030.
El trayecto en el auto fue incómodo y silencioso. Desconocía la dirección que tomaríamos, para ser honesto, agradecí que Jungkook estuviera a mi lado, no porque quisiera involucrarlo más en la mierda en que estaba metido, sino porque, de no haber estado junto a él y con mis ideas poco menos que escasas, Yoongi me encontraría más pronto de lo que canta un gallo; el único lugar al que podía considerar hogar estaba completamente descartado y no me atrevería a pisar el gimnasio ni en mi arranque más estúpido.
En cambio él había solicitado al conductor que avanzarasin rumbo, era suficiente con que nos alejara del ajetreo que dejamos atrás. El hombre no pareció contento, nos miraba con el ceño fruncido a través del retrovisor, pero pareció conformarse con la idea de que la máquina al centro que seguía creciendo descomunalmente en números, se mantuviera activa. Cuando el auto se estacionó a las orillas del río Han, Jungkook le pidió que se detuviera y bajó del auto dando un portazo. No me atreví a bajar, no después del silencio doliente que añadía más oleadas tortuosas al creciente abismo en mi interior. Lo único claro entre nosotros es que le debía una explicación y que, lo que sea que estuviera haciendo en su celular, lo mantenía lo suficientemente ocupado para ignorarme en el trayecto, incluso darle el pretexto perfecto para alejar su mano en mi único y patético intento de tocarlo.
Sí, lo tenía bien merecido y aunque sea difícil de creer, su rechazo me producía dolor físico, estrujándome el estómago y haciéndome doler la cabeza.
Recargué mi cabeza contra el cristal y cerré los ojos, me sentía mareado una vez que la adrenalina bajó sus picos en mi interior. El ruido de la ciudad era amortiguado por las ventanas cerradas a excepción de la del conductor, misma que me permitió escuchar vagamente lo que Jungkook murmuraba al teléfono.
—Oh, lo siento, ¿te desperté?... no tenía idea, genial —hizo una pausa —, al grano como siempre ¿eh? —soltó un denso suspiro —. Necesito ayuda, sé que no tengo derecho a pedírtelo pero... —bufó, parecía una risa, pero aún si intenté abrir mis ojos, mis párpados parecían haber tomado el control de mi cuerpo —, me preguntaba si tienes algún lugar donde pueda quedarme esta noche, quizá unos días más. No, no puede ser tu casa, es... es una situación grave, no puedo explicártelo ahora pero te prometo que... ya, ya —volvió a resoplar y guardó silencio lo suficiente para creer que habría cortado la llamada pero no lo hizo —, ¿el de Hongdae? me sirve... sí, aún la tengo... —más silencio, juraría que escuchaba las piedras, el polvo y pavimento crujir bajo sus pisadas ansiosas —. No tienes que molestarte, ni a él... oh, ¿en serio?... bien, te lo agradecería muchísimo... sí, llámame cuando vuelvas, te prometo que te explicaré qué sucede. Gracias de nuevo.
El portazo anunció anunció su regreso, puede que su perfume también lo haya hecho, ese mismo que inhalé a discreción mientras él se movía en el auto, por el peso en el asiento y su cuerpo rozando el mío, pude adivinar que se había inclinado hacia el conductor.
—Necesito que nos lleves aquí —murmuró algo que no me molesté en entender, pero reconocí de nuevo la palabra "Hongdae".
Decidí rendirme a la pesadez de mis párpados, lo que sea que nos esperara en el destino sería lo suficientemente malo para prolongar ese momento de silencio. Lejos de su gesto distante y de sus manos que hace minutos habían tomado mis mejillas con semblante preocupado. Al final del día, lo único que tenía claro es que de haber perdido o ganado la pelea final, el resultado no distaría mucho del que ahora se auguraba en el tenso aire de la cabina.
Cuando Jungkook sacudió mi hombro el auto se había detenido por completo. Salí del auto con movimientos más lentos de los que hubiera querido, mi cuerpo se había enfriado por completo y evité a propósito echar un último vistazo al interior del auto en caso de que haya dejado una enorme marca de sangre que sería difícil de quitar, sin embargo, tan pronto el auto se echó a andar, me dije que quizá no era tan grave.
Bien, al menos todavía tenía un poco de suerte a mi favor.
Eché un vistazo a mi alrededor, todavía me sentía mareado y aturdido, pero pude observar que se trataba de una calle estrecha con edificios diversos, algunos locales de comida y de distintos artículos tenían las luces encendidas. Por la poca luz en el cielo, deduje que no debían ser más de las ocho de la noche. Jungkook avanzó hasta el edificio frente a nosotros, era de tres plantas y a diferencia del resto, tenía las luces apagadas. No me molesté en preguntar dónde estábamos, solo crucé la puerta ancha cuando él la empujó con fuerza y cerró con un sonido aún más denso hasta que la oscuridad nos devoró por completo.
El sonido de sus pasos fue lo único real hasta que encontró el apagador y las luces me permitieron ver a nuestro alrededor. Era un enorme espacio con piso de cemento liso. La imagen de un chico con una mancha en la camisa y cabello enmarañado, parecía observarme de aquí allá, pues cada muro estaba revestido de espejos. Tenía un aspecto abandonado, algunas herramientas descansaban sobre las mesas a mitad del salón, también había costales de tierra y palas recargadas contra los espejos.
—¿Dónde estamos? —me animé a preguntar, descubriendo lo ronca que estaba mi voz.
—Por aquí —Respondió, en una evidente muestra de que mis preguntas le importaban una mierda.
Lo seguí escaleras arriba y al llegar a la segunda planta, esperé de nueva cuenta que encendiera las luces. Esta vez encontré un espacio con espectros revestidos con sábanas blancas y una polvorienta loseta bajo nuestros pies. Creí encontrar la forma a un pequeño comedor y un par de sofás frente a una mesa de centro y televisión grandes, pero de nueva cuenta, Jungkook me condujo escaleras arriba, hasta el tercer piso que me dejó sin aliento y palabras.
Una habitación cuyo gran encanto recaía en el enorme ventanal al frente con las persianas corridas. Mi mente intentó imaginar de inmediato la vista que ofrecería el lugar por el día y qué tan preciosas se verían las luces de noche, pero la silueta de Jungkook, desplazándose de aquí allá como si fuera la suya, me causó aún más curiosidad. Encendió la luz del baño y verificó que el agua corriera por la tina y el lavabo. Secó sus manos en el pantalón de camino a la esquina opuesta, donde retiró de un solo movimiento la sábana blanca que cubría una cama occidental para dos personas. A su lado derecho, otra sábana más dejó al descubierto un sofá cama de color azul nocturno, se asomó a través de las persianas con sus dedos despejando el camino, y después de unos segundos, soltó un gran suspiro que sonó aliviado.
—Quítate la ropa, quiero ver qué tan grave es —Ordenó sin más, deteniéndose junto a la cama y esperando a que interpretara lo que sea que quisiera decir con sus manos en las caderas.
Obedecí y me senté en la cama. El colchón era firme y agradecí no ser alérgico al polvo, de lo contrario me habría desangrado con un gran estornudo por el polvo que flotaba alrededor de nosotros. La luz blanca me permitió observar su gesto tenso en un breve vistazo antes de quitarme mis prendas superiores una a una y con cuidado. Cuando volví a verlo, él estaba arrodillado frente a mí y sus manos frías me hicieron hundir el abdomen cuando tocó las vendas y sin más, comenzó a retirarlas de un movimiento apresurado. Contuve un siseo cuando me retiró el parche, los puntos se habían abierto, había sangre seca y fresca, pero no lucía tan terrible como se sentía.
—¿Te duele mucho?
—Un poco. —Asentí.
—Bien, iré a comprar algunas cosas y —se puso de pie justo cuando un sonido en la puerta nos hizo voltear de inmediato con los miembros tensos —, ah, Señor Hoseok, me asustó. —Relajó el ceño de inmediato y caminó hacia la puerta.
Había un hombre de baja estatura y cabello canoso, vestía un traje oscuro de tres piezas y camisa impecablemente blanca.
—Buenas noches, joven Jeon, no quise asustarlo.
—Ah, no, no es nada —Jungkook se detuvo frente a él, le estrechó la mano y ante el asombro del otro, lo abrazó con dos palmadas en la espalda —. Me da gusto verte aún si no es en las mejores condiciones.
—No se preocupe —el hombre, Hoseok, como él lo había llamado, extendió dos grandes bolsas de asa frente a él y Jungkook las tomó enseguida. Me daba la espalda, así que solo lo miré al otro —. El señor Park me pidió que le trajera esto. Son sábanas limpias y un botiquín de emergencias.
—¿Eh?
—El joven pensó que podría necesitarlo. —Me miró de reojo sin mucha discreción.
—Es así... —Jungkook dejó ambas bolsas en el suelo —, qué oportuno.
—Ya lo conoce, no se le escapa nada.
—Sí —me pareció escuchar el alivio e imaginar una sonrisa que dolió.
—¿Hay algo más que necesite? El joven Park quiere que sepa que puede pedirme lo que necesite.
—Eres muy amable, los dos lo son. No quisiera abusar de ti, pero ¿podrías ayudarme con un poco de comida? gasté casi todo mi dinero en el taxi hasta aquí.
—Cuente con ello, lo que sea —Asintió el hombre con una leve reverencia y adoptó un gesto serio —. Volveré con algo para comer, él me pidió que volviera a llamarle tan pronto sea posible y le explique lo que está sucediendo.
—Lo haré, muchas gracias. ¡Ah! No tenía idea de que estaban remodelando el lugar, pero no traigo ropa limpia conmigo...
—Yo me encargo.
El hombre se marchó después de una última reverencia, fue extremadamente sigiloso, no me extrañaba que nos hubiera tomado por sorpresa. Jungkook se paró a mi lado y dejó ambas bolsas sobre el sofá antes de estirar los brazos y tronarse los dedos de las manos como parte de un ritual. Del gesto relajado anterior no quedaba nada.
—¿Quién es él?
—Ve al baño a lavarte la herida, conseguiremos ropa limpia pronto. Te alcanzaré en un momento.
Entorné los ojos, nada satisfecho con que de pronto se volviera sordo a mis palabras. ¿Pero qué más podía hacer? Decidí que lo mejor era ocuparse de una cosa a la vez, así que obedecí y caminé con pies de plomo hasta el cuarto de baño. Era mucho más grande que el de Jin, tenía una tina pequeña, suficiente para una persona y los muros estaban forrados de un azulejo metálico que le daba un aire sumamente elegante. Me quité el pantalón y quedé solo en calzoncillos mientras me sentaba en la orilla de la tina y dejaba correr el agua. Intenté apagar mi mente, por supuesto que no funcionó, pero al menos mis manos me obedecieron cargando agua directo de la llave como un pequeño contenedor que soltaba directo en mi piel. Jungkook volvió cuando mi piel estuvo limpia, el agua corría sobre la porcelana con hilos rojizos que se iban por el caño junto a mis pocas esperanzas de retomar el control de mi vida.
Se arrodilló a mi lado, mi vista puesta en él parecía no afectarle mientras que con sus manos ahora limpias, palpaba la zona y esparcía un líquido blanco en forma de spray sobre mi herida. Agradecí que no me ardiera, pues el dolor que experimenté mientras la secaba con una gasa y me colocaba un parche nuevo, no fue nada contra su mirada distante que no abandonó su rostro incluso cuando volvimos a la cama con sábanas limpias.
—Procura descansar. Te despertaré cuando Hoseok vuelva con la cena.
Me observó de pie frente a la cama, no pensé jamás decir esto pero... daría lo que fuera por ver una de esas sonrisas burlonas que tanto me irritaban; la forma en que su piercing ahora reemplazado por la cinta blanca, solía resplandecer como un molesto láser apuntando a mis ojos; incluso esa mirada fiera que parecía querer buscar en mi interior la menor de mis debilidades para usarla en mi contra. Lo que fuera... menos esa ausencia de todo.
Cuando quiso alejarse, tomé su mano en un acto desesperado. No sabía qué preguntar, algo que él aceptara responder. ¿Lo siento? ¿Estás bien? Gracias por venir por mí.
—¿Y Namjoon?
—Hablaré con él. Descansa —dijo escueto, a ciencia cierta no sabía qué dolía más, si eso o su silencio.
Se deshizo de mi agarre como si espantara a una mosca y cerró la puerta detrás de sí, dejando que ese gran abismo se resquebrajara de a poco. Recosté mi cabeza sobre la almohada y miré al techo, en el recuento de los daños había una herida abierta, una revelación por parte de Jay y su paradero desconocido. ¿Había sobrevivido? ¿Qué había de Yoongi?
Me cubrí los ojos con el brazo y solté un lento y tortuoso suspiro, entonces vino lo peor: Jungkook y su enojo, ¿Namjoon estaría bien? No tenía idea de lo que Jin haría tan pronto descubriera en lo que me había metido. ¿Y si se largaba de la ciudad con Minhee y no volvía a verla?
Me cubrí la boca con mis dedos temblorosos y el llanto no tardó en mojar mis mejillas y la almohada. Los dejé correr como una cascada, todos y cada uno de mis errores y malas decisiones, y para cuando mi mente estacionó en la inminente realidad de que todo lo que tocaba lo arruinaba, me quedé profundamente dormido.
La cama se hundió a mi lado y una mano me tocó el hombro. Al abrir los ojos Jungkook me miraba con la misma expresión que comenzaba a tomar forma de desprecio.
—Hablé con Namjoon.
Quise incorporarme, pero él me lo impidió con su mano presionando mi hombro.
—Le pedí que fuera con Jin pero él ya estaba allí. Me dijo que están bien, pero que se llevará a Jin y Minhee con su madre unos días, vive a unas horas de Hanam. —Asentí, aliviado de saberles lejos de toda la mierda. Cuando intenté incorporarme de nuevo, él no me lo impidió —. Le dije que no intentara contactarnos, al menos no hasta que supiéramos que todo está bajo control. Él no parecía contento pero me dio su palabra, no tienes que preocuparte por ellos.
Hundí en el abismo las ganas de abrazarlo, de tocarlo y decirle lo muy agradecido que estaba con él, desconocía cuántos rechazos más de su parte era capaz de soportar mi roto cuerpo antes de hacerse trizas.
—Gracias.
—La cena está aquí, date un baño y ponte ropa limpia, dejé todo en el baño. –Se puso de pie y me miró desde las alturas —. Tomé tu teléfono del pantalón, Hoseok me pidió que nos deshicieramos de ellos, puede ser peligroso.
—¿Qué harás con ellos?
—Destruirlos, por supuesto. —Me dijo como si fuera lo más puto obvio del mundo.
Sin otra opción obedecí a sus órdenes. Podría jurar que ese tal Hoseok andaba por el edificio como un espectro acechando nuestros movimientos. A veces lo escuchaba hablar con Jungkook, pero cada vez que intentaba averiguar más, una punzada en mi cabeza parecía querer advertirme de algo más grande así que me rendía.
Tomamos la cena en el segundo piso, alguno de los dos había limpiado la zona mientras me encontraba en el piso de arriba y había dejado al descubierto la mesa para no más de cuatro personas y tres sillas. El silencio a nuestro alrededor incrementaba el sonido de mis bocados forzados que se parecían más a una cacofonía. Jungkook no habló, Hoseok había desaparecido y yo me sentí preso de mi propio purgatorio, ese lugar donde se emite tu juicio antes de tocar el verdadero infierno.
Bienvenido a casa, abraza tu infierno.
—¿Me dirás ya quién es él? —dije, jugando con los palillos en mi plato.
—El mayordomo de los Park —respondió, sorbiendo los fideos ruidosamente.
—Park... ¿Park Jimin? —pregunté temeroso.
—¿Tienes algún puto problema con ello?
Tragué saliva y tardé más de lo que hubiera deseado en negar con la cabeza. Me sentía agotado, incapaz de iniciar una de esas escenas donde yo las tenía de perder.
—No... es solo... no creí que...
—Si tantas ganas tienes de hablar, ¿por qué no me cuentas qué es lo que pasó?
Solté el aire de golpe, acorralado como un ratón con unas pinzas amenazandole contra la reja, decidí contarle lo que había sucedido. Sobre Jay pidíendome que renunciara y bueno, su sorprendente relación con Yoongi. Evité a propósito mi charla con Namjoon, después de todo Jungkook había hablado con él y algo me decía que ya estaba de sobra. Creí no estar haciendo justicia a una historia terrible, que mis torpes palabras no fueran capaces de transmitirle el terror que sentí, el miedo, sobre todo que entendiera mis motivos para no hacerle caso e intentar pelear. Supe que fallé estrepitosamente cuando Jungkook se puso de pie con sus cejas contraídas al frente y boca apretada, me miró en silencio y se marchó al primer piso abandonando su comida a la mitad.
Mierda...
.
.
.
—Jungkook, sé que no quieres entenderlo pero qui—
—No, no quiero entenderlo, ¡no puedo entenderlo!
Habían transcurrido dos días en ese maldito purgatorio cuando por fin me armé de valor para encararlo mientras él abandonaba el cuarto de baño después de una ducha. Dos malditos días de asfixiante silencio, de miradas evasivas, de su empatía reservada exclusivamente para Hoseok durante sus breves visitas para confirmar que todo estuviera en orden. Dos puñeteros días de hastío, de querer cruzar la maldita puerta y desaparecer de su vida sin decir más, de suplicar a la noche, a través de ese ventanal de persianas corridas, que me diera una señal, una palabra, lo que fuera que me hiciera convencerme de que tenía un motivo para quedarme allí.
La respuesta de alguna u otra manera siempre era la misma: Jungkook estaba allí, soportando y extendiendo esa maldita tensión como si fuera una forma de castigarme, pero al final del día, se había quedado y acudido en mi búsqueda. Se lo debía, cada respuesta escueta, cada monosílabo y mirada ausente. ¿Pero hasta cuándo?
Esa noche por primera vez desde que llegamos lo presencié, a sus emociones rebasando su gesto y a sus ojos rojos a punto de estallar en lágrimas. Quise sujetar su mano, pero él me evadió con un manotazo que me dejó de pie frente a la puerta y a él huyendo de mí hasta sentarse en el sofá junto a la cama. Puede que fuera mi señal para rendirme, para decirme que debía esperar un poco más, pero yo estaba agotado de esperar.
Sí, le mentí, claro que le había prometido que no pelearía más, pero lo había hecho... y si es que él me iba a mandar al diablo tan pronto sintiera que estaba a salvo, prefería que fuera de una buena vez.
Caminé a paso lento y me detuve frente a él. La pequeña toalla con que secaba su cabello le cubría el rostro como una capucha, mientras miraba el teléfono que Hoseok le había dejado para comunicarse con él, paseaba sus dedos sobre la pantalla haciendo quién sabe qué. Me arrodillé frente a él, si es que lo notó, no reaccionó ni un poco mientras yo miraba directo a sus piernas desnudas, cubiertas únicamente por el pequeño short deportivo que usaba para dormir y mitigar el calor de las noches en ese espacio asfixiante y reducido.
—Lo siento —dije con voz baja, aproximando mis manos hacia la piel expuesta con tanto cuidado como quien extiende la mano y espera a que un animal temeroso se acerque y lo olfateé hasta estar seguro de que está a salvo.
Creí escucharlo gruñir como asentimiento o quizá una forma de despacharme a mi y a mis inútiles disculpas. Al alzar mi vista con el rostro aún apuntando a sus piernas, pude ver que seguía inmerso en el maldito aparato, ese mismo que moría por quitarle y estrellarlo contra el muro.
—¿Jungkook? —lo llamé, pero tuve que insistir ante su falta de respuesta —. ¿Jungkook?
Esta vez gruñó más alto, lo tomé como un avance.
—¿Podrías mirarme? —alcancé la punta de la toalla e hice que resbalara despacio por sus cabellos hasta que tocó el sofá. Cuando él me miró, quise sonreír pero fracasé cuando la línea tensa en mi boca se negó a aflojarse —. De verdad lo siento.
—Ya lo dijiste —Finalmente ahí estaba su voz.
—Pero tú no me has respondido.
—¿Y qué esperas que te responda? —preguntó a la defensiva.
—Que aceptas mis disculpas... —me mordí el labio y cerré los ojos, como si un golpe estuviera a punto de venir.
—¿Si te digo que las acepto, te sentirás mejor?
Asentí tímido, como un reverendo idiota. Comprendí demasiado tarde que no era lo que él quería de mí.
—¿Eso es todo? ¿Estás seguro de que no necesitas otra cosa más? Por ejemplo, ¿que me de la media vuelta para que puedas volver a meterte en otro problema?
—Yo no...
—¿No qué?
—No tienes que ser tan duro conmigo. —Suspiré aún con la cabeza baja, reviviendo aquellos momentos de niño junto a la pareja de mi madre, en espera de una palmada en la cabeza y no una bofetada que me volteara el rostro —. Escucha, de verdad lo estoy intentando.
—Ah, claro que lo estás intentando... y supongo que eso tendría que ser mi consuelo ¿cierto? Kim Taehyung lo siente por ponerse en peligro, por lograr que casi lo maten dos veces.
—Sé que cometí un error... —Me mordí el interior de las mejillas, consciente del primer golpe imaginario de sus palabras. Podía resistirlo, por supuesto que sí.
—Al menos lo sabes —Su tono complaciente casi logra engañarme, casi... pues lo resentí como el segundo golpe.
—Cállate y déjame hablar. Sé que me equivoqué —Aparté el maldito móvil estorbando entre nosotros, él no opuso resistencia y lo dejé caer al suelo junto a mis rodillas para tomar sus manos y acariciar el dorso de ambas con mi pulgar. Su mirada fría, tan doliente como sus palabras, no se suavizó ni un poco —. No debí mentirte y sé que no entiendes que en ese momento creí que era lo mejor —Tragué saliva, admito que el discurso sonaba mejor en mi cabeza, pero su postura distante hacía flaquear mi espíritu —, pero esto es lo que soy. No tengo más talento que pelear y mis opciones eran pocas, sin embargo, lo único en que pensaba era en que Minhee fuera libre, que tú lo fueras también.
—¿A cambio de tu muerte?
—¡No buscaba morir! Que sea un tonto no es algo nuevo para ti. Pero sí que soy consciente de que las palabras no son lo mío como los puños sí lo son, y aún si moría, aún si Yoongi me dejaba sin escape... mi único consuelo y pensamiento es que tú pudieras seguir adelante, que Jin y Nam podrían darle a Minhee lo que necesitaba. La familia que nunca he podido darle, pues creo que lo mejor es que yo no esté.
—Lamerte las heridas no te queda, Tae, eres patético. —Ahí estaba el tercer golpe.
—¡No lo hago! al menos no es lo que quiero hacer —Restregué mi rostro contra la piel desnuda de su pierna izquierda, añoraba que todo terminara, que me abrazara y repitiera con esa decisión suya que todo estaría bien aún si era una mentira —. No sé cómo decirte que lo siento, que no quise herirte, que lamento cada uno de los golpes que Yoongi te dio por mi culpa. Que no quise... —Alcé el rostro y apreté sus manos hasta dejarlas sobre mis mejillas, necesitaba que supiera cuánto añoraba su toque, sentirle así como antes, como en tantas ocasiones donde él me infundía el valor que necesitaba y suplicaba más que nunca en ese instante para deshacerme del nudo apretándome la garganta —. No quería hacerte revivir la muerte de tu padre, mucho menos preocuparte... pero estaba asustado, tenía miedo de admitir y darme cuenta de que arruino todo lo que toco. Pero por favor, dime que no lo he arruinado —Lo miré con la vista aguada y mejillas mojadas —. Dime que todavía hay algo que pueda decirte, algo que esta estúpida boca pueda soltar para que me digas que todavía hay esperanza, que te quedarás conmigo. Jungkook... Estoy cansado de perderlo todo, de no saber cómo evitar que se me escape de las manos lo poco que tengo por mis estupideces. Te lo suplico... dime que puedo remediarlo porque si no —Apreté mi mejilla y oreja contra su pierna, tragándome el nudo y el impulso de gritar mientras me aferraba al toque de sus dedos entre los míos —, porque si no no sé qué será de mí, no puedo perderte también a ti, no me queda nada...
Su silencio cobró forma como una soga enredándose como serpiente en mi cuello; me dolió incluso más que soltara mis manos, creí que se pondría de pie y me quedaría tirado en el piso, en cambio, las puso sobre mi cabeza, me acarició el cabello y revolvió mis mechones como si de un ritual se tratara.
—¿Es eso? ¿Tienes miedo de perderme porque no te queda nada? ¿Soy un premio de consolación para ti?
—No seas idiota —Quise encararlo pero el presionó mi cabeza contra su pierna —. No... eres más que eso.
—¿Qué soy para ti entonces, Taehyung?
Tragué la saliva hecha piedra sobre mi lengua, siempre había sido pésimo con las palabras, incluso ahora... pero entonces lo recordé, aquella tarde en casa de Jin mientras le preguntaba qué era lo que sentía cuando besaba a Namjoon. Aquel momento vulnerable que me había ayudado a ver la luz del sol libre de mis escudos en alto. Mi amigo me había mirado con una sonrisa sutil que escondía un mundo detrás de sus dientes y con el brillo en sus ojos más resplandeciente que nunca.
—Todo —dije, más no era una repetición de sus palabras, era mi pecho liberándose.
—Tae —Su tono escueto me hizo apretar los párpados.
—¿Sí?
—¿Me quieres?
Asentí con un movimiento tan breve como seguro, no había más mentiras ni evasiones.
—Sí.
—¿Si que?
—Te quiero... te quiero maldita sea —Volví a restregar mi rostro contra su pierna, su mano sobre mis cabellos seguía allí y cobró fuerza como un espasmo, un estímulo que me hizo sentir más vivo que nunca cuando tiró de ellos.
—Demuéstramelo, ayúdame a entender —arrastró entre dientes —, ayúdame a quitarme esta sensación enfermiza, este veneno que brota cada vez que te veo y me siento como un maldito instrumento en tu vida y me hace preguntarme por qué. ¿Por qué, Tae? Me mentiste, te di todo de mí, y tú...
—Lo siento... lo siento —Sollocé sin aliento. Al pie de un abismo imaginario y el vértigo que anticipa una caída con destino directo al infierno, besé su piel; inicié con su pierna derecha y luego planté mi boca en su rodilla izquierda. Mis dedos ahora libres buscaron el camino a sus pantorrillas y se aferraron a estas, cubriendo de besos torpes allá donde tocaba con ojos cerrados. Jungkook no se apartó ni detuvo mis besos desesperados que de a poco se tornaron lentos y sutiles cuando me sentí a salvo del rechazo. Asomé mi lengua tímida y cuando su piel se erizó bajo mis labios, me abrí paso por debajo de la tela de sus shorts con la punta de mi nariz, dejando que mis manos dibujaran espirales ascendentes sobre su piel sensible. Inhalé profundamente y llené mis pulmones de su aroma a jabón y consciente de que él me permitía seguir allí, succioné la piel de sus muslos hasta que él jadeó y yo, impresionado de mi propia acción, admiré la marca rojiza resaltando en medio de su blanca piel.
La pizca de orgullo me animó a retomar el recorrido de mi boca cada vez menos torpe, mis dedos se aventuraron por debajo de la tela floja hasta encontrar el inicio de su ceñida ropa interior. Impulsado por mis rodillas y trasero al aire, restregué mi rostro contra su pelvis con suma calma, Jungkook propició la cercanía presionando con esas manos que acariciaban mis cabellos y a veces tiraban de ellos lanzando descargas eléctricas que alimentaban esa voz en mi interior y suplicaban que no me soltara.
Cuando dejé de frotar la tela con mi rostro, la visión de su erección viva y pronunciada me hizo tragar saliva. Me sentía eufórico y excitado como nunca, era la primera vez que la observaba tan de cerca, acostumbrado a que él fuera quien tomara el control y dictara el siguiente movimiento con su mano en alto como director de orquesta, no como ahora, que me miraba expectante del siguiente movimiento, diciendo sin palabras que aún aguardaba por mí, que era yo quien tenía el control hasta que él dictara que era suficiente.
En sus ojos fieros y semblante dominante, me vi falto de miedo y sobrado de un instinto temerario que emergió de mí como aquel día en que pisé un ring por primera vez. Supe que la sed que secaba mi paladar tan pronto lo humedecía, se debía a la falta de su saliva, que mi boca entreabierta y ojos entrecerrados, se mostraban ante él como una ofrenda que podía tomar cuando quisiera y que yo, en mi fuero interno, suplicaba que tomara con tanta hambre que no dejara nada de mí. Jungkook presionó su pulgar contra mis labios y yo lo tomé como una invitación a hundir mi nariz en su entrepierna e inhalé hasta que su aroma encendió el charco de gasolina en mi estómago; la mezcla a jabón y ese sutil aroma amaderado y tabaco que solía reconocer en él, se me antojó terriblemente varonil e irresistible. Descansé mi trasero sobre mis talones y sin premura, recorrí su short y boxer hasta que su erección se alzó imponente frente a mis ojos; él aguardaba en silencio, mordiéndose la boca mientras el tiempo parecía detenerse dictándome lo que tenía que hacer.
Lo que me moría por hacer.
Me incliné hacía él y asomé la lengua para lamer la punta. Me encargué de guardar su sabor en mi memoria y volví a probarlo esta vez con mis labios dejando un beso sobre la suave y esponjosa superficie. Jungkook llenó sus pulmones lentamente mientras tiraba de mis mechones entre sus dedos y fue como si presionara un botón, pues mis manos tomaron su centro y con movimientos inseguros de arriba abajo, lo metí por completo en mi boca, acuné mi lengua y hundí las mejillas.
Jungkook repitió mi nombre con voz ronca, volvió a acariciarlo entre esos labios pequeños que noches atrás me habían tomado por completo y yo lo recompensé descendiendo hasta que su carne me tocó la campanilla. Curioso y caprichoso era el destino, pues a mí, que no me gustaban ni un poco los hombres, mientras lo dejaba follarme la boca, mi erección no tardó en torturarme dentro de los pantalones.
Lo dejé controlar el ritmo. A veces presionaba lento, otras, tiraba de mí con tanta fuerza que, poner en palabras lo bien que se sentía me haría querer hundirme en la tumba antes de confesarlo. Presioné mis párpados, acaricié su pelvis y hundí mis dedos en el vello incipiente que me hacia cosquillear la nariz; él comenzó a jadear más fuerte, me sentí en el puto cielo, me sentí poderoso, y cuando finalmente se corrió en mi boca con un tacto tibio y agridulce, tiró de mis cabellos y me obligó a mirar el desastre más espectacular que jamás había presenciado.
Hambriento, excitado y vulnerable, pero con esa mirada afilada que complementó con una sonrisa ladina cuando sin esperar más, tragué.
—Maldición, Tae, ¿qué carajos me hiciste? ¿qué fuerza ejerces sobre mí? Dime cómo puedo seguir molesto contigo si ahora mismo lo único que quiero es follarte hasta que no puedas pararte de la cama.
—Hazlo.
—No puedo, estás lastimado —dijo, como si ese fuera el único maldito problema, porque en efecto, ese era el único puñetero problema.
—Entonces lastimame más, que el dolor sea por ti, que sean tus manos, tu boca la que me marque. Dile a mi cuerpo cómo te sientes, déjame encontrar el perdón, aliviar tu pena... hazlo tan fuerte que no quede más y entonces... cuando sea así, hazlo todavía más fuerte.
¿Quién diría que alguien como yo, tan lleno de estúpidos prejuicios y un orgullo por los cielos, encontraría la cura al dolor, a la desolación y desespero, en el recorrido firme y poco piadoso de sus manos por mi piel? Que bajo la luz tenue de una habitación ajena que nos mantenía unidos como pecador y verdugo, el cuerpo de Jungkook no podía lucir más perfecto con las marcas púrpura de una que no había podido vencernos, con nuestras cicatrices susurrándose una a la otra en silencio y con la sangre de su boca derramandose dentro de la mía como un elixir complementando un ritual.
Jungkook me tiró de espaldas sobre el colchón. No fue amable, no quería que lo fuera, por ello tragué cada siseo, cada mueca y la convertí en una muestra de placer y sumisión para él, los convertí en una plegaria silenciosa para que continuara, pues en sus brazos el dolor no era una marca que me robara lo poco que quedaba de un espíritu quebrantado, sino un acto reclamando lo que había dejado de ser mío y ahora le pertenecía a él.
Me robó el aliento con besos voraces, me mordió el cuello y no se permitió titubear bajo mi mano presionando su nuca contra mi piel. Me sentía tan caliente, tan enorme para mi pequeño cuerpo, tan desesperado de saber qué tanto resistirian mis pezones bajo sus incisivos y lengua serpentina apoderándose de ellos.
Hundí mi rostro en la almohada cuando él me obligó a girarme con mis rodillas dobladas y trasero expuesto. De nuestras prendas no quedaban más que cenizas en el suelo, como si fuera el aviso de que un volcán estaba a punto de hacer erupción y dejar solo fuego a su paso, ese mismo fuego que consumió mi vergüenza, miedos, y dolor y los reemplazó con una fuerza destructiva.
Jungkook besó el hueco ascendiente por mi espalda y se detuvo al llegar a mi oreja, cuando su erección presionó contra mi trasero, me sentía tan desesperado que quería gritar.
—Lo siento... no tengo lubricante.
—Ya te las ingeniarás —murmuré entre dientes, lo único que ataba mi espíritu a la cama era su aliento ardiente contra mi oreja.
—Podría lastimarte.
—¿Eres sordo o necesitas que te lo repita?
Su risa ahogada sacudió mis cabellos, por supuesto que no estaba preparado para lo que vendría, no tenía ni la más remota idea de lo que ese encuentro provocaría en mí, pero siendo honestos, no podía importarme una mierda. Las manos de Jungkook sobre mi piel se sentían como una recompensa y mejor que cualquier golpe que pudiera recibir en el ring. Quería que fuera mi verdugo, que expiara mis pecados, que no hubiera ni una sola parte de mí que olvidara cuán vivo sus manos me hacían sentir; su calor, su arrebatadora fuerza como un desastre natural.
Jadeé sin pudor cuando sentí un toque húmedo en mi entrada y a sus manos exponerme como jamás. Su lengua se movía como una serpiente y presionaba contra mí con tanta maestría que sentí que me desmayaría. Con la magia de su boca vino la fuerza, la intromisión de algo más rígido que su húmeda lengua haciendo círculos y su boca succionando mi piel en lo que creí un intento de relajarme o distraerme de lo que vendría, como esa segunda intromisión que me hizo hundir los dedos en la almohada.
Era doloroso... extraño, me mordí la boca intentando concentrarme en su toque blando, en el jugueteo de su mano libre acariciando mi espalda de arriba abajo.
—¿Estás bien?
—Sí —jadeé —sigue, estoy bien...
Agradecí que no insistiera, que su pregunta me hubiera distraído lo suficiente para no echar de menos sus dedos y que de pronto sintiera algo más grande y duro que antes presionar contra mi entrada. Se abrió paso en mí como el hierro caliente, me sentía colmado, aturdido y tan desconectado de mis propias ideas que volví a jadear con una mezcla de dolor y placer. Comencé a respirar erráticamente, me mordí la boca, aferré mis manos a la pared, y antes de que pudiera arrepentirme, de que pudiera girarme y pedirle que se moviera de una maldita vez, Jungkook, mi preciado y hermoso verdugo, empujó y yo no fui más que una extensión de su cuerpo que luchaba por desprenderse de su forma original y encontraba la manera de adherirse a él, de quedarse así para siempre. Embriagado de placer, consumido sentido a sentido. Lo sentía en mi garganta seca y adolorida, dentro de mí como la lava, en la daga imaginaria clavada en mi costado que amenazada con desangrarme. Creí escuchar su voz en mi cabeza, llamando mi nombre, jadeando como un loco, empujando sus caderas contra mí, lo sentí tan mío que quería devorarlo, consumirlo entero hasta que de él no quedara más la sangre que lamería de mis dedos con aire victorioso.
Grité, él lo hizo conmigo y de pronto la oscuridad me atrapó entero.
Cuando desperté, mi cabeza se encontraba descansando sobre la almohada. Del individuo llamado Kim Taehyung, no quedaba más que un desastre de miembros laxos y entumecidos en una posición humanamente imposible. Pasados los segundos comprendí que la mano cubierta de moratones descansando sobre mi pecho desnudo, no era la mía, y que lo que creí la almohada, no lo era tampoco. Jungkook me abrazaba por la cintura y su brazo se perdía por debajo de mi cabeza, fue como despertar de un sueño ya repetido, a excepción de que el panorama era más sombrío, él no roncaba como siempre y sus ojos, que tendrían que estar cerrados, me observaban con curiosidad.
—Hola —murmuró.
—Hola —mi tono grave pareció sacudir mi cuerpo y mente en el acto. Dolor y todo incluido.
—¿Cómo te sientes? —juntó sus cejas al frente. Dios, de verdad echaba de menos sus molestos ronquidos.
—Hecho mierda —Mi patética sonrisa flaqueó oportunamente por un dolor de ubicación desconocida.
—Eso fue... —Se mordió el labio con un semblante que se me antojó pícaro y juguetón. Él no lo sabía, pero incendiar un bosque o cortarme una mano habrían valido la pena con tal de ver esos ojos llenos de vida y no al espectro ausente de los días anteriores —, intenso.
—Todo es intenso cuando se trata de ti.
Sonrió, esta vez apenado, preocupado quizá.
—Lo siento.
—No lo hagas —Me giré de a poco para encararlo en una posición más cómoda, puede que haya aprendido a vivir con el dolor, pero ese momento era mío, cada segundo, cada gesto, cada centímetro de su piel bajo mis dedos, y estaba dispuesto a disfrutarlo al máximo —, yo te lo pedí.
—¿Te lastimé?
—Jungkook, no podrías lastimarme aunque quisieras. —Medité la mentira y torcí la boca— bueno, quizá sí, pero no lo hagas más por favor.
Movió la boca para decir algo, pero no hacía falta repetir que ese era mi momento y si me daba la gana plantarle un beso sorpresa, lo haría incluso dos veces. Él no pareció ofendido por mi forma de callarlo, lo supe cuando su lengua buscó la mía y sus dientes arañaron mi labio inferior estremeciendo todo a su paso.
—Hace un momento... lo dije en serio, que te quiero.
—Lo sé —Delineó mi ceja partida con su pulgar y me miró como si yo fuera alguien que valiera la pena. —. Y no tienes idea de lo mucho que te quiero, Kim Taehyung, así que no vuelvas a mentirme.
—Lo intentaré.
Su gesto ofendido me robó una risa que me hizo estremecerme en el acto. Karma puro.
—Deberíamos ir al hospital.
—No, es solo dolor... y tengo lo que necesito justo aquí —Me acurruqué contra su pecho y él no tardó en acariciarme la espalda, dejando un beso aquí y allá sobre mi cabeza hasta que el sueño comenzó a ganar terreno.
—¿Tae?
—¿Hmm? —gruñí, tan calientito en sus brazos que el precio que había pagado me pareció absurdo comparado al paraíso de su corazón resonando tranquilo contra mis oídos.
—Felicidades, pagaste tu deuda.
Estiré de a poco mi boca en una sonrisa llena de dicha. Amaba a ese hijo de puta.
.
.
.
Piensen en un momento incómodo, ese que les haga arrepentirse de salir de casa o que estarían dispuestos a buscar una solución mística con tal de borrarlo. ¿Lo tienen? Aquí les va el mío.
El ex novio de mi novio en un duelo de miradas silenciosas que se había prolongado los minutos suficientes para querer cortarme la garganta.
Dios... ¿dije novio? Bueno, cómo sea...
Park Jimin ocupaba la tercera silla del comedor, tenía su pierna cruzada y espalda apoyada contra el respaldo en una posición... ¿cómoda? ¿exigente? y una taza humeante de té a escasos centímetros —cortesía del muy eficiente Hoseok que nos había servido una a cada uno. ¿Qué era esto? ¿Una reunión con Minhee? —. Jungkook lo observaba de brazos cruzados en la silla del frente, tenía el ceño tan tenso que creí que las arrugas se le quedarían para siempre.
Respecto a mí, bueno, después de esperar paciente a que Jungkook terminara de relatarle a Jimin lo sucedido en los últimos días, no me quedó más que poner mis manos sobre la mesa y apretar la madera cada que mi boca amenazaba con soltar una sandez. Me sentía expuesto, por supuesto, pero después de que Jungkook y su episodio de pocas palabras terminó, él me había confesado que el lugar donde nos encontrábamos era el estudio donde solía practicar con Jimin. Con el tiempo se convirtió en una escuela de baile de distintos tipos, pero si es que a alguien además de a mí le hizo ruido que hubiera una habitación en el tercer piso, bueno, él me dijo como si me soltara que le gusta el helado de chocolate, que Jimin había mandado a hacer esa habitación para que ambos pudieran descansar allí después de sus largas noches de entrenamiento. Sí, cómo no...
Esperaba que ese tal Jimin no siguiera "descansando" en esa cama, pues en ese caso, su ex novio y yo habíamos descansado muy bien la noche anterior. Como fuere, el estudio se encontraba en remodelación y por alguna razón que desconozco y a Jungkook no pareció importarle, todavía conservaba la llave de su gran recinto de descanso.
Extraña persona era ese tal Jimin, pues no pareció impresionado cuando llegó y me vió allí, plantado en su estudio, pero sí que le puso a Jungkook una de esas miradas que no aceptan omisiones. ¿Y cómo no? él nos había salvado, claro que merecía las respuestas por muy privadas que fueran.
—¿Y bien? —preguntó Jungkook entrelazando sus manos sobre la mesa.
Jimin tomó la taza al frente, dió un sorbo lento y suspiró con un gesto casi entretenido.
—Está bien, te ayudaré —me miró por unos segundos antes de ignorarme como la cucaracha que me sentía —. Los ayudaré.
Lo miré estupefacto, Jungkook parecía haber escuchado la respuesta a la paz mundial.
—¿De verdad? Puede ser peligroso para ti, tu familia incluso.
—¿Peligroso? —Bufó y dejó la taza en la mesa con un acto casi dramático —. Hasta donde tengo entendido, tú y él —me señaló sin mirarme —, solo necesitan un lugar temporal para esconderse. Aunque si te soy honesto, no creo que seguir aquí sea la mejor opción; es pequeño, incómodo, huele a viejo y claro... sigue en obras —suspiró y se encogió de hombros —. Tu casa está descartada, si es que Yoongi te sigue buscando, será uno de los lugares que mantendrá vigilado, puede que incluso haya alguien esperando por ti.
—Dijiste que la habían revisado —respondió él, nada contento.
—Sí, pero fue solo un día. Si lo hago constantemente alguien podría darse cuenta. —Tomó la taza y dio otro sorbo —. No estoy en contra de que te quedes aquí, puedo ordenar que continúen la remodelación para guardar las apariencias, tienes un espacio donde comer y dormir, pero hasta yo sé que los criminales necesitan un poco de dignidad.
—No somos criminales —puntualizé.
—Se están escondiendo como si lo fueran —No me miró, así de poca cosa era para él.
—Es por seguridad, no solo nuestra sino de su amigo.
—SeokJin, ¿cierto? —Paré la oreja ilusionado cuando escuché su nombre —. Hablé con Nam hace dos días, no hay novedad y yo puedo asegurarme de que esté a salvo cuando vuelva al gimnasio. Enviaré a alguien que se haga pasar como cliente, pero no puedo llamarlo de nuevo y pretender que de pronto me importa saber qué es de su vida justo después de tu desaparición. Sospechará de mí y me obligará a contarle lo que sé.
—¿Te preguntó sobre mi? —dijo él.
Jimin asintió y comenzó a jugar con su pierna cruzada debajo de la mesa.
—Me pidió que fuera honesto y le dijera si había escuchado algo de ti después del tiroteo. Le dije que no, que le llamaba justo para saber cómo estabas, que lo había escuchado en las noticias. Sabrás que no fue fácil, me preguntó incluso si alguno de los detectives de mi familia podían averiguar si estabas a salvo —Hizo girar la taza entre su dedo índice y pulgar con suma calma e hizo una pausa —. Kook, sabes que odio mentir así que espero que no extiendas esto demasiado.
—Yo tampoco quiero mentirle, solo le dije que huyera y me comunicaría con él después pero...
Jungkook me miró esperando una reacción de mi parte. Había sido decisión mía que no volviera a comunicarse con él después de la primera noche. Los hombres de Yoongi no podrían amenazarlo si no sabía nada y él no intentaría buscarnos y ponerse en peligro, ni siquiera Jin. Claro que Jungkook no estuvo de acuerdo pero aún así aceptó.
—No, no podemos decirle nada. Conozco a Jin, comenzará a buscarme y es capaz de ir donde Yoongi a encararlo y hacer una estupidez. Solo quiero lo mejor para él y para mi hermana, aún si eso implica no aparecer en su vida de nuevo.
—¿Para siempre? —preguntó Jimin con una ceja alzada.
Su curiosidad honesta me dejó sin aliento junto a la perspectiva de extender aquello para siempre. ¿Estaba listo? No lo sabía, por suerte Jungkook salió a mi rescate.
—Al menos un par de meses, es todo lo que necesitamos para averiguar qué fue de Yoongi. Quizá con el tiempo se aburra de buscarnos.
—Quizá. —Jimin se encogió de hombros, no le creí.
—Entonces... —preguntó Jungkook con cautela.
—Los ayudaré, pero creo que lo mejor es que salgan del país. Hoseok y yo podemos mantenerte al tanto de lo que pase con Nam y su familia —ladeó la cabeza para señalarme en un breve gesto —. Les daré un poco de dinero hasta que consigan trabajo y puedan mantener una vida bajo las sombras.
—No, eso es demasiado.
—Es lo que necesitan hacer. —Atajó sin miramientos, si me sentía fuera de lugar antes, la sensación incrementó.
—¿Y qué quieres a cambio? No harás esto gratis no por los buenos tiempos.
Los buenos tiempos.
Deseé tener un artefacto que borrara esa frase de mi cabeza, pues aún si Jungkook me quería, era consciente del pasado accidentado de esos dos y al mirar a Jimin, pude ver en sus ojos el fuego vivo de una fogata que se negaba a extinguirse, o que quizá, de alguna dolorosa manera... esperaba que ese alguien que la había encendido antes la apagara con un gran cubo de agua. El amor seguía allí.
—Quiero que te sometas a la cirugía.
—No —Jungkook golpeó la mesa con su puño más rápido de lo que pude procesar.
—Bien, suerte consiguiendo a alguien que pueda y quiera ayudarte.
—No puedes estar hablando en serio. —Jungkook arrastró entre dientes, el calor ascendiendo por su rostro le pintó las orejas de rojo.
—Es mi única oferta.
Jungkook se paró como si un resorte lo impulsara y con sus palmas sobre la mesa, se impuso como una bestia de ojos fieros. Yo lo miré sin saber qué hacer, al frente de nosotros, el señor Hoseok negaba con un gesto tranquilo, como si ese episodio le pareciera familiar. Y Jimin... él permanecía impávido.
—Ya hablamos de esto, además, ¡Hace años que dejé de bailar! —Volvió a golpear la mesa, esta vez con menos fuerza —. No te sirvo para nada, ni siquiera a tus padres para que hagan una inversión así —Suspiró irritado, yo lo estaría frente a un muro impenetrable con aspecto angelical y cabellos rubios, juzgandote como si la anécdota le hubiera aburrido horas atrás —. Jimin, tú y yo dejamos lo nuestro años atrás, ¿qué podrías ganar con mi operación?
Jimin se puso de pie con un andar que se me antojó elegante y rodeó la mesa hasta llegar a Jungkook. Al pasar a mi lado, deseé que su fragancia no fuera tan exquisita y me recordara lo muy por debajo de él que me encontraba.
No importaba las veces que me lo preguntara. ¿Qué mantenía a Jungkook a mi lado? No era un rubio vestido en un traje hecho a la medida que olía exquisito y tenía el dinero suficiente para pedir que asesinaran a alguien en su nombre. Y sobre Jimin... ¿Qué era eso que lo mantenía atado a un hombre que juraba no existir más?
Pensarlo era confuso.
Pensarlo me calentaba el corazón: «Maldición, Tae, ¿qué carajos me hiciste?» Me había dicho él la noche anterior.
Ni siquiera yo lo sabía. No lo merecía y aún así lo quería a mi lado.
—¿Y a tí qué más te da? Es lo que pido a cambio.
El golpe de Jimin sobre la mesa me arrancó de mis pensamientos y me llevó a presenciar otro duelo de miradas. Quizá esa era la razón por la que una basura como yo había llegado a la vida de Jungkook, tenía que ser yo...
—Amm —Dios, era tan incómodo que me acorbardé en el primer instante que los dos me miraron como si quisieran estrangularme.
—¡Cállate! —dijo Jimin dejándome boquiabierto —. Es mi última palabra, tómalo... —Apretó los dientes, como si aquello escondido detrás le doliera al salir —, o busca a otro tonto que quiera ayudarte, pero hasta donde recuerdo, Kook, tus opciones son limitadas.
—Solo quiero saber porque... —Jungkook apretó los dientes y cerró los ojos con pesar, me sorprendió su calma, creí que le gritaría que nos largariamos en ese mismo instante —, no volveré contigo, lo sabes, ¿cierto?
Jimin soltó una risa herida.
—No seas ridículo. Volver contigo significaría recoger las migajas de lo que un día fue y no volverá a ser jamás. Puede que nuestra historia juntos haya terminado pero yo sé quién eres, Kook, lo que amas y el dolor te quitó de las manos. Pero si aún lo puedes hacer y si de mi depende rescatar a esa persona que me enseñó tanto sobre mí y lo apasionado que puede ser alguien por su carrera, creeme que no me rendiré tan fácil. Quiero volver a verte bailar aunque sea en un pequeño escenario —Sonrió y apretó su puño sobre la mesa, deseé no sentirme tan triste al adivinar la trayectoria que él hubiera deseado buscar; directo a la mejilla de Jungkook —. Además... sabes que soy hijo único y ser caprichoso está en mi naturaleza.
Su voluntad férrea, la solemnidad y honestidad en sus palabras me dejaron sin palabras. Quizá de haber conocido a Park Jimin en diferentes circunstancias, él habría sido capaz de inspirarme algo más que una punzada incómoda en el pecho y la impresión de ser juzgado como a un animal rastrero.
Jungkook soltó el aire de golpe, lucía inquieto y demasiado pequeño para su propio cuerpo que deambulaba por la habitación. Estaba tenso, molesto y acorralado; por si fuera poco, a mí todavía me quedaban un par de decisiones idiotas en la bolsa, así que me puse de pié y me detuve frente a Jimin con la espalda recta.
—Lo hará.
Jimin me miró sin entender, como si le hablara en otro idioma. Por su parte Jungkook avanzó furioso hasta nosotros.
—¡No!
—Lo hará —Repetí con aire solemne y mi vista puesta en Jimin —. No tenemos nada que perder, ¿cierto? Solo quiero saber si realmente podemos confiar en ti hasta que nos sintamos a salvo y yo me encargaré de que él se haga la cirugía.
—Tú no tienes derecho a decidir eso —Cuando me sujetó el brazo lo encaré.
—¿Quieres dejar tu maldito orgullo? Porque hasta donde recuerdo, fue lo primero que tuve que dejar yo para quedarme aquí tal y como me pediste. Es un trato justo.
—Es diferente, no puedo pagar por ella.
—Kook.
—No, no me digas que no tengo que hacerlo, no quiero tu lastima —soltó como si tuviera veneno en la lengua.
—¡Cierra la boca! —grité y solté el aire con un doloroso movimiento que me sacudió entero —. Encontraremos la manera de pagar. Jimin aceptará el dinero después, ¿cierto? —Jimin titubeó con sus pupilas incrédulas, pero yo no se lo iba a permitir —¿cierto?
—Cierto —dijo, después de unos segundos con aire derrotado.
—Bien, entonces tenemos un trato.
Extendí mi mano y él la estrechó después de unos segundos eternos. Miré a Jungkook, no estaba ni un poco contento con el trato, pero después de suspirar y darnos la espalda el tiempo suficiente para retomar el control de sus emociones, se paró en medio de nosotros y dijo:
—Espero que sepas lo que haces —Estrechó la mano de Jimin.
—Nunca lo sé, pero eso nos ha detenido —sonreí divertido y él me regaló una de esas sonrisas que hacían que sus ojos se convirtieran en dos medias lunas.
—Dios, me largo —dijo Jimin antes de abandonar la habitación.
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Eran pasadas las siete de la noche cuando salí del baño secándome los cada vez más largos mechones de cabello. Nota mental: me urgía un corte de cabello. Puede que la coleta que me hacía al trabajar ayudara, pero odiaba invertir tanto tiempo secándolo.
Me tumbé en el suelo y comencé a estirar el cuerpo entero, la jornada laboral había sido devastadora con el nuevo escenario a montar en el teatro que, a pesar de que fuera pequeño, lucía enorme cuando lo montabas desde cero. En ocasiones como esas echaba de menos mi trabajo como cajero en el supermercado, las únicas veces en que tenía que cargar cajas era para ayudar a mis compañeros y mi mente se volvió extremadamente ágil para los números. La paga no era mucha pero sí la suficiente para las comidas y la renta del departamento que Jungkook y yo alquilabamos juntos. No obstante, tres meses atrás durante una cena en un restaurante de comida china, Jungkook había soltado la bomba diciéndome que la familia de Jimin tenía un lugar disponible en su compañía para mí. Por supuesto me negué, ya suficiente tenía con lo mucho que Jimin nos había ayudado en los últimos tres años, pero la vida en una ciudad como Tribeca era como subir una montaña rusa constante de gastos sorpresas y Jungkook no estaba acostumbrado a vivir en la miseria que normalmente me sentaba bien. La discusión terminó con un asentimiento resignado en algún momento había aceptado que los sacrificios eran una constante en nuestra vida, al final del día, Jungkook había cedido respecto a la cirugía y yo se lo debía de alguna forma.
Cuando el reloj marcó las ocho, bajé a la cocina y preparé algunos waffles para la cena, Jungkook solía llegar agotado y hambriento de los ensayos y no solía ser quisquilloso con mis pobres habilidades culinarias. Me llevé un par de waffles a la pequeña sala y los mordisqueé mientras hacía explotar las cabezas de unos cuantos zombies y rebeldes del juego de moda. ¿Quién lo diría? Mi pequeña hermana no se había equivocado con su fanatismo por los zombies y yo había encontrado en ese videojuego la terapia para mis momentos de aburrimiento y una forma mínima de sentirme junto a ella en la distancia.
La puerta sonó anunciando la llegada de Jungkook y yo devoré el waffle a grandes mordidas, dejando solo una porción colgando de mi boca cuando él me alcanzó en el sofá y se sentó a mi lado, aguardando en silencio a que terminara la partida.
—Huele delicioso —dijo, cuando me giré a verlo y dejé el mando sobre la mesa, él me quitó el último trozo de waffle de los labios y se lo echó a la boca —. ¿Soy yo o mejoraste la receta?
—Son instantáneos, no te emociones.
Soltó una risa y asintió, subiendo de pronto sus rodillas al sofá para sentarse sobre mis piernas y juguetear con los mechones todavía húmedos que me caían sobre el rostro. Me observó por unos momentos, tenía esa maña de permanecer en silencio mientras paseaba sus dedos por cada una de mis facciones, pero había algo en sus labios apretados que me hizo ponerme en alerta.
—¿Sucedió algo malo?
Negó en silencio y después de dejar un corto beso en mi boca, pegó nuestras frentes. Sus pulgares todavía acariciaban mis mejillas cuando soltó otra bomba.
—Hablé con Namjoon.
—¿Por qué? —pregunté de pronto sin aliento.
—Porque lo extraño.
—Pero...
Sentirme molesto o herido eran de mis primeras opciones en la lista, habíamos acordado esperar a que las cosas se tranquilizaran, sin embargo, cuando la cirugía de Jungkook pasó y completó su rehabilitación que nos llevó un año más, creí que él lo dejaría pasar, así como yo. No es que los haya olvidado, por supuesto que no, los recordaba cada maldito día de mi vida al abrir los ojos, convencido de que nuestras vidas funcionarían mejor en paralelo.
—Pensé... acordamos que lo hablamos antes.
—Y pensé en hacerlo —Se apartó unos centímetros y estiró las comisuras de mis labios exageradamente en lo que seguro sería una mueca ridícula —, pero supe que pondrías esta misma cara de pocos amigos.
Arrugué la frente y él sonrió como un pillo, dejándome otro beso que no fui capaz de responder por la repentina noticia y bullicio interno.
—Tae, te amo, sabes que es así. Si me pidieras que te acompañara a las puertas del infierno lo haría sin dudarlo de nuevo —Se sentó por completo en mis piernas y descansó sus manos en mi pecho —, pero quiero que entiendas que Namjoon es mi familia y que no puedo conciliar el sueño por las noches pensando en que él se va a la cama angustiado y preguntándose qué fue de mí. ¿Crees que es justo? Él ya perdió un amigo a manos de Yoongi, no puedo quitarle algo más —juntó sus cejas al frente —. Entre él y yo las cosas siempre han sido así; contarle todo, incluso las cosas más disparatadas, como pedirle ayuda para entrenar a un chico de mal carácter que me gustó desde la primera vez que lo ví. —Sonreí sin poder evitarlo, aún si ese gesto no alcanzó mis ojos cuando él se inclinó a besarme de nuevo —. Necesitaba saber que estaba bien.
—¿Y lo está?
La molestia seguía allí, pero el deseo de saber qué había sido de Namjoon era algo compartido. Jungkook asintió un par de veces.
—Sí, pero está tan furioso que temo que no volverá a invitarme a ningún cumpleaños por lo que resta de su vida. —Dejó salir el aire dramáticamente —. Me preguntó dónde estaba y antes de que te pongas como loco, no, no se lo dije. Le supliqué que intentara comprenderme a mí y mis razones para permanecer en las sombras... también le pedí que guardara el secreto.
Sus manos ascendieron calmas sobre mi pecho hasta enredarse detrás de mi nuca.
—¿Le crees?
—Por supuesto, no lo hará con gusto pero él es un hombre de palabra. Puede que Jin se la ponga difícil, pero se las ingeniará.
Él se burló divertido, en cambio mi corazón había dado un vuelco, como si hubiera esperado ese momento en que su nombre brotara de una boca que no fuera la mía.
—¿Siguen juntos?
—¡Más que eso! Están casados, ¿puedes creerlo?
Mi quijada debió caerse al suelo, pues Jungkook aguardó con una risilla contenta a que lo bombardeara con preguntas o dijera uno de mis comentarios estrella... pero entonces otro nombre resonó en mi cabeza con más fuerza que el anterior.
—¿Y Minhee? ¿Cómo está ella?
—¿No crees que es a otro a quien debes preguntarle eso?
—Kook.
Acunó mis mejillas y presionó su boca contra la mía. Su toque cálido y los segundos que alargó su contacto como si intentara contener la tormenta, me ayudaron a tomar aire con más calma.
—Amor, sé que estás asustado, pero la única razón por la que Jimin vino a mí esta mañana con un nuevo teléfono para llamar a Namjoon, es porque considera que estamos fuera de peligro. Quizá esta sea nuestra oportunidad para salir de la cueva y retomar nuestras vidas.
—No .—Él debió leer en temor y la duda en mis ojos, pues me calló con su dedo sobre mi boca.
—Entenderé si no quieres, no te presionaré si no estás listo. Pero... —Ahí estaba, ese maldito "pero" —, ¿no crees que Jin merece algo mejor que ésto? Saber si estás vivo o muerto y de alguna manera cerrar el capítulo de la historia.
El enojo me estrujó la garganta, odiaba aún más saber que él tenía la razón.
—Jin no me necesita, lo único que hago es meterlo en problemas.
—Problemas que él decidió aceptar porque te quiere. Es injusto... entrar en la vida de alguien y marcharte así sin dejar rastro. Si es que lo abandonarás, al menos merece conocer las razones y que tú lo quisiste así. Saber que al cruzar la puerta de su casa no hay más peligro acechando y que dejaste la vida que él nunca quiso para ti. ¿Qué hay de Minhee? También merece saber que su hermano está vivo y que no la abandonó solo porque ya no la quería más.
Tragué la piedra en mi garganta y aparté mi vista de él, me ardían tanto los ojos que supe que en cualquier momento me soltaría a llorar, pero él no me dejó, reafirmó su agarre en mis mejillas y antes de que me obligara a mirarlo, hundí mi cabeza en su pecho. Él esperó paciente, presionando su boca contra mi cabello y haciendo círculos en mi nuca en un intento de consolarme.
—Llámalo... dile dónde estás, que lo extrañas. O despídete de él si es lo que deseas, pero no le niegues el final que merece.
—¿Estás bien con eso? —mi voz brotó ahogada desde su pecho.
—¿Honestamente? Ni un poco, pero me es suficiente con saber que Namjoon está bien y que puedo llamarlo de vez en cuando para mantener el contacto. Mi vida contigo aquí y en el teatro, incluso con el mal humor de Jimin y el director, me hace feliz. Pero los nuevos comienzos nunca me han asustado, ya sabes, en caso de que decidas que es hora de volver...
—No...
Sentía que alguien o algo estrujaba mi corazón con saña, ese alguien era yo, pero Jungkook alzó mi cabeza aún entre sus manos y me sonrió con esa ternura reflejada en cada uno de los trazos que conformaban su rostro. Esa que lograba mantenerme a flote cuando me sentía preso de una amnesia imaginaria que me hacía detenerme en medio de la calle y preguntarme. ¿Quién era yo y qué estaba haciendo allí?
—Es un no entonces —Me besó; un roce corto, uno más largo y finalmente otro corto que resonó en mis oídos —, pero llámalo al menos.
—Odio que me manipules así —dije con mi vista puesta en su boca, ansioso y desesperado porque volviera a besarme y tuviera el pretexto perfecto para huir del tema de la llamada y el rostro de Jin.
—Eso es mentira.
Hurgó en el bolsillo de su chaqueta y seguí sus movimientos hasta que dejó sobre mi mano un móvil que no era el suyo. Adiviné que era el mismo que Jimin le dió esa mañana. El maldito aparato adquirió un peso inimaginable en mi mente, tenerlo cerca era aún más aterrador, pero nuevamente Jungkook, como si pudiera leer entre las líneas imaginarias que conformaban mi cuerpo, tiró de mi quijada y me besó con ganas; me besó hasta que me robó el aliento y dejé caer el móvil entre nosotros para que mis manos inquietas pudieran deshacerse de sus prendas; jadeó en mi boca con tanta sensualidad que mi entrepierna se estremeció en el acto, implorando sentir la suya restregándose contra mí. Sin embargo, cuando quise cargarlo y darnos la vuelta para que se recostara sobre el sofá, él se puso de pie de un salto y me miró triunfante con el cabello alborotado y la boca hinchada.
—Terminaremos esto una vez que hagas esa llamada, Kim Taehyung. Considéralo un premio, o un castigo... quién sabe.
Le lancé uno de los cojines que él esquivó sin problemas y una carcajada sonora resonó de camino a la cocina.
Ese infeliz...
Me recosté en el sofá con mi vista puesta en la lámpara encendida del techo. Del calor que Jungkook había provocado en mi cuerpo no quedaba nada, pues se apagó como una fogata a la intemperie cuando la imagen de Jin felizmente casado con Namjoon se robó mi atención. Todo empeoró cuando pensé en Minhee, compartiendo la mesa con ellos en una escena envidiablemente feliz.
Palpé el sillón a ciegas hasta que encontré el maldito aparato y lo alcé frente a mi rostro. No tenía contraseña y en la pantalla relucía un atardecer sacado de las fotos de muestra, presioné el icono de las llamadas y al entrar a los contactos, me percaté de que únicamente había dos nombres guardados.
Kim Namjoon.
Kim SeokJin.
Ese Jimin, de no conocerlo previamente, juraría que era más eficiente que el mismísimo... que el mismísimo Jay.
Me senté de golpe, ansioso de huir del recuerdo de mi viejo mentor y amigo; de pie en un estacionamiento pobremente iluminado con lágrimas en los ojos y dedos temblorosos tentando el gatillo del arma. Si iba a hablar con Jin, tenía que alejar a Jay de mi cabeza, no podría con el cargo de conciencia de los dos al mismo tiempo.
Llené mis pulmones lenta y dolorosamente, seleccioné el nombre de mi amigo en pantalla y me tardé más de lo que hubiera deseado en presionar la palabra "llamar". El tercer tono en la bocina me convenció de que era tiempo de huir, pero cuando el cuarto tono llegó y alejé la bocina de mi oreja, escuché su voz.
—¿Hola?
Sentí un escalofrío cuando llevé nuevamente el teléfono a mi oreja y tomé aire con miedo de que él pudiera percibirlo del otro lado. Ni una sola de las frases que recurrían a mi cabeza se sentía suficiente para justificar esa llamada, así que pensé en colgar, él no se enteraría quién habría sido de todas formas.
—¿Quién es? —Insistió con un tono más alto y yo apreté el apartado entre mis dedos, tenía un nudo en la garganta —. No es gracioso, voy a colgar.
Exhalé de golpe como parte de un impulso desesperado y me cubrí la boca cuando me di cuenta de lo que había hecho, Jin esperó en silencio y después de unos segundos dijo:
—¿Tae? ¿Taehyung, eres tú?
Creí escuchar un ruido amortiguado a su lado. Sábanas, el colchón quizá... ¿Qué maldita hora era en Corea para empezar?
—¿Tae?
Tragué saliva, y le limpié furiosamente el hilo de llanto que en algún momento había brotado en contra de mi voluntad.
—Jin... —dije al fin con un hilo de voz.
—¡Eres tú! —la sorpresa y júbilo impresos en su voz, se clavaron en mi corazón como dagas oxidadas y sin filo —pensé... pensé... por todos los cielos ¡Eres tú! ¿en dónde estás?
—Estoy bien —sonreí con amargura, lejos de su mirada peligrosa —. Solo llamé porque quería saber si tu lo estabas.
—¿Solo querías saber eso? —preguntó con un tono divertido, me estaba perdiendo la broma y él la realidad.
—Es increíble que diga esto pero... de verdad extrañé tu molesta voz. —Me dije que estaría bien si me mantenía en las orillas de la conversación, evadiendo el elefante en la habitación y sus preguntas.
—Y yo, ¿Quién diría que echaría tanto de menos a un dolor de culo como tú?
Disfracé a la perfección mi sollozo con una risa corta.
—Lo siento, Jin... por haber desaparecido así. Quería protegerte a ti y a Minhee.
—Me enteré ese día del tiroteo en el estadio. ¿Tan grave fue? —Asentí inútilmente —. ¿Por eso huiste?
—Sí... quería evitar que te relacionaran conmigo, quería mantenerlos a salvo de esos matones... —Solté todo el aire de mis pulmones pero la carga en mi pecho no disminuyó —¿Cómo está ella?
—Enorme —Su tono contento me ayudó a imaginar la sonrisa orgullosa que seguro tendría en esos momentos —. La pondría al teléfono pero está dormida.
—¿A esta hora? —Claro, como sí supiera qué maldita hora era.
—Sí, anoche nos desvelamos con un gran maratón de películas, tendré que sacarlos de la cama a la fuerza para comer.
—Ah, lo siento...
—No importa.
Apreté mis labios sin saber cómo continuar. Añoraba saber más de mi pequeña pero de hacerlo, no tendría el valor para mantenerme firme.
—¿También Namjoon?
Jin suspiró, el ruido a su alrededor incrementó y finalmente escuché con claridad el "clic" de la puerta al cerrarse.
—Si, también duerme profundamente, pero ya me salí de la habitación. —Escuché la silla recorrerse en la breve pausa que hizo —¿Cómo sabes que sigo con Nam?
—¿Bromeas? Era tu tipo ideal. Alto, inteligente, con la piel como te gusta tomar el café —Indagué en mis recuerdos sobre la charla que tuvimos, la última decente que compartimos donde le confesé lo importante que Jungkook era para mí —. Por supuesto que no lo dejarías ir.
—Sí, tienes razón —admitió con una risa —. En realidad... Namjoon me pidió matrimonio y yo le dije que sí. ¿Puedes creerlo? ¡Me casé con Namjoon!
Sonreí, la amargura y felicidad mezcladas en la punta de mi lengua.
—En fin... ¿En dónde has estado todo este tiempo? ¿Cuándo vendrás? Preferiría contarte todo esto a la cara, ¡quiero verte! no tienes idea de la angustia que pasé.
—¿Sigues viviendo en la misma casa?
—Ah, no —hizo una pausa —, nos mudamos a Seúl tan pronto Namjoon vendió el gimnasio. Un comprador anónimo le hizo una oferta que no pudo rechazar.
—¿En serio? Me cuesta pensar en Nam sin el gimnasio a sus espaldas.
—Pues a mí no, él no deseaba más saber de las peleas y ese estilo de vida y honestamente yo tampoco. La decisión más fácil que hemos tomado.
—¿Y qué hace él ahora?
—Es un oficinista hecho y derecho —dijo con tono divertido —. Por suerte para ambos, pude conservar mi trabajo remoto fuera de Hanam. Nos mudamos aquí principalmente porque queríamos buscarle una buena escuela a Minhee. —Soltó el aire, sonó aliviado y angustiado en partes iguales —. Oh, Tae, hay tantas cosas que muero por contarte.
—Minhee... Ella está bien, ¿cierto? Contigo y con Namjoon.
—Por supuesto —hizo una pausa —, en realidad, una de las razones por las que Nam me pidió matrimonio es porque, bueno... —Su voz fue tornándose tímida —, iniciamos un proceso de adopción para ella.
Lo sabía... lo supe desde hace tanto maldito tiempo.
Aún así, eso no aminoró la oleada cargada de desesperación que me azotó el pecho. Lo sabía... Aún así hundí mi rostro entre las piernas, apreté el teléfono en mis dedos y me mordí la boca para contener las ganas de llorar. Minhee al fin tenía la familia que necesitaba y yo odiaba confirmar que no era la persona adecuada para dársela.
—¿Tae?
—Estoy... estoy feliz por ustedes —admití con la amargura torciendo mis labios, esperaba que mi nariz floja no me delatara —. Siempre supe que tu y Nam serían buenos padres para ella, lo digo en serio.
—¿De verdad? Al principio no sabía si tú estarías de acuerdo... pero los años comenzaron a correr en nuestra contra, y cada día en que miraba los ojos de Minhee y Namjoon, me cuestionaba si la espera a tu regreso no nos quitaría lo suficiente para arrepentirnos de no haber seguido con nuestras vidas mientras tanto. Minhee estaba creciendo rápidamente y necesitaba educación, algo más de lo que Namjoon hacía por ella en casa —Suspiró —. Espero que lo puedas entender, él la adora y yo también. Después de hablarlo a solas la respuesta fue tan clara que ambos supimos lo que teníamos que hacer.
—¿Y ella? —Me limpie las lágrimas con la palma.
—Sigue preguntando por tí... y para sorpresa de nadie, Nam es su papá favorito. —Se sorbió la nariz, también estaba llorando —. Tae... ¿cuándo volverás?
Permanecí en silencio, temiendo de la respuesta que rondaba en mi boca desde hace mucho tiempo atrás. Decirla en voz alta lo haría real. Jungkook tenía razón, necesitaba cerrar el ciclo, darle a Jin el final que todos merecíamos, pero ahí, frente a esa puerta que amenazaba con cerrar con cadenas y cemento si era necesario, me sentí tan asustado y más solo que nunca.
—Jin... ¿recuerdas lo que te dije? Sólo llamé para saber cómo estabas —Pronuncié las palabras de una a una como si fuera un niño aprendiendo a leer —No volveré.
—No puedes estar hablando en serio —dijo después de unos segundos.
—Tú y Minhee no me necesitan.
—¿Quién está hablando de necesitar? Tú, maldito y grandísimo idiota —gritó, su dolor se sintió tan palpable como un puñetazo en el ring —. Escúchame bien, no puedes desaparecer así y dejarme pendiendo de un hilo con la creencia y el miedo de que algo malo terrible te había sucedido, que prendería la televisión un día cualquiera y descubriría que alguien había arrojado tu maldito cuerpo al puñetero río Han y que tú... que tú —sollozó desesperado —, que tú no volverías más. ¡Quise seguir con mi vida, Tae! Sabía que tenía que hacerlo y lo hice, así que no me digas que no te necesitamos porque es cierto, Minhee y yo no te necesitamos pero tú sí que nos necesitas a nosotros. Somos tú familia, lo arriesgaste todo por ella, sangraste por nosotros, así que deja de comportarte como un puñetero egoísta y vuelve a casa.
Para cuando Jin terminó de hablar, yo ya saboreaba el metal en mi boca, encerrando mis sollozos detrás de los dientes mutilando mi carne.
—No puedo hacer eso...
—¡Por supuesto que puedes! ¿Para qué llamaste entonces, eh? —Ahí estaba, ese enojo burbujeante asomándose por la superficie —, ¿por qué? ¿por qué carajos me das esperanza? Pudiste quedarte en ese maldito hoyo de mierda que preferiste en lugar de nosotros, dejarnos creer que habíamos llorado lo suficiente para crearte una tumba a la cual recurrir cuando quisiéramos recordarte.
Cada palabra convertida en veneno me la bebí a voluntad. No pretendía contradecirlo pues no me creería, pero sí que estaba equivocado al creer que había elegido esta vida en su lugar.
—Al final del día... Minhee no fue más que un estorbo y yo un instrumento para tus fines.
—¡No! no digas estupideces...
—¡No lo digo yo, lo dicen tus acciones!
—¡Pero te equivocas! Quiero mantenerlos a salvo, ¿por qué no lo entiendes?
—Pudrete, Tae. Pudrete tú y tu despreciable deseo de seguir siendo un miserable toda tu puta vida.
—Lo siento, Jin, por ser un asco de amigo y hermano para Minhee.
—¡No! Deja de disculparte y ven a-
Colgué.
No pude seguir escuchándolo. Me faltaba el aire y mis pulmones desesperados amenazaban con rasgarme la garganta para obtener oxígeno. Nunca creí estar preparado para el final, no podría estarlo aún si lo meditaba cada noche, pero me consolaba saber que Jin encontraría la manera y le enseñaría a Minhee en el proceso.
Restregué las manos en mis mejillas una y otra vez hasta que estuvieron secas, Jungkook me alcanzó en algún momento ciego y sus brazos me apretaron contra su pecho hasta que fui capaz de hablar y mi pecho recobró la calma. Olía a mantequilla y mermelada de fresa, también a café y cigarrillo. Esa última pelea con Jin me había mermado el espíritu, pero por muy ridículo que sonara, me sentía más ligero sabiendo que el tiempo haría lo suyo.
—Lo siento —me aparté de su pecho y toqué su mejilla con mi mano. Él sonrió con la amargura estirando su boca y esperó —, no puedo volver. Puede que Jimin crea que ellos están fuera de peligro, ¿pero qué nos garantiza eso? ¿podrías tomar el riesgo?
Jungkook buscó mis manos y paseó sus pulgares por mí dorso una y otra vez sin dejar de mirarme.
—Es una moneda lanzada al aire, pero no te obligaré a volver si no estás listo.
—¿Y qué si nunca lo estoy?
Volví a desviar la vista, consciente de que su imagen comenzaba a temblar nuevamente bajo el manto acuoso.
—Hey, está bien, está bien —presionó su palma abierta en mi nunca y tiró hacia él para dejarme un beso en la frente —. Una vida en estados unidos sonaba imposible años atrás, pero lo mismo creía sobre volver a bailar y mírame. Estoy aquí porque luchaste y renunciaste a tu orgullo por mí. ¿Qué más da si crees que no estarás listo nunca? —tomó mis mejillas para besarme y habló directo a mi boca —, esperaré a tu lado, escuchando ese tu torpe y muy sexy acento mientras le hablas a algún desconocido en la calle. Me quedaré para ser testigo de tu mejora en la cocina mientras no me mates en el intento —quise reír, pero su tirón a mi labio tiró certeramente de los hilos que me encontraban siempre, de una u otra manera, pero siempre lo hacían —. Así que está bien, no tenemos que apresurarnos ahora. Si estás conmigo es lo único que necesito y espero que tú pienses lo mismo.
—¿Quién necesitaria a un hijo de puta como tú? —sonreí triunfante, de pronto más despejado y confiado. No creía en la magia pero él era capaz de producirla con palabras y usaba sus manos como instrumento. No era una persona optimista, pero él lo era por los dos.
—Cierra la boca, perro.
Reímos, dejé que la amargura se consumiera entre sus dientes y la soledad desapareciera bajo sus manos. Los finales felices no existian en mi cabeza.
Pero de una u otra forma, ese era un final y tenía suficiente con ello.
.
.
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Fue un largo camino hasta aquí, ¿cierto?
Quiero darles las gracias por seguir a mi lado durante este trayecto, Tae y yo se los agradecemos de todo corazón, pues de no ser así, probablemente haya quedado abandonado como tantas otras cosas en mis archivos. ¿Les gustó? ¿Lo disfrutaron? Muero por saberlo 💜
Quería dejar esto como una sorpresa, pero no puedo ser tan mala con ustedes, así que esperen el pequeño epílogo, seguro que hay cosas que aún quieren saber. ¿Cierto? ;)
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