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4.9. Pasado I

Nota: Iniciamos con un pequeño flasback que pretendía ser de un capítulo y se extendió. Es hora de conocer la historia que nos habla sobre lo que sucedió con Hizashi, su hermano y la emperatriz. 

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Título Alternativo: Hubo una vez un muchacho que adoraba a su hermano.

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Hizashi poseía unos ojos tan claros como el cielo azul, una sonrisa deslumbrante como las cuentas que su madre lucía en las ocasiones especiales, y una risa altísima como las campanas del mediodía. Cuando él cumplió los cinco años –y tras muchos intentos fallidos– la Emperatriz, su madre, dio luz a su segundo hijo, a quien llamaron Akihiko aunque todos lo conocían como Aki. Los primeros tres años del Segundo Príncipe fueron difíciles, su madre había enfermado poco después del parto e incapaz de atender a su hijo, este había quedado al cuidado de las aya que su padre, el Emperador, había reunido para él.

Ante la enfermedad de su madre, Hizashi se convirtió en el eje ante el cual el Segundo Príncipe se movía. Se tomaron tal apego que cuando Aki aprendió a caminar este se convirtió en una sombra diminuta que seguía al Príncipe Heredero a todas partes, incluso cuando empezó a asistir a sus clases de defensa personal en los campos de entrenamiento, el pequeño Aki se sentaba en los límites del campo a mirar con sus inmensos ojos curiosos y su risa orgullosa. Del mismo modo durante sus sesiones de estudio el Segundo Príncipe trazaba líneas desiguales en papeles blancos mientras Hizashi hacia rabiar a sus maestros con sus afiladas respuestas y su relajada actitud.

El Príncipe Heredero poseía tal carisma y voluntad que cuando entraba en una habitación el mundo entero se giraba para mirarlo. Tan llamativa era su presencia que nadie notaba al niño pequeño que entraba detrás y que solía reírse de las ocurrencias de su hermano junto al resto, solo reparaban en él cuando Hizashi se detenía y esperaba paciente con la mano extendida hasta que el Segundo Príncipe la tomaba.

Así transcurrieron los años.

Y cuando Hizashi cumplió diez primaveras, la costumbre dictaba que fuera presentado con la persona que se convertiría en su guardia. El muchacho que escogieron para ese puesto se llamaba Oboro Shirakumo, un estudiante del Clan Sombra con un carácter tan similar al del Príncipe Heredero que ambos se volvieron inseparables. Ahora, cuando Hizashi no estaba en clase con sus tutores, se la pasaba en las barracas del Clan Sombra, entrenando con Shirakumo y su grupo de amigos.

Aki se quedó solo.

—Quiero que Hizashi vuelva —le confesó a su madre una tarde tras pasar horas recorriendo el palacio y los jardines sin encontrar a su hermano.

—Oh, cariño —le respondió su madre desde su lugar frente al tocador de su cuarto—, tu hermano no se ha ido a ningún lado.

—Ya no juega conmigo.

—Porque ahora es un niño grande, ahora su deber es estudiar y prepararse para algún día ocuparse de la corona.

—Puede estudiar conmigo.

—Hay cosas que debe aprender por su cuenta.

—¿Y por qué Shirakumo tiene que ir con él?

—El chico se convertirá en su guardia, como el hombre que acompaña a tu padre a todas partes.

—No entiendo.

—Todo Príncipe que nace en la Familia Imperial recibe un guardia cuya única tarea es protegerlo y obedecerlo en todo. Esa es la ley.

—¡No quiero!

—En esto no tienes decisión.

—¡NO!

Si se ponía difícil su madre lo dejaba con su nana, que solía consolarlo ofreciéndole golosinas así que tomó la costumbre de sentarse a comer caramelos hasta que su hermano volvía al atardecer solo –libre ya de la presencia de Shirakumo– cubierto de tierra y con incontables anécdotas asombrosas de sus aventuras fuera del palacio. Entonces la vida de Aki volvía a ser felicidad, y ni siquiera oír los nombres de los amigos de Shirakumo conseguía ponerlo de mal humor.

Pero al final esos momentos también terminaron por desaparecer. Tras la ceremonia de nombramiento del nuevo Guardia Sombra –donde Shirakumo se arrodilló frente a la Familia Imperial y dejo que Hizashi le prendara el broche con forma de sol aceptando así el nombre de Trueno–, el muchacho se mudó al palacio donde continúo con su preparación junto al Príncipe Heredero convirtiéndose en una sombra viva que iba con él a todas partes.

Aki lo aborrecía y conforme crecía, esa antipatía simplemente se solidifico.

—No lo quiero en mi cuarto —le dijo una vez cuando su hermano se apareció para felicitarlo por su cumpleaños número ocho.

—Es mi sombra y Shirakumo va a dónde voy yo.

—Entonces vete.

—No seas así.

—Si no te gusta, ¡vete!

—No hagas un berrinche.

—¡VETE!

Gritó y gritó y siguió gritando hasta que Hizashi terminó por ablandarse ordenándole a Trueno que esperara fuera. La victoria llenó su pecho de una satisfacción salvaje.

—¿Por qué eres así? —pregunto Hizashi sentándose en el suelo frente a él con todos los juguetes a su alrededor—. Él no te ha hecho nada.

—Lo prefieres a él que a mí.

—Eso no es cierto.

—Lo es, pasas todo tu tiempo con él.

—Es la costumbre, y solo es temporal.

—No me importa, no quiero que lo traigas a mi cuarto.

—¿Tampoco me quieres aquí?

—Tú sí. Trueno no.

—Aki, no digas eso. Lo entenderás cuando te den a tu sombra.

—No quiero un sombra. Quiero que te quedes conmigo.

—No puedo hacerlo y lo sabes.

—¿Y por qué viniste?

—Mamá dice que no has estado trabajando en tus lecciones.

—¡No quiero! Son aburridas.

Hizashi suspiró.

—A nuestro padre no le gustará oír sobre esto.

—A padre no le importa lo que yo haga.

—Pero a mí sí, Aki, tus lecciones son importantes.

—...

—¿Qué te parece si trabajas en ellas y como recompensa te traigo un recuerdo de la Ciudad de Alema?

—¿Vas a salir?

—Sí, papá accedió a llevarme con él en su viaje. Estaremos fuera tres semanas.

—¿También voy yo?

—Lo siento, Aki, pero no. Tú te quedas con mamá.

—Pero es mi cumpleaños.

—Y por eso celebramos hace dos días, ¿recuerdas? Fuimos a pasear en la barca y vimos los fuegos artificiales que soltaron en tu nombre. ¿Recuerdas el gran banquete que hubo en el jardín?

—Pero HOY es mi cumpleaños.

—Aki.

—¡NO!

Manoteó el gesto de consuelo que Hizashi intentó ofrecerle, pero cuando vio que su hermano se levantaba para irse se aferró a su cintura mientras le rogaba que no lo dejara. Al final hicieron llamar a su nana para consolarlo mientras el Emperador y el Príncipe Heredero abandonaban el palacio en un viaje diplomático a la Ciudad de Alema, pero lo que pretendía ser un viaje simple para que el Príncipe Heredero fuera informalmente presentado con las hijas de algunos nobles de la corte, se convirtió en un momento agónico cuando un accidente acabó con la vida de Trueno dejando al Príncipe Heredero herido y destrozado.

Mientras oía al mensajero relatar lo ocurrido frente a su madre, Aki no pudo evitar echarse a llorar transmitiendo un terror tan palpable que su madre intentó consolarlo pese a que no era una mujer acostumbrada a las muestras públicas de afecto. Todos interpretaron su agonía como un gesto de empatía por su hermano y la terrible tragedia que había caído sobre él.

Esa noche Aki no pudo conciliar el sueño demasiado asustado ante la idea de que su deseo –el que había gritado en su mente mientras veía los fuegos artificiales estallar en el cielo–, se había cumplido: Trueno se había ido. Aunque al principio había sentido terror ante la idea de que había sido su deseo el que acabara con Trueno, al final el miedo se convirtió en orgullo y dicha porque había sido él quien había cambiado las cosas. Esa emoción se aferró a su corazón y no hubo vuelta atrás.

Su voluntad podía ser absoluta.

Y no hubo arrepentimientos o remordimientos porque apenas Hizashi volvió al palacio –con su pierna rota y su brazo en un cabestrillo– las cosas volvieron a ser como antes. Su hermano volvió a girar a su alrededor como la polilla que persigue el sol, a veces mientras Aki se entretenía con sus juguetes en el jardín Hizashi se recostaba en uno de los divanes del pabellón en completo silencio para oírlo parlotear sobre lo que él quisiera.

—Mamá dijo que tendré mi caballo cuando aprenda a cabalgar, ¿cuándo vas a enseñarme?

—Por supuesto.

—¿Qué?

—¿Hmm? —Hizashi se giró para mirarlo—. Lo que quieras.

—¿Mañana?

—Claro.

Aki nunca se percató –o tal vez nunca quiso percatarse– de los silencios que parecían envolver a su hermano tras el accidente. Si lo encontraba distraído procuraba llamar su atención, cualquier cosa para disfrutar del hermano que había vuelto a él. Cuando el Médico Imperial le retiró los vendajes y Hizashi obtuvo permiso para retomar sus entrenamientos, lo que hizo fue bajar a las barracas del Clan Sombra como tenía por costumbre. Aki tuvo miedo de que otro Trueno ocupara el lugar del primero –de perder a su hermano como ya había ocurrido en el pasado– y fue un alivio cuando eso no sucedió. Durante un par de años, y pese a la sutil crítica de sus padres, el puesto quedo vacío mientras su hermano continuaba con sus estudios llevando a Aki con él como el patito que lo sigue a todas partes.

Ambos hermanos compartían el pelo rubio y los ojos azules, pero Hizashi creció para convertirse en un adolescente carismático tan vibrante como una nota musical, larguirucho y ágil como una vara de roble; Aki en cambio mantenía la suave redondez de la infancia, una característica que permanecería con él a lo largo de los años dado su repudio por el ejercicio físico. Y es que a diferencia de su hermano, Aki no mostraba interés por las habilidades marciales, cumplía con su cuota básica de entrenamiento y defensa personal pero no sentía el placer que Hizashi mostraba por rodearse con los soldados del Clan para mejorar sus técnicas de lucha.

Cuando finalmente llegó el turno de Aki para recibir a su sombra, su hermano le dijo algo que resonaría con él durante el resto de su vida.

—Escoge un Nombre para tu guardia antes de que lo conozcas, no conserves ni pronuncies ningún otro nombre que no sea la identidad que has elegido para él.

—Eso no fue lo que tu hiciste.

—No, yo no cumplí con el protocolo, pero este existe por una razón. El Nombre de un Guardia Sombra existirá para siempre independientemente de la persona que lo lleve, si usas su nombre y no la identidad que has elegido para él, los perderás a ambos el día que uno de ellos se vaya. Para garantizar que se queden contigo, usa el Nombre que elegiste para ellos y conserva su recuerdo en él, de lo contrario te será imposible reemplazarlo cuando llegue el momento.

—¿Y si no quiero recordar?

—Ellos mueren por nosotros, nuestro deber es recordarlos.

Lo que Aki entendió entonces fue que el recuerdo de Shirakumo aún existía en su hermano, que seguía ahí como un muro que los separaba. Y la razón de que no hubiera elegido a otro guardia era porque no quería reemplazar el recuerdo que tenía de él.

—Lo haré —respondió mirando a su hermano a la cara—, pero solo si escoges otro Trueno.

—Eso no es-

—Mamá dice que es malo que no tengas un guardia.

—No es-

—Papá también lo dice.

Al final Hizashi tuvo que ceder pues Aki se negó a tomar un guardia si él no lo hacía –una costumbre que se había establecido en sus primeros años de convivencia, Aki conseguía siempre salirse con la suya–, fue así como Hizashi accedió a tener un reemplazo. La Trueno que eligieron para él era una muchacha pequeña que, a diferencia de Shirakumo, no parecía tener sentido del humor. La ceremonia en la que le ofrecieron el broche de sol que había portado el guardia anterior fue también la ceremonia en la que Aki conoció a su guardia por primera vez, un niño de su edad que se inclinó con cortesía y le ofreció una sonrisa. Aki se negó a reconocer su presencia aunque aceptó llevarlo a remolque como si fuera una mascota.

Negándose a repetir el ejemplo de su hermano, que había dedicado todo su tiempo a entrenar con Trueno en las barracas de los soldados consolidando el lazo de confianza y amistad que Guardia y Protegido solían compartir, Aki prefería sentarse en los jardines bajo el sol, salir al pueblo a comer golosinas, o pasear en las barcazas para lanzarle bocadillos a los peces que cruzaban el lago, actividades que podía disfrutar sin su sombra pues el muchacho aún estaba entrenándose y sus salidas fuera del palacio eran monitoreadas con muchísimo cuidado.

El día que le toco nombrar a su Guardia, Aki ni siquiera lo pensó demasiado.

—Serás Noche —le dijo y le ofreció un broche en forma de gota que su madre había elegido para él.

Después de eso el muchacho se mudó al palacio como había hecho Trueno en su momento, pero Aki se las arregló para seguir a su aire dándole tareas a Noche para mantenerlo lejos de él.

—No hagas eso —lo regañó su hermano una vez que lo oyó ordenarle a Noche dar cien vueltas al palacio antes de irse a la cama.

—¿Por qué no? Es mi guardia y él hace lo que le ordeno.

—No debes ser cruel con ellos.

—No estoy siendo cruel, él quiere entrenar, pues le estoy permitiendo entrenar.

—Según oí te preguntó si querías ir al campo de entrenamiento mañana.

—No quiero ir.

—Entonces debiste decir eso.

—¿Por qué te metes con mi guardia? Tú tampoco dejas que Trueno vaya contigo a todos lados, te he visto.

—Ella todavía esta entrenando, la dejo ir para que siga aprendiendo. Es inevitable.

—Mentiroso.

—¿Por qué me dices eso, Aki? Yo nunca te mentiría.

—Lo acabas de hacer. Sé perfectamente que sales del palacio sin llevarte a Trueno.

Por primera vez desde que lo conociera una expresión desconocida cruzó el rostro de su hermano, y en lugar de defenderse o responder con alguna frase sagaz, Hizashi se apartó de él como si no pudiera mirarlo a la cara.

—Vete a la cama —dijo—, hablaremos mañana.

Sorprendido por la extraña respuesta Aki tardó un momento en reaccionar, para cuando lo hizo Hizashi se había ido y él volvía a estar solo.

¿Qué dije?

Mientras volvía a su habitación Aki pensó en la expresión de su hermano. Había sido extraña pues se parecía a la cara que los sirvientes hacían cuando los atrapaban haciendo algo malo, era una especie de culpa silenciosa de aquellos que ocultan un secreto.

Aki se preguntó que secreto guardaba su hermano.

[...]

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