5.19. Amistad
Título Alternativo: Me gusta hacerlo reír, Alteza.
[...]
Para sorpresa de Denki la fiesta resultó ser muy diferente de lo que había esperado. Tal vez fuera porque su padre no estaba ahí o porque la mayoría de los invitados eran jóvenes casi de su edad, pero Denki empezó a sentirse como pato en el agua. Le gustaban las fiestas y a diferencia de la primera a la que había asistido donde su tío básicamente había llevado la conversación y él se había limitado a quedarse como muñequito de aparador, en la fiesta de los Torikin Denki tuvo el suficiente ánimo para hacer preguntas.
Al principio le había costado un poco sacudirse la tensión de tener al hijo de los Torikin con él, casi esperaba que el muchacho empezara a mencionar el compromiso a la primera oportunidad, pero conforme las presentaciones fueron sucediéndose a lo largo de la noche sin que nadie mencionara su error, Denki empezó a relajarse. También descubrió que el muchacho –de nombre Hayato– era un acompañante bastante decente pues lo presentaba ante el resto, se esforzaba por integrarlo a las conversaciones y le explicaba las cosas que Denki no entendía. Las cuales volvían a ser interminables.
Denki se había preparado para conversaciones técnicas y formales sobre historia y política, como alguien que asiste a una fiesta donde sabe que habrá adultos a los que quiere impresionar, pero la fiesta de los Torikin se componía en su mayoría de muchachos jóvenes y ruidosos, ellos tenían sus propios temas de conversación: Modas, comidas, hobbies, viajes, artes, y un infinito etcétera. Temas que Denki encontraba fascinantes y emocionantes –muchísimo más entretenidos que el impacto económico que la última sequía había provocado– aunque algunos requerían de una explicación extra, que era cuando Hayato intervenía.
El hijo de los Torikin era encantador y extremadamente cortés, tenía la facilidad de palabra de Neito pero sin su sarcasmo y la chispa de Mirio en un nivel manejable. Había hecho de su trabajo acompañar al Tercer Príncipe durante toda la velada presentándolo ante el resto de los invitados. Sus maneras elegantes y desenvueltas le dieron a Denki la suficiente confianza para que sin darse cuenta se encontrara devolviendo sonrisas y ofreciendo cumplidos sin reparo alguno.
Hasta cierto punto era divertido.
—Alteza —los abordó una voz mientras se encaminaban hacia el otro lado del salón y la sonrisa de Denki fue automática aun antes de girarse—, creo que le debo una disculpa.
—La dejaré pasar si me llevas a bailar —respondió él y fue un alivio ver a Inasa reírse.
—Sería un honor, Alteza
Lo que el joven Hayato sintiera ante el intercambio permaneció oculto bajo la sonrisa cortés que le ofreció a Denki cuando este le dijo que lo buscaría después. Y cuando el gigante extendió la mano, Denki la tomó sin mirar atrás. El baile era la excusa que necesitaba para tener un poco de privacidad, y como no tenía que preocuparse por los pasos y la precisión pues Inasa no tenía problemas con los pisotones, Denki no perdió tiempo en abordar el tema que le interesaba.
—Sé que debería disculparme por la actitud de mi hermano, pero creo recordar que te advertí sobre tu atrevimiento.
Inasa asintió sin borrar la sonrisa; no se mostraba ni herido ni humillado, lo que era un alivio.
—Lo sé, Alteza, y aun si la emoción de encontrarlo de nuevo después de una ausencia muy larga nubló por completo mi juicio, no puedo culpar a nadie más que a mí mismo.
Denki se rio.
—Eres imposible. Lo sabes, ¿verdad?
—¿De verdad lo cree, Alteza?
—Lo que creo es que no deberías derrochar tus cumplidos de esa forma o las chicas nunca te tomaran en serio.
—Los cumplidos nunca se derrochan cuando se ofrecen a quien los merece y no tengo por costumbre ofrecerlos como palabras sin valor; además, Su Alteza siempre reacciona encantadoramente cuando los oye.
—No siempre, en ocasiones me abochornan.
—Entonces sus mejillas se tiñen de un precioso color rosado mientras una delicada arruguita se aparece entre sus cejas justo antes de verlo arrugar la nariz. Como ahora.
Denki lo pisó e Inasa se rio.
—Es bueno ver que el altercado con mi hermano no dejo secuelas palpables.
—El Príncipe Heredero es un luchador asombroso y ha sido un placer enfrentarme a él en combate singular. En honor a su victoria le ofrezco una disculpa por mi atrevimiento de esta mañana.
—Tomare la disculpa únicamente porque mi hermano preguntará por ella, pero quiero dejar en claro que soy perfectamente capaz de defenderme por mi cuenta.
—Por supuesto que sí —respondió Inasa con algo que se asemejaba demasiado a la condescendencia por lo que se ganó otro pisotón intencional. En respuesta giraron y durante un rato todo lo que hicieron fue bailar.
—Ya que hemos dejado ese asunto de lado me gustaría pedirte ayuda en algo —dijo Denki cuando la melodía se ralentizó.
—Estoy a su completa disposición, Alteza.
—Háblame de Hayato, ¿qué sabes de él? ¿qué clase de persona es?
—¿Por qué el interés, Alteza?
Denki lo considero un momento.
—No lo repitas pero creo... creo que le he pedido que se case conmigo.
Ante la expresión incrédula de Inasa le explica a detalle el asunto con el regalo. A diferencia de Neito, que pareció encontrar el gesto sumamente escandaloso, su compañero asiente con calma como si la situación no fuera anormal, ni siquiera rara; se muestra ligeramente sorprendido de que Denki lo hiciera sin ser consciente de lo que hacía, pero al final le ofrece consejo como un buen amigo.
—Enviar un pasador no es precisamente una declaración de matrimonio más que una intención o incluso una muestra de interés. Por supuesto la respuesta que se recibe varía de familia a familia, especialmente si se consideran que la diferencia de poder entre ambos es demasiada. ¿Su Alteza tiene interés en cortejar al hijo de los Torikin?
—Ni siquiera lo conozco.
—Eso nunca ha sido un impedimento para tener un matrimonio armonioso, Alteza.
Denki sonrió.
—Tienes toda la razón; no obstante, mi respuesta sigue siendo no. No era mi intención hacer un regalo que pudiera interpretarse de otra forma, y ahora estoy intentando ofrecer una disculpa. Neito me preparó un discurso super formal que, en resumen, dice lo siento.
—¿Por qué necesita disculparse, Alteza? Nadie considera ofensivo recibir una propuesta matrimonial de la familia imperial.
—¿No crees que sea raro? —dijo Denki sin poder creerlo porque basado en la opinión de Neito su regalo había sido una bofetada clara.
—No. En tiempos de guerra era común ver a hijos primogénitos casándose en la familia del vencedor, al final eran prisioneros de guerra solo que en lugar de ver destruido su patrimonio este pasaba a pertenecer a su esposo. Esos son casos especiales, por supuesto, en circunstancias normales ningún hijo primogénito optaría por un matrimonio que no garantice descendencia, pero es una costumbre relativamente común para el resto; aunque entiendo que Su Alteza dude de mi palabra.
—No es que dude, es simplemente que sigo sin estar completamente familiarizado con ciertas interacciones sociales y no quiero equivocarme.
—¿Puedo ofrecerle un consejo, Alteza?
—Por supuesto.
—Sugiero no mencionar el malentendido, eso podría considerarse como una ofensa. Ha sido el palacio quien ha dado el primer paso mostrando un interés por la familia, ahora tiene que esperar que ellos respondan.
—Su hijo se ha puesto el pasador.
—¿Lo ha hecho? Oh, bueno, eso significa que hay interés de su parte.
—¿Solo interés? ¿No una confirmación en voz alta?
—Sería demasiado presuntuoso de parte de los Torikin, es probable que primero prueben las aguas para estimar el alcance de su interés.
—¿Y si no tengo interés?
—Sugiero esperar, Alteza; averigüe cuáles son las intenciones de la familia y las condiciones que piden. Si alguna de ellas no le satisface siempre pueden retirarse.
—¿Así como así?
—Por supuesto, las propuestas matrimoniales fallidas tampoco son raras. Solo que tienden a ocurrir bajo la mesa y es mejor si no llaman la atención.
Denki dejo escapar un hondo suspiro, y al hacerlo el peso que había sentido el pecho se apartó dejándolo respirar.
—Te agradezco infinitamente tu apoyo, Neito me hizo creer que esto era el fin del mundo, y el Emperador parecía compartir su opinión.
—Uhm.
—Tienes cara de querer compartir algo.
Inasa le ofreció una sonrisa amable. —¿Sí?
—Cuéntame, prometo guardar el secreto.
—En ese caso... Todos saben cuál es la opinión del Emperador con respecto a este tipo de uniones, por eso nadie se mostró excesivamente sorprendido cuando rechazó la petición del Príncipe Todoroki. Es lógico suponer que el Segundo Príncipe opine igual que su padre, pero eso no significa que el resto de la corte comparta su opinión.
Denki asintió con lentitud.
—Gracias por tu honestidad; dicho eso debo decir que nada está escrito en piedra y tal vez al final el Emperador decida darme un esposo.
—Nunca creí que lamentaría ser el primogénito e hijo único de mi familia, Alteza.
—No digas eso. Somos amigos y como amigos me alegraré cuando encuentres una esposa adorable, ¿de acuerdo?
Inasa sonrió y lo hizo girar.
Charlaron otro poco sobre el invierno que se acercaba y los planes que tenía Inasa una vez que volviera a la provincia donde residía su familia.
—Mi padre ha enviado guardias para acompañarme dada la situación que vive el Imperio.
—Creía que las tensiones con el reino de Ame estaban bajo control. Nadie ha declarado la guerra, ¿no es así?
—Nadie la llama guerra, pero eso no significa que no estemos en una. Hasta el momento se han intercambiado amenazas, penalizaciones y restricciones, en algún momento estallara la batalla. Es inevitable, pues el rey Todoroki quiere venganza y ha estado movilizando recursos y tropas a lo largo de toda la frontera.
—Creí que Hizashi estaba ahí intentando calmar las cosas. Es lo último que supe de él.
—Habría sido mejor que estuviera ahí organizando una contraofensiva, pero desde que abandono el título de General ha evitado mezclarse en las cuestiones militares.
Denki se tragó la pregunta que tenía en la lengua "¿Hizashi era General?" y la cambió por otra menos problemática.
—¿Por qué mi tío renunció a su título? —al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Inasa, añadió de inmediato—. Él siempre evade el tema cuando se lo pregunto.
—Oh... en realidad no lo tengo claro. Ocurrió cuando yo tenía apenas un año así que todo lo que sé lo oí de mi padre. Él me contó que después de que el Príncipe Hizashi renunció a la corona, pasó varios años como comandante del ejército que expulsó a los invasores del Este, después de eso lucho contra las bandas de las tierras libres que habían comenzado a traspasar nuestras fronteras, y dedico varios años a instaurar la paz en el Imperio. Recibió innumerables títulos y reconocimientos, incluido el de General, y entonces un día, poco antes del nacimiento del Segundo Príncipe hizo llamar a todos los nobles y anunció que renunciaba a su posición como Príncipe, a su control sobre el ejército, y por supuesto a todos sus títulos. Se convirtió en Lord Hizashi y nada más.
—¿Y quién es el General ahora? ¿Quién tiene control del ejército?
—Nadie posee el título oficialmente pues el Emperador se negó a llenar el puesto, técnicamente él controla a nuestro ejército, pero es... no es-
—No es lo mismo —completó Denki sin inflexión alguna. Eso explicaba por qué, en las novelas originales, era la obligación de Izuku volver para acabar con la guerra que el Emperador desataba.
—No se preocupe, Alteza —continúo Inasa malinterpretando su silencio—, estoy seguro de que el Emperador está preparándose para solucionar la situación con el reino de Ame.
—¿Alguien ha hablado con él sobre reunir al ejército?
—Se ha discutido, sí, el problema es que algunas familias no quieren mover a las tropas de sus provincias alegando inseguridad.
—Y sin una orden del Emperador no puede hacerse nada, ¿uhm?
Denki recordaba que Neito y Mirio habían discutido sobre ese tema. Neito había dicho que el gasto de las tropas era excesivo y Mirio se había frustrado tanto con los comentarios desdeñosos sobre su pobre desempeño en las clases de economía que había dejado el tema por la paz. Había sido francamente decepcionante.
Los hijos discuten y su padre no hace nada.
—Pierda cuidado, Alteza, he logrado hablar con algunas de las familias indecisas y al final votamos para apoyar la propuesta de Eraser. Se han enviado refuerzos a la frontera, suficientes para mantener el orden; eso servirá por el momento.
—Pero no es una solución a largo plazo.
—No, pero el invierno mantendrá las cosas en pausa y cuando la corte vuelva en primavera se tomará una decisión definitiva.
Siguieron bailando hasta que la música se acabó; el sonido de un aplauso moderado inundó la sala mientras ambos se apartaban de la pista de baile.
—Cuando vuelvas a tu hogar —dijo Denki a fin de cambiar el tema—, ¿habrá algo que extrañes?
—¿Además de su compañía, Alteza?
Le resultó imposible no sonreír y el gesto deshizo el peso que había dejado la conversación anterior.
—¿Lo hay? —insistió, negándose a dejar que lo distrajeran.
—...sin duda extrañare la practica matutina con los reclutas en las barracas, Alteza.
—¿Ha cambiado tu opinión sobre el Clan Sombra desde la última vez que nos vimos?
—Eso creo. He discutido el tema con mis amigos y todos coincidimos en que es extraño lo poco que sabemos de ellos y de sus costumbres. Y si nosotros que vivimos en la Ciudad Imperial no tenemos por costumbre tratar con ellos, es imposible esperar que la gente en los confines del Imperio lo haga. La gente de mi ciudad cuenta historias increíbles sobre sus habilidades, y no son los únicos. Eso explica la cantidad de rumores que hay sobre el Clan.
—¿Y los rumores son malos?
—Son rumores, no son buenos ni malos. Sin embargo, te hacen preguntarte, ¿quién queda en el imperio que vea a los guerreros de Clan como seres humanos? ¿ellos mismos se consideran como tales con sueños y deseos? ¿es su desapego del mundo una obligación o una consecuencia?
Denki parpadeó, un momento después le ofreció una sonrisa exuberante.
—Me has dado preguntas para entretenerme durante las largas horas nocturnas y eso me hace feliz; ahora ve, baila con un montón de doncellas encantadoras, se amable, y disfruta de tu velada.
—¿Piensa marcharse, Alteza?
—No, pero tengo una conversación pendiente con el hijo de una familia poderosa, y como te vas en un par de días será mejor que nos despidamos ahora.
—En ese caso haré todo lo posible por volver para el Festival de Primavera, Alteza. Tal vez tenga la oportunidad de verlo bailar.
Incapaz de mentirle, Denki le ofreció una sonrisa.
—Ten un buen viaje.
Se separaron con una reverencia y un apretoncito de manos; y al ver el puñado de invitados que esperaban para hablar con él Denki soltó un hondo suspiro:
—Es tarde
Shinsou se apareció de la nada, materializándose a su lado tan silenciosamente que ni siquiera desplazó el aire a su alrededor.
Eso es lo que yo llamo una entrada espectacular.
—Alteza —murmuró el guardia inclinándose muy sutilmente hacia él para dar la impresión de que estaba dándole un informe. Y como el tono parecía sugerir una pregunta, Denki le ofreció una respuesta.
—Estoy cansado.
—Preparare el carruaje de inmediato, Alteza.
—Aún no, ¿hay algún lugar para sentarse?
Shinsou lo acompañó hasta el espacio que la familia Torikin había preparado con mesas y cojincitos para quienes preferían beber mientras disfrutaban de la música. Encontrar un espacio en un rincón y descansar un momento resulto ser relativamente fácil y con Shinsou mirando mal al resto de la gente la privacidad estaba garantizada.
Denki se acomodo sobre uno de los cojines esponjosos y se frotó los ojos un momento mientras Shinsou se arrodillaba a su lado en una postura de alerta máxima, lo cual era un alivio porque así podía cerrar los ojos y tomar aire. Se sentía cansado, no estaba seguro si era por el día que había tenido, el hecho de que la fiesta había vaciado su tanque de energía o si el invierno que se acercaba estaba mandando señales a su cuerpo de que era hora de volver a cama.
Tal vez sea una combinación de todo.
Contuvo un bostezo y abrió los ojos a tiempo de ver a un muchacho avanzar en su dirección para desviarse un momento después apenas le puso los ojos encima a Fantasma. La imagen lo hizo sonreír.
—Si ves al hijo de los Torikin déjalo acercarse, quiero hablar con él.
—Como ordene, Alteza.
Ante su tono formal Denki suspiró y después, cuando el silencio se volvió demasiado tedioso, se giró hacia el guardia.
—Creo saber la respuesta, pero me gustaría confirmarlo, ¿organizan fiestas en las barracas?
—Por supuesto que sí, Alteza.
—¿De verdad?
—Para celebrar ascensos, graduaciones, o el año nuevo..., por mencionar algunos.
—¿Y bailan?
—No como los bailes de esta noche, Alteza.
—¿Cuál es la diferencia?
Shinsou fue incapaz de explicarlo con precisión, pero era divertido verlo intentarlo y su esfuerzo le permitió a Denki distraerse. No pudo evitar recordar los días en que, estando enfermo, Shinsou se tomaba la molestia de responderle sus dudas sobre las palabras que no entendía; solo que ahora se daba cuenta de lo formal que era el guardia al tratarlo.
—Alteza —murmuró Shinsou de pronto—, el hijo de los Torikin está mirando hacia acá.
—¡Ah!, supongo que es hora. Después de charlar con él nos vamos.
—Si Su Alteza está cansado estoy seguro de que el joven anfitrión entenderá que nos marchemos.
—Sé que lo hará, pero necesito aclarar un par de cosas con él está noche. Intentaré que sea breve.
—Si necesita-
—Lo sé, Fantasma; quédate cerca.
Se levantaron con calma y esa fue toda la indicación que el joven Hayato necesitó para disculparse con las personas con quienes charlaba antes de enfilar hacia ellos.
—Alteza, ¿me permite llevarlo a bailar?
—En realidad —dijo Denki inclinándose hacia él como si le contara una confidencia—, es tarde y preferiría retirarme, pero estoy dispuesto a postergarlo si podemos charlar un momento en privado.
Hayato Torikin asintió con solemnidad.
—Demos una vuelta por el jardín.
Así que abandonaron el salón de invitados y se dirigieron hacia la entrada del jardín. El cual era amplio –tanto que era difícil ver el otro extremo– y vistoso, lleno de arbolitos muy bien cuidados con arbustos recortados e hileras de flores de temporada, y gracias a la lluvia de esa mañana las hojas y pétalos parecían brillar. Había enredaderas y macetas suspendidas del techo, y varias estatuas de animales decorando la entrada. Un camino techado delimitaba el exterior, trazaba un círculo completo y cuatro caminos, ubicados en cruz, conectaban con el pequeño pabellón que había en el centro del jardín. Además de eso había más caminos angostos que se internaban entre los arbustos altos para quien quisiera pasear por la zona en relativa privacidad.
El pabellón del centro tenía farolas que complementaban las torretas de luz que iluminaban el jardín, y Hayato había tomado la precaución de solicitar un servicio de té apenas salieron del salón por lo que llegó cuando ambos se estaban acomodando entre los cojines del pabellón. Fantasma se quedó de pie, a una distancia que les ofreciera privacidad y que le permitiera a él acercarse en caso de necesidad.
—Muy bien, Alteza —dijo Hayato—, hablemos de negocios.
—De acuerdo —respondió Denki y tomando en cuenta el consejo de Inasa añadió—, empieza.
—El hijo de los Shigaraki asegura que va a casarse con Su Alteza, ¿es cierto?
Denki, que en ese momento había cometido el error de probar el té, se atragantó.
[...]
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