4.23. Exilio
Título Alternativo: También conocido como el Último Capítulo.
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Reencontrarse con Eijirou había sido una grata sorpresa, el muchacho era divertido y ocurrente, y –al igual que Izuku– tenía un sano gusto por interactuar con la gente. Durante sus años en la Academia Izuku lo había evitado cuidadosamente pues su relación con el Príncipe Bakugou era terrible, pero cuando su maestro los había emparejado para una tarea de recolección, Izuku había descubierto que Eijirou era la clase de persona con la que resultaba fácil conectar.
Si bien era extraño verlo lejos del Príncipe –pues el muchacho actuaba tanto como su guardaespaldas como su consejero– tampoco era un hecho absolutamente insólito porque ya en la Academia Bakugou había acostumbrado a enviar al soldado como su mensajero.
No, Izuku no encontró extraño que Eijirou estuviera solo, lo que encontró curioso era que se negara a profundizar en el tema que lo había llevado hasta ahí. Sin embargo, Izuku sentía un inmenso respeto por los secretos ajenos y decidió no indagar en la situación, en cambio pasó el viaje de vuelta charlando con él sobre la Academia y las noticias que tenía sobre aquellos de sus amigos que se habían quedado en las montañas para seguir entrenando. Y durante algunos días fue como volver en el tiempo a revivir los mejores años que Izuku había conocido en su vida pues Eijirou era un compañero de viaje muchísimo más carismático que Hitoshi. Le gustaba cantar canciones junto al fuego, podía sentarse en la mesa de cualquier taberna y congregar una multitud a su alrededor, y no tenía reparos en las relaciones efímeras y simples. Nada de eso sorprendió a Izuku que había convivido con él durante años, pero resultaba divertido ver la silenciosa y juzgadora mirada en el rostro de Hitoshi cuando hacían alguna pausa para descansar.
—Me toca el primer turno de guardia —dijo Hitoshi repentinamente interrumpiendo a Eijirou que estaba contando cómo había terminado acostándose con alguien llamado Tetsutetsu tras ganarle en una competición de alcohol.
—Eh... si quieres —respondió Eijirou parpadeando ante el repentino desplante—, pero no necesitas alejarte.
Hitoshi lo ignoró, en cambio se internó en el bosque para su patrulla nocturna dejándolos a ellos junto a la fogata.
—¿Está enfadado?
—No.
—¿Cómo lo sabes?
—Me viajado con él durante las últimas semanas y he descubierto que así es normalmente.
Eijirou mantuvo los ojos fijos en el lugar donde Hitoshi había desaparecido, después se volvió hacia Izuku olvidándose enteramente de lo que había estado diciendo.
—Es un chico guapo, pero tiene un carácter muy agrio. ¿Cuál es su problema?
—Creo que no le gusta oír hablar sobre tus aventuras causales.
—¿Por qué?
Izuku suspiró, le hizo una seña a Eijirou para que se acercara y cuando lo hizo bajo la voz para que su conversación no se alejara del fuego.
—¿Recuerdas que te dije que Hitoshi es un miembro del Clan Sombra? —Eijirou asintió—. Pues ellos tienen un juramento de celibato, tal vez hablar de sexo incomode a Hitoshi porque va en contra de su educación.
—¿Ninguno de ellos tiene sexo? —pregunto el pelirrojo y el ultraje en su voz habría sido hilarante si el tema no fuera delicado.
—No estoy seguro de las restricciones exactas, pero sé que no tienen permitido casarse ni procrear.
—¿Y si alguno de ellos quiere hacerlo?
Izuku se encogió de hombros pues no estaba familiarizado completamente con el código del Clan, pero algo le decía que no era tan fácil como pedir permiso y renunciar; además, la mayoría de sus miembros eran huérfanos y el resto provenía de familias pobres a las que renunciaban para recibir educación. Ninguno de ellos tenía un hogar al cual volver o ingresos propios con los que sostenerse, pues su ropa, casa, y comida era proporcionada por las arcas del palacio. Todos eran educados para servir al Clan y al Clan servían.
—No me imagino una vida de abstinencia —añadió Eijirou tras una pausa—, sé que no será pronto, pero me gusta pensar que tal vez algún día tenga una casa en la que haya alguien que me espere al volver.
Izuku sonrió y le preguntó por su hogar, eso entretuvo a Eijirou hasta que fue la hora de dormir aunque él no pudo dejar de pensar en el Clan durante el resto del viaje. Sentía pena por ellos, y por Hitoshi especialmente. Él, que añoraba la libertad, la independencia, y la voluntad de escoger su camino, no se imaginaba encerrándose en una casa durante cinco años por obligación. Y por lo que había logrado investigar Denki solía pasar temporadas enteras metido en la cama y la servidumbre no solía interactuar con los guardias, lo que solo podía significar que Hitoshi había pasado parte de su adolescencia metido en una casa completamente solo. El encierro pesaba sobre él como una marca en la frente: No sabía socializar con la gente, tenía conocimientos básicos de supervivencia aunque no practica, y su entrenamiento de lucha estaba ahí pero necesitaba mejorar.
El hecho de que Hitoshi no considerara alarmante su situación decía mucho de la educación que le había sido inculcada. Y no era la única cosa que Izuku encontraba extraña, la idea de asignar adolescentes como "Guardias Sombra" para la Familia Imperial resultaba incomprensible. El concepto ere simple: El par crecía lado a lado y de esa manera el guardia aprendía a leer a su protegido y su protegido aprendía a confiar en él, pero solo había que estudiar la historia del Clan para ver que pocos de esos pares habían sobrevivido al tiempo.
La historia de los Guardia Sombra estaba plagada de muerte, algo comprensible considerando que su deber era proteger a la Familia Imperial, pero la idea de que muchos de ellos hubieran muerto antes de cumplir siquiera los diecisiete años era terrible. Que el recuerdo que quedara de ellos fuera un simple Nombre era aún más injusto.
¿Cuántas Trueno habían muerto en la guerra defendiendo a Hizashi?
¿Cuántos Noche hubo antes del joven que ahora se paraba junto a su padre?
¿Cuántos Eclipse morirían en la guerra que se avecinaba?
Y de ellos no quedaría nada.
"El Clan dice que los Nombres son un título de honor" había dicho su maestro en la Academia, que había sentido tal fascinación por el Clan que lo había convocado repetidamente para una tarde de té tras conocer que él era uno de los hijos bastardos del Emperador, "y tal vez lo sea, pero su finalidad es más simple. ¿La adivinas?"
"No"
"Piénsalo, ¿por qué nombramos a las cosas?"
"Para identificarlas"
"Excelente. De esa manera dos cosas iguales reciben el mismo nombre"
"Pero las personas no son iguales"
"Excelente observación, muchacho, pero para la Familia Imperial los guardias son seres desechables, su finalidad es ser un escudo, es morir por su protegido."
"Mi tío Hizashi no es así, él siempre trata a Trueno con muchísima cordialidad"
"Pero la llama Trueno, ¿no es así? Porque para ellos es difícil hacer amistad con alguien cuyo trabajo es morir protegiéndolos"
Había sido gracias a su maestro que la perspectiva de Izuku sobre los guerreros sombra había cambiado drásticamente. En el pasado había visto al Clan como un grupo absoluto de guerreros formidables, pero después de comprender los sacrificios que el grupo hacía a fin de mantener su estatus, no podía evitar preguntarse si valía la pena. Había intentado discutir la situación con Aizawa, pero al igual que Hitoshi, el hombre no veía fallas en la ideología del Clan.
Shota Aizawa era la clase de hombre que consideraba la lealtad por encima de su propia vida. Izuku sospechaba que el hombre era capaz de renunciar a su vida a fin de asegurar la perpetuidad del grupo que dirigía. En todo caso el Clan era un asunto que no le concernía, no podía formar parte de él y tampoco podía cambiarlo.
Izuku había considerado unirse a las tropas que controlaba el Príncipe Heredero, pues Mirio siempre había sido amable con él –a diferencia de Neito–, pero tras su visita al palacio se daba cuenta que la idea de instalarse en la corte de su padre no poseía el mismo encanto en la práctica. La única razón de que no se hubiera marchado tras una visita corta al palacio era el favor que le había pedido Denki.
"Y aún ahora, tras este viaje interminable, sigo sin poder ofrecerle una respuesta"
La situación con Denki desafiaba todo lo que sabía. De no haber sido por la prueba del suru, Izuku habría sospechado que no había envenenador en realidad pues no había pruebas ni rastro alguno sobre el culpable. Era fácil sospechar de las sirvientas, pero también podía hacerlo de Hitoshi pues en esa situación cualquiera podía ser el responsable, pero sin veneno lo único que tenía era ese rastro rojo que indicaba que Denki había estado en contacto con alguna sustancia peligrosa.
Cuando le había enviado una nota a Momo pidiéndole detalles para la preparación del suru, ella se había asegurado de enviarle también una lista de los venenos más conocidos según el rastro que dejaban. En él incluía el famoso "Velo de Muerte", un veneno cuyo único síntoma era dejar a la víctima ciega, y cuya receta solo era conocida por los Asesinos Negros.
Apenas había visto el rastro rojo, Izuku había enviado un mensaje urgente a Momo pidiéndole más detalles sobre este veneno creyendo que era lo que Denki ingería, pero la respuesta que había recibido había resultado desconcertante. Momo le había explicado que el Velo de Muerte provocaba la muerte menos de una semana después de su ingesta, también indicaba que el rastro rojo no garantizaba que fuera precisamente ese veneno el que estuviera presente pues en realidad todos los venenos y sustancias creadas por los Asesinos Negros poseían el mismo rastro. Era el sello personal del grupo.
En ese momento Izuku le había pedido a Momo una lista de los venenos conocidos del grupo, y en la última de sus cartas –la que había llegado antes de que Hitoshi y él abandonaran la Ciudad Imperial–, Momo había enviado por fin una corta lista aclarándole que todos mataban casi de forma inmediata. Ese hecho solo acrecentaba el misterio que rodeaba a Denki, porque el muchacho seguía vivo pese al rastro rojo.
Curiosamente había sido un encuentro inesperado el que había lanzado una posible respuesta a la situación. La muchacha llamada Ochako, a quien habían salvado de un grupo de bandidos, había resultado ser discípula de uno de los mejores sanadores del mundo y si bien no tenía un amplio conocimiento sobre los venenos usados por los Asesinos Negros, había logrado poner el problema bajo una nueva luz.
"¿Estás seguro de que es un veneno?"
Izuku habría contestado que sí, pero la respuesta habría sido una repetición de lo que Denki le había dicho. Denki hablaba de un envenenador. Denki creía que intentaban matarlo. Denki estaba seguro de que iba a morirse... pero seguía vivo y eso solo confirmaba que tal vez lo que había entrado en su sistema no era precisamente un veneno.
Que no fuera un veneno no reducía las opciones para descubrir lo que realmente era y su objetivo podía ser cualquier cosa así que no estaban mejor que al principio pero al menos ahora podían dejar de buscar en el mismo cajón esperando encontrar una respuesta que no existía. Lo que Izuku quería hacer ahora era investigar la medicina que el Doctor Yakumo había usado en la sopa, tal vez el doctor había detectado el rastro rojo y estaba tratando de contrarrestarlo. Tal vez en algún lado de su despacho hubiera detalles específicos de sus componentes.
Con esa idea en mente Izuku fue trazando un plan para cuando volvieran al palacio. Su primera parada era informarle a Aizawa sobre los resultados de su viaje, después les tocaba visitar a Denki y finalmente encontraría tiempo para meterse en las dependencias del doctor sin llamar la atención. Por desgracia para Izuku sus planes se derrumbaron apenas llegaron a las puertas de la Ciudad Imperial.
Su llegada pareció coincidir con la partida de los invitados del Emperador –un hecho que les sorprendió porque habían supuestos que para esas fechas muchos de ellos estarían de vuelta en casa y no ahí–, por lo que el nivel de seguridad en las puertas resulto inesperado. Tuvieron que esperar un par de horas hasta que los autorizaran para cruzar pues ninguno de ellos contaba con un salvoconducto y como nadie reconoció a Izuku o a Hitoshi lo único que podían hacer era quedarse ahí hasta que les permitieran cruzar. Mientras esperaban oyeron sobre la fiesta del Segundo Príncipe.
—El Príncipe Todoroki y el Príncipe Bakugou estarán ahí.
La cabeza de Izuku se giró hacia el carruaje que encabezaba la fila de aquellos que querían entrar pero las ventanas del mismo permanecían cerradas y el sirviente que iba con ellos frunció el ceño al verlo acercarse así que Izuku se quedó con la duda sobre lo que hablaban. No sabía qué le resultaba más sorprendente: Que el Príncipe Bakugou estuviera asistiendo a una reunión social con su hermano Neito, o que uno de los Príncipes del Reino de Ame estuviera presente.
¿Estará Sho con su hermano?
En la mente de Izuku no existía la posibilidad de que el Príncipe Todoroki que oyera mencionar pudiera ser Shouto –sabía que su amigo se negaba a presumir de su título–, así que la única alternativa era que uno de sus hermanos hubiera llegado para discutir los términos de la paz. Sintiendo curiosidad Izuku decidió investigar.
Veré si Sho sigue aquí.
—Busca Aizawa y dale nuestro reporte —le dijo a Hitoshi apenas cruzaron las puertas—, me reuniré con ustedes en un momento. Vamos, Eiji.
—¿A dónde vamos? —preguntó el pelirrojo alejándose de la puerta de entrada a paso vivo.
Eijirou había tenido intenciones de quedarse en el pueblo para enviarle un mensaje al Príncipe sobre su regreso pues él no contaba con permiso para entrar a la Ciudad Imperial sin la compañía de la reina o el príncipe, pero al saber que Izuku y Hitoshi podían entrar, el soldado había decidido que entraría con ellos para informarle al Príncipe de su regreso.
—A la casa del Segundo Príncipe —respondió Izuku. Sabía que Neito no lo aceptaría en su casa, pero planeaba saludar a Sho y nada más—, dicen que Bakugou está en su fiesta.
Eijirou se rio ante su afirmación.
—Lo dudo. El Príncipe detesta esas cosas, lo buscaré en el pabellón que le han asignado así aprovecho para saludar a la Reina. Gracias por ayudarme a entrar, Izuku.
—Gracias a ti por tu ayuda para volver, hablaré con Aizawa para que te repongan el dinero que nos ofreciste, ¿te apetece desayunar mañana juntos?
—¡Claro! Aunque primero tengo que asegurarme que el Príncipe no tiene pendientes, ¿puedo enviarte un mensaje?
—Por supuesto.
Tras la despedida se separaron en la siguiente intersección e Izuku continúo hacia la casa de Neito que se destacaba por su fachada y las incontables luces que se vislumbraban en los pisos superiores. En lugar de entrar por la puerta principal, pues no contaba con invitación, Izuku dio un rodeo por el costado izquierdo a sabiendas de que Sho detestaba las fiestas y era probable que estuviera fuera esperando a su hermano.
Oyó risas y música provenientes de los salones que tenía a la izquierda, sonidos que fueron difuminándose conforme siguió avanzando. Finalmente encontró una puerta corrediza entreabierta donde la luz se regaba hacia el patio oscuro como una línea horizontal que se alargaba en la oscuridad hasta perderse, en su interior oyó voces y risas. El tono y al conversación le indicaron que dos parejas se habían apartado de la fiesta para pasar tiempo a solas; Izuku titubeó pues no quería llamar la atención al cruzar por la puerta, también sabía que si se quedaba ahí corría el riesgo de que alguno de los invitados decidiera salir a tomar aire fresco y lo viera.
Más adelante vio un pilar de madera incrustado en la tierra y al alzar la vista vio que había una pequeña terraza en lo que parecía el segundo piso de la casa. Había sido erigido de tal manera que desde su posición solo conseguía ver apenas una esquina pero Izuku supuso que no valía la pena arriesgarse a ser visto para contemplar la terraza en su totalidad.
Es hora de dar media vuelta.
Pero aún tras rendirse permaneció donde estaba y un momento después detectó el sutil aroma a tela quemada; estaba intentando discernir su origen cuando oyó un golpe. Se olvido de la puerta entreabierta y avanzó mirando a su alrededor. El golpe volvió a escucharse, esta vez con más fuerza, y cuando Izuku alzó la cara vio una silueta negra ser empujada contra las cortinas de la terraza.
Su cuerpo reaccionó antes de que Izuku supiera lo que estaba sucediendo; para cuando la silueta negra atravesó la baranda en un remolino de astillas y tela desgarrada, Izuku se movía hacia el frente con los brazos extendidos para atrapar a quién caía. La sombra se estrelló contra él en una posición tan mala que Izuku perdió el equilibro y en su intento por recuperarlo su pie derecho se deslizo hacia la derecha solo para descubrir una pendiente desigual que lo lanzó hacia el costado donde la sombra y él giraron dos veces hasta detenerse.
Izuku se enderezó sobre la sombra negra al tiempo que la puerta corrediza del salón se abría en su totalidad y dos parejas de enamorados se apiñaba en la entrada para mirar en su dirección. Él no los miró pues toda su atención estaba fija en el cuerpo de Neito que yacía bajo él con la túnica empapada de sangre y el mango de un puñal sobresaliendo de su pecho.
—¡AAAHHHHH! —gritó alguien un momento—. ¡Asesino!
El grito lo sacudió de su parálisis.
—No —dijo pero su voz fue ahogada por más gritos que atrajeron a los guardias que custodiaban la casa. Izuku se levantó con las manos alzadas sin notar que tenía las manos ensangrentadas al igual que la ropa.
—Soy Izuku —dijo con calma—, yo-
El resto de su declaración se cortó cuando un cuchillo le pasó rozando la oreja, un momento después vio a los guardias correr hacia él con las armas desenfundadas. Su instinto de supervivencia le ordeno correr y eso hizo.
—¡Alto ahí! —gritaron los guardias.
—¡Asesino!
—¡Ha matado al Segundo Príncipe!
—¡Mátenlo!
—¡Captúrenlo!
Izuku salió a la calle atestada de transeúntes, se subió a los carruajes que encontró y fue saltando de uno a otro para alejarse de los guardias. Uno de sus saltos asustó a los caballos que se sacudieron nerviosos provocando que Izuku perdiera su apoyo y terminara rodando por el suelo hasta detenerse en una intersección. Un guardia sombra le saltó encima e Izuku intentó desembarazarse de él, pero el hombre luchaba a matar e Izuku tuvo que apuñalarlo en la pierna para quitárselo de encima. Otros dos guardias saltaron sobre él, uno de ellos consiguió cortarle el brazo y el otro casi le arranca la oreja. Logró quitárselos de encima cuando oyó el grito de Eijirou:
—¡Izuku!
El muchacho volvía del palacio tras haber descubierto que el Príncipe Katsuki y su madre habían abandonado el pabellón esa misma mañana. Al ver a Izuku en problemas Eijirou había reaccionado de inmediato apropiándose de uno de los caballos que estaban más cerca –arrancando a su jinete de ahí– para después dirigirlo hacia Izuku que extendió la mano para subir detrás de él.
—¡Sácanos! —le grito Izuku y Eijirou obedeció. Azuzó al animal sin descanso escurriéndose por los caminos laberinticos a una velocidad de vértigo, y aprovechó que los guardias en las puertas aún seguían admitiendo gente, ignorantes del incidente dentro de la Ciudad, para cruzar entre ellos y salir hacia el puente que conectaba con la villa.
Una vez ahí siguieron cabalgando hasta perderse en la noche mientras los guardias organizaban un escuadrón para cazarlos.
[...]
NA/
Y es así como exiliamos a Izuku que no es precisamente como ocurría su exilio en la historia original pero ya sabemos que la Trama sufre cambios pequeños siempre y cuando los grandes eventos sigan ocurriendo.
El Título Alternativo se refiere a que es el último capítulo de la novela original. Así termina con Izuku huyendo de la Ciudad Imperial. A nosotros nos falta un capítulo más para cerrar el arco, y con eso serán veintitres capítulos publicados a lo largo de tres meses (casi dos por semana todo un record personal)
Les agradezco el viaje y ya platicaremos con un poco más de calma cuando se venga el último capítulo. Gracias por todo. Nos leemos. Y disfruten su fin de semana.
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