Otoño de 1998
Tabitha llegaba tarde a clase por enésima vez. Corrió por los pasillos como alma que se llevaba el viento. Justo cuando vio la puerta, una figura se postró ante ella, haciendo que se cayera de bruces.
—¡Joder! —dijeron Brad y Tabitha al unísono.
—¿Brad? —le preguntó cuando reconoció sus tatuajes y su mirada oscura.
—¿Te conozco? —Brad la miró con una enorme sonrisa. Luego se acercó para darle un beso—. Recuerdo número seis.
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