-extra-
No basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella. Y no es suficiente con creer. Hay que trabajar para conseguirla – Eleanor Rooselvelt
> VI <
Relato X del libro "Historias de los Asesinos Negros" Autor: Toshinori Yagi
El Serin y el Zorro
Estuve ahí cuando nació. Estuve ahí cuando el dueño estuvo a punto de retorcerle el cuello pues no soportaba verlo. Fui yo quien lo convenció de dejarlo vivo pues sentí pena por semejante criatura tan diminuta y libre de toda culpa. Ese fue mi error, solo ahora lo sé. En castigo, el dueño me encargó una tarea muy simple: Construir una jaula a su alrededor y no permitirle salir. Mi deber era controlarlo y hacerle creer que no poseía la fuerza para ver el mundo. Y lo hice. En memoria de su madre que era esplendorosa y brillante, y que había destrozado hombres con su canto.
El pequeño Serin creció en mi jaula bajo la custodia de una paloma que no dejaba de suplicarme que lo dejara salir. Siempre me negué porque el dueño había sido clarísimo en su deseo de nunca verlo. Pese a los años transcurridos su ira seguía tan viva como el primer día y no había argumento que pudiera liberar al ave de la culpa que habían impuesto sobre él.
Conforme crecía el pequeño Serin se volvió incontenible, agitaba las alas con fuerza estrellándose contra su jaula para probar los límites de esta. Eso solo provocaba que las suplicas de la paloma se hicieran continuas e impacientes.
"Necesita volar" decía y mi negación la frustraba. Lo entendía. Mis remedios no conseguían calmar a nuestra ave durante mucho tiempo, no podían apagar para siempre la energía que vibraba en él. En su desesperación el Serin afilaba sus garras contra la jaula dañándose en el proceso, su canto era constante y desesperado hasta que eventualmente el sonido alcazaba a su dueño haciéndolo enfurecer.
Un día encontré a la paloma muerta y la jaula vacía. El Serin se había marchado. Por suerte lo encontré en el jardín intentando volar y conseguí devolverlo a la casa. El dueño no estaba feliz.
"Ponlo en su jaula," me dijo "haz que se calle"
"La paloma está muerta, señor" fue mi respuesta, "tendré que traer a otra"
"Tal vez" intervino el zorro apareciendo de pronto "sea momento de sacar la jaula"
"Afuera es peligroso" respondió el dueño porque si bien lo detestaba la idea de perderlo le resultaba intolerable.
"Le conseguiré un guardián" respondió el zorro, sus ojos fijos en el dueño mientras su cola barría el suelo.
"Se ha vuelto incontenible" dije yo a lo que él me miro con la misma calma de siempre.
"También me encargaré de eso" añadió.
Así que trasladamos la jaula al exterior y dejamos el asunto en manos del zorro. Era persuasivo e inofensivo pues había sido criado en la casa y el dueño confiaba en él. Sin embargo, cuando salí para visitar al Serin como tenía por costumbre descubrí que la jaula estaba sola, sin nadie más que el avecilla que se removía inquieta por el interior sin duda alterada por la luz del sol.
Estaba pensando en volver con el dueño para contarle de la situación cuando la vi. Había una serpiente oculta entre los matorrales cercanos, se movía con tanta cautela que me resultaba imposible oírla desplazarse por el pasto. La vi salir a la luz del sol para acercarse a la jaula y paralizado como estaba me resultó imposible interponerme. Me quede ahí viendo como se enrollaba entorno a la base como una soga floja que no dejaba de mirarme.
"Ella cuidará de él" dijo el zorro apareciendo a mi lado y después me dio las instrucciones para preparar otro alimento.
"¿Qué tiene de malo el que le damos?" pregunté sin dejar de ver a la serpiente.
"Que no ahoga su impaciencia"
"Será amargo" añadí al oír los ingredientes.
"Lo endulzaremos para él"
Como tenía la aprobación del dueño, obedecí. Pasaron los años y el Serin fue creciendo en su jaula convencido de que tenía las alas rotas. La comida del zorro garantizaba que su cuerpecillo se encontrara constantemente agotado dividido entre etapas buenas que le permitían andar y etapas que lo confinaban a su lecho en el suelo de la jaula. Volar se había convertido en sueño inalcanzable, el recuerdo vago de sus primeros años, en cambio, prefería sentarse en el tronco de la jaula a mirar el cielo. Con el tiempo empecé a notar que dejaba de cantar y se convertía en un ave desapegada y fría que te hacía daño con sus afiladas garras cuando te atrevías a acercarte. Le crecieron las alas doradas que brillaban con la luz del sol, un color tan magnifico que cuando se dejaba ver todos se detenían a mirar. Era bellísima como su madre lo había sido e igual de orgullosa.
Sentí pena entonces porque había pensado que con el tiempo su dueño lo absolvería de su injusto castigo y no parecía que eso fuera a suceder; solo entonces dude de la compasión que me había hecho salvarlo. En un arranque de culpa me acerque a las lechuzas tenebrosas que habitan en los tejados de la casa y susurre en voz alta lo triste y solo que se encontraba el Serin. El líder de las lechuzas me oyó y como esperaba habló con el dueño sobre la situación.
Por primera vez vi al zorro protestar, pero como el dueño no tenía interés en el asunto la voluntad de la lechuza se impuso sobre todo lo demás. Desde la ventana vi a la joven lechuza ingresar en la jaula bajo la atenta mirada de la serpiente que había recibido instrucciones de no hacerle daño.
El Serin no estuvo feliz, lo supe a la primera visita. Nuestra avecilla había aprendido a desconfiar, había aprendido a estar solo, y especialmente había aprendido a hacer daño con sus garras cada vez que la joven lechuza se acercaba. Fueron muchos enfrentamientos los que presencie hasta que la lechuza aprendió a quedarse en la parte más baja de la jaula.
Un día, en una de mis visitas, el Serin me contó que iban a dejarlo salir. Lo había oído de labios de una de las habitantes de la casa, la única que sentía la tentación de visitarlo; aunque lo hacía porque quería ganarse el corazón del dueño. La idea de salir emocionaba al Serin y no tardo en obsesionarse con ella. Sin embargo, yo sabía era imposible que el dueño accediera; tenía la certeza de que primero lo dejaría morir antes que abrirle la puerta de la jaula.
Así que volví a casa a indagar el origen de semejante rumor y no tarde en descubrir que mientras el resto ignoraba al Serin que languidecía en su jaula en el exterior, el zorro se sentaba junto a la ventana para mirarlo.
"Tal vez debamos venderlo" decía como si la idea fuera repentina y no la continuación de una discusión anterior "es bonito, pagarían bien por él". Por supuesto el dueño se negaba. El Serin era suyo y de nadie más.
"Deberíamos darle un uso" lo oí decir en otra ocasión "es una pena que se pudra en esa jaula", pero el dueño lo ignoraba.
El zorro nunca presionaba; sus comentarios surgían en los momentos más inesperados, llenos de lógica y sensatez. Cuando el dueño protestaba el zorro no insistía, siempre esperaba hasta volver a mencionar el tema. Su impertinencia me enardecía.
"Nadie querría un ave tan feroz como es el Serin" intervine yo en una ocasión, incapaz de quedarme con la boca cerrada.
"Lo querrán porque es bonito" respondió el zorro agitando su cola "más bonito que ningún otro. Sería un bonito cebo, una forma fácil de atraer presas. Comida para nosotros y nuestro dueño."
"Ya no sabe cantar y no puede volar"
"Lo cual es una lástima porque si pudiera emitir una simple melodía su valor sería incalculable, pero su belleza es suficiente para atraer curiosos. Y para cuando descubran que nuestra ave está rota habrán caído en nuestra trampa y será demasiado tarde"
"El rumor se correría. Tu trampa solo tendría éxito un puñado de veces"
"No importa. Una buena presa es mejor que ninguna"
"¿Y si en lugar de atraer presas atrae a otro cazador?" le pregunte a lo que el zorro sonrió como si la idea hubiese cruzado por su mente. "¿Cómo evitarás que le hagan daño si lo sacas de la jaula?"
"Nadie ha dicho nada de sacarlo. La jaula lo mantiene vivo, la jaula es su hogar. Lo único que tenemos que hacer es abrir la puerta y dejar que el mundo lo vea. Como bien has dicho ya no puede volar y ha vivido tanto tiempo ahí que aun si se lo llevan al final terminaría volviendo"
"Nadie se llevará al Serin" dijo el dueño acabando así con la conversación. Yo volví a mi lugar junto a la chimenea y el zorro volvió a mirar por la ventana. Empezó a pasar todo su tiempo ahí, agitando la cola en un movimiento perezoso y controlado.
Un día, mientras dormía bajo la cama del dueño, los oí hablar.
"Es un pájaro inútil" gruñó el dueño mientras cerraba la puerta. Era la misma conversación de siempre.
"Lo sé", respondió el zorro "Si tuviera el encanto de su madre lo pondríamos a cantar en su jaula para subastarlo. Qué no darían por poseerlo"
"Ya te he dicho que no se lo daré a nadie"
"No tienes que renunciar a él" murmuró el zorro con su voz persuasiva "podemos venderlo y yo me encargaría de recuperarlo. O" añadió cortando la protesta del dueño "podríamos usarlo como cebo. Escogeríamos a una presa gorda que muestre interés, le abriríamos la jaula y lo dejaríamos entrar. Sería divertido de ver."
"Nadie querría entrar a una jaula por un pájaro como él"
"No, supongo que no," hubo una pausa, un silencio estudiado hasta que el zorro abrió una vez más la boca. "Tal vez podríamos dárselo a las comadrejas que viven al otro lado de la cerca."
"Esas bestias son inmundas. Sucias y traicioneras. Lo mataran a la primera oportunidad"
"A ellas les gustan las cosas bonitas y el Serin lo es, estoy seguro de que sabrán apreciarlo. Además, podemos hacerles prometer que lo devolverán cuando se aburran de hacerle daño"
"¿Y qué obtendríamos nosotros a cambio?"
"Tal vez la solución al problema de plaga que tenemos"
Esperaba que el dueño se negara, o incluso indagara sobre esa extraña plaga, pero era obvio que ambos entendían la referencia. Y cuando el dueño no dijo nada comprendí lo astuto y ladino que era nuestro zorro. Había pasado años labrándose una reputación impecable y ahora la utilizaba para hacer su voluntad; era cuestión de tiempo antes de que el dueño terminara cediendo. Tenía que hacer algo.
Mi primer instinto fue hablar con las lechuzas, las protectoras de la casa, pero el zorro había sido criado por ellas y era considerado como parte de su grupo, temí que incluso supieran y apoyaran sus planes. Intente hablar con el dueño, pero fue claro que el zorro tenía su confianza, y yo solo era el gato gordo que dormía junto a la chimenea. No había nadie más a quien acudir.
Sin embargo, el Serin era mi responsabilidad y esta casa era mi hogar, debía impedir que esa alimaña consiguiera lo que fuera que buscara. Y tras pensarlo concienzudamente comprendí que la única alternativa era arrancar al pájaro de sus garras. Pensé en liberarlo, pero cómo hacerlo... cómo hacerlo sin hacerle daño. Era imposible. Un pájaro que ha vivido tanto años en una jaula no puede vivir solo. Necesitará ayuda. Y no hay nadie en este mundo que pueda ayudarlo. El mundo lo ha olvidado y él no confía en nadie. Yo había hecho eso. Además, entendía que el zorro nunca lo dejaría marchar pues ahora lo consideraba suyo.
No. Me temo que lo único que puedo hacer es dejar morir al Serin. Es la única solución. Solo así sería libre de la jaula y los planes del zorro. La idea es amarga porque me hace entender que el destino de la avecilla siempre ha estado escrito y lo único que hice fue proveerle una vida de miseria. Ahora debo remediarlo... y debo hacerlo sin que la serpiente que cuida de la jaula sepa lo que pasa.
Pese a que no tengo la natural astucia del zorro, tengo su confianza y la del dueño. Durante años me he encargado de la comida del Serin, por eso nadie sospecha que la repentina decadencia de nuestra ave sea a causa de las pequeñas modificaciones que hice en la receta original. Su salud empeora de forma tan alarmante que el zorro se ha visto obligado a pedirme ayuda.
No he podido evitar sentir pena por la avecilla enferma tirada en el lecho que se convertirá en su tumba. El dolor en sus ojos se ha tornado insoportable así que le he hecho una promesa. Le he dicho que mi medicina acabara con el dolor. Y sé que lo hará. El veneno que he puesto en ella es indetectable a menos que sepas lo que estás buscando y lo conducirá a una muerte lenta e inevitable. Me habría gustado que fuera más inmediata, pero debo evitar las sospechas del zorro que sin duda me matará si comprende lo que estoy haciendo. Debo ser cauteloso pues él tiene ojos y oídos en todas partes así que me siento junto a la jaula a ver al pájaro morir mientras la joven lechuza se esconde en una esquina.
Me gustaría poder contárselo. Me gustaría poder decirle al Serin que su muerte es necesaria. Me gustaría que entendiera que su sacrificio mantendrá el techo sobre nuestras cabezas porque creo entender lo que el zorro busca. Sí, me gustaría explicarle que esta es la única forma en que puede ser libre.
Al final, creo que me alegra haber convertido a nuestro Serin en una ave soberbia, tan herida que no puede evitar herir y tan afilada como el acero de un cuchillo, porque de no haber sido así el zorro lo habría obligado a vivir y cantar para él. Lo sé. He visto en sus ojos la obsesión que su belleza genera. Una obsesión que ha destruido antes.
Así que es una suerte que él no sea su madre, es una suerte que él no cante, es una suerte que ya no tenga alas. O de lo contrario me vería obligado a tomar un puñal para atravesarle el corazón, ahora, antes de que el zorro le hunda los dientes y se niegue a soltarlo.
Lo siento, pequeño Serin, mi compasión te ha llevado hasta aquí y es momento que tu historia termine.
Fin del Segundo Arco
[...]
Muy bien chicos, ¿les ha gustado el cuento?, ¿ha tenido sentido? ¿hemos descubierto detalles interesantes? ¿todo eso ya se lo sabían?
Cuentenme porque me temo que tendremos una pausa de dos semanas antes de volver con las actualizaciones regulares. Así que recuerden donde nos quedamos y no se coman las uñas.
En un apartado interesante, ¿sabían que las lechuzas son de la clase de aves que se aparean de por vida? Son tan monas. Y por si alguien no lo había sospechado el serin es un tipo de canario y lo escogí porque son aves preciosas, amigables y cantan divino.
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