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4.2. Negación


Título Alternativo: Razones para querer a tu padre: Es tu padre

[...]

—¡Fuera!

Neito se estremeció al oírlo y salió apenas escuchó que la palabra se repetía. Se fue sin mirar a quienes dejaba atrás apenas consciente de que Sombra lo esperaba al inicio de las escaleras en la posición de firmes que la caracterizaba, sin duda se había mantenido lejos a fin de no tropezarse con el Emperador. En su trayecto se encontró con un jarrón roto y a su mente acudió de inmediato el sonido de que algo que se rompe.

"No eres nada, no mereces nada".

Fue recordarlo y sentir que su estómago se retorcía.

Su padre tenía un temperamento terrible, nadie iba a negarlo, pero nunca había usado esa clase de vocabulario con él o Mirio, nunca se había dirigido de esa forma a sus hijos ni habría permitido que ellos se rebajaran así.

Mi padre no es así.

En el cumulo de emociones que se agitaban dentro de él esa era la única certeza que tenía, la única certeza que lo había acompañado a lo largo de todos esos años mientras crecía.

"Eres un inútil"

Ese no es mi padre.

Todo era culpa del vino que siempre lo ponía frenético, había sido culpa del vino y la tensión de la situación. Había sido culpa de los secretos y las mentiras.

"Debí hacer que te metieran en una cubeta de agua apenas saliste de ella"

Estaba ebrio, se dijo, y enfadado, y se sentía humillado. Nada de lo que dijo es verdad.

"eres igual que tu madre. Una cortesana avariciosa, altanera e irrespetuosa"

Su padre había adorado a su madre, todos lo sabían.

"tal vez mañana quiera colgarlo en las celdas de castigo"

Claramente su padre no había dicho esas cosas de corazón y a Neito le habría gustado explicárselo a su hermano, pero Denki necesitaba tiempo en privado para aclarar sus ideas y preparar su disculpa por haberle escondido secretos a la familia –tiempo para que Neito pudiera pensar–.

"¡No solo me ocultas secretos también los utilizas contra mí! ¡Te atreves a desobedecerme! ¡Me faltas el respeto como si no fuera nada!"

Sí, Denki tenía mucho que explicar, y tenía que admitir su culpa en todo ese desastre.

"Yo también he tenido la culpa", había dicho Denki y dos segundos después estaba en el suelo tras haber sido abofeteado.

Solo tenía que haberse callado, pensó y algo se agitó en su interior ante el recuerdo. Una sensación fría y nauseabunda que le provocó escalofríos.

En esa ocasión su hermano había cometido un error al exhibirse en un escenario público sin advertirle a nadie, había sido humillante que los nobles interrogaran al círculo del Emperador y que ninguno de ellos tuviera respuestas a las preguntas más simples: ¿Desde cuándo el Tercer Príncipe bailaba? ¿Por qué había abandonado la reclusión? ¿Cómo seguía su salud? ¿Por qué estaba invitando a las esposas de los oficiales de menor rango a beber té con él? ¿Y desde hace cuánto que era amigo de Eraser?

Preguntas y más preguntas que habían irritado a su padre porque nadie, ni Hakamata, ni Hizashi, ni él podían responderlas. Recordaba que cuando Lord Torikin alabó en voz alta el éxito del doctor Yakumo tras años de estudiar la condición del Príncipe, su padre había abandonado su repentina parálisis para alzar la mano y agitar dos dedos sin apartar los ojos del escenario.

"Debemos celebrar el éxito del Doctor Yakumo" había dicho el Emperador apenas Noche se inclinó a su lado.

"Por supuesto, Majestad"

Y por eso había organizado un banquete para la familia en el que supieron que el doctor había muerto. No obstante, en ese momento su padre había sonado calmado y compuesto, y todo había indicado que el desliz del Príncipe pasaría sin incidentes, pero las preguntas habían continuado hasta convertirse en las cerillas que terminaron por encender su mal humor.

Y sí, él tenía parte de la culpa, había provocado a su hermano al buscarlo en el anfiteatro, pero nunca se habría esperado que en lugar de admitir su falta Denki le contestara a la cara y en frente de todos. Eso tan solo había aumentado la irritación de su padre, quien detestaba los rumores sobre su familia y los enfrentamientos públicos. Denki había tenido la culpa de romper el protocolo, de hacer una escena y de no pedir permiso.

Si bien no podía negar que en esa ocasión la situación le había resultado terrible, él había hecho precisamente lo que Denki se negaba a hacer: Obedecer. Y por eso se había largado esperando que su tío arreglara la situación.

"¡¿Cómo te atreves a humillarme de esta forma?!"

Su padre tenía razón de enfadarse al enterarse que uno de sus hijos le guardaba secretos.

"No dejes que salgan. Por favor", el terror de esa cara había sido palpable, Denki sabía que se había equivocado.

"Sigo castigado" porque se negaba a disculparse, porque no se esforzaba por comprender que se había equivocado.

"mi padre no me quiere", Denki no lo entendía, no entendía que su padre tenía mil cosas en la cabeza. Y mientras él podía quedarse en su habitación sin hacer nada, su padre dirigía un imperio que se balanceaba al borde de una guerra.

—¿Alteza? —susurró Sombra un paso detrás de él y Neito comprendió que se había quedado parado. Se pasó una mano por la cara para aliviar la tensión que sentía y al ubicarse descubrió que sus pies lo habían llevado hasta las puertas que conducían a los aposentos del Emperador.

Dos guardia sombra vigilaban el largo pasillo y hasta ellos llegaban los gritos amortiguados que provenían del interior, alcanzó a oír el nombre de Noche y algo le dijo que el guardia estaba recibiendo una reprimenda por haber intervenido esa noche.

"El Príncipe no debe sufrir daño."

Se retorció las manos mientras permanecía frente a la puerta indeciso sobre lo que debía hacer, pero antes de tomar una decisión esta se abrió revelando a Noche en toda su altura.

—Buenas noches, Alteza —dijo el guardia apenas lo vio sin mostrar sorpresa—, un momento por favor. El Emperador ha solicitado a Nemuri, también quiere más vino.

Se dirigía a los dos guardias que estaban ahí y ambos se marcharon para cumplir con las peticiones de su gobernante. Solo cuando se quedaron solos Noche le ofreció una reverencia formal.

—¿Está aquí para solicitar audiencia con su padre, Alteza?

Neito tragó en seco. Quería hablar con su padre para explicarle que, pese a todo, su hermano no había actuado con malicia, que debían ser indulgentes con él por no estar familiarizado con el protocolo, pero en el fondo quería oír a su padre disculparse, tal vez suspirar de frustración, como cuando le gritaba por hacer sugerencias absurdas; en cada ocasión su padre respiraba, se frotaba el puente de la nariz y le decía:

"Lo siento, Neito, esto es demasiado estresante"

Y él lo entendía porque dirigir un imperio no era fácil, no cuando tus hijos te ocultan secretos y te humillan. Quería que su padre admitiera que se había excedido, sin embargo, no estaba seguro de que apreciara enterarse que él había estado en el cuarto de Denki escondido en un armario.

—¿Cómo está? —preguntó en cambio.

—Enfadado, si Su Alteza está aquí para discutir lo que se habló en la reunión de esta noche sobre el compromiso del Tercer Príncipe tal vez sea mejor dejarlo para mañana.

Neito no iba discutirle, no tenía caso irritar a su padre si lo que quería era que hiciera las paces con Denki.

Hablaré con él mañana, la idea le ofreció un poco de calma y estabilidad. Sí, dejaría que una noche de sueño devolviera las cosas a la normalidad. Iría con Denki, le sacaría toda la información que tuviera, y juntos hablarían con su padre para aclarar todo el malentendido. Arreglaremos esto.

—Solo quería darle las buenas noches, pero tal vez sea mejor dejarlo descansar.

—Se lo diré, Alteza.

Neito asintió, se dio la vuelta, se detuvo y volvió a mirar al guardia.

"Lo siento, Majestad, pero mi deber es asegurar su bienestar y eso incluye evitar que tome decisiones precipitadas"

—¿Alteza?

—Gracias.

Noche pareció confundido, una expresión rara en ese rostro impasible que se sumaba a la lista innumerable de contradicciones que había presenciado esa noche. Y pese a que no consideraba al guardia como a un igual, Neito agradecía que hubiese evitado que su padre hiciera algo de lo que pudiese arrepentirse.

—Por lo que hiciste esta noche —explicó y pese a su firme creencia de que había una clara división entre la familia imperial y los guardias sombra, en ese momento lo único que quería era tener a alguien que supiera qué hacer—, al ayudar a mi hermano.

Lo miro con intención casi esperando que el guardia se mostrara sorprendido o incluso dudoso, pero Noche era la representación exacta de todo guardia sombra con su rostro impasible y sus ojos indescifrables, por eso no le extraño verlo inclinar la cabeza sin alterar su expresión.

—No sé qué le han dicho, Alteza, pero no debería creer las mentiras que se dicen de su padre.

—Nadie ha dicho nada, estuvimos ahí para oírlo.

—¿Estuvimos? —preguntó Noche con la sorpresa reflejándose en sus ojos oscuros. Segunda emoción que Neito le veía, cosa que atañó a las circunstancias extraordinarias.

Lo dejo estar.

—Me avergüenzo de haberme escondido, tan solo dejé que él me arrastrara al armario... quise salir, pero entonces... Sé que mi hermano cometió un error, pero no fue... no lo hizo con mala intención. Sé que no fue así, tan solo... no pretendía guardarle secretos a mi padre. Es... él no conoce cómo son las cosas en la corte. Si tan solo mi padre supiera que él no entiende... si pudieras-

—No me corresponde intervenir en los juicios del Emperador, Alteza.

Neito se echó para atrás, turbado.

Tiene razón, nadie le dice a mi padre lo que tiene que hacer.

—Pero aún si no puedo influir en él —continúo el guardia—, mi deber es asegurarme que la reputación de Su Majestad se mantiene intachable, y del mismo modo evitar que las diferencias entre la familia imperial se conviertan en filos que los enemigos del imperio utilicen en nuestra contra. Por esa razón tenemos que evitar que este incidente se salga de control, debemos hablar con la persona que estuvo con usted y concertar una cita con el Emperador.

—Él no puede saber que estuve ahí.

—Alteza, sabe que no puedo guardarle secretos a su padre.

Neito se frotó la cara mientras su estómago se revolvía al pensar en la reacción de su padre al saber que él había estado en el armario todo ese tiempo. No se atrevía a pensar en la decepción que vería en su cara.

—De acuerdo —suspiró Noche tras una pausa, tenía el gesto grave como el de alguien que se enfrenta a una decisión problemática—, no le diré al Emperador si usted no menciona el tema, pero si insiste en discutir lo que sucedió está noche, me veré obligado a comunicarle la verdad a su padre.

—¿Debo fingir que no vi lo que vi?

—Si su padre tiene que soportar la humillación de saber que uno de sus hijos lo ha visto comportarse de semejante forma, entonces tiene derecho a prepararse de antemano.

—¿Y si le digo que Denki me lo dijo?

Algo destelló en esos ojos negros, fue un instante que se desvaneció como las neblinas de un sueño, aunque eso no borró la sensación de estar siendo juzgado por su debilidad. La idea en lugar de avergonzarlo lo llenó de irritación porque el guardia de su padre no tenía derecho alguno de emitir juicios sobre él.

—Olvídalo —añadió con tono de hierro y la misma expresión inflexible de siempre.

—Por supuesto, Alteza, como desee. Sin embargo, me temo que este asunto no puede olvidarse. Debemos pensar en las repercusiones que tendrá en la reputación de su padre si la persona que estaba con usted decide contar lo que vio. No podemos tener rumores de ese tipo en el imperio.

—Hablaré con él —dijo Neito.

—Si Su Alteza lo permite, este guardia concertará una cita con el Emperador.

—No, en este caso es mejor si soy yo quien trata con él.

Su tono era terminante y a Noche no le quedo de otra que asentir sin decir nada. Neito le dio las buenas noches, se dio la vuelta y cruzó a un lado de Sombra al mismo tiempo que la veía despedirse de Noche con la acostumbrada inclinación de cabeza. En el camino se cruzaron con Nemuri que tenía el aspecto impecable de siempre pese a que vestía un atuendo de cama.

Fue verla y torcer el gesto, las concubinas habían sido la razón de que su madre pasara tanto tiempo en el Palacio de Jade. Ella las despreciaba pues había encontrado sumamente ofensivo que el Emperador hubiera decidido iniciar con su harem a los pocos meses de casarse, él había sido demasiado joven para entender, pero cuando creció y comprendió la verdad su animosidad contra las mujeres se cimentó como un muro de hierro. Esa era una de las razones por la cual había evitado a su hermano, que Denki tuviera amistad con la víbora Hidashi era una afrenta al recuerdo de su madre y a su familia.

Pensar en Denki sacudió su incomodidad.

"tu padre no es una buena persona", Taehiro siempre había sido vocal en su desprecio por el Emperador, pero no lo conocía, no sabía las dificultades con las que su padre tenía que lidiar día a día.

Mi tío no sabe de lo que habla.

Era tan paranoico que cuando Mirio y él iban de visita solía pedirles que dejaran a sus guardias sombra fuera de todos los eventos sociales a fin de que no escucharan todas las cosas que decía sobre el Emperador. A Neito no le importaba –razón por la cual el día de la cacería había llegado solo–, pero la situación había terminado con Mirio dando excusas para dejar de visitar a la familia de su madre. De hecho, la reprobación de Taehiro había provocado que Mirio renunciara a la corona cuando tenía dieciséis años porque no sentía capaz de tomar el control del imperio. Esa había sido la segunda vez.

La primera había sido a los trece, tras una pelea con su padre.

—Su palanquín, Alteza —dijo un sirviente y eso devolvió a Neito a la realidad.

Subió al pequeño compartimiento mientras Sombra bajaba las cortinas oscuras antes de trotar junto a él por los caminos empedrados. A solas, Neito apoyó los codos en las rodillas y hundió la cara en las manos.

"Debí hacer que te metieran en una cubeta de agua apenas saliste de ella"

No, no lo dijo en serio.

Era de lo único que estaba seguro. En condiciones normales su padre nunca le hubiera dicho eso a ninguno de sus hijos. Era duro y directo, posiblemente severo, pero solo porque quería lo mejor para ellos. Y sí, solía gritar cuando se equivocaban, pero nadie podía negar el orgullo en sus ojos cada vez que sus hijos superaban sus expectativas.

Había celebrado cada triunfo de Mirio como si fuera el primero, se había sentado en cada competición en la que participara, e incluso le había comprado un barco como regalo de cumpleaños. No había regalo o lujo que su primogénito no mereciera. Todos sabían que Mirio era su favorito, y él... él nunca había sobresalido en las actividades marciales como su hermano así que había preferido inclinarse por la política. Su mayor orgullo era recibir el reconocimiento de su padre cuando volvía con algún acuerdo ventajoso, redactaba alguna nueva ley para mejorar al imperio o incluso cuando lograba acabar con las disensiones entre los nobles. Su padre contaba con él y para Neito no había mayor satisfacción que demostrar su valía.

"¿Te das cuenta que nunca habla de él?"

Porque está enfermo.

Toda su familia sabía de la delicada condición de su hermano. Su padre siempre había consciente de sus limitaciones, aún recordaba la única vez que le había preguntado a su padre por Denki, en ese tiempo tenía seis años –Mirio ocho– y los tres viajaban en uno de los carruajes que los llevarían de vuelta a casa tras pasar el invierno en el Palacio de Jade.

"¿Por qué mi hermano no viaja con nosotros?"

Su padre se había tensado, después los había mirado a los ojos con severidad.

"Tu hermano está enfermo, muy enfermo, los médicos no creían que fuera sobrevivir. Un viaje de este tipo lo mataría, ¿es lo que quieres? ¿quieres que se muera? No, tu hermano no puede salir. Son las órdenes del médico, tampoco puede jugar con ustedes, pero no te preocupes por él, tiene gente que lo cuida, y todo lo que necesita"

"¿Podemos verlo?" había preguntado Mirio.

"Si quieres, si lo que buscas es hacerlo sentir miserable. Él no puede jugar como tú, no puede correr, y cuando te vea y le cuentes todo lo que has hecho, obviamente harás que se disguste. ¿Eso quieres?"

Neito había mirado a su hermano y ambos habían sacudido la cabeza al mismo tiempo. Y eso había sido todo. No había tiempo para pensar en un niño desconocido cuando había protocolos que aprender y una vida que vivir.

El palanquín se sacudió avivando la sensación de nausea que tenía en la garganta.

"Es tu deber y responsabilidad asegurarte que tu hermano no se meta en problemas."

Lo haría si Denki dejara de esconderme cosas.

Denki tenía la culpa de enfurecer a su padre.

Ese pensamiento en lugar de calmarlo le provoco agruras y un retortijón estomacal que lo obligó a cubrirse la boca con la mano y respirar.

Para cuando llegaron a su casa en el circulo céntrico de la Ciudad Imperial, Neito sentía como si estuviera a punto de enfermarse. Le dolía la cabeza que le palpitaba en compases lentos, y su estómago parecía estar hecho de gusanos vivos, sentía las orejas calientes y los dedos fríos.

Lo recibieron tres de sus sirvientas que lo ayudaron a despojarse de sus zapatos y que lo siguieron a la espera de sus indicaciones. A ellas les pidió té medicinal y ayuda para desvestirse, despidió a Sombra con un ademán antes de encerrarse en su habitación.

Mañana arreglaremos esto, se dijo tras beberse el té y meterse en la cama, pero esa convicción no evitó que se pasara horas dando vueltas esforzándose por no pensar en lo que había oído esa noche.

[...]

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