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4.22. Escape

Título Alternativo: Como (no) salvar a un Príncipe

[...]

No ha llamado a nadie más aún tengo oportunidad. Y con esa idea en mente Katsuki intentó medir la distancia que los separaba y la mejor forma de someter al guardia.

—Inténtalo —lo retó Noche—, y me olvidaré de la benevolencia que el Príncipe ha ordenado.

Katsuki respiró muy lentamente. Tenía que ser rápido. Tenía que ser letal. Sus intenciones debieron reflejarse en su cara porque Noche inclinó la cabeza como si lo estudiara con muchísimo cuidado.

—La belleza del Príncipe es sin duda hipnotizante si te impide entender que no hay forma de que puedas salir de aquí con él a cuestas.

—Pienso arriesgarme.

—¿Cuál es el plan? —añadió Noche con calma. Seguía conservando el aire amenazante, pero ahora sonaba burlón y ligeramente despreciativo—. ¿Salir al pasillo? Lo dudo, te perderías siendo que nunca has estado en esta sección. ¿Subir al tejado? No con el Príncipe en ese estado. ¿Bajar al jardín? Es una posibilidad y luego qué, los pasillos tienen gente y guardias que encontraran extraño que vayas por ahí con un enfermo en brazos.

Katsuki se negó a dejarse intimidar.

—Supongamos –hagamos una simple suposición que nos hará ver esta situación desde todos sus ángulos–, supongamos que consigues salir. Supongamos que logras burlar la seguridad y consigues sacar al Príncipe del palacio. ¿Estás listo para saltar el muro exterior? ¿Estás listo para cruzar el lago? ¿Estás listo para correr? Porque si algo te puedo garantizar es que el Emperador buscara a su hijo.

Katsuki resopló con desdén. —A ese bastardo no le importaría que me lo llevara.

Lo dijo con el mayor desdén que pudo reunir y algo en su afirmación resonó en Noche porque el aura del guardia se sacudió. Enderezó la cabeza y lo miró con una intensidad implacable.

—¿Qué? —preguntó Katsuki al notar el cambio en su postura—. ¿Te molesta que diga la verdad del hijo de puta que gobierna este lugar?

Noche se encogió de hombros desinteresadamente.

—Las verdades que se dicen a espalda de la gente son igual de inútiles que las mentiras blancas que se dicen los nobles a la cara.

—¿Te atreves a hablar de verdades?, ja, ¿qué sabes tú de la verdad, bastardo?

— Por nacimiento lo soy, eso no me avergüenza, pero el odio que el Príncipe transpira hacia este sirviente me resulta incomprensible. Estoy seguro de que no hemos intercambiado más de un puñado de palabras durante toda su visita, ¿a qué debo el honor de semejante desprecio?

—¿No lo sabes, bastardo? Sé lo que has hecho... Lo que le has hecho —y al decirlo señaló a Denki que se agitaba en la cama presa de un dolor creciente—. Sé del veneno y pagarás por ello.

Por primera vez Noche esbozó una sonrisa perezosa, parecía encantado. Su aire controlado se había esfumado para dar paso a una expresión curiosa y viva, la cual permanecía fija en Katsuki como si lo estuviera contemplando bajo una nueva luz.

—¿El Príncipe compartió sus temores contigo? —el guardia lo miró como si intentara ver dentro de él—, siento curiosidad por saber el motivo. Puedo entender por qué tomó la iniciativa de reunirse a escondidas con el Príncipe Todoroki, pero tú...

Noche sacudió la cabeza en un movimiento imperceptible, y entrecerró los ojos como si estuviera rememorando los últimos días. De alguna forma Katsuki supo que estaba enlistando cada ocasión en la que Denki y él habían interactuado en público.

—Por eso te llevo a su casa —finalizó Noche en un susurro asombrado antes de fijar sus ojos en Denki con una expresión de deleite absoluto. Entonces volvió a mirar a Katsuki sin perder su sonrisa—, bueno, eso arroja una nueva luz a por qué el Príncipe fue a buscarte al pueblo.

Katsuki se tensó.

—Eres capaz de expresar sorpresa, ¿quién lo diría?

—¿Lo espías? —masculló con los dientes apretado.

—¿Crees que después de haberte visto con él esa noche no me habría tomado el tiempo para intentar rastrear el momento exacto en donde se encontraron después del baile? Es una simple cuestión de seguridad.

—Mientes.

Noche lo ignoró.

—He de suponer entonces que tú tienes lo que encontraron en la tetera rota que había en su casa, ¡ah! Y de nuevo la sorpresa, ¿creyeron que nadie notaría el espacio vacío en el estante?, como sea. El Príncipe fue a buscarte para hablarte del veneno. ¿Cómo supo que podía confiar en ti? ¿Cómo supo a donde llevarte? ¿Cómo supo que lo ayudarías? —cada pregunta parecía incrementar su nivel de emoción, el orgullo y la sorpresa— No, espera, no has hecho nada. ¿Por qué?... ¡Oh!, todavía no sabes lo que es.

Katsuki frunció el entrecejo y se negó a decir nada, pero no era necesario porque Noche parecía leerlo como si tuviera la verdad tatuada en la cara.

—Bien, lleva tu prueba y busca una respuesta. No es la que buscas, te lo puedo garantizar. Yo podría contarte un secreto, podríamos aprovechar esta oportunidad única. Una verdad por una verdad. Es mi juego favorito.

—No estoy aquí para jugar.

—Una lástima. Los nobles nunca están dispuestos a compartir verdades y el Clan no entiende de sutilezas claras. Supongo que eres como ellos y solo aprecias las verdades simples. En ese caso te diré esto: Hubo un veneno y el hombre que lo ordenó está muerto.

—No te creo.

—No importa. Tu incredulidad no afecta la verdad. ¿Quieres otra? El Emperador buscará a su hijo bajo cada piedra que se encuentre en el mundo y si crees que puedes esconderte en tu casa espero que estés listo para la guerra porque él es un hombre capaz de quemarlo todo a fin de tener lo que quiere.

En ese momento Denki gimió en voz alta, encorvó la espalda y se sacudió como si intentara huir del dolor que recorría su espina dorsal. Katsuki se movió, una reacción instantánea en la que sus manos trataron de tocarlo. Se oyó un silbido bajo y la sangre manó del dorso de su mano donde el filo de la daga lo había cortado al cruzar en su viaje desde la mano de Noche hasta la cabecera de la cama.

—Esa es mi segunda advertencia y no habrá una tercera. No lo toques... Ahora, sugiero aprovechar el momento para dar media vuelta y salir.

Katsuki se enderezó en toda su altura ignorando la sangre que manaba de su mano. No encontraba ni una sola abertura en la posición defensiva de Noche y empezaba a sospechar que no la encontraría. Intentó hacer tiempo.

—Ja, ¿debo creer que me dejaras ir?

—No me importa lo que creas. Corre. Huye. En algún momento te darás cuenta de que no te persiguen.

Vete

Katsuki se tensó. Para atacar a Noche frontalmente debía subirse a la cama, pero la inestabilidad del colchón le daría la ventaja al guardia. Rodear la cama para atacar solo lo convertía en un blanco fácil vista la habilidad que el hombre tenía con las dagas. Podía lanzarle una distracción y atacar, pero si objeto era pequeño sería fácil de esquivar y si era grande atraería la atención de otros guardias al estrellarse con el suelo. No tenía opciones.

Vete.

La derrota tenía un sabor agrio en su boca. Días y horas tirados a la basura. Fue aún peor cuando Noche pareció detectar su rendición porque guardo la daga que seguía sosteniendo en la mano, avanzó por el borde opuesto de la cama hasta la altura de Denki y extendió la mano para tocarle la cabeza.

—La fiebre ha vuelto —y para absoluta estupefacción de Katsuki extendió los brazos, alzó a Denki y lo acunó contra él con muchísimo cuidado—. Un consejo, Príncipe Katsuki. Sal por la ventana y olvida lo que has visto. No tienes poder para cambiar nada.

—Volveré —gruñó en respuesta notando que la ira, el desprecio y el fracaso bullían en sus venas con una intensidad asfixiante.

—Por supuesto. Vuelve y mira. Mira todo lo que quieras. Eso nunca cambiará nada.

Katsuki apretó los puños, incrédulo y vacío. Absolutamente perdido porque no había en el guardia ni una sola señal asesina mientras colocaba la cabeza de Denki contra su hombro.

—Espera —dijo cuando lo vio girar para marcharse—. Una verdad por una verdad.

—mmm, en ese caso... ¿qué te ofreció por tu ayuda?

—Nada. Él no me ofreció nada.

—¿Y aun así-?

—Es mi turno.

Noche sonrió.

—Por supuesto. ¿Cuál es su pregunta, Príncipe Bakugou? —aún en su tono formal sonaba burlón, pero Katsuki apartó la ira.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Qué conseguirás con lo que sea que estés haciendo?

—Querer —murmuró Noche como si la pregunta le resultara sorprendente pues nadie nunca se la hubiera formulado en voz alta, entonces alzó los ojos para mirar a Katsuki a la cara—. Quiero lo que todo el mundo quiere —y tras decirlo dio media vuelta soltando una simple palabra mientras se alejaba—. Libertad.

Lo último que Katsuki vio antes de que las sombras se los llevaran fue el pelo de Denki balanceándose sobre el hombro del guardia, después de eso huyó. Saltó a la ventana y de ahí al tejado y solo cuando estaba llegando al borde del techo se detuvo para tragarse el grito de frustración que alertaría a todos los guardias del palacio. Se acuclilló, apoyó la frente en la punta de sus dedos obligándose a respirar.

Había fracasado. Todo había sido inútil.

"Sálvalo"

Alzó la cara y pensó en Shouto. Sabía que su antiguo compañero de entrenamiento estaba bien y sabía que era lo suficientemente capaz de arreglárselas solo, pero lo mejor era advertirle. Le debía a Denki al menos eso, después pensaría en sus opciones.

Estaba listo para alejarse de ahí cuando Hono escaló su brazo para detenerse sobre su codo, lo miraba con curiosidad como si pudiera detectar su tembloroso estado emocional. Era un animal inteligente y bastante útil, y en un arranque de inspiración Katsuki lo subió a su mano para alzarlo a la altura de sus ojos.

—Quédate con él —le dijo—, y vigila. Volveré.

Repitió la orden con claridad y después emitió un chasquido tenue antes de bajar la mano y empujarlo en la dirección por dónde habían venido. Hono se volvió para mirarlo, inclinó la cabeza de un lado hacia otro, gorgojeo y salió disparado hacia las sombras. Katsuki tomó la dirección opuesta y bajó hacia el patio donde se despojó de su uniforme falso antes de salir del palacio dirigiéndose hacia la casa del Segundo Príncipe. Las calles estaban llenas con carruajes y sirvientes haciendo que la Ciudad pareciera más viva que nunca.

"...lleva tu prueba y busca una respuesta. No es la que buscas"

¿Qué ha querido decir con eso?

La actitud de Noche lo había desubicado por completo. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Por qué no había alertado a más guardias? ¿Por qué no parecía preocupado por el veneno que sabía Katsuki tenía? ¿Era un veneno o no? ¿Qué quería decir con eso de la libertad? ¿Por qué parecía más un perro guardián que un envenenador?

Katsuki sacudió la cabeza y se obligó a concentrarse. La casa del Segundo Príncipe estaba a mitad de la calle así que avanzó hacia ella con resolución y mal humor, entregó la invitación al guardia en la entrada y cuando un sirviente se materializó frente a él Katsuki lo cortó antes de que terminara con su discurso de bienvenida.

—Busco al Príncipe Todoroki.

—Ah, Su Alteza Real acaba de subir a la terraza con el Segundo Príncipe.

Katsuki avanzó en la dirección que le indicaba cada vez más irritado con las risas y los gritos que se oían en uno de los salones más cercanos; al ver que la sirvienta intentaba seguirlo la echó sin contemplaciones pues no estaba de humor para soportar gente. En su camino hacia la terraza notó con alivio que el alboroto de los invitados disminuía lo que significaba que esa sección del pabellón estaba fuera de los limites de la fiesta.

La relativa calma del lugar le permitió oír el crujido. Su oído lo identifico de inmediato como el sonido de un mueble que se quiebra y la respuesta de su cuerpo fue correr en esa dirección. La terraza en el pabellón del Segundo Príncipe era una zona rectangular amplia con una barandilla alta de madera oscura que brindaba intimidad al espacio, el techo en forma de pico se sostenía sobre once pilares macizos repartidos a lo largo de los cuatro lados de la terraza y en el borde del tejado se había instalado cortinas ligeras de colores térreos que en ese momento se encontraban descorridas. En el interior había una mesa larga y otras pequeñas todas rodeadas con un montón de cojincitos de colores varios.

Bastó un simple vistazo para que Katsuki tomara nota de todos esos pequeños detalles casi al mismo tiempo en que descubrió a Shouto sobre una mesa destrozada luchando por sujetar el brazo que empuñaba el filo que intentaba insertarse en su cara.

El asesino notó a Katsuki cuando este estuvo casi encima de él, y Katsuki aprovechó para desquitar la frustración que sentía rompiéndole la cara y las costillas, y cuando el tipo intentó acuchillarlo le devolvió el favor.

—¿Qué carajos? —preguntó al inclinarse junto a Shouto quien pese a tener los ojos abiertos parecía incapaz de moverse, ni siquiera parecía sentir dolor por las dos puñaladas que tenía –una en el hombro y otra en el costado– ni por el feo corte en la mano derecha. Al verle los ojos nublados y confusos la advertencia de Denki resonó en su mente.

"Llévatelo"

—¿A dónde?

Un momento después oyó las pisadas que se acercaban y un segundo asesino apareció en la puerta. Al igual que el otro vestía con un uniforme de la servidumbre pero el cuchillo que llevaba en la mano no era para rebanar manzanas. Katsuki se enderezó con lentitud listo para un segundo combate mientras el recién llegado tomaba nota de su compañero caído y el arma en la mano de Katsuki.

—¡¿Qué?! —el grito que provenía de la entrada era el de Neito, que se detuvo estupefacto ante la situación.

El grito distrajo al asesino que se giró hacia Neito de forma automática, Katsuki aprovechó el momento para lanzarle la mesa que tenía más cerca golpeando sin querer la lámpara que estaba cerca de la entrada, después se echó a Shouto al hombro y corrió hacia el borde de la terraza saltando sobre ella sin perder tiempo mientras las primeras lenguas de fuego consumían las cortinas.

Si bien no era ese al Príncipe que había planeado cargar esa noche, Denki había sido bastante claro en su orden de sacar a Shouto de la Ciudad y Katsuki estaba dispuesto a cumplir su deseo incluso si no lo entendía. Así que Katsuki utilizó su ruta de escape aprovechando la confusión que el incendio parecía estar ocasionando. Tomó la cuerda y el gancho que había escondido entre los arbustos cerca del muro y los uso para cruzarlo hasta llegar a la pequeña barcaza que esperaba al otro lado. Mientras la barcaza se alejaba vio al asesino sobre la muralla y al verlo desaparecer supo que saldría de la Ciudad, cruzaría el puente y los buscaría.

"Sálvalo"

—En eso estoy —gruñó. Tenía caballos, provisiones y armas esperando por él al otro lado del lago, y con ellos cabalgarían hasta su primer refugio para atender las heridas de su compañero. Una vez que Shouto lograra recuperarse volverían para aclarar todo ese maldito asunto.

Y esta vez nadie va a impedir que me lo lleve.

[...]


Chicos, despidanse de los chicos guapos porque esta es su última aparición. Ahora les toca reincorporarse a la Trama del Protagonista.

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