5.27. Medicina
Título Alternativo: En el que Mirio y Neito se ocupan de su hermano.
[...]
Neito fue el primero en reaccionar, se aclaró la garganta y asumió una actitud despreocupada que desentonaba completamente con el rictus severo de su boca.
—Si ese es el problema, ¿por qué no subes y descansas en mi habitación?
—A tu padre no le gustará que perturbe tu rutina.
—A padre no le importará.
—No le diremos —lo interrumpió Neito—. No tiene que saberlo, ¿verdad?
Mirio parpadeó.
—¿Por qué no? —la respuesta de Neito fue enarcar las cejas en una orden implícita—. De acuerdo, no, no tiene que saberlo.
Denki dudó, pero entre la promesa de Neito y la perspectiva de alejarse de la brisa fría que empezaba a herirle las mejillas, su renuencia fue apagándose lentamente hasta desaparecer.
—De acuerdo.
—Está decidido, entonces —dijo Mirio y después hizo llamar a los guardias que esperaban afuera—. Tamaki, trae al médico que este en guardia y envía por el médico personal del Tercer Príncipe, no importa si tienes que arrastrarlo-
—No —exclamó Denki—, no quiero ver a ningún médico.
Neito y Mirio discutieron con él, pero Denki sacudió la cabeza y se negó a ceder.
—Alteza —intervinó entonces Fantasma, dando un paso al frente y ofreciéndole una reverencia a todos—, si no se siente cómodo con los médicos del palacio, ¿puedo recomendarle a uno de los sanadores del Clan?
—No es necesario —empezó a decir Neito pero fue interrumpido por Denki.
—¿Tienen sanadores?
—Por supuesto, Alteza. Si bien el Clan entrenan a sus miembros para cuidar de sus propias heridas, hay quienes se encargan de monitorear la salud del resto. ¿Aceptaría que uno de los sanadores del Clan lo atendiera?
—Sí.
—Tenía entendido que esos sanadores no tienen permitido abandonar las barracas —dijo Mirio dirigiéndole una mirada a Tamaki.
—Y así es, Alteza —respondió este mirando reprobadoramente a Fantasma.
—Eraser lo permitirá si eso alivia la ansiedad del Tercer Príncipe a una revisión médica.
—No perdemos nada con preguntarle, ¿verdad? —dijo Denki mirando a su hermano—. Si no pueden venir no importa, pero... si se pudiera...
—¿Dejarías que uno de ellos te revisara?
Denki asintió. Si bien un guerrero del Clan seguía estando bajo el control del Emperador, también obedecía a Eraser y confiaba en este para conseguir a alguien que no fuera un inepto.
—De acuerdo —cedió Neito y con eso todo quedo decidido.
Fantasma se marchó a buscar al sanador y por orden de Mirio, Eclipse fue con él. Apenas desaparecieron, Mirio se giró hacia Neito.
—No me gusta ese guardia.
—Eso es raro viniendo de ti, ¿qué hizo?
—¿Qué guardia? ¿Fantasma? —preguntó Denki pero ambos lo ignoraron.
—No parece haber aprendido nada de su juicio —y procedió a contarle cómo había sido el tenso intercambio de esa mañana. Neito asintió con dureza.
—¿Qué sugieres hacer?
—No harán nada —exclamó Denki que hasta ese momento había oído en silencio—, es mi guardia, obviamente va a seguir mis órdenes.
—No parece entender-
—¡No! No vas a culparlo por mi necedad. Si yo le di una orden y él la obedeció, no es justo que quieras responsabilizarlo por una decisión que no le pertenece.
—Su criterio deja mucho que desear —insistió Neito con su voz desaprobadora.
—No hables de criterios y decisiones. ¿Te das cuenta de la posición en la que están? Ya sea que obedezcan o no se arriesgan a un castigo, no hay justicia ahí.
Neito tensó la mandíbula y sus ojos relampaguearon, parecía listo para discutirle cuando Mirio sacudió la cabeza imperceptiblemente. Eso lo convenció de dejar el tema, y en cambio le preguntó por la fiesta de la noche anterior.
Agradeciendo la oportunidad de retomar sus pendientes, Denki le hizo un resumen breve de la fiesta; también aprovechó para concertar una reunión con los Torikin y tantear la posibilidad de conseguir que Neito aceptara trabajar con el tercero de sus hijos. Aún seguían discutiendo los detalles cuando Fantasma y Eclipse volvieron con una mujer de grandes ojos castaños que Denki reconoció de inmediato como la maestra que había estado entrenando a Fantasma apenas el día anterior.
La mujer sombra se inclinó ante ellos con la rigidez de alguien que no acostumbra a estar ante la realeza, y pese a su evidente tensión ella no titubeó al preguntar si podía auscultarlo.
Denki se quitó la manta de encima y alzó la pierna para que pudiera examinarle el tobillo con calma. La mujer sombra parecía acostumbrada a tratar con dislocaciones y torceduras porque tanteó con firmeza y seguridad indiferente a las sacudidas involuntarias que Denki hacía cada vez que su pie giraba en una sentido incómodo. En un momento le quitó el zapato de tela y masajeó los dedos, el empeine y la pantorrilla, todo sin perder su expresión concentrada y severa.
La mujer terminó con una pierna, empezó con la otra y su examen fue tan meticuloso que Denki descubrió que tenía un horrible moretón en una de sus piernas.
—También los brazos —dijo Mirio apenas la vio colocar los zapatos de vuelta.
La mujer asintió a la orden y empezó con el brazo derecho pues fue el primero que Denki le extendió, y con excepción de una zona sensible en el antebrazo no parecía haber mayor daño.
Muy diferente fue el brazo izquierdo, cuya mano se ocultaba en el interior de las mangas amplias y apenas Denki la retiro todos vieron que sus tres dedos finales tenían un feo color morado –oyó a Neito aspirar con fuerza y a Mirio maldecir–. El meñique en particular se había hinchado casi al doble de su tamaño y Denki se estremeció al sentir los dedos de la mujer sobre ellos. Fue aún peor cuando esas manos se deslizaron de su muñeca hasta su codo y tantearon el músculo con la misma eficiencia seca de antes.
Si Denki no gritó entonces fue porque todos lo estaban viendo.
Ella se tomó su tiempo con ese brazo, hizo preguntas, lo hizo girar la muñeca, mover los dedos, alzar el codo, y otros pequeños movimientos que Denki acató con los dientes apretados. Lo último que hizo fue pedirle que se inclinara ligeramente al frente mientras ella le tanteaba los músculos de la espalda con cuidado.
Como Denki esperaba la conclusión de la mujer fue que necesitaba mucho descanso. Si bien no se había roto nada al caer lo mejor era evitar forzar su cuerpo debilucho, así que le ordeno mantener inmovilizado el brazo y la pierna, y le recomendó baños calientes para ayudar con la rigidez de los músculos. También prometió enviarle una pasta de hierbas para aliviar la hinchazón de su codo y sus dedos, y un ungüento especial para el resto de los moretones.
Tras asegurarle de que el dolor del brazo desapareciera en cuanto bajen la hinchazón y que el corte en la cabeza era más llamativo que peligroso, la mujer se despidió de todos para volver a sus obligaciones en el Clan.
Al final Denki aceptó que Mirio lo llevara en brazos hasta la habitación de Neito mientras este los seguía. En las escaleras se quedaron Fantasma y Eclipse, el primero debía volver a las barracas y el segundo integrarse a su puesto de vigilancia en el palacio, por lo que Denki se despidió de ellos en silencio. Se hizo la nota mental de escribirle a Aizawa para agradecerle por todo.
Los sirvientes de Neito, bajo sus instrucciones, prepararon un baño caliente al que le añadieron esencias de hierbas que servían como relajantes musculares. Alguna de esas hojas hizo estornudar a Hono por lo que salió del cuarto a toda velocidad. En cambio, Denki notó que sus pulmones se abrían como si hubieran estado congestionados al aspirar una bocanada de vapor aromático, pero la perspectiva de desnudarse solo o frente a los sirvientes lo hizo titubear.
Neito lo convenció de quitarse únicamente la túnica exterior y los pantalones, quedándose así con la capa interior que le cubría hasta las rodillas y era de una tela blanca ligera. Con ayuda de su hermano se metió en la tina siseando al sentir el agua caliente pulsar contra su tobillo herido. La sensación se repitió cuando sus dedos tocaron el agua y no pudo evitar un gemido cuando intento apoyarse en el respaldo de la tina. Al final se sentó con la espalda recta mientras el vapor del agua se perlaba en su frente, incluso se atrevió a mover sus dedos para ayudar con la circulación justo como le había sugerido la sanadora.
Temiendo que fueran a dejarlo solo Denki mantuvo los ojos fijos en sus hermanos, y por eso se sorprendió cuando Mirio hizo traer una otomana pequeña para él y un diván largo para que Neito pudiera sentarse.
—¿O prefieres que te dejemos solo? —preguntó el Príncipe Heredero al ver su sorpresa.
Denki se apresuró a negar con la cabeza.
—Nunca habría creído que tendría un hermano que teme a la oscuridad —murmuró Neito apenas logró sentarse en el diván.
—No le tengo miedo a la oscuridad, Neito.
—Bueno, entonces tengo un hermano al que le gusta que lo miren bañarse.
Denki salpicó agua en su dirección.
—Ten cuidado —dijo Mirio sentándose en la otomana que estaba junto a la tina para apoyarse en el borde—, Neito es un demonio vengativo. Le gusta empujar tu cabeza en el agua hasta casi matarte.
—Por favor, Mirio, ya no tengo diez años.
—¡Oh! Entonces te acuerdas de cuando nos bañábamos juntos e intentabas matarme.
Neito rodó los ojos y lo llamó exagerado, Mirio ofreció ejemplos, y Denki se limitó a oírlos notando por fin que el dolor dentro de él empezaba a remitir. En algún momento una sirvienta llamó a la puerta para informarle que había un paquete de medicina para el Tercer Príncipe así que Mirio salió a recibirlo.
Una vez solos Neito se levantó para acercarse a él.
—Terminemos de quitarte la ropa que falta.
Denki protestó, pero Neito se aprovechó de que estaba en la tina para ayudarlo con la capa interior que le quedaba encima. Lo más difícil fue girar y sacar el brazo de las mangas, pero una vez que lo tuvo fuera se sintió mucho mejor porque no había tela húmeda rozándole la piel sensible.
Neito tomó la ropa y fue a dejarla en un cesto con el resto, al volver Denki lo oyó maldecir y supo que la imagen de su espalda no debía ser agradable.
—No me duele demasiado —dijo Denki, pero su mentira quedó en evidencia cuando Neito lo picoteó con fuerza arrancándole un aullido de dolor inesperado.
—Sí, ya veo que no duele.
—¿Por qué has hecho eso?
—Porque te empeñas en la necedad. No quieres descansar. No quieres ver al médico. Semejante comportamiento me hace querer preguntarte, ¿cuántos años tienes?
—Ya te dije por qué no quería volver a mi cuarto.
—Pues dices eso en lugar de mentir diciendo que estás bien.
—Estoy bien.
—Oh, ¿de verdad? Entonces si te sacudo el brazo no volverás a aullar como antes, ¿uhm?
—No te atreverías.
—¡Oh!, pregúntale a Mirio, y él te contará de lo que soy capaz.
—No seas así.
—Entonces no me mientas.
Denki apartó los ojos exhibiendo un puchero que hizo a Neito chasquear la lengua.
—Maldita sea, Denki, tienes la constitución de una hoja de papel.
—¡Hey!
—Es la verdad. Te resfrías con facilidad, te cansas rápidamente, no soportas largas actividades al aire libre, y ahora resulta que cuando te salen moretones se ven horribles.
—Todos los moretones son horribles.
—Lo que intento decir es que debes tener cuidado. No corras en las malditas escaleras, baja lentamente y deja de actuar como un niño malcriado.
Denki cerró los ojos y alzó la mano derecha para frotarse la frente y las mejillas. El regaño más que enfadarlo lo ablandó porque había genuina preocupación en la voz de Neito, algo inusual y absolutamente raro en él. Se preocupaba de verdad y la idea agitó un repentino y poderoso ramalazo de afecto por su hermano. La emoción sacudió el resto de sus barreras y antes de darse cuenta notó los ojos irritados y la garganta contraída.
Neito debió notarlo porque dijo:
—Ya, ya, no pasa nada —uso el tono ligero de alguien que consuela a un niño exagerado—. Ha sido una caída y nada más, en un par de días volverás a correr como una carreta desbocada, solo procura no hacerlo en las escaleras.
Denki quiso reírse, pero el sonido que emitió era ahogado y húmedo, entonces sintió un peso sobre su cabeza y al abrir los ojos vio que Neito le palmeaba el pelo con torpeza.
El gesto volvió a entibiar su corazón. Pensó en la familia que quería tener, en las posibilidades y decidió intentarlo una vez más.
—No fue un accidente —susurró en voz baja como si temiera que alguien más pudiera oírlo.
La revelación hizo a Neito parpadear, un segundo después su ceño se frunció.
—¿Y entonces qué carajos pasó?
Solo que en esa ocasión no había ira que empujara la verdad fuera de él, así que Denki tragó la saliva que tenía acumulada en la garganta y se limitó a mirar a su hermano con una expresión tormentosa llena de verdades peligrosas.
A Neito le tomó un momento comprender.
—No —dijo en voz baja y sacudió la cabeza—. No —repitió en un tono más firme como si su voluntad pudiera hacer que esa fuera la verdad y no un ruego desesperado—. No, Denki, no fue eso. No.
La respuesta de Denki fue mirarlo con los ojos vidriosos y la boca en una línea dura.
—¿Por qué? —insistió Neito aunque la pregunta no parecía estar destinada para Denki porque la hizo al aire mientras su ojos iban del corte que tenía en la línea de su pelo, a la mancha en su mejilla y de ahí a sus dedos hinchados—. ¿Por qué?
Y Denki, que no tenía una respuesta para semejante interrogante, cerró los ojos, sacudió la cabeza y se apoyó contra el costado cuando Neito se inclinó hacia él para consolarlo.
Así los encontró Mirio que volvió con el paquete en las manos y se detuvo en la entrada sorprendido por la imagen.
—¿Y ahora qué pasa?
—¿Esa es mi medicina? —fue la pregunta de Denki para distraerlo mientras se limpiaba las mejillas y Neito se apartaba de la tina.
—Sí y huele como tal.
—¡No! Odio las pastas que huelen feo.
—Piensa eso la próxima vez que bajes a oscuras.
Denki le sacó la lengua.
—¿Estas listo para salir?
Lo estaba. Aceptó que lo envolvieran en una sábana y que lo cargaran has ta la cama donde se vistió con una de las túnicas para dormir de Neito. Se rio con los exagerados gestos de Mirio mientras le ponía la pasta aromática en el brazo y el tobillo, y después se quedó quieto mientras le frotaban los moretones con otra cosa.
Mirio aprovechó entonces para contarle de todas las veces que se había caído del caballo, de los árboles y las pendientes, y de los feos cardenales que se habían desvanecido sin dejar rastro.
—Somos resistentes —le aseguró su hermano con una seguridad envidiable—, incluso Neito se recuperó de su brazo roto sin secuela alguna. En un par de días no te quedará marca.
—¿Volveré a ser bonito? —le preguntó Denki en broma haciendo que Mirio se riera. Era divertido hacerlo reír, mucho mejor verlo relajado y feliz que tenso y ansioso como había sido esa mañana.
—Tan bonito que vamos a tener que ponerte un chaperón cuando salgas —se carcajeó Mirio un momento después—. ¿No lo crees, Neito?
—Uhm
—¿Retomaremos las clases de equitación?
—Por supuesto aunque... viendo lo propenso que eres a magullarte, tal vez nos apresuramos demasiado en dejarte montar solo. Vas a tener que subirte conmigo.
Mirio continúo con sus planes, el alivio de que las cosas volvieran a la normalidad parecía llenarlo de energía así que Denki lo dejo hablar mientras se hundía entre los almohadones esponjosos de la cama.
En una ocasión dirigió la mirada hacia Neito, quien había permanecido en silencio desde que abandonaran el baño, y lo encontró sentado en una esquina de la cama con una expresión agónica que lo hacía palidecer.
Denki quiso consolarlo; quiso ofrecerle una disculpa o alguna palabra que pudiera aliviar su pena, pero estaba cansado, el baño le había arrebatado lo último de sus fuerzas y las sábanas limpias lo envolvían en un capullo tibio. La voz de Mirio, un barítono sedoso, terminó por arrullarlo sin que se diera cuenta.
Durmió por fin sin sueño alguno, y cuando despertó tenía a Hono en el pecho enroscado en una dona casi perfecta. Sin saber cuánto tiempo había transcurrido Denki se tomó un momento para bostezar mientras estiraba las piernas bajo las mantas. Seguía sintiéndose cansado, pero sin el espanto de esa mañana y con muchísima hambre.
Estaba preparándose para llamar a Neito cuando oyó a sus hermanos discutir en algún lugar de la zona donde Neito había instalado su oficina. Los escuchó a escondidas y fue así como se enteró que el Médico Imperial –el segundo que conociera– había sido asesinado en algún momento de la noche anterior.
Al oír la noticia las palabras del Emperador acudieron a él como si las oyera de nuevo.
"...después lo he librado de su responsabilidades para contigo; así que ahora acudirás a mí."
Y supo por fin lo que eso significaba.
[...]
NA/
¿El Clan tiene sanadores? Sí. No tienen preparación médica formal, pero saben coser heridas de combate, recomponer huesos rotos, y otros inconvenientes que surgen cuando convives con un montón de gente que hace ejercicio toda su vida. Además, el Clan maneja toda una gama de remedios herbales que les permiten combatir los males más comunes –resfriados, dolores estomacales, etc–. Uno de estos remedios fue el que Noche le dio a Denki cuando tuvo su ronquera.
¿Por qué ninguno de ellos revisó a Denki antes? Porque Denki es un Príncipe y la familia imperial tiene médicos exclusivos. Desde su punto de vista sería escandaloso que alguien sin la preparación apropiada atendiera al Emperador o a su Familia. En cualquier otra circunstancia Neito se habría negado tajantemente a que uno de ellos se acercara a su hermano, pero viendo que era la única forma de conseguir que Denki aceptara la revisión al final no le quedo de otra.
Y estoy segura de que pueden adivinar quién fue responsable por la muerte del doctor.
Nos veremos en el que sigue. ¡Saludos!
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