Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

-extra-

La educación y la cortesía abren todas las puertas – Thomas Carlyle

> VIII <

Extracto: ----

Una escena perdida en los confines del tiempo.

La posada Tokami se encontraba muy lejos del centro del pueblo, no porque fuera un local de baja categoría sino todo lo contario. Su dueño había escogido precisamente una zona poco ajetreada pues sus clientes solían preferir la privacidad, y los clientes que requieren privacidad suelen pagar por conseguirla. Así que su posada era tranquila, ostentosa y llena de gente que quiere pasar desapercibida, gente sosegada, de hablar culto y modales impecables.

Eso no fue lo que recibió esa noche. El hombre que llegó exigiendo un caballo era una versión imponente con ojos de fuego, carácter indomable y un aura asesina. Irrumpió por la puerta como dueño absoluto de todo preguntando por un caballo en venta.

—Señor —le explico el dueño acercándose de prisa por temor a espantar a los clientes que reposaban en el salón—, si gusta seguirme podemos discutir esto en un lugar más privado.

La respuesta que obtuvo fue un bufido indignado, un gesto cargado de desprecio e ira. Era el rostro de alguien que no está acostumbrado a que le digan lo que tiene que hacer. El dueño intentó ubicar ese rostro de facciones esbeltas y porte magnifico, pero a él no acudió nombre alguno. No cabía duda de que no pertenecía a la corte del Imperio o de lo contrario lo hubiera reconocido.

No obstante, su vestimenta y las joyas que llevaba dejaban en claro que no era un hombre cualquiera así que el dueño intento complacerlo como hacía con todos aquellos que llegaban a su puerta.

—Por favor, señor —insistió y al final obtuvo respuesta cuando el hombre se movió hacia la puerta que él le señalaba.

Su despacho era sobrio y amplio, pero en ese momento, con el hombre de pie en el centro evaluando todo con sus ojos feroces, le pareció un lugar diminuto e inapropiado.

—¿Qué puedo hacer por usted, mi señor?

—Me han dicho que aquí puedo conseguir un caballo.

—Puedo encontrarle una excelente montura por el precio apropiado, señor.

—Entonces hazlo.

—Me temo que es demasiado tarde, los establos han cerrado y no hay nadie que los atienda hasta mañana por la mañana.

—Entonces ve y sacalos de la cama.

—Lo siento, mi señor, tal vez pueda ofrecerle una habitación por esta noche.

Lo dijo aunque no tenía habitaciones disponibles. Así tengamos que limpiarle un cuarto en el último piso no me atrevo a echarlo.

—No quiero una habitación, quiero una montura y provisiones para un viaje.

—Me encargaré de que las tenga, señor. Pero será hasta mañana temprano.

—¡Quiero salir hoy!

Él hombre quería un caballo, el dueño no podía hacerlo aparecer de la nada. Y tras un tira y afloja larguísimo, el dueño logró convencerlo de quedarse esa noche bajo la promesa de que a la mañana siguiente le proporcionaría un caballo y provisiones para su viaje.

—Me encargaré de que tenga su habitación lista enseguida, señor, tal vez mientras tanto desee tomar una copa en el salón principal.

—De acuerdo —dijo el extraño y de inmediato se quito el arete que llevaba en la oreja y lo lanzó al escritorio.

El hombre se marchó al salón para beber y el dueño lo siguió hasta encontrar a una de las mujeres que trabajaban en la casa.

—Sube y limpia una de las habitaciones del último piso. Debe quedar impecable, y haz que le lleven de comer a nuestro nuevo invitado..., pero que estás esperando, ¡vamos!

Cuando ella se marcho el dueño volvió a su despacho. Ahí levantó la joya y la examinó con cuidado, se dio cuenta que no conocía la piedra roja que se exhibía en él y por un momento tuvo miedo de que lo hubieran estafado. El miedo, combinado con la sensación de inferioridad que el extraño había despertado en él, se transformó en desprecio, contra el recién llegado y contra sí mismo.

Esa noche se fue a dormir con la joya en el bolsillo y el temor de despertar para encontrar el cuarto vacío.

Tal vez me ha engañado para darle hospedaje gratis.

Pero ese temor no se comparaba con la idea de despertar y encontrar a su nuevo cliente en el salón gritando y exigiendo el caballo que le había prometido.

Mañana temprano buscaré al tasador para que me diga el precio de la joya. Cuando lo sepa sabré que clase de caballo puede permitirse. Y que dios me asista si no es lo que él espera.

Esos y muchos pensamientos parecidos lo mantuvieron despierto gran parte de la noche. Por eso fue él quien abrió la puerta cuando, horas después, oyó toques desesperados en el marco de la entrada trasera.

—¡Por todos los santos! —siseó con los dientes apretados, enfundado en su bata—, ¿es que buscas despertar a mis clientes? ¡Estás no son horas para venir a molestar!

—¡Lo siento!, —respondió un muchacho, uno a quien no conocía—, pero mi señor me envía a buscar a su amigo. Ha dicho que el hombre podría estar buscando un caballo y sabemos que usted tiene conocidos con los establos del pueblo.

—Ya deberías saber que guardo la privacidad de mis clientes con el mismo celo que guardo la mía. Aquí no encontrarás a nadie.

El chico insistió. Le dijo que un Lord había llegado a su casa buscando a un hombre rubio, imponente y maleducado con un arete rojo en la oreja izquierda. Al oírlo el dueño pensó inmediatamente en su nuevo cliente, la sospecha de que había sido victima de un engaño emergió triunfante. Supuso que el extraño era en realidad un maleante que intentaba huir. De haber recibido dinero en efectivo se habría negado en redondo a descubrirlo, pero temeroso de que la joya que tenía en el bolsillo careciera de valor el dueño terminó por ceder.

—Si ese hombre estuviera aquí, ¿tu señor estaría dispuesto a compensarme por las molestias que he tenido que soportar?

—Por supuesto, señor, le ha pagado a mi padre seis meses de alojamiento solo por ayudarlo a buscar.

—Entonces dile que su amigo está aquí.

En cuanto el muchacho se marchó las dudas asaltaron al dueño. Su reputación podía quedar muy mal parada si se sabía que había terminado vendiendo a uno de sus clientes; él que siempre defendía la privacidad de la gente que se hospedaba en su casa había quebrado su regla de oro. En un intento por remediar el error, el dueño ascendió por las escaleras de la casa hasta el último piso.

Le temblaron las manos mientras llamaba a la puerta y su corazón se estremeció cuando ésta se abrió violentamente revelando al extraño con el torso al aire y sus ojos de fuego.

—Realmente espero que este maldito lugar este en llamas —dijo en voz baja y el sonido fue aún peor que sus gritos feroces—, porque es la única razón que acepto para que me hayan levantado.

—Lo siento mucho, mi señor, pero tengo noticias para usted.

Y así, sin perder tiempo el dueño le contó la conversación que acaba de tener con el muchacho que había tocado a su puerta. Esperaba ira, incluso espanto, –reacciones naturales de alguien que huye o es perseguido–, ciertamente no esperaba que el extraño sonriera. Un gesto carnívoro que inundó su corazón de temor.

—Si alguien me busca —dijo el extraño—, déjalo entrar.

Y dependerá de mí si lo dejo salir, parecía decir su expresión. El dueño se estremeció y se juró jamás volver a vender a ninguno de sus clientes. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro