4.18. Secreto
Título Alternativo: Todos guardamos secretos, algunos callan el mismo.
[...]
Eijirou suspiró por enésima vez en el día mientras observaba a la clientela de la taberna ir y venir a su antojo. Era la tercer villa que visitaba por culpa de su encargo y empezaba a aburrirse, todo habría sido más fácil si le hubieran permitido tener compañía, pero el Príncipe había sido bastante claro con el nivel de secretismo que esperaba de él. Tetsutsu y otro guardia habían sido enviados a misiones parecidas y al menos esperaba que alguno de ellos tuviera más suerte que él porque todo parecía indicar que iba a tener que volver con las manos vacías.
El vial con el polvillo que el Príncipe le había encargado yacía con uno de los mejores herboristas de la región que le había pedido cinco días de plazo para inspeccionar con calma el preparado lo cual representaba un avance sobre el resto que se habían negado a inspeccionarlo sin saber exactamente quién lo enviaba. Así pues todo lo que tenía que hacer era esperar, pero a dos días de estar ahí el aburrimiento empezaba a treparle por el cráneo como un perezoso insecto.
Y era normal, sus años en la Academia lo habían acostumbrado a una vida activa llena de tareas, lecciones, entrenamientos y aprendizajes. Tras su graduación les había tocado volver a casa para readaptarse a la vida en la corte de la reina, aunque el Príncipe había sido bastante claro en su intención de salir, conocer el mundo y empaparse de todo lo que hubiera en el exterior antes de que sus obligaciones lo llevaran de vuelta a casa.
"Te daré unos veinte años" le había dicho su madre con esa expresión satisfecha y generosa que siempre le dirigía a su hijo, "después de eso hablaremos de los términos de la sucesión. Lo único que te pido es que te cases".
Por supuesto que el Príncipe se había negado lo cual resultaba sorprendente. En el pasado el Príncipe nunca había mostrado un desdén tan abierto ante la idea de casarse pero todo parecía indicar que la muerte de su padre había cambiado drásticamente su opinión sobre el asunto. Su reticencia no había desanimado a su madre, quien había hecho desfilar a incontables chicas solteras durante los meses que habían seguido a la llegada del Príncipe, eso hasta que habían recibido la visita del hermano del Emperador con una invitación abierta para visitar el palacio.
Todos, menos el Príncipe, sabían que la visita era la excusa de la reina para presentarle más candidatas a su hijo con la esperanza de que alguna lograra llamar su atención. Y todos, incluida la reina, sabían que si el Príncipe se enteraba lo primero que haría sería escapar a los bosques como un niño enfurruñado. Sorprendentemente, el Príncipe no había huido al enterarse de las intenciones de su madre, en cambio parecía haberse embarcado en una tarea secreta que no había compartido con nadie, ni siquiera con él.
"No es mi secreto", había dicho al pedirle que investigara a los herboristas del pueblo donde se hospedaban sin darle más detalles. Eijirou no había insistido pues conocía bien el carácter del Príncipe, pero tampoco había sido difícil averiguar de quién era el secreto, no después de que el Príncipe lo sacara de la cama a medianoche a fin de llevar al Tercer Príncipe de vuelta a casa.
Ese evento seguía siendo confuso para Eijirou, siempre que pensaba en él no sabía exactamente qué conclusiones sacar. El Príncipe se había aparecido a medianoche con el aspecto de alguien que se ha levantado de la cama en compañía de otra persona desarreglada, para ordenarle llevarlo hasta una casita aparentemente abandonada en los limites de la Ciudad Imperial. Ahí le había tocado esperar fuera por los guardias y cuando había entrado para avisar de su llegada encontró a ambos príncipes arrodillados en el suelo frente a lo que parecía una tetera rota. La rareza de la situación no se había terminado ahí, no solo el Tercer Príncipe los hizo sentar en una mesa con unas tazas de té humeante también empezó a balbucear cosas sin sentido antes de que los guardias entraran por la puerta.
La situación había sido rarísima.
Y las preguntas eran interminables, ¿por qué habían ido a esa casa en primer lugar? ¿qué era el polvillo que el Príncipe le había encargado? ¿de dónde lo había sacado? ¿cuál era el secreto? ¿y cómo estaba el Tercer Príncipe involucrado?
Pensar en el Tercer Príncipe lo hacía suspirar. La primera vez que uno de sus hombres se había parado frente al grupo declarando que se había enamorado Eijirou no había sido el único en reírse. El soldado había pasado un día afirmando que había una belleza esplendorosa paseando por los comedores secundarios hasta que había convencido a un amigo de acompañarlo al día siguiente, pero la belleza no se había aparecido en el mismo horario que la vez anterior y de ahí todo se había convertido en un viaje de caza en el que más y más de sus compañeros habían ido repitiendo la misma declaración, siempre lejos de los oídos del Príncipe que no soportaba los cotilleos.
Al final resultó que el soldado no había exagerado en su afirmación, el Tercer Príncipe era precioso, a tal grado que resultaba comprensible que hubiera capturado la atención del Príncipe Katsuki aun si este insistía que el matrimonio no era lo suyo.
"Todos podemos cambiar de opinión" pensó Eijirou mientras emitía otro suspiro de aburrimiento. Alzó su bebida mientras volvía a escanear la habitación estudiando a los hombres en la taberna considerando que aún en una misión secreta bien podía encontrar algo que hacer durante los siguientes días. Su bebida se detuvo a medio camino cuando vio una silueta vagamente familiar, pero lo que le resulto inconfundible fue la coleta de pelo verde oscuro en la parte baja de la cabeza.
Se levantó sin pensar y avanzo hacia la barra donde alcanzó a oír una voz familiar pidiendo dos raciones de comida e indagando detalles sobre un caballo.
—Yo tengo un caballo —dijo Eijirou y el visitante se sobresaltó un momento antes de girarse. El ceño fruncido se desvaneció para dar paso a una sonrisa inmensa.
—¡Eijirou!
—Hola, Izuku, ¿qué estás haciendo aquí?
—De vuelta a casa.
—¡Oh!, cierto, vives en la Ciudad Imperial.
—Solo temporalmente, pero sí. ¿Qué haces tú aquí? —y al preguntarlo escaneó los alrededores—, ¿estás solo?
—Sí.
—¿Y eso? ¿Dónde está Bakugou?
—Con la reina disfrutando de la hospitalidad del Emperador, y mientras tanto yo cumplo con sus recados.
—¿Qué recados?
Ups
—Investigación de terreno. Después de la visita al palacio el Príncipe quiere conocer la zona así que —y extiende los brazos, uno de los cuales aún sujeta su bebida como indicando 'aquí estoy'. La dueña de la taberna los interrumpe con su comida así que ambos sortean mesas hasta un rincón del lugar donde la mujer deja dos platos frente a ellos.
—Yo no tengo hambre —dice Eijirou mirando el plato con expresión de sorpresa. Izuku sonrió, apartó el plato y lo puso al otro lado de la mesa frente a una silla vacía.
—No es para ti. Hitoshi vendrá en un momento.
—¿Hitoshi? —y enarcó las cejas con curiosidad. Izuku se echó a reír.
La transformación de Izuku de un niño retraído a un joven confiado y desenvuelto había sido un espectáculo asombroso. Tras cinco años de tareas y misiones, de aprendizajes inesperados y mucho autodescubrimiento, Eijirou había descubierto que el muchacho frente a él era un aliado valioso y un guerrero formidable. Y pese a la antipatía que corría entre Izuku y el Príncipe, había sido decepcionante saber que al acabar el colegio no volverían a encontrarse.
—¿Qué has hecho desde que salimos de la Academia? —pregunta Izuku y eso mantiene a Eijirou ocupado durante un rato. A mitad de su relato no puede evitar percatarse de la sombra que se acerca por su periferia y cuando mira en esa dirección ve a un joven alto avanzando hacia ellos con una desenvoltura que indica claramente que ha sido entrenado para luchar—. Hitoshi, este es Eijirou, uno de mis compañeros de la Academia. Eijirou, este es Hitoshi, mi compañero de viaje.
El 'Hey' de Eijirou recibe una sacudida de cabeza antes de que el joven tome el lugar que Izuku le ofrece, un momento después ambos están inmersos en un intercambio breve –algo sobre un caballo que requiere herraduras nuevas y un herrero ocupado– que le permite inspeccionar al recién llegado. Es guapo, con un rostro de facciones afiladas, nariz recta, cejas oscuras cuidadosamente recortadas y un par de ojos violáceos que poseen una intensidad asombrosa. La altura del joven disimulaba perfectamente su constitución atlética y su túnica desgastada le daba un aire de campesino común, pero el pelo violeta recogido en una coleta tirante lo señalaba como un luchador, la forma como se sentaba con la espalda recta indicaba que tenía al menos un conocimiento básico de protocolo, y la civilidad en su vocabulario hacía suponer que estaba acostumbrado a tratar con la nobleza.
Era interesante.
—Tendremos que buscar otra opción —dijo Izuku al final del intercambio sacudiendo la cabeza con pesar por lo que Eijirou no puede evitar preguntar.
—¿Qué paso?
—Ah... cuando emprendimos el viaje de vuelta no teníamos suficiente dinero para un par de caballos así que vendí mi espada y mis cuchillos para nuestros gastos, compramos dos boletos en una de las caravanas que se dirigía hacia la villa Kuda, que está al sureste de la Ciudad Imperial, pero en el trayecto uno de los caballos perdió una herradura y en lugar de parar el conductor siguió avanzando. El caballo se rompió la pata y nos quedamos varados a dos días de aquí, ahora estamos buscando pasaje para cubrir lo que nos falta de viaje, tal vez debamos cazar algo para conseguir algo con que negociar.
—Si lo que necesitas es dinero puedo prestarte, el Príncipe me envío con suficiente para mis gastos pero primero tengo que pagarle al herborista y no estoy seguro de que vaya a tocarse el corazón en su cuenta.
—¿Herborista?
Ups
—Otro de los recados del Príncipe, el punto es que tendrá mi pedido en unos tres días y entonces puedo darte todo el dinero que me sobre.
Izuku miro a Hitoshi.
—¿Esperamos tres días?
El joven asintió con rigidez aunque era obvio que habría preferido tener alas para volar hasta ahí, entonces concentró la atención en su plato como si nadie más existiera. Eijirou se volvió hacia Izuku.
—Cuando dices espada —añadió—, no te refieres a la espada que te dieron en la Academia, ¿verdad?
—Por supuesto que no, esa se quedo en el palacio.
—Oh, sigo olvidando que eres el hijo del Emperador.
—No es algo que importe en realidad.
—Espera, eso significa que estuviste en la Ciudad Imperial, ¿por qué no te quedaste para las reuniones con los invitados del Emperador?
—Ah... tuvimos que rastrear a una sirvienta desaparecida.
—¿La encontraste?
—Uhm... no, pero los detalles son privados. Lo siento.
—Lo entiendo. Pero como decía es una lástima que no pudieras quedarte. Sho pasó a visitarte.
—¿Sho está en la Ciudad Imperial?
—Sí, al parecer acompañaba a la comitiva del Reino de Ame. Él y el Príncipe retomaron sus animosidades apenas se vieron.
—Puedo imaginármelo. Lo que sigo sin entender es por qué Bakugou te dejo venir solo, quiero decir, él siempre está buscando excusas para escaparse de las reuniones sociales.
—Sí, bueno, me temo que ha encontrado algo interesante en lo que entretenerse.
—¿Interesante?
—Ehh... no sería apropiado que especulara sobre los intereses del Príncipe.
—Por supuesto que no... pero hey, si solo estás esperando al herborista puedo recomendarte a un par cerca de la Ciudad Imperial. Podrías hacer tus compras allá.
—Uhm... suena como un plan..., pero ya tengo todo listo y prefiero no dejarlo varado. ¿Tienes mucha prisa por volver?
—Digamos que demasiados imprevistos han destrozado nuestro itinerario por completo y el tiempo se nos ha ido de las manos.
—Considerando tu manía de detenerte para ayudar a toda criatura que se cruce contigo puedo ver por qué sigues fuera —Izuku se rio—, pero si nadie te espera.
—En realidad, Eraser debe estar preguntándose dónde nos metimos.
—¿Fue Eraser quien los envío tras la pista de la sirvienta?
—Uhm... algo así. No importa.
—Un momento, ¿Eraser? ¿el líder del Clan Sombra?
—¿Lo conoces?
—No personalmente, pero al Príncipe le dio por querer saber quién era y lo que hacía. Quería saber todo lo posible sobre el Clan.
—Considerando el poder que manejan es natural que la gente sienta interés por conocerlos... Uhm, ¿hablaste con Sho? ¿sabes cuánto tiempo iba a quedarse?
—Hablé con él después de que discutiera con el Príncipe frente a la biblioteca, me dio a entender que planeaba quedarse una semana o algo así. Supongo para este momento ya se habrá ido.
Izuku suspiró y sacudió la cabeza con pesar.
—Por cierto, Izuku, ¿qué opinas de que tu hermano vaya a casarse con un Shigaraki?
—¡¿Qué?!... Neito tiene una prometida y por lo que sé no es una Shigaraki.
—Neito es el Segundo Príncipe, ¿verdad? —Izuku asintió—, no hablaba de él.
—¿Y de quién? No puede ser Mirio porque obviamente él también tiene una prometida. De los hijos bastardos tenemos a Yō, que es un año menor a Mirio, pero estoy seguro de que él preferiría cortarse una pierna a casarse con un hombre. El otro que está en edad es Hiro, que tiene una madre convencida de que puede ganarse la gracia del Emperador solo siendo amable y no arriesgara su posición casándose con un Shigaraki. Luego estoy yo, que ciertamente no tengo planes matrimoniales. Y Jun y Kato no están siquiera en edad casamentera. ¿Quién? —y al pronunciar la pregunta se calló como si acabara de acordarse de que le falta alguien—. No estás hablando en serio.
—Yo tampoco me lo creí, pero el Príncipe y yo los oímos discutir. Si te sirve de consuelo Shigaraki tampoco tiene ganas de casarse, aunque no entiendo por qué considerando que el Tercer Príncipe es adorable. No, espera, adorable se queda corto. Es una criatura tan preciosa que te dan ganas de comértelo a besos y relamerte, y eso que mi ideal de belleza se encuentra en una escala completamente opuesta.
Fue curioso como Izuku se le quedó mirando como si acabara de crecerle una cabeza extra y al mismo tiempo su acompañante, que había permanecido callado y mustio durante toda la cena, alzó la cabeza para mirarlo con una expresión que mezclaba incredulidad y ultraje a partes iguales. Durante una larguísima pausa lo único que hicieron fue mirarlo.
—¿Denki va a casarse con un Shigaraki? —preguntó Izuku en voz baja y en un tono vacío.
—Aparentemente es una posibilidad según la discusión que tuvieron.
—Espera, espera, espera, ¿viste a Denki?
—Uhm, sí.
—¿Ha salido?
—¿Qué?
—Quiero decir si lo has visto fuera del palacio.
—Sí... Por lo que sé no asistía a todos los eventos, yo hablé con él el día de la cacería pues fue la única actividad en la que el Príncipe quería participar así que fuimos al bosque con el resto, pero muchos lo vieron desayunando en los comedores secundarios, ahí fue donde lo vi por primera vez, y sé que asistió a uno de los bailes. No mucho después deje la Ciudad así que no estoy seguro de lo que sucedió entonces.
—¿Hablaste con él? ¿Cómo lo viste? ¿Está bien?
—Tan bien como para salir a medianoche con... uhm... —apretó los labios en un puchero incómodo y después miro su vaso casi vacío con la sensación de que había hablado de más.
—¿Con quién? —preguntó Izuku
Eijirou alzó las cejas y apretó la boca, todo sin apartar lo ojos de su vaso.
—Pero está bien —insistió Izuku tras una pausa.
—¿Por qué no lo estaría?
—Denki tiene una condición delicada, ¿no lo viste enfermo o decaído?
—No, todo lo contrario. Y como te dije, es adorable, además de otros adjetivos que no puedo repetir enfrente de su hermano.
Hitoshi se levantó ese momento de la mesa como si acabara de recibir una descarga después se dirigió a Izuku para decirle que se retiraría a descansar y entonces se fue con las orejas sonrojadas y una postura rígida.
—¿Qué bicho le ha picado?
—Hitoshi es un miembro del Clan y a ellos no les gusta cuando hablas así de la casa imperial.
—Ohhhh —exclamó Eijirou con sorpresa—..., lo siento.
—No importa, al menos ahora sé que nos quedaremos a esperar contigo.
—¿No te preocupa la boda de tu hermano?
—¿Denki y Shigaraki? Primero desaparecerá el Clan Sombra antes de que eso pase.
Eijirou se rio con él, después sostuvieron una larga sobremesa en la que Izuku le contó de la pandilla de ladrones que habían logrado desmantelar durante su viaje al sur. En compensación él le contó de las novedades en el Reino Ka, y durante los siguientes tres días todo fue como había sido en la Academia. Al final del tercer día Eijirou se presentó con el herborista, un anciano pequeño que bebía un aromático té al otro lado de la mesita en la que ambos se miraban frente a frente.
—¿Qué veneno es? —preguntó Eijirou cuando el silencio se alargó demasiado.
—No es un veneno —respondió el hombrecillo con una voz aflautada.
—Se supone que es un veneno.
—Pues no lo es, esta cosa deja un rastro rojo lo que significa que no es natural. Con la cantidad que me has traído me resulta imposible estudiarlo a conciencia, lo único que puedo decirte es que se trata de un compuesto delicado cuya finalidad no resulta clara. Es una especie de debilitante y un adictivo, y no es mortal en dosis diminutas.
—Pero qué hace.
—No lo sé a menos que estudie la receta.
—¿Estás seguro de que no es un veneno?
—No lo es, pero es peligroso.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Uno de sus ingredientes es un tipo de opioide conocido por su adicción. En dosis continuas puede generar dependencia y ante su ausencia... podría matar.
—¿Algún antídoto?
—De nuevo, no puedo saberlo sin la receta.
Eijirou guardó silencio. El Príncipe había sido claro en sus instrucciones: Identificar el veneno. Identificar un antídoto. Localizar su origen.
—¿Sabes algo sobre esta cosa? De dónde viene o algo así.
—No sé exactamente quién lo fábrica pero el rastro rojo es un símbolo de los Asesinos Negros. Así que te sugiero correr en la dirección opuesta de donde esto salió.
Eso no aclaraba sus dudas, pero suponía que la información le bastaría al Príncipe, lo que Eijirou no sabía era que para cuando volviera al palacio esa información resultaría inútil.
[....]
N/A
Y como bien dijeron los lectores. Lo siento, Hitoshi, pero tu te largaste, no puedes quejarte ahora que la gente quiera besuquearse al Príncipe.
Nos veremos en el que sigue. Muchos saludos y que disfruten su fin de semana!!!!
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