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07




El sonido de sus besos era lo único que se escuchaba en la fría habitación; el pesado ritmo de sus respiraciones mermaba con lentitud, mientras ambos se miraban con ojos vidriosos. Finalmente, Taehyung había cedido: no había otra manera de olvidar a Jungkook a menos que fuese sacándoselo de la cabeza a la fuerza. Yoongi le había tendido la mano y sin dudarlo la había tomado.

El ahora rubio se levantó de la cama en dirección al baño, no sin antes darle un último, corto y casto beso. Taehyung tragó el nudo que se formó en su garganta cuando lo vio ingresar al baño, sintiendo la persistente sensación de culpabilidad dentro de su pecho. Esos labios le eran ajenos, foráneos; si cerraba los ojos por mucho tiempo, su boca siempre recordaría a Jungkook y el sabor de sus besos. No había manera de que ese hombre saliera de su vida. Estaba tatuado en su piel y mente.

—Mierda, cómo te odio, Jeon Jungkook —susurró con voz rota, estirando su mano hacia el lado vacío de la cama. Apretujó entre sus dedos las sábanas. Odiaba comparar, pero de lejos Jungkook lo hacía sentir mejor. Y no se refería al momento de la intimidad, sino a todo lo que pasaba después de esta. Yoongi hacía muy bien su trabajo y luego se levantaba, apenas dándole un beso o una caricia antes de entrar a bañarse.

Jungkook siempre se aseguró de que después del sexo no sintiera nada más que sus brazos y a él. Susurraba a su oído lindas palabras, acariciando su espalda en círculos o quizá jugando con su cabello mientras le decía lo lindo que era. Fue por eso —y más— que Taehyung se enamoró de Jeon Jungkook.

Mordió su labio cuando sintió una pequeña lágrima escapar y deslizarse por su mejilla izquierda. Se odiaba a sí mismo por hacer exactamente lo que él dijo que haría. Se estaba revolcando en las sábanas de otro, pero al final su mente siempre regresaría hacia Jungkook. Cuando Yoongi lo tocaba deseaba que fueran las manos del pelinegro, cuando estaban juntos solo podía pensar en otro nombre; era injusto para el rubio, lo sabía, pero tampoco podía evitarlo.

—¿Iremos a la reunión que Jeon organizó para el personal? —preguntó Yoongi una vez que ambos estuvieron limpios y cambiados. Ahora miraban, o al menos intentaban, una película de acción. El cansancio de lo sucedido los golpeaba a ambos de vez en cuando y Taehyung ya se había dormido una o tres veces.

—No lo hizo él, fue Jiminie —farfulló con un mohín. Jimin era la mente maestra detrás de la agencia, la cual cumplía treintaidós años ya —motivo suficiente para celebrar, sumado a que se acercaba el cumpleaños de Jungkook. Era una fiesta para matar dos pájaros de un solo tiro—. No lo sé, Yoongi... Uh, si quieres podríamos ir... Pero realmente no me interesa.

Mucho menos verle la cara a Jeon y a su adorada esposa.

—No tengo motivos para ir si tú no vas —bufó el mayor rodando los ojos. Taehyung se incorporó un poco en sus codos para verle. Cómo le encantaría que su corazón brincara cada vez que el rubio le decía algo así, o al menos se acelerara como cuando Jungkook le decía cosas lindas.

—¿Sabes? Honestamente, planeo renunciar a la empresa —confesó en un murmuro bajo—. Creo que... Creo que ya no tengo asuntos allí. Tú y yo podríamos quedar en cualquier lado —Se apresuró a decir al ver la mirada decepcionada que le dio Yoongi—, igual que con Jimin o Hana... Si deseo pasar página, debo arrancarla desde sus cimientos, ¿no?

Yoongi le devolvió la pequeña sonrisa que Taehyung le dio, preguntándose si el castaño era consciente de que esas palabras sonaban forzadas, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo. Él de verdad estaba intentando olvidar a toda costa a Jungkook, con demasiada desesperación. Ni siquiera sabía cómo sentirse al respecto.

Tomó su mano con cuidado, dándole un pequeño apretón.

—Elijas lo que elijas, Jimin y yo estaremos para apoyarte. No tengas dudas —aseguró antes de inclinarse y besar sus labios.





—¡Yoonie oppa, TaeTae, por aquí! —Hana agitó su mano con euforia cuando vio a la feliz pareja ingresar por las puertas del recibidor de la casa de Jeon. Había perdido a Jimin entre la multitud y Jungkook estaba hablando con algunos socios, así que no le había quedado de otra que ir a la mesa de botanas y aparentar muchísimo interés en los snacks allí. La comida siempre era la salvación de toda fiesta.

—Si supieras el desagrado que me causa ser llamado oppa dejarías de hacerlo —espetó Yoongi con una sonrisa cínica. Hana hizo un puchero y luego extendió hacia él un palillo con queso y jamón.

—Ten, oppa, para que se te pase el mal genio. ¿Tú también quieres uno, Tae? —le ofreció al castaño, sin dejar de sonreír. Era una sonrisa amplia y hacía que sus ojos se vieran pequeños, casi tanto como los de Jimin.

—No, gracias. Comimos pizza en el camino —replicó Taehyung con una sonrisa cortés. A pesar de que la música era baja, el ruido de las conversaciones le seguía pareciendo fastidioso. Un lugar como ese nunca fue el suyo, pero sentía que era el momento perfecto para hacer oficial su renuncia. Lo había estado hablando con Yoongi esos días anteriores a la fiesta y estaba completamente seguro de su decisión.

—Oh, bueno —Hana bajó los hombros con desánimo—. Buscaré a Jungkookie y le ofreceré...

—¡No! —le interrumpió Taehyung tomándole por el brazo—. Dios, no. Jungkook odia el queso; ni se diga del jamón. Lo vomitará en cuanto te des la vuelta.

Yoongi y Hana le miraron sorprendidos. Él porque no era posible que Taehyung conociera más a Jungkook que su propia esposa y Hana porque no podía creer que un dato tan íntimo como ese estuviera en poder de Taehyung y no de ella.

El castaño se sonrojó un poco cuando se dio cuenta de su desliz. Lo cierto era que Jungkook solo comía queso en aperitivos si lo combinaban con uvas ácidas, pues amaba la unión de esos dos sabores; Taehyung lo había aprendido en incontables reuniones y ocasiones, así como muchos otros pequeños datos de los que dudaba que Hana tuviera conocimiento.

Por inercia y para evitar la mirada de la chica, tomó uno de los palillos de madera en la taza de cristal y picó queso en cuadritos, seguido de una uva oscura. Quería dárselo a probar a Yoongi; no obstante, en cuanto estiró la mano en dirección al chico, la recién armada botana le fue arrebatada.

—Mi combinación favorita —se mofó Jungkook detrás de él. Comió lo que ahora estaba en sus manos con una sonrisa despiadada, cruzando una sonrisa con Yoongi en el proceso—. Gracias, Taehyung.

El mentado parpadeó varias veces, sin poder creerse lo que acababa de pasar. Salido de la mismísima nada, Jeon Jungkook había llegado para hacer lo que mejor sabía hacer: humillarlo.

—Jungkookie —llamó Hana con voz triste—. ¡Nunca me dijiste que no te gustaba el queso!

—¿No lo hice? —dijo Jungkook escéptico. Taehyung volvió a armar la pequeña botana y esta vez sí llegó a la boca de Yoongi, quien no hizo más que torcer el gesto por el sabor—. Lo siento, lo olvidé, amor.

—¿Cómo puedes olvidar eso? —farfulló su esposa sin darle tregua alguna—. ¡Todos los lunes comemos tarta de queso para la cena!

El pelinegro sonrió antes de estirarse para tomar su barbilla —empujando a Taehyung y a Yoongi en el proceso, separándolos debido a la posición en la que los cuatro se encontraban— y la besó dulcemente. Tal vez fue imaginación del castaño, pero Hana soltó un pequeño suspiro al separarse, como si estuviera perdidamente enamorada de ese hombre. No dudaba que así fuera.

—Hana, bebé, es porque yo haría lo que fuera por ti, ¿lo entiendes?

—A ver, a ver —Yoongi chasqueó la lengua con fastidio, poniendo cada mano en la cara de la parejita para separarlos con brusquedad. Ambos se quejaron mientras retrocedían, molestos—. Basta, me producen arcadas.

El rubio miró a Taehyung una fracción de segundo. Estaba al tanto de lo mucho que al menor le afectaban cosas de dicha índole; su falta de delicadeza le impedía comprender más allá ese sentimiento de aferro, pero si había algo que no le gustaba era ver a Taehyung con una expresión triste. Además le divertía ver a su jefe rabiar por su culpa.

—Qué poco tacto tienes, Yoonie oppa —se quejó Hana mientras sobaba su pequeña nariz.

Jungkook respiró con fuerza y detuvo a uno de los camareros, que se acercaba con cuatro copas. Necesitaría mucho alcohol esa noche si pretendía aguantar a Min Yoongi. Le dio una a cada uno, algo reticente, y luego fingió una sonrisa.

—Bueno, esto es una celebración —dijo—. Por hoy podemos fingir que todos somos amigos.

Yoongi rodó los ojos.

—Amigos mis... Uh, sí, amigos.

Hicieron un torpe brindis y todos bebieron de la burbujeante sustancia, excepto Taehyung. Ahora que tenía a la persona con la quien debía hablar su renuncia, ni siquiera sabía cómo y por dónde empezar.

—Jungkook —llamó cuando todos bajaron sus copas—. Quiero decir, Señor Jeon... ¿Podemos hablar un minuto?

Compartió una mirada con Yoongi antes de seguir al pelinegro, que le hizo una seña en dirección a las escaleras después de disculparse con Hana. El rubio le dio una pequeña sonrisa antes de que se alejaran por completo; Taehyung no pudo devolvérsela.

Se movieron entre los cuerpos con facilidad, deteniéndose de vez en cuando porque alguien decidía que era buen momento para frenar al joven magnate y hacer vida social con él. En algún momento del camino Taehyung decidió que era mejor dejar esa copa de champagne en una mesa, pues sus manos temblaban tanto que varias veces derramó el líquido. Su boca se sentía reseca conforme avanzaban por la casa hacia una habitación que conocía muy bien: la de Jungkook.

—Bien, tienes un minuto, Kim —musitó el pelinegro cuando cerró la puerta.

Taehyung tragó con dificultad mientras miraba a su alrededor. Todo estaba exactamente como lo había dejado la última vez que estuvo allí, que no pasaba de un mes o mes y medio. El olor y la familiaridad le golpearon como una ola y se sintió un poco débil; en esa habitación habían pasado tantas cosas y tantos momentos, que la nostalgia por poco le hace retroceder y olvidar las palabras que tenía que decir. Jungkook le esperaba pacientemente, aunque no dejaba de ver el reloj como si de verdad estuviera afanado.

—Renuncio —Fue lo único que Taehyung dijo. Su voz sonó fuerte para lo tembloroso que se sintió y sus piernas flaquearon al ver la sonrisa del magnate tirar de sus labios.

—Me lo suponía.

El menor miró al suelo mientras negaba, algo risueño. Sus pulcros zapatos brillaron bajo la luz fría del cuarto cuando se movió por este, dando vueltas alrededor de Taehyung como si fuera un depredador cercando a su presa. El castaño solo podía mirarle, aguardando con el labio apresado entre sus dientes por una respuesta.

—Bien —dijo Jungkook—. Puedes irte de la empresa, ¿qué te detiene?

¿Es en serio? ¿Tan poco valgo para ti, Jungkook?

—Pero antes... —Volvió a hablar, deteniéndose frente a él de súbito. Su mano viajó hasta su barbilla y le tomó con posesividad, sin dejar aquella sonrisa burlona—. Acuéstate conmigo una última vez y podrás ser libre, Taehyung.





USTEDES SABEN LO QUE YO SÉ, ¿VERDAD? 😪

No smut Taegi para ustedes, sorry (ah pero el kookv) 🤗

Auxilio, estoy pensando seriamente en enviar esta historia a borradores 😣

Pero sonrían, gg, pese a todo  🤗❤️

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