5.17. Entendimiento
Título Alternativo: En el que Mirio y Neito se ponen de acuerdo.
[...]
En lugar de cambiarse y darse un baño, Denki se lavó la cara, el cuello y las manos con el agua aromatizada que le trajeron las sirvientas; después se pasó dos horas escuchando al maestro divagar sobre los principados que se diluyeron cuando algún Emperador anterior consiguió unirlos bajo su gobierno y como gracias a ello se había establecido el consejo de nobles. Era una lección pesada y aburrida que llevaba días en curso mientras discutían antiguos tratados y privilegios, y la única razón por la cuál Denki no empezaba a cabecear apenas se hartaba era porque Neito había sido categóricamente claro en que era un tema de suma importancia, así que había puesto todo su esfuerzo por prestar atención y gracias ello empezaba a comprender el por qué su hermano se desvivía por complacer a ciertos nobles y por qué el asunto de los Torikin había puesto a su padre frenético.
Necesitamos su dinero, había dicho Neito. Todas las familias nobles pagaban impuestos por sus negocios y propiedades, pero también pagaban tributo a las arcas del imperio. Algunas habían ofrecido prestamos a la corona y otras entregaban bienes y artículos como muestras de buena voluntad, a cambio recibían concesiones y otro tipo de cosas. Si bien la familia imperial poseía propiedades y negocios a lo largo de todo el imperio, había cinco familias nobles que se disputaban constantemente el puesto número uno en la lista de los ricos y famosos: Hado. Torikin. Yoarashi. Toyomitsu. Tsuburaba. O como Denki había descubierto (tras mucha prueba y error): El Elaphus. El Calamar. El Aguila. La Pareja de Serines. El Lobo.
Esas cinco familias controlaban a su vez una porción de los votos de las casa menores, es decir que conseguían inclinar la balanza en un favor u otro (o podía causar revuelos innecesarios). De todos ellos Denki había logrado ganarse a dos según su marcador en el juego de la corte (El Águila y los Serines), eso dejaba a todos los demás bajo el poder de su padre y de sus propios intereses (como solía decir Noche). Los Hado habían dejado claro que no consideraban a Denki como alguien de interés, habían sido extremadamente groseros en una de sus visitas y dada la forma como él les había contestado dudaba que quisieran cultivar su amistad. Los Tsuburaba, que habían asistido a la primera reunión no habían vuelto a la segunda, y como eran aliados de los Hado era posible que tampoco quisieran nada con Denki. Eso dejaba a los Torikin, a quienes posiblemente había ofendido enviando un regalo de cortejo para su hijo, y a quien el Príncipe Heredero seguía ignorando en el asunto del matrimonio con su hija.
Neito estaba, comprensiblemente, furioso, y ahora que Denki entendía el por qué, tenía ganas de volver en el tiempo para pellizcarse por su impulsividad.
La primera vez que decido llevarle la contraria al Emperador y termino metiéndome en problemas.
Se sacudió la pereza a tiempo para despedir a su maestro, después le tocó sentarse con la mujer que pretendía convertirlo en una buena y bonita esposa. Gracias a ella había descubierto que le daba por inclinarse cuando estaba comiendo, que se reía descaradamente y que solo sabía bailar si alguien más lo llevaba. La mujer tenía incontables reglas que repetía sin cesar, y Denki le prestaba toda la atención del mundo por qué ahora que planeaba hacer vida social lo que menos quería era causar otro escándalo. Una de las primeras cosas que hizo fue aprender el protocolo de los regalos hasta el punto en que se memorizó todas las opciones posibles para no volver a equivocarse de nuevo. Al terminar con ella Denki le dio las gracias y después se fue al jardín a recoger a Hono –que solía corretear por ahí en busca de suculentos insectos para comer– antes de encaminarse hacia la habitación de Neito.
Tras semanas de convalecencia su hermano seguía en cama, pero su aspecto había mejorado mucho pues había dejado de abrirse las heridas cada vez que intentaba levantarse, permitía que las sirvientas le cambiaran los vendajes a sus horas, dormía sin interrupciones, y comía bien y de forma regular. La tensión –o tal vez el espanto– del ataque se había ido mitigando hasta que Neito volvía a ser el mismo muchacho afilado y necio que conociera desde el primer día, con la diferencia de que ahora no se ponía a la defensiva cuando Denki se dejaba caer en su cama como niño malcriado. En esa ocasión apenas si le dirigió una mirada mientras seguía dictándole a su administrador las instrucciones del día.
Hono lo abandonó para escabullirse hacia la ventana abierta. Al kaji le gustaba corretear por las vigas exteriores aprovechando que el sol en lo alto las calentaba, además no le gustaba la gente. Y así, mientras Neito y su administrador conversaban en voces rápidas, Denki permaneció quieto con la mejilla sobre la colcha; al ver la pila de papeles que su hermano tenía junto a él se levantó para hojearlos sentándose sobre el colchón con las piernas cruzadas. Como cada día había correspondencia nueva, viejos reportes que Neito seguía estudiando, y otros nuevos que requerían atención urgente.
A Denki le había sorprendido descubrir que Neito era un Príncipe muy activo, casi le parecía un CEO del mundo moderno. Si bien Hakamata se encargaba de la gestión económica del imperio, a Neito le gustaba mantenerse informado, así que cada mes recibía un resumen detallado de parte del tesorero del palacio y él tardaba varios días cotejándolo todo. Neito también supervisaba y discutía (casi siempre) con Mirio sobre los proyectos de ley, los negocios familiares y todos los detalles que se referían al palacio. Y si bien Neito no metía mano en el ejército –algo que solo le correspondía a Mirio y su padre–, sí se encargaba de autorizar su presupuesto, otra razón para discutir con su hermano mayor. Neito también participaba en el consejo ayudando a su padre con los nobles para inclinar la balanza en su favor, para ello organizaba y coordinaba un montón de actividades sociales y públicas donde contaba con la mejor comida y entretenimiento para sus invitados, y para asegurarse de tener a los mejores se había convertido en el mecenas de varios artistas que recibían una pensión mensual bajo un contrato de exclusividad para los eventos de Neito.
Tras saber de su ataque, muchos de ellos se habían tomado la molestia de escribirle notas y cartas de pronta recuperación. Esas eran las cartas que Neito le permitía responder y Denki se divertía escribiendo breves mensajes de agradecimiento con su mejor caligrafía. A fin de tenerlas a mano Denki fue apilándolas junto a él mientras el resto iba a otra pila. Entre ellos abundaban los informes de contabilidad que no le interesaban demasiado pues eran de las tiendas de ropa que Neito había adquirido por cuenta propia, con ese dinero financiaba a sus artistas y sus fiestas de forma que no tenía que valerse de la asignación que recibía de su padre.
Solo fue hasta que vio el libro de gastos de su hermano, que Denki comprendió que toda su ropa y sus joyas le pertenecía al imperio, más específicamente a su padre pues básicamente era su dinero, y después de casarse dependería de Shigaraki. La idea lo había hecho arrugar la nariz, pero cuando había intentado aprender más sobre la posibilidad de tener un negocio le había quedado claro que eso no se aprendía en un libro y por desgracia no tenía experiencia en ese campo.
En su vida anterior había sido capaz de organizar sus ingresos apartando lo suficiente para la renta y los servicios, y apenas algo significativo para la comida, pero la idea de coordinar todo el proceso –desde la compra de las materias primas hasta la elaboración del producto final– resultaba agobiante. Había querido hablar con Neito al respecto, pero tras ver toda la carga de trabajo que tenía se había rendido; su hermano tenía tantas cosas en las manos que incluso contaba con tres administradores –uno para sus tiendas, uno para su hogar y sus fiestas, y otro como coordinador general–, la idea de añadirle otro problema a su pila le daba vergüenza.
Además, se daba cuenta de que el Emperador usaba a Neito como asistente personal y como solucionador de problemas. Por eso Denki se había propuesto ayudar a Neito, contestando sus cartas y leyéndole los informes más sencillos a fin de que él no tuviera que desgastarse demasiado. Solo entonces había descubierto la terrible manía de Neito por querer organizarlo todo, por querer meter la cuchara en cada pequeña decisión y evento que involucraba al palacio pues parecía creer que de no hacerlo se volvería inútil. Eso lo llevaba a discutir con Mirio constantemente que se sentía vigilado y abrumado; así, en lugar de trabajar junto a su hermano lo que hacía era intentar controlarlo, peor aún si el Emperador intervenía y le daba la razón a alguno.
Denki seguía sin meterse en sus discusiones porque no quería darle la razón a ninguno y porque no se sentía lo suficientemente preparado para ofrecer su punto de vista sobre los temas que trataban.
Siempre tienen algo para discutir.
Emitió un suspiro y apartó el informe de contabilidad. Siguió hojeando la correspondencia hasta encontrar un mensaje sellado con el emblema de los Torikin y siendo que Neito le había dado permiso para husmear en sus papeles, decidió abrirlo. Le alivió ver que no era una carta que hiciera mención del regalo maldito que Denki había enviado, parecía más bien un informe sobre unos campos de arroz.
—Eso sería todo —dijo Neito y el administrador asintió, les ofreció una referencia y se marchó con la pila de correspondencia que Denki había terminado de escribir el día anterior. Solo cuando estuvieron solos Denki tomó la palabra.
—Creí que los Torikin eran ricos.
—Son una de las familias de mejor posición económica, no la única, ¿por qué lo preguntas?
—Porque te escriben hablando de una inversión —y al decirlo le enseñó la carta que tenía en las manos—. ¿Por qué te piden dinero?
Neito tomó la carta para leerla. —Por ti, pequeño boquifloja.
—¿Yo? ¿Qué hice yo?
—Ahora resulta que no te acuerdas.
—¿Acordarme de qué?
—¿No fuiste tú quien le dijo a uno de los Torikin que me interesaba invertir en el negocio del arroz?
—¡No!
—¿No bailaste con el sobrino del patriarca durante el verano? ¿No te dijo que buscaban un inversionista? ¿No le dijiste que podía interesarme?
Denki parpadeó.
—Lo siento, Neito, no me acuerdo ni de la mitad de las cosas que dije en ese día.
—La próxima vez piensa con mucho cuidado lo que dices y a quién se lo dices. Hubo testigos que te vieron y luego el Patriarca me encontró en un mal momento, y... en fin, al final no tuve otra opción que aceptar.
—Pero son ricos, ¿por qué necesitan tu dinero?
—La fortuna de los Torikin proviene del comercio de mariscos y de sus restaurantes, pero les interesa ampliar sus actividades comerciales. El arroz es una forma segura de hacer dinero, pero no saben nada y no planean desperdiciar su fortuna de forma estúpida. Conseguir un inversionista significa que compartirán las ganancias y también los riesgos, es una forma inteligente de rodearse de gente que sepa sobre el negocio que intentas establecer.
—Pero tú dijiste que no tenías interés en invertir en el campo, ¿por qué acudir a ti cuando tampoco tienes experiencia en eso?
—Porque conozco gente que sí, y por qué tener como inversionista a un Príncipe asegura que conseguiremos los permisos que necesitamos.
Y entonces procedió a explicarle las ventajas de tener a un Príncipe de su lado y en cómo planeaba sacarle todo el dinero posible a ese proyecto. Denki apoyó la barbilla en la mano y lo dejo parlotear.
—Así que ya ves, por ahora es un incordio pero todo parece indicar que tendremos resultados.
—¿Sabes, Neito? —le dijo al oírlo terminar—. Eres francamente asombroso.
Su hermano abrió los ojos en sorpresa...
<Felicidades. Atributo Especial Desbloqueado: Estima Nivel 2>
...un momento después torció la boca con fingido enfado.
—Ahórrate los halagos, no se me olvida que fuiste tú quien puso ese problema en mi mesa.
—Lo siento, te juro que no lo hice con intención. Estaba tan ocupado evitando pisar a la gente que no presté atención a lo que me decían.
—Más te vale prestar atención a la reunión con los Torikin está noche, ¿tienes claro lo que vas a decirles?
—Por supuesto —y por suerte para él antes de que Neito insistiera que le repitiera por enésima vez el discurso que le había taladrado en la cabeza, la sirvienta llegó con el almuerzo del día. Denki saltó de la cama para ayudar a Neito a trasladarse al diván de siempre mientras él se arrodillaba en la mesa de junto.
—¿Y bien? —preguntó Neito al ver que Denki no comenzaba a quejarse de sus clases matutinas —. ¿Cómo estuvo?
Denki cerró los ojos y sacudió la cabeza como si la respuesta fuera terrible.
—¿Te caíste del caballo?
—Eso al menos me habría dado una excusa para no intentarlo mañana —hizo una pausa y después alzó la cara para mirar a su hermano con una expresión abatida—. Ni siquiera he podido subirme al caballo.
La boca de Neito se agitó como si estuviera conteniendo las ganas de sonreír.
—¿No lograste montar? —preguntó en cambio
—Lo hice después de que Mirio me alzara como niño pequeño. Ha sido encantador y ligeramente humillante, pero principalmente asombroso. Puedo decir, sin lugar a duda, que nuestro hermano monta como un condenado Príncipe, no, tacha eso, es un príncipe, lo que quiero decir es que monta como un condenado héroe de cuento que salta sobre el caballo para huir al horizonte al final de la historia.
—Sí —dijo Neito rebosante de sarcasmo—, Mirio y su perfección.
—No seas así, tú eres maravilloso haciendo que la gente eche a correr. Mirio es asombroso montando a caballo. No es malo que cada uno tenga una habilidad única. En fin, al final fuimos a dar una vuelta y-
—Y entonces te desapareciste —añadió una tercera voz que se materializó en la habitación sin anunciar. Ante ese gesto severo en la cara de Mirio, Denki le ofreció un alzado de cejas.
—¿Terminaste ya de molestar a mis amigos?
La pregunta hizo que el ceño de Mirio se frunciera peligrosamente.
—Los amigos no te hablan como él lo hizo.
—¿Qué paso?
—Siendo mis amigos soy yo quien decide cómo permito que me hablen.
—Le he ordenado que te ofrezca una disculpa.
—¿De quién estamos hablando?
—No quiero una disculpa, él no hizo nada malo.
—¡¿No hizo nada malo?!
—¡No!
—¡¿Qué ha pasado?!
Mirio se lo explicó. Denki no supo discernir que le causó más enfado, los llamativos comentarios de Inasa hacia su hermano más pequeño o que el Príncipe Heredero se hubiera peleado con uno de sus nobles. Al final, como siempre, ganó Mirio.
—¡¿Es qué no tienes sentido común?!
Para sorpresa suya Mirio también tenía reproches listos.
—¡Dijiste que me habías llamado por este asunto!, así que lo resolveré a mi modo.
Denki podía vislumbrar la pelea y notó que el malestar de la mañana se convertía en irritación y enfado.
—¡Tú modo-!
—¡Basta! —gritó haciendo que los otros dos lo miraran—. No me importa oírlos discutir por todas las faltas y resentimientos que han acumulado durante los últimos años, pero no tolerare que me usen como excusa para gritarse.
—¡Esto-!
—No voy a ser un tema que se discuta —levantó la mano hacia Neito—. Fue un combate amistoso sin repercusiones sociales, era temprano y solo estaba Eclipse, no tienes que culpar a Mirio porque, aunque no lo creas, él saber comportarse. Y Neito, te quiero, pero tienes que aprender a escuchar antes de empezar a lanzar insultos —la mano se movió hacia Mirio—. Mirio, por favor, deja de reaccionar tan intempestivamente a lo que la gente dice. Inasa es mi amigo y si te hubieras tomado la molestia de preguntar, sabrías que él tiene que casarse con una doncella, y que sus atenciones conmigo no son más que un coqueteo inofensivo. Te aseguro que si llega a faltarme el respeto puedo ponerlo en su lugar sin ayuda. Inasa es un necio con una boca muy grande que no tiene mal corazón, afortunado sería que mi futuro esposo tuviera una pizca de-
Supo que había hablado de más al ver la expresión incrédula y escandalizada de sus dos hermanos. Era demasiado pronto para hablar del compromiso, pero supuso que era un buen momento para ir implantando la idea.
—¿Qué? ¿Por qué ponen esa cara? ¿No he dejado en claro que me gustan los hombres?
Neito abrió la boca, la cerró, y no dijo nada. Mirio parecía de piedra. Denki se negó a dejar que la vergüenza lo amilanara.
—Las atenciones de Inasa me halagan... y me exasperan, pero no me ofenden. Si lo pienso con cuidado no es el peor prospecto matrimonial que existe allá afuera.
No, el peor va a ser mi esposo.
—El Príncipe Todoroki —murmuró Neito con voz débil.
—¿Qué hay con él?
—Te pidió... Quiso...
No pudo terminar, pero no hizo falta, al entender de lo que hablaba Denki sacudió la mano.
—Eso fue idea del oficial Takami, Shouto no quería.
—Te equivocas —respondió Neito con una certeza que a Denki le resultó extraña—. Lo vi.
Denki se encogió de hombros.
—Shouto tampoco habría sido la peor opción —al recordar una de las conversaciones que tuvo con él sobre casarse, Denki sonrió. Sus hermanos parpadearon.
—¿Hablaste del matrimonio con él? —preguntó Neito.
—¿Uhm?... Por supuesto, le dije que no se molestara.
—Porque no podías casarte con ninguno de ellos, ¿verdad?
—No, porque es padre quien decide con quién me caso, pero... ¿sería malo que me case con un hombre? ¿eso haría alguna diferencia entre nosotros?
—Padre nunca lo permitiría.
—Pero si lo hiciera, si escogiera un esposo para mí, ¿eso sería un problema?
—No es eso, Denki, no es apropiado que un Príncipe... no es... no. Simplemente no.
—¿No serías mi hermano si tuviera un esposo?
Neito perdió el aliento, se tensó y su expresión era una indicación clara de que nunca se había imaginado ese escenario. Denki no le permitió cambiar el tema, repitió la pregunta y esperó.
—Un esposo —murmuró Neito al final, se detuvo y le tomó un momento continuar—. No es una costumbre común dentro de las familia nobles. No es una costumbre que se espere de la familia Imperial. Te lo dije antes. Un príncipe nunca se casará con otro hombre, eso sería un suicidio político: Él no puede darte hijos, y tú no puedes dárselos a él. ¿Qué pueden compartir?
—El entendimiento entre dos personas con una misma meta y si tienen suerte un cariño mutuo. Lo siento, Neito, pero no me imagino haciendo vida conyugal con una mujer. Para mí tener un matrimonio arreglado con un hombre no es el peor escenario del mundo y aún si es padre quien elige por mí, haré mi mayor esfuerzo por hacer que funcione.
—¿Padre lo sabe? —preguntó Mirio cuando logró formular las palabras. Su voz carecía de la incredulidad de Neito, pero se mostraba tenso y en guardia como si el tema lo incomodara tanto como a Neito. Como no quería mentirle Denki decidió apostar por la generalidad.
—Hemos discutido el asunto de mi matrimonio, sí. No es un tema que padre encuentre particularmente satisfactorio.
—¿Se enfadó?
—Ya deberías saber que cuando las cosas no salen como quiere padre tiende a reaccionar intempestivamente.
Mirio apartó la mirada y sacudió el cuello, parecía terriblemente incómodo. Neito seguía mirándolo con la misma expresión confusa de antes, una expresión que estaba retorciendo las entrañas de Denki, y no podía soportarlo.
—Será mejor que los deje procesar esto —dijo y se levantó. Se balanceó sobre sus pies un momento, como si no estuviera seguro de su decisión, algo le decía que al marcharse las cosas nunca volverían a ser iguales—. Lo siento.
—No pongas esa cara —respondió Neito de forma inmediata—. Nadie se ha muerto —de pronto extendió las manos y le hizo señas para que se acercara. Denki obedeció, se arrodillo junto a su diván y como no podía soportar la expresión tensa en la cara de Neito apoyó la mejilla sobre su pierna, justo por encima de su rodilla; cerró los ojos cuando su hermano le puso una mano en el pelo—. Esto es un desastre.
La frase hizo que el estómago de Denki se convirtiera en un puño diminuto, no pudo evitar preguntar: —¿No serás mi hermano si no tengo una esposa e hijos?
Neito lo pellizcó y Denki se enderezó indignado.
—¡AH! ¿Por qué me haces daño?
—¡Deja de repetir esa estúpida pregunta!
—¡No es estúpida cuando pones tu cara de asco porque te digo que me gustan los hombres y que probablemente terminé casándome con uno!
—¡Yo no tengo la culpa de que nunca hayas dicho nada!
—¡Te lo estoy diciendo ahora!
—¡Y por eso tengo derecho a reaccionar según lo entienda! —fue el turno de Denki para pellizcarlo— ¡Ah!
—¡Eso es por tu cara de Príncipe intolerante!
Neito lo pellizco de vuelta. —¡Pudiste haber dicho algo sobre querer casarte con el Príncipe Todoroki!
Denki se lo devolvió. —¡Que parte de 'No puedo casarme con él aunque quiera' es la que no entiendes!
Continuaron pellizcándose mientras se gritaban. Al final Denki se frotó el brazo por encima de la ropa y miró a Neito con un puchero inmenso.
—¡No pongas esa cara! —gruñó su hermano, aunque no parecía enfadado.
—¡Es la única que tengo!
—Sigue así y te voy a pellizcar hasta que tengas otra.
—¡La quitare si me contestas una pregunta!
—¡Pues hazla!
—Es posible que nunca vaya a tener hijos, ¿tienes problemas con eso?
Neito frunció el entrecejo, apretó la mandíbula y pareció considerarlo. Después rodó los ojos.
—Eres el tercero así que no importa —alzo el pulgar y señalo a Mirio—. El hijo favorito deberá tener el doble para compensar.
Denki giró el rostro hacia Mirio, que seguía en su lugar como una piedra inmóvil. Su expresión incómoda e incrédula seguía ahí, y tras oír el comentario de Neito volvió a tensarse como una cuerda que se estira.
—¿Mirio?
La pregunta, hecha en su tono más dócil, hizo que su hermano reaccionara. Emitió un suspiro larguísimo, abandonó su inmovilidad y avanzó hasta sentarse en el diván, a un lado de los pies de Neito. En un gesto inconsciente Denki avanzó hasta apoyar la mejilla contra su rodilla, como un gato consentido, y dejo que Mirio le acariciara la cabeza con cuidado.
—Esta bien —dijo—, no es tu responsabilidad preservar el linaje.
<Felicidades. Atributo Especial Desbloqueado: Fraternidad Nivel 2>
Sintiéndose efervescente y animado, Denki sonrió.
—¿Vas a pellizcarme también? —preguntó y Mirio le sonrió. Una mueca dulce y comprensiva, aunque teñida de una gota de tristeza.
—No podría pellizcar a mi hermanita.
Denki se enderezó de golpe y fue él quien lo pellizco; eso lo hizo reír, franco y libre como lo había hecho esa mañana. El sonido sorprendió a Neito que miró a su hermano con una expresión contemplativa, y también atrajo a Hono que al ver a Denki en el suelo fue a encaramarse en su regazo desde donde miró, retador, a las dos torres extrañas que había frente a él preparándose para morder dedos en caso de necesidad. Al ver que Denki sonreía mientras le acariciaba la cabeza al kaji Mirio pareció acordarse de algo porque dijo:
—¿De dónde dijiste que salió esta cosa?
—No es cosa, es Hono, y es la mascota de un amigo.
—¿Qué amigo?
—No lo conoces.
—Espera —intervino Neito observando con atención a Hono, lo había visto con anterioridad, pero nunca le había prestado la suficiente atención—. Lo he visto antes, sí —frunció el entrecejo mientras luchaba por abrir su cajón de recuerdos—. La mascota del Príncipe Bakugou. Lo recuerdo. Lo llevaba en las comidas sobre el hombro, decían que el Príncipe lo había entrenado para detectar venenos.
—¡Lo hace! Y no solo venenos —respondió Denki recordando las veces en que Hono se había puesto a gruñirle a su tacita de medicina—. Verás, Katsuki perdió a su padre por un veneno desconocido y desde entonces no come nada que Hono no apruebe.
Mirio y Neito se miraron.
—¿Por qué lo tienes tú?
—Se le olvidó.
—¿Se le olvidó?
—Deja el tono de incredulidad, Neito. Katsuki tenía prisa y en un descuido Hono se quedó, pero lo devolveremos apenas haya oportunidad.
Neito frunció el entrecejo, y un momento murmuró.
—Según dicen el Príncipe Katsuki no quiere casarse.
—No es lo suyo —respondió Denki sin entender a dónde quería ir Neito.
—Pero quería llevarte —añadió su hermano y Mirio se puso tenso, lo miró y emitió un ahogado '¿qué?' al que nadie le prestó atención—. Esa noche —añadió y alzó las cejas como si no necesitara explicarse.
Denki supo que estaban hablando de la noche en que su padre había perdido los papeles y también comprendió que Neito no estaba listo para hablar del tema con su hermano mayor. Ya fuera porque no se sentía capaz de explicar la situación en voz alta o porque temía la reacción de Mirio, y como Denki tampoco quería arruinar el momento recordando malos momentos no perdió el tiempo aclarando el asunto.
—Bien sabes que no se refería a eso.
—Pero él y el Príncipe Todoroki te visitaron en tus habitaciones sin permiso.
Se encogió de hombros. —Son mis amigos.
—Amigos —repitió Neito en el mismo tono incrédulo de antes.
Denki les ofreció una sonrisa abierta.
—Tengo amigos, Neito, aunque no te lo creas. Y como son pocos apreciaría que no los trataran mal.
Mirio y Neito parpadearon, después se miraron.
—Como Príncipe —dijo Neito—, debes ser muy cuidadoso con las amistades que alientas.
—Y el respeto que exiges —añadió Mirio.
—Y la imagen que das.
—Y los limites que impones.
Denki les sonrió y no dijo nada, no quería irrumpir ese pequeño momento de entendimiento que parecían compartir.
—Casarte con un hombre —dijo Neito de pronto, frunciendo el entrecejo aunque carecía de la tensión de antes; este era el gesto impaciente que le dedicaba a todas las cosas que requerían una solución inmediata—, habrá que estudiar contratos y condiciones. Hacer una lista de candidatos.
—Neito no intentes controlar esto.
—No es asunto que debamos dejar al aire, los nobles podrían tomar como ofensa que el Tercer Príncipe no se case con alguna de sus hijas.
—Tienes que dejar de temer las reacciones negativas de la corte.
—Dices eso porque no entiendes cómo funcionan. Las reacciones-
—Será muy variadas —intervino Denki al ver que algo amenazaba con romper la armonía de la conversación—, por ejemplo tío Hizashi reaccionó muchísimo mejor que ustedes. Aunque... tal vez sea porque a él también le gustan los chicos.
Mirio y Neito se olvidaron por completo de seguir discutiendo.
—¿Qué? —exclamaron al unísono.
[...]
NA/
Buen fin de semana, muchachos.
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