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4.20. Secuestro

Título Alternativo: Como (no) secuestrar a un Príncipe.

[...]

Su plan de cuatro días se fue a la basura por culpa de su madre. A la mañana siguiente, después de que Katsuki la forzara a salir de su habitación a medianoche para cerrar la puerta, su madre se le plantó enfrente con una expresión decidida.

—Eres mi único hijo, Katsuki, y tu deber es tener un heredero, pero entiendo que por amor uno puede tomar decisiones precipitadas. Hablemos de nuestras opciones.

Katsuki no le hizo caso, en cambio salió para entrenar como solía hacer regularmente solo que su madre se fue con él como el cachorro malcriado que insiste en meter la nariz donde no lo llaman. Fue con él a correr, a desayunar, e incluso estuvo entre el grupo de curiosos que los observaban –a Shouto y a él– luchar en el campo de entrenamiento. Por la tarde su madre lo acompañó a recorrer los pequeños caminos empedrados que iban del palacio a las murallas que protegían la ciudad pues su intención era encontrar la ruta perfecta para salir sin ser detectado ahora que sabía exactamente cuál iba a ser su punto de partida. Era un trabajo delicado que requería paciencia y muchísima observación, y era francamente difícil hacerlo bien con las protestas silenciosas que su madre emitía.

En ocasiones enviaba a su mascota para que inspeccionara los puestos de vigilancia que había sobre los muros, y gracias a ello comenzó a trazar un horario con todos los cambios de guardia que conseguía discernir. A su lado su madre se mantenía callada y tensa, exudando prohibiciones por cada poro de su piel; solo hasta que volvían a la privacidad de sus habitaciones ella repetía su letanía de todas las consecuencias que podían acarrear desatar la ira del Emperador.

—La primera de todas, la guerra —solía decir en un discurso ininterrumpido—. Que es suficiente para que cualquier persona sensata se lo piense dos veces. El Imperio es vasto y cuenta con recursos extraordinarios, y sí, los rumores dicen que no está pasando por su mejor momento, pero tienen un excelente ejercito y al Clan Sombra. Y puedes decir lo que quieras, Katsuki, pero los guerreros sombra son un jodido problema que puede darnos más de un quebradero de cabeza.

—Todo lo que vive puede ser asesinado.

—En segunda —continuaba su madre como si no lo oyera—, tenemos el hecho de que nuestra corte no aceptará que te cases con un hombre. Habrá disensiones.

—No voy a casarme con nadie, pero como Rey debería poder casarme con quien quiera.

—Y como rey vas a necesitar un heredero, muchacho. Eso no puedes ignorarlo.

—Tengo primos, sobrinos y si todo eso falla elegiré un huérfano al azar y lo criare como mío.

Pero su madre se empeñaba en ignorar todas sus respuestas sin dejar de repetir.

—El Emperador es un hombre irascible, se dice que el asunto con la frontera de Ame debería haber sido un evento intrascendente pero su manejo ha llevado todo esto al borde de un enfrentamiento. ¿Te imaginas lo furioso que se pondrá si alguien intenta secuestrar a uno de sus hijos?

—Con suerte se enfadará tanto que morirá del coraje.

—¡Katsuki!

—Hey, uno puede soñar.

Día tras días su madre se mantuvo a su lado como si temiera que su hijo fuera a irrumpir en medio de un salón a plena luz del día, y mientras tanto Katsuki continuaba con su muy cuidadosa investigación; todos los rumores decían que la seguridad de la Ciudad Imperial era inexpugnable dado el control del Clan Sombra, pero no existía nada en el mundo que fuera absolutamente seguro. Eso lo sabía él mejor que nadie. Lo único que tenía que hacer era estudiar el terreno y planear.

A tres días de su conversación nocturna, su madre se plantó frente a él con expresión decidida.

— Podemos extender una invitación formal para que el Tercer Príncipe visite nuestro hogar y si le gusta puede quedarse con nosotros por tiempo indefinido. Y una vez que todo se calme podríamos discutir nuestras opciones.

Katsuki no la dejo terminar, en cambio se apartó de ella porque tenía intenciones de visitar una de las villas vecinas para comenzar a reunir sus provisiones para un viaje largo. Su madre fue con él con la misma expresión reprobadora de siempre, después supo que ella había enviado un mensaje para cancelar la invitación que la habría alejado de la Ciudad Imperial, un detalle que podría haber despertado curiosidad sino fuera porque varios de los invitados del Emperador habían encontrado excusas para alargar su estadía a fin de enterarse del desenlace de la petición del Príncipe Todoroki por la mano del Tercer Príncipe. Katsuki ignoró a todos, tenía planes urgentes que requerían una cuidadosa planeación.

A una semana de haberle contado sus planes su madre volvió a plantarse frente a él con la mirada de alguien que ha llegado al fondo de las opciones.

—Si bien nuestras costumbres no incluyen al concubinato como una opción viable podemos hacer una excepción. Puedes tener una esposa y el Tercer Príncipe puede-

Katsuki se apartó de ella a media expresión y se marchó a la posada donde se hospedaba el resto de la guardia de su madre, ahí se cambió de ropa a una túnica simple para comprar los caballos que usarían para huir, iba a necesitar un par de repuestos en lugares estratégicos porque debía garantizar que nadie pudiera seguirle la pista. Su madre fue tras él desbordando esa energía que amenazaba con el desastre.

Al verla tan decidida Katsuki empezó a considerar sus opciones. Ella tenía que irse, si la cosa salía mal lo mejor era que no estuviera presente para ser testigo de las consecuencias y si salía bien tampoco convenía tenerla cerca de la ira del Emperador, pero conociendo a su madre sería imposible convencerla de desaparecer mientras creyera que su hijo había perdido la cabeza; con esa idea en mente Katsuki tomó una decisión y por eso permitió que ella lo arrastra hasta la pequeña mesa de té apenas unos días después.

—Bien —dijo ella colocando las manos en la mesa—, si quieres casarte con el Tercer Príncipe podemos arreglarlo. He indagado sobre lo que ofrece el Príncipe Todoroki y déjame decirte que no es una menudencia, así que me gustaría que redactáramos con calma lo que podemos ofrecerle al Emperador por la mano de su hijo.

—No voy a darle nada a ese bastardo —respondió Katsuki con calma, un momento después estaba frotándose el puente de la nariz—. Escucha, este asunto no se arreglará pidiéndole al Emperador la mano de su hijo.

—¿Por qué no?

—Porque no va a dármela.

Su madre pareció sorprendida y anonadada.

—Bendito sea el Dios Dragón y Toda su Corte, ¿es que mi hijo cree que no podemos hacer una propuesta digna del Tercer Príncipe?

—¿Qué? ¡No!, lo que digo-

—¿Esto es por el Príncipe Todoroki y su pedida de mano? Carajo, muchacho, él es el Cuarto Príncipe de su reino y tú eres mi Heredero...

—No es-

—...nuestra única desventaja es que él ha hablado primero y por supuesto el Emperador tiene que considerarla, pero si nos movemos rápido...

—No-

—...podemos finiquitar este asunto sin necesidad de actuar precipitadamente. Tenemos-

—¡Oye!

—¡¿Qué?!

—¿Confías en mí?

—No

Katsuki frunció el entrecejo y ella le devolvió el gesto. El silencio se alargó durante lo que parecieron horas.

—Eres mi hijo —respondió su madre tras un momento—, confío en que asumirás las consecuencias de tus decisiones y que terminarás cualquier proyecto que emprendas, pero no confío en que tomes el camino más simple. Necesito que seas honesto conmigo, hijo. Quiero la verdad... ¿Quieres casarte con el Tercer Príncipe?

—Si esta situación pudiera resolverse con una boda —y al decirlo se encogió de hombros en un gesto que parecía decir "entonces habría una boda"—, pero no es así.

—No entiendo.

Durante un momento Katsuki sopesó confesarle la verdad, pero si le explicaba lo que había visto tendría que decirle por qué estaba en la habitación del Tercer Príncipe en primer lugar. Por qué se reunía con el por las noches. Y por qué había prometido ayudarle. Tendría que hablar de los Asesinos Negros, del veneno y de otros secretos que no le pertenecían. No era como si pudiera mentir, o decirle una media verdad, su madre se olería cualquiera de ellas y solo provocaría que su inquietud creciera. La delicadeza de la situación tampoco le permitía imponer su voluntad... lo único que podía hacer era abordar el asunto con la mayor seriedad del mundo. Confiar en que ella lo entendiera.

—Madre —le dice y el título hace que Mitsuki se ponga rígida pues sabe que su hijo solo utiliza la formalidad cuando el asunto es importante—. No puedo ofrecerte una verdad que te satisfaga, lo único que puedo decirte es que tengo que hacer esto. No hay alternativa.

Su madre lo mira y parece verdaderamente sorprendida –incluso enternecida si Katsuki conociera la palabra–. Finalmente, la mujer toma aire con resolución y asiente como si acabara de comprenderlo todo –algo que su hijo duda–, pero no importa porque al menos da la impresión de que va a dejarlo hacer su voluntad.

—Joder, te ha dado duro.

—¿Qué?

—Está bien, está bien, soy tu madre y puedo entenderlo... no significa que lo apruebe pero somos dragones, somos impulsivos. Lo entiendo. Tienes que hacer esto. Está bien.

—¿Qué estás-?

Su madre siguió sacudiendo la cabeza en un gesto comprensivo que hizo a Katsuki fruncir el entrecejo y mientras tanto seguía balbuceando sobre lo rápido que había crecido. Al final no importó porque había logrado convencerla de marcharse, apenas unos días después su madre se despidió de todos –y de Katsuki en privado con un abrazo cariñoso, un apretón en los hombros, un beso en la mejilla y un golpe el hombro "Suerte, muchacho"– antes de emprender el viaje de regreso.

Al ver su expresión Katsuki comprendió que tendría que explicarle la verdad a su madre en algún momento, pero suponía que podía dejar que Denki se encargara de eso así que se olvidó de ella para enfocar toda su atención en volver a sus planes. Tenía mucho trabajo por delante.

Eludir a la seguridad del palacio iba a ser difícil, escapar de los muros de la ciudad parecía ser imposible, pero Katsuki había descubierto que la mayoría de los invitados planeaban marcharse casi al mismo tiempo y cuando descubrió que el Segundo Príncipe iba a organizar una cena la noche anterior supo que tenía una oportunidad para ejecutar su plan con éxito pues suponía que el Clan Sombra tendría a todos sus soldados concentrados en los invitados más que en vigilar el ala del Tercer Príncipe, que seguía recluido desde esa noche terrible.

Así pues, Katsuki se aseguró de anunciar su salida del palacio ese mismo día, salió con el resto de la guardia que su madre había dejado con él a fin de revisar por quinta vez los detalles de su plan –que incluían un barcaza pequeña, los caballos, las provisiones, un mensaje encriptado para Kirishima, además de un montón de sobornos–. Envió a sus hombres de vuelta a casa y él volvió al palacio con la excusa de asistir a la fiesta del Segundo Príncipe. Tenía la invitación en mano así que los guardias en la puerta lo dejaron entrar a la Ciudad.

Katsuki se dirigió al palacio como si tuviera intenciones de acudir a los aposentos que había abandonado esa mañana, pero torció en un rincón y salió a los jardines donde se desvió del camino principal para buscar el uniforme y la ropa oscura que había escondido entre los arbustos. Para cuando terminó de cambiarse el cielo se había transformado en un suave manto azul oscuro, y al abrigo de una noche temprana Katsuki escaló la pared del palacio para ascender hasta el tejado.

Siguió a Hono por el techo hasta el ala donde Denki se hospedaba. Era la primera vez que hacía el recorrido porque no había querido arriesgarse a inspeccionarlo antes considerando que esa sección estaba prohibida y se encontraba muy cerca del pabellón del Emperador. Sin embargo, era hora de la cena y sabía que el monarca se había marchado a comer con sus consejeros, y como el Segundo Príncipe tenía su fiesta era de suponer que toda la corte se encontrara ocupada.

Era el momento perfecto para entrar sin ser visto. Planeaba aprovechar la partida de los invitados para escabullirse hasta la sección del muro que se encontraban al noreste de la Ciudad a tiempo del cambio de turno, donde lo esperaba una barcaza pegada a la pared de piedra que lo llevaría al otro lado del lago. De ahí en adelante todo sería una cabalgata sin pausa.

Katsuki se deslizó por el tejado con eficiencia marcial, deteniéndose ocasionalmente al ver las sombras moverse por los pasillos que se entreveían por las ventanas abiertas. Si bien su entrenamiento lo había preparado para el espionaje, Hono también lo ayudaba detectando sonidos y formas que se encontraban a su espalda, gracias a ello Katsuki logró deslizarse sin problemas hasta llegar a su objetivo –una pequeña habitación en el segundo piso– donde entró tras forzar la cerradura de la ventana.

A diferencia de la habitación anterior, la nueva era inmensa con muebles caros, una alfombra esponjosa, varios tocadores dispersos por la habitación, dos divanes junto a la ventana, un espejo en la esquina, una cama enorme, y dos puertas. Una de ellas de doble hoja.

Tras entrar Katsuki permaneció encorvado atento al más mínimo ruido y cuando Hono se deslizó del marco de la ventana hasta su pierna, y de ahí a su hombro, tronó los dedos para atraer su atención antes de señalar la puerta en una señal clara. El pequeño animal gorgojeo y se marchó para custodiar la entrada, solo entonces Katsuki forzó su vista para mirar entre las sombras de la habitación.

Recordando su primer encuentro, Katsuki barrió los alrededores más cercanos buscando a Denki encogido en el suelo, cuando eso falló se deslizo hacia donde estaba la cama frunciendo el entrecejo ante la idea de que Denki estuviera durmiendo a esa hora. Se acercó silenciosamente tomando nota de la pequeña otomana junto al tocador sobre el que reposaba una jofaina de agua. Solo cuando estuvo cerca se percató del aroma a medicina que impregnaba el cuarto, así como de la sensación caliente que parecía emanar de la cama.

—¿Denki? —llamó en voz baja y extendió la mano para tirar de la sábana que cubría a la figura encogida en el colchón. Como seguía sin poder ver buscó encender la lámpara junto a la jofaina y una vez que el delicado manto de luz amarillenta iluminó la habitación se giró para mirar a Denki. Le sorprendió que aún durmiendo la belleza del Tercer Príncipe fuera innegable—. Denki —repitió extendiendo la mano para tocarlo por el hombro.

Tres cosas le llamaron la atención de inmediato. Una, que Denki solo llevaba puesta una bata delgadísima. Dos, que la tela estaba empapada. Tres, que el calor que emanaba de su cuerpo resultaba desconcertante.

—Denki —repitió esta vez en voz más alta, acompañando el sonido con una sacudida cuidadosa sobre ese hombro delicado—. Denki.

Pero no obtuvo respuesta y en un intento por despertarlo, deslizó la mano derecha entre su cara y la almohada para girarle la cabeza mientras su mano izquierda le buscaba la vena del cuello. En apenas un latido detecto el pulso acelerado e irregular, también descubrió que el calor no solo era producto de una tarde bochornosa, entonces comprendió que su plan de entrar en la habitación del Tercer Príncipe para obligarlo a marcharse iba a ser más difícil de lo que había planeado. Había esperado encontrar una réplica de la situación anterior –Denki aburrido con una hilera de libros matando el tiempo como si nada–, pero algo estaba mal.

Algo estaba muy mal.

[...]

NA/

Hola de nuevo, chicxs. Un placer saludarlos de nuevo. Iniciamos cuenta regresiva para acabar el arco. Así que vamos. Gracias por seguir aquí y nos vemos en el que sigue que tenemos actualización doble. 

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