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El corazón de la princesa había sido congelado por accidente. Cada paso que daba hacía el valiente Kristoff era una terrible tortura. Miró sus manos congelándose y sus mas terribles miedos saltaron a su mente. si no se daba prisa se convertiría en una estatua de hielo para siempre.

—¡KRISTOFF! —gritó con las pocas fuerzas que le quedaban. Para Anna había sido parte de su personalidad ser valiente, o al menos intentarlo. Sin embargo en ese preciso instante no podía ocultar el terror que sentía. Ella simplemente, no quería morir de esa forma tan horrible.

—¡ANNA! —El rubio corrió como si de eso dependiera su vida, solo para encontrarse frente a la figura de la frágil chica. Su primer amor. Anna, quien se desvaneció en sus brazos como si no tuviera mas fuerzas.

—¡Llegaste! —Sonrió aliviada.
—¿Regresaste solo por mi? —el joven respondió con una sonrisa. Los ojos suplicantes de Anna confirmaban que su reunión con el príncipe que amaba no había resultado tan mágica como ella lo había imaginado. —Todo salió muy mal, Hans no me ama —sollozó con vergüenza.

—No te preocupes, todo va a estar bien
—Con ternura se acercó a la princesa: La chica que en un principio le había parecido extraña y hasta chiflada. La misma chica por la que en ese momento estaba dispuesto a dar todo, incluida su vida...

"Un acto de amor descongela el corazón"

Esas fueron las palabras que escuchó de gran Padie. Un beso de amor verdadero era lo único que podía salvar a Anna de las garras de la muerte.

—No quiero morir —apretó las manos del joven como suplicando por su ayuda.

«Un acto de amor descongela el corazón» pensó una vez mas. La miró un instante y ella como reflejo cerró los ojos, era como si supiera lo que iba a pasar. Kristoff depositó un casto y suave beso en los labios de la princesa. Ella volvió la cara en dulce arrobamiento, Y sin dejarlo de mirar, soltó la mas sincera de sus sonrisas, ya que ese inocente y simple beso, le había devuelto el calor a su cuerpo y mas importante a su corazón: Su cabello lentamente volvió a tomar el color rojizo de siempre, al igual que sus labios carmesí que volvieron a la normalidad, y ni hablar de las rosadas y pecosas mejillas que lo habían enamorado. Anna estaba de vuelta.

—¡Gracias por volver! —lo abrazó conmovida y con todas sus fuerzas.

—¿Bromeas? ¡Tenia que volver!.

Las lágrimas fueron inevitables. Nunca nadie había mostrado un interés tan puro por su bienestar, y ahora el, su simple amigo, estaba dispuesto a morir solo por ella.  Tras tan dulce acción sonrió con ternura y suspiró al tiempo que tomó su mano y la besó.

—Kristoff.

—¡Anna! —Sin duda ese se había convertido en su momento favorito. El momento que la hizo enamorarse de verdad. Ese simple y siempre amado momento en el que sin imaginárselo, encontró la ilusión del primer amor...

Estaba apunto de besarlo de nuevo cuando un terrible estruendo se escuchó a lo lejos. «¡Elsa!» No dudó al pensar que su hermana era la responsable de aquellos retumbantes ruidos. Se separó de Kristoff e intentó avanzar, pero este la detuvo preocupado.

—¡Ven conmigo! —pidió suplicante el chico a la princesa. —No te pongas en riesgo de nuevo. Yo no soportaría perderte otra vez.

—¿Pero, y Elsa?. Debo ir a buscarla, ella es mi hermana.

El aire helado aumentaba a cada segundo, la tormenta provocada por la reina estaba fuera de control. Arendelle estaba en peligro, pues si el invierno continuaba, todo en su tierra moriría. —¡por favor Anna!
—Suplicó Kristoff con las pocas fuerzas que le quedaban.

«Kristoff» pensó con remordimiento. Su corazón le decía que buscará a su hermana, que no la dejara sola, pero su mente reclamaba el daño que Elsa le había causado. Su abandono y su cruel rechazo. Kristoff estaba allí y no solo la había ayudado en su recorrido por la montaña. El había regresado solo por salvarla. El había puesto su propia vida en riesgo. El le había demostrado mas amor que su propia hermana durante todos los años que vivió en el castillo.

—Anna, Te prometo que a mi lado serás muy feliz —dijo el rubio ofreciendo su mano e inesperadamente ella la aceptó.

—¡A partir de ahora, te seguiré a donde sea! —con algunas lágrimas en los ojos lo abrazó. Seguramente Elsa iba a estar mucho mejor sin ella. Finalmente iba a ser libre de toda carga, libre de los problemas que su compañía le causaban. Libre de poder dejar todas las puertas cerradas. Era el momento de empezar una vida nueva junto a una persona que jamás la abandonaría. —Elsa —dijo con gran dolor, se aferró a Kristoff y mientras se alejaban la princesa rogaba por que su hermana estuviera bien.

—cuídala bien Kristoff —pronunció el pequeño hombre de nieve. Quien era testigo de como la pareja se marchaba para siempre en busca de la verdadera felicidad. Presagiando con una sonrisa que por mucho tiempo iba a estar solo, y que su hogar estaba nada mas y nada menos que en las montañas.

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La reina desesperada no sabía que sucedía, estaba perdida y muy asustada. El príncipe Hans había revelado como su hermana había muerto. Y todo por su culpa...

Lloraba desconsolada. El pecho le dolía tanto que el viento y la nieve se detuvieron por completo. Elsa estaba vulnerable, era el momento justo de atacar y acabarla.
Hans alzó la espada para atacarla sin piedad, ella era el único obstáculo que le quedaba y sería el rey absoluto de Arendelle. No mas humillaciones, ni insultos, al fin demostraría que el también era digno del apellido Westergaad. «¡Es tu fin Reina Elsa!» pensó para si mismo.

Todo acabaría. Era una frágil mujer, no sobreviviría a mas de dos golpes. Dos golpes y sería rey...

Sin pensarlo mas se abalanzó contra ella, sin embargo en el último minuto se arrepintió. No pudo hacerlo, algo mas fuerte que su deseo de ser rey se lo impidió. La brillante espada cayó al piso al igual que el. ¿Qué pasaba? ¡Ya había llegado tan lejos! ¿Por qué no la pudo acabar? Era una maldita hechicera quien sola había cavado su tumba.

—No es posible —pronunció casi sin aliento. Lentamente se acercó a ella quien no paraba de llorar. —¿Reina Elsa?...

—Como pude hacerle eso a mi hermana, ella era mi única familia. Todo es mi culpa ¡soy un monstruo! —lloraba la joven reina con mucho dolor en su corazón.

Aún hecha un mar de llanto se veía hermosa, fatalmente hermosa. Tanto que el corazón del príncipe se llenó de pena. —No diga eso —la tomó entre sus brazos y con fuerza la pegó a su pecho. —No, No es culpa suya. Yo solo he hablado por que... discúlpeme.

—¡Suéltame! —exigió congelando un poco el abrigo del príncipe. —Debí dejar que se quedara a tu lado. Deberías odiarme en lugar de tratar de ser amable con alguien tan despreciable.

—Escúcheme reina Elsa —la rubia se levantó, pero Hans la mantuvo sujeta firmemente de la muñeca derecha. Elsa deseaba escapar, así que en un acto de desesperación lo atacó incrustándole unas filosas puntas de hielo en el brazo.

El pelirrojo cayó al suelo de inmediato, mientras la sangre cálida de su cuerpo se derramaba en el helado piso. —¡Hans!
—regresó arrepentida para auxiliarlo.
—Perdón, No quería herirte, lo siento —de nuevo comenzó a llorar.

—No llore, estoy bien solo es un rasguño. ¡Por favor no se asuste!.

—Te lo dije, soy un monstro, debo irme y alejarme por el bien de todos, dejaré el reino en tus manos ¿si? Se que harás el bien, se que gobernarás con justicia —de nuevo quiso huir pero el la detuvo.

—¡Reina Elsa! —pronuncio con pesadez.

—¡déjame! ¿Qué quieres de mi? Yo soy una amenaza, te hice daño.

—No es verdad, usted no es así
—lentamente se levantó y colocó la mano en el suave pero frío rostro de Elsa.

—Yo...

—Comprendo su sentimiento. Esta muy confundida y muy asustada, pero eso no quiere decir que usted sea un monstruo. Entiendo su temor, pero huyendo no conseguirá sentirse mejor, al contrario solo sufrirá mas. Si se va, el sufrimiento no acabará jamás para usted.

—Debo irme ¿Si? —trató de alejarse a toda costa pero el le apretó la mano suplicando que no lo dejara solo. Extrañada lo miró fijamente e intentó escapar del agarre que se volvía más débil a cada segundo.

—No me abandone, se lo suplico por favor. Tengo frío. Quédese a mi lado —la sangre del príncipe no paraba de salir. Elsa no sabía que mas hacer. Hans se estaba desmayando, pero aún la sostenía con fuerza, ¿De verdad el no quería que se fuera? La reina sintió pena por el joven hombre. El estaba herido por su culpa y si recopilaba todo lo sucedido, el príncipe Hans había sido el único que no la había tratado como a un fenómeno. El joven había tratado de regresarla a casa, incluso había arriesgado su vida en el castillo de hielo solo para salvarla.
Sus palabras horribles al revelar la muerte de Anna eran solo palabras de dolor y eso en el fondo ella lo comprendía. Además de que seguramente estaba sufriendo por lo sucedido. «¿Qué debo hacer?» se preguntó con angustia al verlo inmóvil en el helado suelo. Sabía muy bien que si no escapaba en ese momento entonces ya no tendría otra oportunidad. Sin embargo no podía solo abandonarlo. Así que decidió quedarse a su lado y cuidar de el.

—¡Elsa!

—Estoy aquí Hans. Descansa no voy a dejarte solo. —La joven reina pasó un rato muy largo junto a el, ambos en el suelo. De verdad no quería cargar otro pecado. Planeaba cuidarlo hasta que llegaran del palacio y le ayudaran pero sin darse cuenta cerró los ojos. Estaba agotada física y emocionalmente, tanto que no se dio cuenta de la cercanía de ambos.

Cuando el clima mejoró un poco, varios guardias salieron en búsqueda del príncipe encontrando una extraña escena: El mal herido y la reina sobre su cuerpo brindándole su calor. Ambos profundamente dormidos.

¡El príncipe y la reina están juntos!

CONTINUARÁ...

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Hola apenas iniciando esta historia, es un fan fic que tengo desde hace mucho y lo amo.

Como ya he dicho antes amo las parejas imposible.

Bueno

Sin mas me despido, gracias por leer y perdón por las faltas de ortografía. Si les gustó no olviden votar o comentar su opinión es importante..❤❤

Historia editada.