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5.14. Perdón


Título Alternativo: En el que Denki ofrece segundas oportunidades

[...]

La lluvia inició antes del alba y el sonido de las gotas contra la ventana de su habitación despertaron a Denki que se estiro entre las sábanas como un gato. Tenía a Hono dormido en la almohada de junto por lo que el animalito se sacudió con él, bostezando cuando Denki se levantó.

—¿Te quedas o vienes? —le preguntó Denki en voz alta como había tomado por costumbre desde que Hono se integrara a su vida pues el kaji había demostrado ser una criatura inteligente y extremadamente sociable que respondía bastante bien a su voz. La prueba estuvo en que Hodo se estiró sobre la almohada, bostezó de nuevo y sacudió la cabeza. Hono se enroscó en su almohada como una bolita perfecta mientras Denki encendía a tientas la luz.

En cuanto las sombras se apartaron bajo el brillo amarillento de la lámpara, el Príncipe saltó de la cama. Había tomado la costumbre de permanecer en su ropa de cama hasta que llegaban las sirvientas para arreglar su pelo y ayudarlo a meterse en su ropa justo a tiempo de tomar sus clases. En ese día lo que hizo fue arreglarse solo pues no quería importunar a ningún sirviente a esas horas de la mañana aun cuando podía enviar por alguno.

En lugar de las túnicas llamativas, con metros de tela en las mangas y la falda, Denki se decidió por una túnica sencilla de color rojo cobrizo que le llegaba a media pierna, dejando a la vista sus pantalones negros de algodón, los cuales le llegaban justo a la altura del tobillo ocultando el borde sus calcetines. La túnica había sido una de las piezas que adquiriera en sus primeros días y, aunque solo había podido utilizarlas durante la limpieza de su casa, nunca se había arrepentido de su compra. Eran cómodas, ligeras, y de tela resistente; perfectas para ensuciarse.

Shinsou le había enseñado a vestirse con ellas sin ayuda y por eso Denki logro ceñirse el cinturón sin que la tela se arrugara en torno a su cintura. Lo siguiente era sujetar las mangas –que si bien eran amplias no alcanzaban el tamaño descomunal de la ropa formal–, para ello uso las cintas de satín cosidas en los bordes de la ropa para sujetarlas entorno a sus brazos. Le tomó tres intentos conseguir que las cintas se quedaran en su lugar y otros tres conseguir un arreglo que sintiera cómodo. Al terminar extendió los brazos arriba y a los lados para asegurar que su ropa se quedaba quieta.

Paso uno listo.

Entonces tomó asiento en un taburete bajo, deshizo su trenza y comenzó a cepillarse el pelo. A lo largo de todos esos meses Denki se había hecho una idea aproximada del tipo de imagen que debía ofrecer siendo Príncipe, y un detalle al que todos daban importancia era al pelo. Como chico había pasado su vida cortándolo y cepillándolo ocasionalmente y viviendo con la certeza de que solo se ocupaba jabón para mantenerlo limpio. Ahora que tenía una mata de pelo que le llegaba a la cintura le había tocado aprender muchas cosas: Lavarlo, cepillarlo, y trenzarlo. También había descubierto un universo extraordinario de peinados y adornos para pelo.

Como Príncipe había tenido que ponerse en manos de las sirvientas en cada una de sus salidas "oficiales". Las mujeres poseían dedos ágiles y un gusto exquisito para trenzarle el pelo y ponerle sus adornos de forma que combinaran a la perfección con la túnica que llevaba. De haber sido una ocasión especial, Denki nunca se habría atrevido a arreglarse el pelo solo, como no lo era decidió ocuparse de ello.

Había practicado con moños y trenzas en las largas horas nocturnas donde el silencio se extendía hacia el cielo, peinados sencillos que mantuvieran su pelo lejos de la cara; pero esa mañana quería algo más formal. Había visto que los guardias usaban coletas altas y tirantes que reflejaban sus maneras pulcras y cuidadas, y no era una costumbre única del Clan porque incluso Katsuki y Mirio se rendían ante su practicidad. Algunos, como Noche y Katsuki, añadían trenzas diminutas sobre su cráneo en las ocasiones especiales, pero más allá de eso sus peinados solían ser discretos y cómodos. Y eso era justo lo que Denki quería.

Tras cepillar su pelo a conciencia hasta dejarlo brillante, Denki construyó –con mucho cuidado– cuatro trenzas diminutas sobre su cabeza, después sujetó el resto de su melena en una coleta alta y utilizo las trenzas para envolver esa coleta ajustándola con un pasador de madera. Lo eligió por el color –cobrizo– y porque era bastante simple, un palillo de madera alargado con un extremo en forma tornillo y una textura rugosa en el otro. No se percató de que la textura rugosa tenía forma de una pluma hasta que no lo tuvo en la mano. La ironía le arrancó una sonrisa.

Finalmente se miró en el espejo.

No está mal.

Dudaba que su peinado tuviera el aspecto profesional que las sirvientas lograban, pero sobrevivía a la primera inspección. Giró la cabeza de un lado a otro para examinar que no hubiera mechones sueltos o protuberancias de pelo extrañas, y al no encontrarlas sonrió para sí. Aún bajo la pobre luz de la lámpara, tomó nota de cómo su pelo alto delineaba a la perfección la forma de su cabeza y la ausencia de mechones sueltos dejaba a la vista un montón de cosas que usualmente permanecían ocultas: Sus orejas pequeñas, la periferia de su cara, y su cuello de cisne. Su aspecto lo impresionó y al mismo tiempo lo hizo arrugar la nariz porque seguía sin sentirse a la altura de esa cara; por fortuna para él la túnica de colores cálidos, la cual se ceñía perfectamente a su cuerpo sin arrugas visibles, le daba un aspecto atlético, juvenil y un poco doméstico. Una imagen que le resultaba más llevadera. Se lavó la cara y los dientes, y salió justo a tiempo de recibir a Noche que llegaba con la bandeja del desayuno.

—Buenos días —dijo y el guardia se giró para mirarlo. En lugar del acostumbrado saludo de vuelta lo único que recibió fue el silencio y un parpadeo lento—. ¿Qué?

Con lentitud, como si estuviera luchando por matizar la exuberancia del gesto, la boca de Noche se curvó en una sonrisa perezosa mientras sus ojos lo recorrían de pies a cabeza. La expresión que vio en sus ojos lo hizo enrojecer, y fue peor cuando el guardia extendió la mano para tocarle la cara. Sus dedos delinearon el borde su boca y Denki supo de forma instintiva lo que estaba recordando. El mismo recuerdo que acudió a él.

["Ahora lo quiero todo"]

—No —dijo y apartó el rostro de esa mano; avanzó hacia la mesa con la firme intención de mantener la distancia, pero cuando pasó a un lado de Noche, este le pasó un brazo por la cintura y lo inmovilizó en su lugar.

Denki se tensó cuando una de las manos del guardia se posó sobre su vientre justo en el borde inferior del cinturón de su túnica mientras la otra se apoyaba sobre su esternón. El guardia se apretó contra su espalda y permaneció ahí con la mejilla pegada a la parte derecha de su cráneo mientras el corazón de Denki aleteaba desacompasado.

—Suéltame.

—¿Por qué debería?

—Porque no te gustara que me convierta en un incordio.

Noche se rio, un soplo tibio que le acarició la oreja y lo hizo estremecer. Sus manos, extendidas como estrellas marinas, se sentía tibias y firmes incluso sobre la ropa, y era difícil ignorarlas. Durante un momento todo lo que hicieron fue permanecer quietos en un silencio cada vez más grande.

—Admitiré que eres una criatura peligrosa, pajarito —murmuró Noche con deleite.

Denki, que había esperado oír casi cualquier cosa, se echó a reír ante la idea. El sonido rebotó contra las manos de Noche y, entretenido como esta, a Denki no le importó que el guardia estrechara su abrazo.

—Ahora sé que te burlas de mí —dijo tras un momento moviendo su mano para sujetar el pulgar que tenía a la altura de su vientre con intenciones de apartarlo—. Soy tan peligroso como una ramita seca —dudó, pero al final, en un arranque de audacia, añadió—. Una rama bonita, eso sí.

Fue el turno de Noche para reír.

—Tu envoltura es preciosa, de eso no hay duda, pero la belleza es moneda corriente en este lugar. En tu caso... lo que te hace peligroso es el encanto que se oculta tras esos fascinantes ojos tuyos —y al decirlo su boca rozó la curva de su oreja, Denki se estremeció sin poder evitarlo.

—Suéltame —dijo, pero su voz había perdido la autoridad de antes.

—Tu boca dice una cosa, pero aquí —y al decirlo su mano se deslizó hasta colocarse justamente sobre corazón, ahí donde el latido desacompasado se sentía con claridad— aquí hay honestidad.

Denki cerró los ojos al sentir que una boca fantasmal besaba su oreja, gesto simple que entibió su sangre. No podía negar el deleite del momento, de verse envuelto en un abrazo firme mientras notaba las primeras chispas de interés destellar en su interior. ¿Cuándo había sido la última vez que se había acostado con alguien o que se había masturbado para todo caso?

—Pajarito-

—Aún me acuerdo del ave —respondió Denki de forma inconsciente y casi fue una decepción sentir que la boca se apartaba de su oreja. Notó que el cuerpo tras él se ponía rígido y eso lo hizo abrir los ojos.

—Tú azotaste a tus sirvientes y tus hermanos se olvidaron de ti. Parece que todos tenemos pecados en nuestra mano.

—Tienes razón, los tenemos, somos humanos después de todo.

—Y sin embargo pareciera que los has perdonado.

Al detectar el mudo reproche, Denki suspiró y acarició con calma el pulgar del guardia mientras meditaba sus palabras con cuidado.

—El perdón se gana, no se ofrece. No ocurre de la noche a la mañana. A ellos les doy la oportunidad de enmendar su ausencia en mi vida, y a ti... —hizo una pausa, después le dio un apretoncito al pulgar entre sus dedos en un gesto mudo antes de desprenderlo su cuerpo. Noche lo dejo ir sin decir nada y Denki se giró hacia él, alzando la mano con la palma hacia arriba dejando la mesa a la vista—, a ti te estoy conociendo.

Y entonces fue hacia la mesa para sentarse en su lugar acostumbrado. Noche lo imitó justo cuando Denki terminaba de extraer todo lo que había en la bandeja, así que comieron en un silencio inusual hasta vaciar los tazones dejando que el silencio se extendiera indefinidamente.

—Oh, por cierto —dijo Denki al terminar—, ya debes saber que voy a reunirme con los Torikin esta tarde y Neito me ha soltado advertencias al por mayor. ¿Alguna sugerencia para mí?

Noche lo miró y después sacudió la cabeza muy lentamente; se mostraba menos tenso que antes pero Denki decidió fingir que no reparaba en su expresión contemplativa. Se despidió de él y salió al pasillo principal dirigiéndose hacia las escaleras que conducían a la primera planta, había acordado encontrarse con Mirio en una de las salidas del palacio. Al acercarse a la pareja de guardias que custodiaban, estos se giraron para recibirlo. Ambos parpadearon.

—Uhm, ¿buenos días? —dijo Denki deteniéndose frente a ellos. El saludo los sacudió y uno corrió hasta el armario empotrado en la pared, oculto tras una puerta corrediza, de donde sacó los zapatos del Tercer Príncipe para colocarlos a sus pies en el descansillo de las escaleras—. Gracias —dijo él al ponérselos, les ofreció una inclinación de cabeza y se alejó escaleras abajo.

Avanzó casi con impaciencia hasta la salida lateral y pasó a un lado de los guardias que custodiaban esa puerta hasta detenerse en el bordillo. Ahí cerró los ojos y aspiró el aroma del pasto húmedo y la lluvia, sentían que habían transcurrido meses desde que saliera del palacio. No pudo evitar sonreír.

Estaba fuera. Fuera. La emoción lo hizo girar y reír, y ni siquiera le importó la expresión anonadada de los guardias. Estaba listo para disculparse cuando divisó la espalda de Mirio más allá de la entrada, imponente y altísimo como si estuviera disfrutando de una tarde cualquiera en lugar de ser una mañana fría; sin detenerse a pensar Denki corrió hacia él para colgarse de su brazo.

—¡Mirio! —gritó con deleite—. ¡Está lloviendo! —y entonces se echó a reír tironeando de ese brazo grueso como un niño pequeño. Su hermano se limitó a mirarlo como si no lo conociera.

Solo entonces se percató de la persona frente a Mirio, la cual había estado oculta tras esa espalda inmensa. Denki parpadeó y el extraño parpadeó de vuelta. Era más alto que él, con el pelo oscuro sujeto en un moño alto y tirante, y dos mechones enmarcando su cara. No tenía el pelo de Noche, negro como ala de cuervo, sino que era de un oscuro deslavado que parecía azul si lo mirabas con muchísima atención –que fue lo que Denki hizo–. En su inspección, Denki tomó nota de la boca pequeña, la cara angosta y la cicatriz en la barbilla, también de su aspecto pulcro y formal. Al ver el uniforme negro y el broche de oro con forma de pez a la altura de su corazón su identidad quedó clara.

Oh —dijo y le ofreció una sonrisa—. Tu eres Eclipse.

—No —dijo Mirio apenas reaccionó, y a Denki le sorprendió oír la tensión en su voz—. Este es Tamaki.

Denki parpadeó, miró a su hermano, a Eclipse y otra vez a su hermano, y solo entonces se acordó de la vez que Neito le había dicho que Mirio insistía en sentar a su sombra en la mesa con el resto. Mira nada más, estoy encontrando otro punto de discordia entre ellos. Se sacudió la parálisis y sonrió.

—Hola, Tamaki, ¿vas a montar con nosotros?

—Así es, Alteza.

Denki dio palmadas en el aire—. ¡Genial!

El gesto pareció satisfacer a Mirio pues se relajó visiblemente, después le hizo señas a Denki para que lo siguiera. Avanzaron bajo el tejado exterior del palacio mientras el mundo adquiría una suave claridad grisácea.

—Aun con la lluvia es un buen día para un paseo.

—¿Paseo? —preguntó Denki girando el cuello para ver a Mirio—. ¿Qué paseo?

—Vamos fuera de la Ciudad.

—¿Qué?

—Dijiste que querías ir a montar.

Denki nunca le había dicho eso, pero se acordó que había sido el Emperador quien había tenido esa conversación con Mirio y por un momento quiso saber exactamente qué le había dicho a su hermano.

—Quiero aprender —aclaró—, creí que íbamos a los establos a conocer los caballos.

—No hay mejor forma de conocer a un caballo que llevarlo a dar una vuelta.

—Y no hay mejor forma de que me rompa una pierna que pasearme a lomos de un animal desconocido.

—Es un caballo.

Como chico de ciudad, los caballos entraban en la categoría de animales a los que Denki solo conocía por las imágenes que aparecían en los libros y la tele, como no podía decirle eso a Mirio tuvo que improvisar.

—¿Realmente crees que me subiré a un caballo y estaré listo para dar una vuelta?

—¿Por qué no? Yo lo hice.

En su mente sonó fuerte y clara la voz de Neito: ["Aquí llega el hijo perfecto"]

—¿Y Neito? ¿También él lo hizo a la primera?

Mirio sonrió.

—No, pero fue su culpa. Se puso de impertinente, asustó al caballo y cayó de trasero al suelo —el recuerdo parecía divertirle porque no dejo de sonreír [*]. Denki tuvo un mal presentimiento.

—¿Te burlaste de él?

—Solo me reí —respondió Mirio encogiéndose de hombros, como si nada—, al igual que Hizashi.

—¿Tío Hizashi?

—Él le dijo que no importaba, pero Neito se enfurruñó —curiosamente Denki no tenía problema alguno en imaginarse a un Neito pequeñito torciendo la cara en una de sus muecas desaprobadoras justo antes de ofenderse excesivamente—. En todo caso no importa porque tú no vas a espantar al caballo.

A Denki le habría gustado compartir su seguridad.

—Aun así, ¿un paseo fuera de la Ciudad? Tengo clases temprano.

—No pasará nada si faltas un día.

Denki se imaginó vivamente la expresión desaprobatoria en la cara de Neito.

—Uhm, a Neito no le gustará saber que me he saltado las clases —ni a mi padre.

—Podríamos hacer una lista de cosas que a Neito no le gustan y sería interminable—y para recalcar su punto alzo una mano extendiendo un dedo cada vez que decía una palabra—: Montar. Luchar. Cazar. Pescar. Las armas. Los barcos. Los-

—En resumen, todo lo que a ti te gusta —Mirio parpadeó—, de casualidad, ¿sabes qué le gusta?

—Los libros. La política. La oratoria. El debate. El estúpido juego de regalos y falsedades que intercambian en la corte-

—Es decir todo lo que no te gusta a ti.

Llegaron al final del camino, el cual se abría hacia una explanada llena de setos bajos con un sendero empedrado que conducía a las caballerizas del palacio. Mirio y Tamaki avanzaron sin detenerse, adentrándose en la suave lluvia de la mañana; Denki se quedó atrás, estudiando la lluvia con atención.

El viento que soplaba contra su mejillas poseía el aroma del otoño, frío e inmisericorde, y aunque la lluvia parecía ligera Denki no estaba seguro de querer meterse bajo ella.

—¿Denki? —llamó su hermano, deteniéndose unos pasos delante.

—No quiero mojarme.

—Es solo lluvia —sonrió Mirio como si nada mientras extendía sus brazos como para recalcar ese hecho—, ni siquiera está fría.

Denki se titubeó.

—Iré por una sombrilla —dijo Tamaki de pronto y antes de que alguno pudiera decir nada el guardia sombra se había marchado hacia el palacio.

Mirio volvió para detenerse junto a Denki y este lo estudio en silencio un momento. Su hermano vestía una túnica amarilla bordada con diminutos soles que combinada con el adorno de oro que llevaba en el pelo –a juego con el discreto arete–, lo convertían en la estampa perfecta de la realeza.

[Te pareces a él] había dicho Neito y Denki se negó a creérselo. No cuando era claro que sus gustos divergían terriblemente.

—¿Qué pasa? —preguntó Mirio girándose hacia él.

Denki colocó las manos a su espalda y se balanceó en su lugar como si estuviera pensando algo.

—No sé luchar —dijo al final.

—¿No sabes luchar?

—Sé morder y pellizcar —lo dijo con orgullo pese a la expresión escandalizada de su hermano.

—¿No tomaste clases de espada y defensa?

—No, como tampoco tome clases de equitación. De hecho, estoy casi seguro de que no me gustan los caballos.

—¿Y por qué quieres ir a montar?

Denki lo pensó con cuidado. Con seguridad el Emperador lo había enviado para demostrarle a Mirio lo inútil que era, pero bien podía ocupar la oportunidad para hacer algo productivo.

—Me gusta debatir, y estoy aprendiendo el estúpido juego de regalos y falsedades de la corte como tú lo llamas. También me gustan los libros, pero a diferencia de Neito me gustan los que tienen ilustraciones, los cuentos, los diarios de viaje, y los bestiarios. Lo que intento decir es que me resultó fácil encontrar un terreno en común con Neito y me gustaría encontrar uno contigo. Tal vez... —fijo los ojos en el suelo mientras empujaba la punta de su pie contra el suelo—, tal vez eso te incentive a visitarme, pero tengo que confesarte que no me gusta cazar. Y como nunca me he subido a un barco no puedo opinar sobre ellos aunque puede garantizarte que tampoco me gusta la pesca. Tampoco me gustan las armas. Así que —alzó los ojos otra vez—, solo quedan los caballos.

["Felicidades. Logro Especial Desbloqueado: Melancolía Nivel Dos"]

Mirio lo miraba con una expresión indescifrable y a Denki le habría gustado no sentirse tan expuesto, pero era demasiado tarde para arrepentirse.

—No tenemos que montar si no quieres.

Denki se encogió de hombros.

—No lo sabré si no lo intento, y dar un paseo en caballo suena como una de esas cosas que tienes que hacer antes de morirte.

Mirio se puso tenso.

—No digas eso.

Denki sacudió la mano quitándole importancia.

—Daremos un paseo, pero no fuera de la Ciudad porque no voy a faltar a mis clases. Además, planeo visitar las barracas del Clan antes de que sirvan el desayuno.

—¿Las barracas? —preguntó Mirio justo cuando Tamaki volvía con la sombrilla—. ¿Por qué?

—Para saludar —respondió Denki como si nada antes de colgarse del brazo de Tamaki para ir a las caballerizas.

[...]

NA/

Añado imagenes en las que me inspire para el atuendo de Denki 

Su pelo (las trencitas en el pelo de Noche son idea de Kkiss porque me envio un bosquejo de él y es asombroso):

 Su adorno (proporcionado por Krusty en Discord)

[*]Dos notas sobre el recuerdo de Mirio riéndose de Neito por caerse (aclaremos que no se cayó del caballo, iba a subirse cuando espantó al caballo y al retroceder terminó en el suelo). La primer nota es que ambos eran niños que competían por todo, resulta natural que se rieran del otro (apuesten que Neito lo hacía). Hay personas con relaciones cercanas, y fuertes, que pueden reírse unos de otros y tomarse ese tipo de situaciones con ligereza. Hay hermanos que se ríen unos de otros y después buscan vengarse o incluso lo dejan pasar. El problema es que la relación entre Mirio y Neito no es así, aun si Mirio no se rio por maldad, al final terminó hiriendo el orgullo de Neito, quien nunca aprendió cómo enfrentar el fracaso; así, un recuerdo aparentemente inofensivo para Mirio se convirtió en una espina para Neito.

El segundo punto que quiero recalcar es que sí, la idea de que Hizashi se riera de la situación suena muy mal, pero no sabemos realmente si lo hizo. Así lo recuerda Mirio, pero es probable que Hizashi se tomara el asunto con humor, como la figura de autoridad que no entra en pánico para no espantar a los niños o la persona que intenta quitarle importancia al asunto, y considerando que Hizashi no se relaciona en demasía con Neito es poco probable que se percatara de la sensibilidad de su sobrino a la crítica. Así que el problema sigue siendo el mismo. Esta familia no habla.

Y nos vemos en el que sigue

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