cuando eran más pequeños, Harriet y Harry soñaban una y otra vez que algún pariente desconocido iba a buscarlos para llevárselos, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su única familia.

Harriet a veces pensaba (tal vez era que más bien lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si la conocieran, tanto a ella como a su hermano. Eran desconocidos muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta los habían saludado, cuando estaban de compras con tía Petunia y Dudley. Después de preguntarles con ira si conocían al hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también los había saludado alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, les había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir una palabra. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Harry o Harriet trataban de acercarse.

En el colegio, ninguno tenía amigos.

Todos sabían que el grupo de Dudley odiaban a ese par de extraños Harry y Harriet Potter, por sus ropas usadas, viejas y magulladas.

Y claro, ninguno quería llevarle la contra a la banda de Dudley.

Harriet volvió a la realidad cuando la somnolienta voz de su hermano se oyó.

¿Tú estarás conmigo, siempre? Harriet frunció el ceño, su hermano se aferró más a ella, como si estuviese en una pesadilla. ¡No a Hattie, no! ¡No!

Harriet acercó sus labios a la frente de su hermano, proporcionándole un beso cálido, que le permitió aflojar su agarre y relajarse.

Si, Ry, siempre estaré para ti. Siempre.



















——— AUTHOR'S NOTES. esq yo voy a terminar llorando con la relación tan linda que Harriet y Harry tienen carajo😭😭

los dursley siendo los dursley y dudley siendo un hijo de puta con hattie, ojalá y él se caiga de cabeza pa q se le reinicie el cerebro *se re indignaba*

JAKFJAJD

los capítulos de este libro serán en su mayoría bastante largos (quizás los más largos tendrán 7k de palabras y los más cortos 4k o 3k a lo mucho)

y recuerden que este libro será editado y corregido una vez haya terminado, así que si por ahora ven faltas ortográficas díganmelo porfis

recuerden, voten, comenten y compartan esta historia para que así crezca esta pequeña gran familia💕

eso es todo travesuritas, soooooo

-Travesura Realizada-

Majo P.

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