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05| Pudín de chocolate y Sirius Black

Halloween había llegado y la primera salida a Hogsmeade estaba a la vuelta de la esquina. Hace unas semanas Alene había recibido su trabajo de astronomía corregido y sorprendentemente había tenido una mejor nota que Daphne quien se había esmerado en aquel dibujo. Una gran E estaba marcada en la esquina de su pergamino y Alene no podía hacer nada más que evitar aquella sonrisa burlona del odioso Draco Malfoy.

Las pruebas de Quidditch para el equipo ya habían sido realizadas y para no deprimirse más, Alene decidió que sería mejor no ir a verlas.

Aquel desayuno que tenía en frente suyo se veía apetecible y si no hubiese sido porque Draco Malfoy estaba sentado a su lado, aquel pudín estaría en lo más fondo del estómago de Alene.

—¿Qué quieres? Aún quedan unas horas para que tenga que andar como tu perrito faldero comprándote todo lo que quieras.

—Quita la cara larga, Kane. Verás que será un día increíble.

—Ya. Será increíble porque...—dijo Alene sin completar la frase, insinuándole a Draco que la terminara.

—Porque pasarás todo un día con moi.

¿Ahora eres francés? Que rara faceta tuya.

Alene terminó aquella conversación y Draco solo pudo marcharse decepcionado de no haber podido lograr sacarla de sus casillas. Daphne se acercó apenas Alene le hizo una seña y en el camino observó como Alene se devoraba aquel trozo de pudín en menos de cinco segundos.

—No se cuanto más tiempo voy a aguantar fingiendo que soy una señorita—dijo Alene pasándose ambas manos por su rostro.

—El tiempo que sea necesario. Ten—Daphne le extendió su mano en la cual tenía una carta.

—¿Y eso?

—Es de Nesta. Me la ha enviado a mi para que Snape no le cuente a tu madre que hablan por correspondencia.

Luego de llevarse a la boca otro trozo de pudín, Alene recibió aquella carta y sin ningún preámbulo la leyó:

Querida Alene:

Si, he dicho Alene, Daphne, así que no sigas leyendo y entrégale esto a mi hermana por favor. Muchas gracias.

Ahora, Alene, nunca pensé que tendría que recurrir a ti para esto, pero necesito dinero. No he logrado sacar muchos galeones de casa antes de partir y con todos los gastos se me han ido todos. Se que encontrarás la manera de pedirle al menos unas cuantas monedas de oro a padre.

Te quiere,
Nesta.

Pd: la lechuza de Lucas no es muy amigable, ¿podrías darle por favor algo de comer?

Alene soltó unos largos suspiros antes de ponerse de pie. Había llegado del día donde tendría que actuar como una verdadera hermana mayor...y adulta. Se despidió de Daphne rápidamente para correr a la sala común. Debía contestarle lo más rápido posible para que el profesor Snape no le pidiera leer aquella carta. Alene no dudaba que su madre le haya dado una tarea así a Severus.

Ya en la habitación, le robó un trozo de pergamino a Pansy y lo usó para envolver 10 galeones. Con un lazo que le sacó a Millicent envolvió aquel sobre y tuvo que volver a correr hasta la lechuceria para encontrar a la lechuza. Antes de salir de la sala común recordó que el ave estaba hambrienta y de una caja de grajeas que había en la mesada sacó unos dulces y volvió a correr.

—Aquí tienes ave espantosa—le dijo a la lechuza marrón que parecía estar poseída, giraba el cuello para todos lados y sus alas no paraban de moverse—Llévaselo a Nesta.

Eso era todo lo que podía darle en esos momentos y verdaderamente no era mucho, pero en unas semanas encontraría la forma de conseguir más sin presentar sospechas de parte de su madre. Vio como la lechuza volaba hacia las afueras de Hogwarts y un gran dolor de estómago comenzó a formarse en su interior...había olvidado que el pudín tenía chocolate.

—Quizá no es nada—habló consigo misma intentando convencerse, pero su estómago volvió a rugir—Demonios.

Y tal como había pasado toda la mañana, volvió a deslizarse por los pasillos para llegar al baño más cercano. Su mañana había empezado de la peor manera y no había forma de mejorar el resto del día, mucho menos cuando en la cabeza de Alene el único pensamiento que pasaba era la terrorífica idea de pasar una tarde en Hogsemeade con Draco Malfoy.

Alene había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba en el baño y no fue hasta que Myrtle la llorona llegó justo a tiempo para molestarla.

—Hola Alene—dijo con su voz de niña pequeña, cruzando la puerta de retrete. Traía una inusual sonrisa y unos ojos saltones.

—¡Fuera de aquí!—le gritó Alene e intentó empujarla fuera del cubículo, con las mejillas sonrojadas. Un fantasma acababa de verla en un estado vulnerablemente asqueroso.

—¿Ya no me quieres? ¡Pensé que éramos amigas!—gritó Myrtle y Alene comenzaba a preocuparse de que alguien la escuchara—Solías tratarme tan bien, ¿qué ha pasado contigo?

Alene había conocido a Myrtle por primera vez el año anterior, al mismo tiempo en que conoció a la pequeña Ginny Weasley quien se había vuelto un completo desastre.

—¿Podemos hablar más tarde, Myrtle? No se si lo notas pero estoy un poquito ocupada y no necesito tu presencia en estos momentos. ¿Por qué no vas a molestar a alguien más?—Alene comenzó a excusarse e intentaba no mirarla directamente a los ojos, la situación ya era bastante incómoda. Cuando finalmente llevó su vista a Myrtle para comprobar si había entendido el mensaje pudo notar como los ojos del fantasma comenzaban a aguarse—No, no me malinterpretes...

—¡No volveré a dirigirte la palabra Alene Kane! ¿Intentar golpear a un fantasma para hacerlo sentir mal sobre su tonta y miserable muerte y luego decirle que su mera existencia es una molestia? Creí que eras mucho mejor que esto...—comenzó a lamentarse Myrtle y Alene pudo escuchar como sonaba el agua de un retrete. Myrtle había vuelto a esconderse.

Luego de soltar un largo suspiro y pasar otro largo tiempo en el baño por fin pudo salir y cuando notó que los pasillos estaban completamente vacíos llegó a una simple conclusión: la salida a Hogsmeade ya había comenzado. Tal como había pasado toda la mañana, volvió a acelerar por los pasillos hasta la salida donde encontró a Draco esperándola con una mala cara. En sus manos tenía la gorra de lana de Alene y su abrigo.

—Si te viera tu madre, llegando tarde y desaliñada.

—Oh, cállate—le dijo Alene antes de quitarle todas sus prendas para poder abrigarse.

La nieve aún no comenzaba a caer en los jardines, pero para aquello no faltaba mucho tiempo. El clima era fresco y gracias a Morgana aquel dolor de estómago había desaparecido.

—Sólo dame un aproximado de todo el dinero que me harás gastar.

—Vamos, Alene. ¿Quién crees que soy?—se quejó Draco, haciéndose el dramático y dejando de caminar.

«El más insoportable e insufrible ser humano que haya conocido jamás» pensó Alene.

—El ser más amable y de buenas intenciones que haya pisado la tierra—dijo finalmente.

—No podría haberlo dicho mejor.

El larguísimo paseo por Hogsmeade terminó siendo igual de aburrido de lo que Alene previamente había tenido en mente, el pueblo no era tan interesante como todos los alumnos lo pintaban y la compañía no era la más agradable, lo único que había llamado la atención de Alene era la casa de los gritos pero no pusieron ni un pie cerca de ella puesto que parecía que Draco estaba un poco atemorizado. Para su sorpresa, solo gastó un par de galeones en una bolsita con dulces que ambos compartieron y Draco pago las cervezas de mantequilla de las tres escobas, lo que volvió la tarde un poco más tolerable. Cuando volvieron al castillo y tuvieron que ir al comedor para el banquete y se unieron con el gran grupo de la mesa. Daphne parecía estar muy interesada en la platica de Blaise, Theodore estaba callado observándolos y Pansy se reía en silencio de las estupideces que hacían Crabbe y Goyle. Parecía que todos habían tenido un maravilloso día, excepto Alene.

—¡Alene! Te guardé un trozo de pudín, antes de que Crabbe...

—¡No!—Alene interrumpió a Daphne—No más pudín.

Durante el banquete los fantasmas de Hogwarts hicieron un pequeño show y Nick casi descapitado actuó la exacta representación de su desastrosa muerte.

—¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!—dijo Draco mientras todos salían del gran Comedor para volver a sus salas comunes.

Los matones y la perrita faldera de Draco se reían con él de Harry Potter quien hizo caso omiso a las burlas de Draco Malfoy.

—A mi me parece que tienes una obsesión—le dijo Alene cuando pasó por su lado.

—Pf, si claro.

Apenas los alumnos llegaron a la sala común tuvieron que darse la vuelta y volver al Gran Comedor. Sirius Black, un asesino encarcelado en Azkaban había entrado al castillo y los alumnos estaban en alto peligro.

Las mesas fueron sacadas de sus lugares y sacos de dormir aparecieron en el suelo. Tendrían que pasar la noche allí.

—Este día no puede ser peor.

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