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4.4. Tristeza


Título Alternativo: Razones para no iniciar una guerra: Harías feliz a tu padre.

[...]

—¡Fuera!

Shouto fue el último en irse; de hecho, avanzó hacia el Príncipe en un gesto automático que tuvo que reprimir al ver el estado emocional en el que estaba y supo que cualquier intento de consuelo en ese momento sería rechazado de forma tajante así que suspiró y se marcho siguiendo los pasos de Katsuki.

Descendió al jardín por el que solían entrar donde se despojó del uniforme que Katsuki había conseguido para él pero en lugar de esconderlo como el Príncipe Bakugou solía hacer lo dobló para cargarlo bajo el brazo de vuelta a sus habitaciones.

Avanzó a paso mesurado sin dejar de pensar. El desprecio verbal de una figura paterna y su violencia innata no le resultaba impactante –más bien lo transportaba al pasado a tiempos menos gratos–, y más que ira, lo que sentía era tristeza y una profunda amargura. Era como mirar un espejo donde las diferencias resaltaban como manchas en una hoja.

"si el Emperador no desea tenerme bajo su techo puedo irme está misma noche. Renuncio a mi título y mi corona, renuncio a todo. No me llevaré nada, ni siquiera la ropa que uso."

Al menos él tuvo el coraje para decírselo de frente.

Shouto en cambio se había largado a escondidas, con ayuda de su hermana, para ingresar a la Academia. Su padre no supo dónde estaba hasta dos años después cuando su hermana le pidió permiso para decirle la verdad.

El rey de Ame –su padre– había sido exigente y violento en la formación de sus hijos, los había empujado a los campos de entrenamiento apenas fueron capaces de empuñar una espada indiferente a los ruegos de su madre por dejarlos disfrutar de su niñez. Les exigía excelencia y perfección, no permitiendo que sus hijos encontraran hobbies más allá de la corte y la guerra. Su padre había gobernado su palacio con mano de hierro, aterrorizando a su madre hasta que ella había preferido huir con Natsuo, el Segundo Príncipe.

Con dos hijos desaparecidos, una esposa ausente, un primogénito furioso que amenazaba con iniciar una guerra civil, y una hija controlando el consejo, Enji Todoroki se había visto acorralado y aunque había conseguido mantener la corona, su reino de terror había llegado a su fin.

Shouto se había hecho la promesa de no pertenecer a la corte de su padre, de no vivir bajo su techo y de no depender de su posición. Se había jurado vivir en libertad como un soldado cualquiera, lejos del reinado de su familia y de sus atenciones. Y aunque nunca se lo había dicho a nadie, Shouto había renunciado a su título como Príncipe el día que salió del palacio de su padre y se prometió no volver.

Esa noche, sin embargo, decidió recuperarlo.

—¡Bendito Dios del Aire! —exclamo Keigo de la nada devolviendo a Shouto a la realidad—, ¿dónde has estado? He recorrido medio palacio buscándote.

El hombre lo tomó del brazo para meterlo a sus aposentos y tras cerrar la puerta lo hizo sentar.

—En tu desaparición he tenido tiempo de pensar, y creo-

—¿De qué hablaste con el Emperador?

—¿Cómo?

—¿Qué le dijiste al Emperador?

Ante su pregunta Keigo parpadeó, al parecer confundido de la seriedad de su tono.

—Uhm... le hable de los rumores que hablan sobre el Príncipe asistiendo al evento de cacería organizada por la hija de los Hado. Le dije que sabíamos que Lord Hizashi había visitado personalmente las tierras Shigaraki y que era él quien los había invitado. Y que la gente no veía con buenos ojos que el Tercer Príncipe se asociara con ellos.

—¿Hablaste de Denki?

—Y de nuevo ese nombre, ¿puedo preguntarte desde cuánto tienes esa confianza con el Tercer Príncipe?

—No, no te permito preguntar. Quiero que me digas exactamente lo que dijiste sobre Denki.

—Uhm. Dije... le dije que él no quería casarse. Que fue el Príncipe quién se acercó a ti para sugerir la necesidad de un respaldo más sólido en la mesa de negociaciones. Y por supuesto tal vez insinué que había sido el único de su grupo que tomó medidas para garantizar la paz.

Shouto se frotó la frente antes de suspirar.

—De acuerdo. ¿Tienes todo listo para salir mañana?

—Sobre eso, estaba pensando-

—No hay punto de discusión aquí, Keigo. Te vas mañana, a primera hora de ser posible.

—Hum... esta es la segunda orden que me das en lo que va de la noche y no estoy seguro de entender de dónde ha salido esta actitud de Príncipe siendo que hasta ahora has dejado en claro que no te interesa el título.

—¿Estás listo para irte?

—No estoy seguro de que sea buena idea dejarte aquí.

—No tienes opinión en este asunto, Keigo. Me quedaré y tú te irás, sin discusión. Necesito que vayas y le informes a mi padre de este matrimonio. No quiero sorpresas de su parte.

—Creo que te estás adelantando un poco a los eventos, Shouto. El Emperador no aceptara discutir el compromiso hasta no confirmar tu identidad. Eso puede tomar tiempo. Al confirmarla, se sentará contigo a discutir claramente los términos de la tregua incluyendo la posibilidad de un matrimonio. Y aún entonces nada garantiza que aprueben tu matrimonio con el Tercer Príncipe.

—Lo aceptarán.

—¡No hay garantía de ello!

—O aceptan mi compromiso con Denki o tendremos guerra. No hay otra consideración.

—Shouto —murmuro Keigo con sorpresa antes de adoptar un aire de pánico. Apoyó las manos en las caderas sin dejar de mirarlo, empezó a pasarse por el cuarto hasta que finalmente acercó un taburete para sentarse frente al diván en el que Shouto estaba—, escucha, entiendo que la belleza del Tercer Príncipe es deslumbrante, y tal vez el chico es encantador, pero creo que este capricho empieza a salirse de control. No puedes declarar una guerra si rehúsan tu petición matrimonial.

—¿Puedo contar con tu ayuda para convencer a mi padre de que no se meta en esto?

—Shouto, no me estás oyendo.

—Estás fuera de las negociaciones, Keigo, deja de preocuparte por eso. En cambio, necesito que hables con mi padre sobre este asunto.

—¿Realmente estás dispuesto a casarte con un muchacho al que no conoces?

—Sí.

Keigo se echó para atrás, con las manos en el regazo y una expresión conmocionada.

—Saldrás mañana temprano, hablaras con mi padre sobre está situación y en cuanto el Emperador confirme mi identidad presionare sobre el compromiso. Por ahora, necesito tu ayuda preparándome para mi audiencia de mañana.

—¿Tienes una audiencia mañana?

—Obligaré al Emperador a que me conceda una.

Así que se pasaron gran parte de la noche discutiendo sobre los encuentros de Keigo y el Emperador, haciendo una lista de todo lo que su padre estaba dispuesto a aceptar y lo que no, y con base en las notas de Keigo redactaron una petición clara que incluía las compensaciones monetarias a pagar. También redactaron un borrador sobre el posible compromiso con el Tercer Príncipe, que incluía la dote que el reino de Ame ofrecía, las tierras y propiedades que le correspondían a Shouto pese a que nunca había hecho un reclamo sobre ella junto con las condiciones del matrimonio, entre las cuales se incluía una cláusula inamovible que obligaba al Tercer Príncipe a vivir en el Reino de Ame.

Keigo no dejo de insistir con la misma pregunta.

—¿Estás seguro de esto?

Y la respuesta de Shouto se mantuvo invariante.

—Sí.

Cuando acabaron se retiraron a sus respectivas habitaciones y Shouto soñó que tenía ocho años y su padre se alzaba inmenso y absoluto frente a él, pero la voz que usaba para dirigirse a él no era suya sino era el sonido despreciativo y furioso que había oído esa noche.

("¡¿Cómo te atreves a humillarme de esta forma?!")

Fue una suerte que lo despertara el sonido de la ventana y solo su entrenamiento en la Academia lo hizo consciente de que había alguien entrando en su habitación. Salió de la cama con el pelo suelto y su bata de dormir solo para encontrar a Katsuki colándose en su cuarto con la agilidad de un gato. Lo reconoció por el pelo, de lo contrario le habría lanzado el puñal que tenía en la mano.

—¿Qué haces aquí? —preguntó mientras iba hacia la puerta para cerrarla, después procedió a encender una de las lámparas que tenía a mano.

—Denki no está.

Aun con la llama encendida Shouto se giró lentamente hacia él notando un peso en el estómago. Entonces tomó nota del aspecto desarreglado de Katsuki, quien llevaba la misma ropa de ayer solo que arrugada junto con la postura tensa y los ojos irritados. La viva imagen de alguien que no ha dormido en absoluto.

—¿Qué has dicho?

—Volví anoche —explicó Katsuki en voz baja acercándose para no tener que levantar la voz permitiendo que la luz de la lámpara trazara sombras desiguales en su rostro—, después de irnos... volví horas después de haberme ido. La habitación estaba vacía. Seguía destrozada, pero vacía.

—Significa que durmió en otro cuarto.

—Me quede toda la noche en el techo, oculto en un rincón a esperar. Denki no volvió en toda la noche, aunque oí a los sirvientes llegar poco antes de que amaneciera. Limpiaron todo. Y cuando digo todo me refiero a que se llevaron sus cosas. Vaciaron armarios y cajones. No quedo nada.

—Tal vez volvió a casa.

—¿Eres estúpido o te haces?

—Y tú estás siendo paranoico. El Príncipe no puede desaparecer sin razón.

—¿Sí? Sin contar nuestras visitas nocturnas, ¿cuántas veces has tenido oportunidad de charlar con él en privado? ¿Quién va a darse cuenta si desaparece?

—No tiene sentido... ¿por qué mudarlo de cuarto?

—El bastardo sabía que había alguien.

—¿Qué?

—Lo sabía. El bastardo lo sabía.

—¿Qué bastardo?

—El guardia. Noche se llama. Él sabía que había gente en el cuarto.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Porque lo he visto. Lo he visto cuando nadie más mira. El teatro que hizo anoche —Katsuki sonrió, pero el gesto era violento y carnívoro, como si estuviera listo para destripar a la gente—, el bastardo casi me engaña, pero no. Lo he visto. Y... —sacudió la cabeza y resopló.

—¿Estás seguro de que el guardia sabía?

—No sé si sabía exactamente quién estaba ahí o si solo lo sospechaba. Si lo sabe vendrán a interrogarnos, en ese caso lo único que podemos hacer es negarlo. Negarlo aun si tiene pruebas. Y lo mejor será minimizar nuestras conversaciones en público.

—No podemos fingir que somos desconocidos después de pasar los últimos días entrenando al aire libre.

—Podemos continuar con eso, pero nada más. Lo que debemos hacer ahora es averiguar a dónde lo trasladaron, para eso necesito que hables con el hijo de perra que se hace llamar su padre y solicites una audiencia con Denki.

—¿Por qué no lo haces tú?

—En primera porque si tengo a ese bastardo en frente le rompo la cara y en segunda porque tengo mi propia agenda y prefiero no llamar la atención.

—¿Qué harás?

—Lo que debí hacer antes solo que esta vez no pediré permiso.

—No hagas ninguna estupidez y déjame lidiar con esto.

—¿Sí? ¿Qué planeas hacer, nishiki?

—Casarme con Denki.

Eso hizo que Katsuki se riera pero el sonido solo reflejaba burla. —Quiero ver que lo intentes.

—Tengo un plan.

—Como digas, nishiki, yo tengo el mío, por ahora lo que me interesa es asegurarme que nuestro envenenador no aprovecha esta situación para dar su golpe final así que vas y hablas con ese bastardo y le exiges ver a Denki. Cuando lo hagas intentas averiguar a dónde lo han mudado.

Tras decirlo Katsuki se dio la vuelta listo para marcharse y antes de salir se giró para mirarlo una vez más.

—Recuerda: No hables de lo que viste anoche. Con nadie. Ni una palabra, no importa quién sea.

—Pero eso pondría presión sobre el Emperador, sacaría a la luz su comportamiento.

—O simplemente serviría para darle problemas a Denki. Tú viste como se negó en cada ocasión a llevarle el tema a su padre, viste cómo se empeñó en no pedirle ayuda. Si él no quiso que se supiera no tiene sentido tomar decisiones en su nombre así que guárdate las quejas y espera.

Apenas se quedo solo Shouto se sacudió el sueño a fin de prepararse para el día que le esperaba. Al examinar su guardarropa se dio cuenta que no tenía atuendos apropiados para un Príncipe con intenciones matrimoniales, por lo que optó con vestirse con uno de sus uniformes, una túnica de corte simple, sin adornos ni detalles como correspondía a un solado, pero de un elegante en color azul celeste que combinaba con su piel. Se recogió el pelo en una coleta alta que le descubría las orejas y se prendió a la pechera de su uniforme el pequeño broche que Keigo le había dado la noche anterior que lo señalaba como miembro de la familia real.

Despidió a Keigo en las puertas del palacio imperial, mientras los dos guardias de su comitiva esperaban montados en sus caballos listos para salir.

—No te metas en problemas, muchacho —le susurro el oficial Takami mientras le ofrecía un último abrazo de despedida—. El Tercer Príncipe puede ser bellísimo, pero todas las trampas siempre lo son.

Shouto lo vio montar y partir con sus hombres mientras el resto de la comitiva se quedaba con él. Con el permiso de Shouto el resto de sus hombres se marcharon a desayunar mientras él volvía a su habitación a repasar las notas que había hecho con Keigo, ciertamente no se esperaba encontrar al administrador del Emperador en compañía de un puñado sirvientes encabezados por Ina.

—Alteza —lo saludo Hakamata ofreciéndole una reverencia formal—. El Emperador solicita su presencia para una reunión informal hoy después del almuerzo.

Bueno, un punto menos en mi lista.

—Dale las gracias a Su Majestad de mi parte por hacer tiempo en su tarde para hablar conmigo. Será para mí un placer encontrarme con él.

Hakamata le reafirmó su invitación a los eventos del día que incluían una comida al aire libre en un descampado fuera de los muros de la Ciudad además de los fuegos artificiales que darían por finalizada la visita de los nobles al palacio. Finalmente, Ina dio un paso al frente para ratificar su promesa de servicio durante su estadía.

—Si el Príncipe desea desayunar en su habitación será para mi un honor complacerlo.

—No —respondió Shouto con toda tranquilidad pese a que la idea de comer cualquier cosa que proviniera de ella le causaba recelo—, no tengo hambre. Almorzaré con el resto y mientras tanto no quiero que nadie me moleste.

—Como ordene, señor.

Todos se despidieron de él y Shouto entró a su cuarto a leer; no pudo evitar pensar en lo que Katsuki le había dicho sobre el guardia y sopesó la posibilidad de que esa fuera la razón ante la repentina invitación del Emperador.

No cabe duda que la paranoia de Katsuki es contagiosa.


[...]

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