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021.

Lo que al principio comenzó como una caminata nocturna, se convirtió en una carrera apresurada contra la fría ventisca. El aire rozando mis mejillas como pequeñas agujas invisibles y mi aliento desmedido escapando como volutas de humo, de alguna manera ayudaron a apaciguar el torbellino inquieto dentro de mi ser.

¿Quién era ese chico rubio que acechaba como un espectro a Jungkook y parecía alterar su semblante siempre despreocupado?

«No llamaste» le había dicho.

«Solo quería... escapar, de ti, del mundo y de las memorias, del pasado que puede ser aterrador cuando regresa sin avisar.» él me había confesado aquella noche después de un trago de soju.

Luché por empujarlo fuera de mi mente, su mirada, las preguntas sin fin y mi obsesión por conseguir las respuestas; la curiosidad ya me había quitado suficiente y tenía un torneo en puerta. Sus asuntos no eran los míos, mucho menos su relación con ese chico con pinta de ricachón.

Sin embargo, me encontraba de pie frente al gimnasio con el aliento desbocado. No había huido solamente de Jin esa noche, había buscado la manera de regresar al gimnasio y encontrar una respuesta, una que quizá no llegaría pues probablemente él estaría dormido ya.

Rodeé el gran almacén que fungía como gimnasio y brinqué el alambrado que daba al jardín, donde un par de neumáticos servían como obstáculos y cuyo espacio utilizabamos para correr también. La pequeña puerta en medio de la cortina de metal al frente podía ser muy ruidosa para abrirla a esa hora y había escuchado a los chicos decir que la puerta trasera no llevaba llave.

Caminé con sigilo y solté un suspiro aliviado tan pronto mi mano giró el pomo de la puerta y esta se abrió sin producir ruido alguno. La cocina me recibió a oscuras y el ruido del refrigerador trabajando desde la esquina, pero tan pronto me encaminé a las escaleras junto a la entrada de la cocina, escuché un golpe y un jadeo justo después.

Mi primer reflejo fue ponerme a cubierto detrás del umbral de la entrada a la cocina, cada músculo de mi cuerpo se sentía tenso y un pequeño escalofrío me recorrió cuando tragué saliva. Asomé mi cabeza y enfoqué hacia el ring, la pequeña luz proveniente del techo a unos metros de mí, no hacía más que intensificar las sombras de los postes con costales y bancas alrededor, haciendo que el espacio luciera como una calle transitada de criaturas sin forma que se alzaban imponentes sobre el suelo. Resguardado tras el muro, me pregunté si algún ladrón había tropezado con la utilería o si algún ingrato como yo, había optado por robarle horas a la noche para ponerse a entrenar y disipar sus nervios.

Otra respiración fuerte y pasos sobre el ring me obligaron a forzar mi vista y reconocer el bulto sobre la superficie. Se retorció como una masa inquieta hasta tomar una forma conocida; su ancha espalda enfundada en una playera sin mangas y sus piernas gruesas en tela negra; sus cabellos lucieron pesados y mojados cuando alzó el rostro hacía el techo e inhaló profundamente.

Dio un salto, estiró los brazos a los costados en un movimiento limpio y avanzó de puntas hacia la izquierda, giró al alcanzar la orilla y corriendo de nuevo con pasos apresurados, se tiró al suelo hecho un ovillo y se puso de pie tan pronto su espalda tocó el suelo, fue como si una rágafa de viento lo hubiera rechazado y alzado al aire como si de una pluma se tratara antes de alcanzar la esquina derecha, entonces saltó y abrió y cerró sus piernas en el aire como las puntas de una tijera, cayendo en un salto limpio que amortiguó con sus rodillas flexionadas a los lados y tobillos juntos. Avanzó de nueva cuenta en puntas apresuras al centro y extendió sus brazos a los costados, giró una, dos, tres veces más con su rodilla flexionandose en cada giro y su pierna contraria rompiendo el viento, era como si un muñeco hubiera escapado de su caja musical y explorara el mundo externo por primera vez, danzando libre, aleteando libre como un ave lo haría en el viento; volvió a saltar, sus piernas se abrieron y cerraron en el aire con envidiable precisión y control de sus miembros, y yo no me percaté de que había estado conteniendo el aire hasta que su rodilla se dobló al tocar el piso y cayó con un fuerte ruido. Me impulsé por puro instinto, pero detuve mis pies en seco cuando la figura se puso en pie rápidamente con un jadeo sonoro y se impulsaba a la derecha con un brazo alzándose hacia el techo y su rostro recompuesto de dolor o cualquier otra expresión, soltaba pequeñas gotas de sudor al aire. Se abrazó a sí mismo y volvió a dar una voltereta de camino al centro, de pronto no era más un cuerpo agitándose con extrema precisión, sino un muñeco sostenido por hilos invisibles que lo hacían alzarse al aire, caer sin tocar el suelo y girar como si fuera la gravedad no le afectara. Al llegar al centro, plantó su pierna derecha al suelo y flexionó la izquierda imitando a un flamingo, fue entonces cuando comenzó a girar rápidamente sobre su eje, sus brazos se fueron alzando ligeros a los costados, adquiriendo una postura preciosa que se asemejaba a un cisne aleteando, tomó vuelo hacia la izquierda, y cuando volvió a brincar con su aleteo y piernas agitándose en el aire, volvió a caer, esta vez con más fuerza y un grito sonoro de dolor que obligó a mis pies a despegarse del piso y correr hasta el ring.

Sujeté las cuerdas y las alcé, me colé debajo de estas como si mi cuerpo estuviera cubierto de mantequilla y gateé hasta mi objetivo en la orilla.

Jungkook tenía la boca abierta, jadeaba y presionaba su tobillo con ambas manos. Al abrir los ojos sorprendido por el movimiento ajeno, su mirada pasó de la sorpresa a la furia.

—¿Qué haces aquí? —dijo con voz ronca y un siseo adolorido.

—Lo mismo te pregunto. ¿qué hacías?

—Nada, déjame solo.

—Y una mierda —Me senté junto a él y sujeté su brazo pero él me rechazó con un tirón despectivo.

—¡Que me dejes solo te dije!

Me tragué el suspiro irritado e incliné mi rostro para encontrar su mirada en su rostro inclinado hacia el suelo. Me temblaba todo y algo en su semblante me hizo sentir sumamente extraño, se veía tan frágil que pensé que se rompería tan pronto lo tocara de nuevo.

—No... —dije, no sé si como respuesta o como parte de una oración incompleta —. No sabía que bailabas.

Desvió su rostro lejos de mi vista, sus manos seguían presionando el tobillo derecho.

—Déjame.

—No lo haré, vamos, te ayudaré a ir a la cama.

Negó, su silencio se prolongó por tantos segundos que parecieron horas.

Pude ver mi mano cercana a sus pies, la imaginé tomando la suya, entrelazando nuestros dedos como Minhee lo hizo hace unas horas en el centro comercial; apartando el cabello de su rostro, sujetando su quijada, pero no me atreví a hacer nada, solo esperé y esperé, pero su silencio parecía no tener fin.

—No me alejes —solté desde algún lugar en mi pecho, su paso por mi garganta se sintió como una dolorosa bocanada de aire.

Jungkook alzó su cabeza de golpe y me miró atónito, pude ver sus pupilas danzar, a su boca apretarse, a mi mano actuar sola hasta acunar su mejilla y a él, sin oponer resistencia, recargar su rostro contra mi toque. Fue entonces que me percaté de que su piel estaba mojada por las lágrimas y el sudor.

—Vamos...

—Tae...

—¿Sí? —respondí apresurado.

—¿Podrías... podrías abrazarme? —murmuró.

Me sorprendió la rapidez con que mis rodillas se flexionaron y mis brazos lo atrajeron hasta mí. Él hundió su rostro en mi pecho y se restregó contra este. Creí escuchar un sollozo, a sus manos apretar la tela de mi playera en la espalda. Presioné su cabeza contra mí, dejé que mi mano en su espalda buscara el punto de consuelo que hiciera que los temblores que sacudían su cuerpo se detuvieran..

Algo en mi mente se estremecía y otro algo se derretía al mismo tiempo.

Era como abrazar a Minhee, era como la primera vez que vi a Jin, un hombre amable e indefenso siendo molestado por un par de matones. Un instinto fuerte y ruidoso en mi interior que gritaba que debía protegerlo.

Permanecí en silencio hasta que dejó de temblar, hasta que mis rodillas se quejaron y su agarre se aflojó.

—Te llevaré a tu habitación.

—No puedo caminar —su voz sonó ahogada contra mi pecho.

—No necesitas hacerlo.

Me aparté con cuidado, dejé un beso en su frente que calentó mi boca mientras me deslizaba fuera del ring y alzaba las cuerdas para que él gateara y se arrastrara hasta que se sentó en la orilla. Me puse de espaldas a él, indicandole que podía subir a mi espalda.

—Si me tumbas de las escaleras, te mato.

Reí sin ganas y me giré a mirarlo por encima del hombro.

—No soy un debilucho.

Subió a mi espalda y sus brazos rodearon mi cuello. Podía sentir su respiración contra mi oreja, oler su perfume y sentir su calidez contra mi espalda. Sujeté sus piernas con fuerza y subí las escaleras con sumo cuidado, me ardían las piernas por mi previa carrera de camino hasta allí, pero no me permití mostrarme cansado en los tres pisos de escaleras cortas.

Al llegar a su habitación, él empujó la puerta y yo lo dejé con cuidado sobre la cama. No llevaba zapatos, así que estiré las mantas y él se metió debajo de estas sin protestar.

—Descansa.

Murmuré cerca de él, pero tan pronto quise ponerme de pie, su mano sujetó mi muñeca y tiró de mí hasta que mi trasero tocó el colchón.

—Quédate... por favor.

Suspiré, me maldije por considerar su ridícula petición, pero antes de que mi mente comenzara a llenarse de ruido y me convenciera de que era una terrible idea, me quité los zapatos con ayuda de mis talones y me recosté junto a él.

Quise preguntarle de nuevo si el chico rubio tenía la culpa de todo.

Quise preguntarle por qué me quería ahí si me había rechazado al principio.

Quise preguntar también qué era eso que había visto minutos antes, a ese hombre bailando con soltura, a ese muñeco flotando en el aire.

Pero antes de que pudiera decirlo, me acurruqué a su lado y me colé debajo de las sábanas, él rodeó mi cintura con su brazo y hundió su rostro en mi pecho, fue lo último que supe antes de caer profundamente dormido. 


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Hubo un pequeño contratiempo el sábado, pero ya regresé. Espero que lo hayan disfrutado <3 dejenme saberlo en sus comentarios <3


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