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5.5. Música

Título Alternativo: Para algunos la rutina es sinónimo de pesadilla, para otros es el escape ante la incertidumbre.

[...]

Noche lo llevó hasta el cordel que usaban para llamar a las sirvientas e inmediatamente después de despedirse deslizó tras su oreja el mismo mechón de pelo rebelde que había tocado antes, acariciando su rostro con cuidado.

—Disfruta tu baño, pajarito —murmuró inclinándose hacia él para rozar su mejilla en lo que podría haber sido un beso de mariposa—. Te veré más tarde.

Tras eso desapareció por la puerta secreta que se encontraba en su alcoba dejando a Denki ansioso y más confundido que nunca. Por suerte para él las sirvientas no tardaron en llegar a preparar las sales y los perfumes de su baño. Llenaron la bañera con agua que olía a aceites perfumados y después guiaron al Príncipe hasta el extremo más alejado de la sala donde los esperaba el agua y el jabón. Una de las mujeres –Saeko– le ofreció una sonrisa dulce antes de ayudarlo a desnudarse.

En el pasado, cuando recién había logrado levantarse de la cama tras su llegada a ese mundo, Denki había insistido en lavarse por cuenta propia, en mostrar un poco de independencia, pero desde que se mudara al palacio había dejado que las sirvientas lo atendieran sin decir nada y no se había dado cuenta de que lo hacía porque era el único momento en el día en que podía disfrutar el toque de otro ser humano.

Era difícil precisar si la falta de contacto físico en su vida era resultado de su aislamiento o una cuestión normal en ese mundo, pero se dio cuenta ahí, mientras ellas le lavaban el cuerpo con un primoroso jabón nuevo, que podía contar con los dedos de una mano todos esos momentos de intimidad; se acordaba del bochorno que había sentido cuando Fantasma le había sujetado de la cintura para enseñarle a lanzar los abanicos, de cómo había llorado ante el abrazo de su tío, de la sensación sofocante causada por la avasallante atención de Inasa y sus manos grandes, y de cómo el beso de Noche le había ofrecido un consuelo inesperado. Sin embargo, el toque de las sirvientas, cuidadoso y lleno de esmerada atención, le ofrecía una pizca de normalidad que resultaba tranquilizante.

—Este jabón huele delicioso, ¿verdad?

Las sirvientas le dieron la razón y cuando Denki hizo otra pregunta ellas volvieron a responderle en susurros bajos, hasta que lentamente se embarcaron en un relato sobre jabones y esencias y cuáles eran sus favoritos. Denki las oyó con avidez.

Tras lavarle la cabeza y darle un último enjuague, Saeko tomo la cascada de pelo limpio y lustroso a fin de recogerlo en un moño alto pues el agua de la tina estaba llena de aceites y perfumes escogidos especialmente para el cuidado de la piel y la relajación de los músculos, pero que no eran precisamente amigables con el pelo. Denki se levantó entonces del banquito en el que se había quedado quieto mientras lo lavaban para trasladarse a la tina donde el vapor del agua caliente seguía elevándose en espirales grises.

Al entrar en el agua su cuerpo emitió un suspiro de deleite pues la sensación caliente era exquisita y con cada aspiración los vapores aromáticos entraban en su sistema hasta llegar a todos los rincones de su cuerpo. Denki cerró los ojos, extendió las piernas en la tina y apoyó la nuca sobre el cojincito que una de las sirvientas había colocado en el borde; se deleitó con el calor, el vapor y el aroma, mientras las mujeres se retiraban en silencio a fin de darle privacidad aunque una de ellas le aseguró que permanecería tras la puerta cerrada por cualquier cosa.

El calor le aflojó los músculos y no paso mucho tiempo hasta que Denki emitió un ronroneo de felicidad, maravillándose lo que un simple baño podía hacer por él; se sentía limpio por dentro y por fuera, y tan relajado que le habría resultado fácil dormir, pero no lo hizo. Dobló las manos sobre su pecho y jugueteó con sus dedos mientras oía el chapoteo del agua que reverberaba en sus oídos. De forma inconsciente apartó una gota de agua que corría por su mejilla hacia el borde de su boca y la sensación lo hizo pensar en un aliento tibio en el mismo lugar.

["No está mal querer cariño cuando te sientes solo, pajarito"]

El recuerdo hizo que los dedos de sus pies se encogieran. Abrió los ojos y contemplo los adornos en el techo alto y la claridad del día que entraba por la ventana a su izquierda, como si eso pudiera ocultar la verdad. Una verdad muy simple. Había querido que lo besaran.

La idea lo hizo enrojecer.

Se cubrió el rostro con las manos húmedas, expulsó una bocanada de aire caliente contra ellas para después deslizar los dedos desde su frente hasta las mejillas donde sujeto su rostro con las manos extendidas.

["Ahora lo quiero todo"]

Qué es todo, pensó Denki con calma mirando las ondas del agua sacudirse cada vez que su cuerpo se movía bajo el agua. Era ciertamente sorprendente que el guardia fuera capaz de expresar algo tan simple de forma tan directa, a Denki le habría gustado contar con un porcentaje –por mínimo que fuera– de su resolución.

["¿Qué clase de libertad buscas?"]

Era una pregunta imposible de responder. Todas las opciones (Quedarse en cama y esperar. Casarse y esperar. Obedecer y esperar) parecían iguales. ¿Cómo saber cuál escoger?

["También existe la posibilidad de que busques la libertad por tu cuenta"]

Y buscarla es como buscar un copo de nieve perfecto. Casi Imposible.

Dándose cuenta de que su mente volvía a hundirse en las mismas dudas que lo habían atormentado en los últimos días Denki encogió las piernas y suspiró, se negaba a arruinar ese pequeño momento de placer con incertidumbre así que buscó algo para distraerse. Lo primero que acudió a su mente fue la esplendorosa habitación por la que habían cruzado y todos sus bellísimos elementos.

Si tiene una mesita de trabajo, seguramente tendrá tinta y papel. Puedo retomar mis clases de caligrafía.

La idea parecía simple y lo hizo sonreír, pero no se dio prisa. Permaneció en la tina hasta terminar con los dedos arrugados y la piel sensible, y cuando llamó a la sirvienta ella entro llevando otra bata de seda de color perla que se pegó a su piel húmeda. La mujer lo acompaño hasta su alcoba –donde Denki descubrió que las sirvientas habían terminado con la limpieza– ahí lo ayudo a vestirse con una túnica ligera en colores claros y sin adornos, perfecta para quedarse en casa; le cepilló el pelo con mucho cuidado y para cuando terminaron tenía el desayuno esperando por él.

—En el balcón —dijo Denki al ver la bandeja de comida y la mujer que cargaba con ella asintió antes de salir de la recamara.

Antes de seguir a la mujer Denki llamó a Hono que tras despertar se había escondido bajo uno de los divanes, el animal corrió hacia la mano extendida del Príncipe y juntos salieron. Denki descubrió que el balcón era una pequeña terraza cuadrada que daba directamente hacia el jardín con un techo de madera exactamente igual al del interior y una baranda de madera perfecta para ocultar a quienes se recostaran en los divanes de cualquiera que espiara por las ventanas que rodeaban el jardín de la Emperatriz.; sin embargo, la vista resultó decepcionante –un montón de ventanas pequeñas y paredes iguales–.

La terraza combinaba a la perfección comodidad, privacidad y exterior, por lo que Denki la convirtió de inmediato en su lugar favorito. A Hono también pareció gustarle porque se subió a la baranda a dormitar bajo los rayos del sol después de que Denki lo llenara de verduras y trocitos de arroz.

Tras el desayuno Denki dio una vuelta por el jardín para estirar las piernas mientras las sirvientas aireaban las habitaciones y limpiaban el baño. Le sorprendió descubrir lo triste que parecía ese jardín aun con su pasto bien cuidado y los setos recortados, y tardo un momento en comprender que no había flores ni adornos de ninguna clase.

Tal vez ya no sea temporada —se dijo pues no estaba seguro de qué día era; sabía que el Festival se había celebrado a principios de la primavera y que el exilio de Izuku sucedía en algún punto durante el verano. Nada más—. Dios, en unos cuantos meses cumpliré un año aquí.

Era una idea difícil de procesar siendo que había pasado más tiempo encerrado y enfermo que cumpliendo con sus deberes.

["Tu objetivo es muy simple... Vivir"]

Se sacudió la voz del Sistema y continúo con su paseo. El bebedero que había erigido el Emperador en honor de su esposa era una estructura de madera inmensa con forma de lampara circular que terminaba en una punta redonda; estaba completamente limpio, sin señal de que lo hubieran usado en algún momento. Su aspecto impersonal y vacío reforzaba la idea de que ese jardín era miserable.

Abandonado, como todo lo que le pertenecía.

Denki completó el circuito que rodeaba el perímetro del jardín y al volver al punto de inicio estudió los alrededores con calma, frotándose la barbilla con el dorso de la mano. Su primer instinto, el que lo instaba a tener las manos ocupadas y ocupar su tiempo para no sentirse encerrado, fue el de darle a ese paisaje un poco de vida. Flores o setos con forma, o incluso erigir un bonito kiosco en lugar del bebedero, tal vez una fuente o una línea de farolillos, pero casi de inmediato desechó la idea. Plantar cualquier cosa en otoño era tan solo remover tierra en balde, en cuanto cayeran las primeras nieves cualquier retoño terminaría congelado y por ser el pabellón de la Emperatriz cualquier otro cambio requería la aprobación de su padre, algo que Denki sabía nunca obtendría. Además (Esta no es mi casa), su hogar sería en casa de los Shigaraki.

["Te detesto"]

Denki se sacudió el recuerdo y decidió que no. No metería las manos en el jardín, se limitaría a dar paseos en él todos los días para estirar las piernas. Con esa idea en mente subió al segundo piso para estudiar la zona que correspondía a la biblioteca. En ella había un pequeño escritorio con pilas de pergamino sin usar y frascos de tinta sin abrir –Denki hizo nota mental de retomar sus clases de caligrafía a la primera oportunidad–, también había un librero bajo lleno de libros empolvados y en desuso. Al hojearlos descubrió que la mayoría eran poemarios y novelas románticas, pero también encontró algunos almanaques sobre las estrellas, tres volúmenes que recopilaban lo que parecían ser cuentos de folclore popular, un par de volúmenes de historia y un manual breve sobre un instrumento parecido a la cítara. Un manual intacto que sugería que su antiguo dueño no se había tomado la molestia en tocarlo.

¿Y por qué esta aquí? Piensa Denki tras hojearlo, entonces se acuerda que esa mañana vio un instrumento musical abandonado en un rincón. El instrumento en cuestión tiene forma de trapezoide con extremos ligeramente curvos en lugar de rectos, que mide aproximadamente tres palmas en su base más larga, y casi dos en la otra base y a lo ancho. Una de las caras del trapecio contiene 25 cuerdas de seda tirantes y alineadas a la misma distancia que van de un extremo a otro. Al igual que las guitarras cuenta con una caja de resonancia que amplifica el sonido creado por la cuerda al ser pulsada, el cual sale por la boca circular en el centro de la caja.

Es un hecho que lo emociona porque en su vida anterior Denki había formado parte del club de música de la escuela –hasta que su vida había descendido en una espiral de responsabilidades y deudas–, y había sido una de sus actividades favoritas aun si sus padres nunca habían tenido dinero para comprarle una guitarra propia.

Pero ahora tengo tiempo.

Denki sonríe antes de decidirse y se pasa el resto de la mañana familiarizándose con el instrumento y el pequeño manual. El manual incluye una leyenda sobre su origen, una serie de dibujos ilustrando posiciones para tocar, además de un puñado de detalles que hablan sobre el creador y su pieza. En resumen, nada que pueda ser útil para indicarle como se toca exactamente.

Intentemos puntear, pero si es como la guitarra habrá cuerdas que puedan pisarse.

El instrumento, que con el tiempo Denki aprenderá se llama zita, tiene un precioso acabado negro brillante que hace pensar en una piedra obsidiana. En la superficie, bajo las cuerdas, el creador ha dibujado un paisaje minimalista en el que se divisan nubes sobre una montaña y un río en su base donde algo parecido a un dragón –un kabura– se desliza sobre la superficie cristalina. Es un dibujo asombroso que incluye pequeños detalles como las escamas del dragón y las ondas del agua perfectamente visibles gracias al tamaño de la zita, es tan bonito que Denki duda en levantarlo por temor a romperlo.

Tras inspeccionar las imágenes en el manual aprende que una de las posiciones para tocarlo es colocarlo sobre una mesita baja y sentarse frente a él, es así como Denki empieza a practicar. Prueba el sonido que hace una cuerda al ser punteada en la parte baja, en la parte media y en la parte alta y confiando en su oído intenta afinar aquellas que le suenan mal aunque es imposible adivinar si realmente lo hace de forma correcta. En algún momento se le ocurre la idea de ir anotando las notas que alcanza a distinguir según lo que recuerda de sus clases de música, pero pronto sus notas quedan olvidadas. Durante horas lo único que hace es puntear, oír y repetir.

Después de comer –otra vez en la terraza– las sirvientas le entregan su tacita de medicina amarga que se bebe sin dudar. La rigidez de sus músculos tras la fiebre sigue ahí, no tan intensa como cuando recupero la consciencia, pero es un recordatorio constante de lo que pasara si vuelve a dejarla. Ahora que sabe lo que hace la droga, Denki dedica una tarde entera a pensar en cómo ha afectado su vida desde el principio. Todos habían dicho que el Príncipe tenía épocas buenas y malas, épocas en las que lograba levantarse y épocas en las que permanecía todo el día en cama, pero era raro verlo fuera y solo ahora lo entendía.

No se trataba únicamente de la prohibición de su padre a salir, había algo, una especie de debilidad en sus músculos que tras cualquier esfuerzo físico el cansancio resultante era terrible. Al principio había supuesto era un síntoma de su estado semi cadavérico, y después, cuando había adoptado una vida más activa, la repentina aparición de las ojeras, la palidez, y los dolores de cabeza los había hecho pensar en otro veneno, cuando en realidad era la droga minando su energía una vez más. Y finalmente, en los días en que había empezado a evitar su té, los síntomas de su desgaste habían sido obvios para Katsuki aunque no para él.

Debo ser cuidadoso en no excederme ni en saltarme mis dosis, y si Noche dice la verdad y se trata de una droga y mi cuerpo se ha acostumbrado a ella, la solución no es un simple antídoto. Tampoco creo que haya tratamientos específicos para tratarla; así pues, no hay forma de que pueda escapar de mi padre. No por ahora.

Es gracias a la promesa del Sistema que evita hundirse en la depresión, si bien no está seguro de la clase de libertad que persigue sabe que tiene opciones; es así como Denki va construyendo una nueva rutina, diferente de las anteriores pues ya no hay pánico por alcanzar objetivos o buscar distracciones para matar el tiempo; en cambio, se enfoca en pulir sus hobbies. Uno de ellos es la lectura así que envía a una sirvienta con una lista de libros a la biblioteca del palacio, pero en lugar de retomar sus clases de historia y política, se enfoca en la cultura popular. Hay tantos detalles de ese mundo que no conoce –religión, supersticiones, leyendas, etc.– que está decidido a convertirse en una esponja de cada uno de ellos. Además, encuentra un placer sin precedentes ante el simple hecho de recostarse en la terraza para leer voz alta mientras Hono ronronea sobre su pecho.

Como no tiene la condición ni el interés de entrenarse como guerrero eso descarta la equitación –no le gustan los caballos–, el manejo de armas –cosas afiladas que con toda probabilidad provocaran que se corte su propio cuello–, la defensa personal –no mientras dependa de una droga voluble–. También tiene que descartar las opciones que involucran salir del palacio ahora que sabe que su padre nunca se lo permitirá, lo que básicamente lo deja con la lectura, la caligrafía, el baile, la pintura y la música. Actividades que intenta perfeccionar sin dejar de dar vueltas sobre la misma pregunta:

["¿Qué clase de libertad buscas"]

Sigue tener una respuesta, pero al menos ahora siente que está avanzando. De entre todas sus actividades es la música la que consigue absorber su atención casi por completo pues es una disciplina demandante que requiere concentración, paciencia, y mucho tiempo –cosas que Denki tiene de sobra–. La recién descubierta zita absorbe toda su mañana, dedica horas a memorizar notas mientras prueba las mejores posiciones para tocar, sin dejar de buscar patrones semejantes a los de su guitarra. Es casi un juego el descubrir sonidos, buscar pautas que mantenga el silencio a raya, por desgracia casi toda la música que consigue crear parece bambolearse como un elefante en una tienda de vidrios. Para el delicado oído de Hono las sesiones con la zita resultan una tortura, apenas lo ve levantar el instrumento, el animalito se sacude la modorra para huir.

—No seas así —le dice cuando lo ve correr de vuelta al interior mientras Denki se acomoda en la terraza para practicar—. Apenas estamos aprendiendo.

Pero no hay suerte, Hono es un juez implacable y siempre se esconde durante las horas de música. Denki está decidido a ganárselo así que sigue practicando.

Sus dedos, esbeltos y débiles, resienten casi de inmediato el continuo y duro contacto con las tirantes cuerdas de seda, y sus muñecas no tardan en acalambrarse tras pasar mucho tiempo suspendidas de forma horizontal sobre la zita, pero Denki persiste. Lo hace porque se divierte, porque en esa ocasión no lo hace para ganarse la atención de cientos de personas ni para causar una impresión, tan solo se deleita con el sonido de la música terrible que sus dedos arrancan de ese trozo de madera mientras busca tonadas simples que lo entretengan.

Su nueva rutina también incluye dos visitas de parte de Noche. La primera ocurre antes del amanecer, su "Buenos días, pajarito" es la bienvenida que recibe cuando se levanta mientras el cielo es de una tonalidad oscura como terciopelo y el fresco de la mañana cubre los suelos de madera elevando brisas heladas que se cuelan bajo su ropa de cama haciéndolo estremecer. La finalidad de esa visita es acompañar al guardia a desayunar; en el pasado, cuando le tocaba sentarse con Noche cerca de las dependencias de su padre, Denki había optado por permanecer quieto viendo al guardia comer mientras contaba los minutos para volver a su habitación –temeroso del veneno que suponía iba a matarlo–, pero ahora sujeta su tazón de sopa caliente y entre sorbitos hace preguntas, curiosidades y dudas que no lo dejan en paz.

Tras desayunar Noche siempre se despide de la misma forma.

—Disfruta tu día, pajarito —dice, inclinándose hacia él para rozar su mejilla en un beso de mariposa que levanta cosquillas en su piel—. Te veré más tarde.

Denki se metía en la cama a dormir otra hora hasta que el primer rayo de sol despertaba a Hono, entonces procedía a entretenerse solo. La segunda visitaba ocurría cuando el silencio cubría el palacio como una segunda piel y la sombras de las habitaciones parecían impenetrables, Noche siempre emergía de ellas como una aparición sobre la cual ondulaban los arcos de luz provenientes de la lámpara que Denki mantenía en la mesita más cercana.

Al igual que el desayuno Noche se aparecía con una bandeja de comida que incluía su cena, y un tazón de sopa para Denki, el cual solía quedarse a medias. Esas visitas solían transcurrir casi siempre en silencio, la pesadez del día y el cansancio goteaban alrededor de Noche como el rocío de la mañana, aunque había ocasiones que el guardia mostraba interés por el intercambio de secretos.

—¿De quién fue la idea de un matrimonio para cimentar la paz? ¿Del Príncipe Todoroki o tuya?

—El Oficial Takami parecía creer que esa era mi intención —respondió Denki sin dejar de frotarse la muñeca derecha que sentía rígida tras la práctica de ese día—, ¿cómo supieron que no me estaba tomando mi medicina? Siempre procuraba dejar mi taza vacía cuando me dejaban solo.

—Ordenaste que te sirvieran tu té sin endulzar, pero las sirvientas tenían órdenes de continuar y como nunca volviste a quejarte fue claro que evitabas tocar cualquier cosa que prepararan fuera de tu vista. ¿Qué te hizo sospechar de Ina?

—Tiene pies de gato —respondió Denki al tiempo que cambiaba el masaje a su otra muñeca, pero Noche interceptó su mano y la sujeto entre las suyas masajeando la parte interna con sus pulgares en círculos diminutos.

Nadie hizo más preguntas. Los dedos de Noche, rugosos gracias a la continua práctica con la espada, presionaron los costados de su muñeca para después ascender por la base de su mano hasta presionar uno a uno sus nudillos aflojando la tirantez de los músculos; finalmente acariciaron con cuidado la pequeña ampolla que tenía en el índice derecho.

—¿Disfrutas tocar?

—Sí —respondió Denki en un susurro. Lo vio fruncir el entrecejo y supo que habría otra pregunta, pero el guardia se limitó a mirarlo como si lo estudiara. Incapaz de soportar el escrutinio Denki recuperó su mano y aparto la vista—; aun si no lo hago bien, al menos me distrae.

—Ten paciencia, pajarito, —respondió Noche—, ahora que te has levantado tu encierro no durará mucho.

Aunque Denki quería creerle, no se atrevió a interrogarlo sobre el tema; en cambio, se levantó ocultando un bostezo incontenible para después encaminarse hacia la recamara mientras Noche lo seguía con su bandeja vacía.

—Buenas noches, pajarito —era el último sonido que oía antes de desplomarse en la cama.

—Buenas noches —respondía, y un momento después el vacío en la habitación era palpable. Solo entonces Denki se acurrucaba entre las mantas de una cama que no era suya para dormir a la espera de otro día.

[...]

N/A

Si Mirio es el guerrero, Neito es el empresario, entonces a Denki le quedan las artes, y el chisme. Y el zita (nombre super original) está basado en los instrumentos de cuerda pulsada. Hay un montón y aquí hay unos ejemplos.

https://youtu.be/XB-r4HihVac

https://youtu.be/IxM1tjTvFAc

https://youtu.be/Md9hJrkYMhs


En particular me gusta el decorado de este (que es un instrumento de 15 cuerdas y es más pequeño)

https://youtu.be/9zfxjvgS2Lg

Y la idea de un Denki precioso tocando me puede. Lo siento. Es otra de mis indulgencias. 

EXTRa: Triple actualización porque soy un ser humano de impulsos y porque la proxima semana no podré actualizar.

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