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4.17. Planeación


Título Alternativo: Planes dentro de planes dentro de planes.

[...]

La Ciudad Imperial se encuentra bajo la protección del Clan, que ejerce un control estricto sobre aquellos que entran al corazón de Taiyou. Fuera de ahí su control se debilita, en las villas que rodean el lago la riqueza atrae a ladrones, estafadores, turistas, mercaderes y trabajadores por igual. Son ellos quienes hacen prosperar los negocios y las escuelas que existen en el exterior, y son también una inagotable fuente de información.

Si algo le ha quedado claro a Kotaro Shigaraki tras una vida como guerrero, mercenario, y contrabandista, es que la vida en las cortes y en los salones esplendoroso son una mentira preciosa en la que todos sonríen y te ofrecen regalos mientras que bajo las sedas empuñan sus cuchillos afilados y sus traiciones inesperadas. Razón por la cual había sido agradable, y extremadamente entretenido, ver al Tercer Príncipe exhibir una hilera de emociones honestas junto a un montón de incomodidad. El muchacho era bueno ocultando el nerviosismo y la duda –aunque su ojo entrenado había detectado de inmediato los espasmos involuntarios–, también hacía gala una cortesía impecable y una civilidad encantadora.

Por desgracia, las apariciones del muchacho eran escasas y extremadamente cortas –por lo que sacudía la atención del panal como si alguien lo hubiera golpeado con un palo–, y lo más curioso era que la antipatía de la gente por la familia Shigaraki se duplicaba cuando alguno de sus integrantes se acercaba al muchacho. Nadie parecía culparlo a él de charlar con ellos, nadie parecía reprocharle la atención que les dedicaba, en cambio miraban a Kotaro y a su hijo con una mal disimulada envidia y muchísimo rencor, lo cual parecía lógico dado que el muchacho solo se aparecía para pasar tiempo con ellos.

El Tercer Príncipe era un enigma en sí mismo. Era culto y un excelente conversador, pero no tenía los malos modales de los nobles acostumbrados a presumir y desdeñar, tampoco parecía inclinado a involucrarse en el pantano de los rumores. Kotaro había sentido curiosidad, y se había decepcionado al descubrir que todo lo que se decía de él eran puras especulaciones, ninguna de ellas terrible. También se había sorprendido al enterarse que el Príncipe había convencido a Tomura de aceptar casarse.

¡Había convencido a su hijo de hacer algo en contra de su voluntad!

Era un logro que debía aplaudirse.

Habría sido tan fácil decirle a su hijo que el compromiso era tan falso como las piezas de oro que lograban vender a los mercaderes al otro lado del estrecho, pero había sentido curiosidad por el hijo cuya reputación iba a verse terriblemente marcada una vez que se anunciara el compromiso con los Shigaraki. Así que lo había puesto a prueba, y ¡oh!, sorpresa, el muchacho había aprobado con honores.

Lo que solo generaba más preguntas, y la única que resultaba incomprensible parecía bastante simple. ¿Por qué el Emperador se arriesgaba a empeñar la reputación y el honor de uno de sus hijos en ese plan sangriento? Un hijo con una popularidad creciente, un encanto innegable y una belleza paralizante. No parecía tener sentido.

Kotaro había dedicado horas a desmenuzar el plan del Emperador –un plan absolutamente brillante–, una boda con el enemigo bajo la excusa de aplacar viejas rencillas y un ataque inesperado en plena ceremonia para barrer al Clan Sombra. Era perfecto. Incluso si fallaban el enemigo seguiría siendo la casa Shigaraki y el Emperador mantendría sus manos limpias. Un detalle que lo hacía dudar sobre el Emperador.

El hombre aseguraba que si Kotaro y los suyos tenían éxito, conseguirían recursos, apoyo y aliados para enfrentarse a la Reina Dragón, y si fracasaba las cosas no cambiarían demasiado. Pero creer en la palabra de un hombre que no tenía reparos en manchar la reputación de su hijo era como darle la espalda a un hombre con un cuchillo, incluso si el hijo sabía del plan y apoyaba a su padre, nada garantizaba que el Emperador no decidiera acabar con ellos al final. No. Kotaro y su familia necesitaban un salvoconducto, una garantía tangible de que el Emperador no levantaría un dedo en su contra.

Que su garantía fuera además encantador y capaz de lidiar con Tomura era tan solo una ventaja adicional.

No obstante, conforme pensaba en los detalles más comprendía la maravillosa oportunidad que tenía entre manos. Y pronto comenzó a trazar un plan ambicioso, más ambicioso que cualquier otro plan que hubiera concebido antes. Aún más que el intento de asesinato de la Reina Dragón que había terminado con la muerte de su consorte.

—El Emperador está listo para recibirlo —la voz lo arranca de su estado meditativo y se gira para ver al sirviente esperando por él en la puerta de la habitación donde lo han hecho esperar. Sin perder tiempo sigue al joven hasta la sala del trono y una vez ahí avanza hasta detenerse a los pies del mismo aunque en lugar de arrodillarse permanece de pie.

El sonido de la puerta al cerrarse hace eco en la sala vacía. Los únicos que están ahí son el propio el Emperador y su guardia, Noche. Otro enigma.

—Buen día, Majestad —dice Kotaro manteniendo su postura recta y las manos a la espalda, y como no tiene ganas de sumergirse en un intercambio absurdo de cortesías larguísimas no pierde tiempo en ir al punto—. ¿Uniremos a nuestras casas?

Ve al Emperador tensarse –su ira es predecible– pero a Kotaro no le importa. Sabe lo que quiere.

—Estoy dispuesto a duplicar el pago que hemos acordado en lugar de la boda.

—No. No habrá más negociaciones entre nosotros, acabar con el Clan Sombra es una tarea delicada y por lo tanto costosa. El precio incluye un matrimonio con un Príncipe de la Casa Imperial. ¿Está dispuesto el Emperador a tomarlo o no?

Hubo una pausa, demasiado larga para el gusto de Kotaro donde esperaba que el Emperador le quitara la correa a su perro de caza y le ordenara atacar. Luchar contra Noche era un escenario que esperaba poder evitar a toda costa, la diferencia de edades haría de su victoria un evento impredecible.

—Tu precio es injusto —respondió el Emperador con rigidez.

—La decisión es suya, Majestad.

—Así habría sido antes, pero eventos inesperados han ocasionado que me vea obligado a reconsiderar esta situación.

—¿Eventos?

—Estoy seguro de que has oído el alboroto ocurrido hace unos días. Con el Príncipe de Ame y su declaración en el teatro —a Kotaro le sorprendió ver que la ira del Emperador se transformaba en una irritación muy mal disimulada, así que decidió fingir ignorancia.

—No, Majestad, me temo que no estuve presente durante ese momento.

—Bien... el Cuarto Príncipe de Ame ha solicitado casarse con mi hijo como parte de la tregua entre nosotros. En el pasado desestime su petición en privado, pero la situación se complica cuando involucramos a la corte.

—¿Qué ha cambiado? Lord Hado hizo un anuncio parecido y usted aseguró que solo tendríamos que dejar al Príncipe elegir.

—Puedo negarme a casar a mi hijo con la familia Hado aduciendo favoritismos, pero cuando hablamos de una tregua... Comprometer a mi hijo con un miembro de la familia Shigaraki cuando un pretendiente de la casa Todoroki toca la puerta no se considera sensato.

—En ese caso le sugiero enviar al Tercer Príncipe a limar las asperezas con el reino de Ame, tal vez ellos sean capaces de lidiar con la plaga que gobierna su casa.

—Mi hijo no irá a ningún lado.

La expresión violenta sorprendió a Kotaro. ¿Quiere tanto a su hijo que no lo dejará casarse en contra de su voluntad o le importa tan poco que está dispuesto a ofrecerlo como botín de guerra?

—La compensación monetaria y los contratos mercantiles siguen en la mesa —continuó el Emperador—, son tuyos si cumples con tu parte del trato. Tan solo renuncia a la boda.

¿Ofreces a tu hijo pero después no lo sueltas? Ahora más que nunca me interesa tenerlo.

—Lo siento, Majestad, el plan es inútil sin una boda, y no hablo de la boda entre el Tercer Príncipe y el Príncipe de Ame —dejo que sus palabras calaran antes de sonreír, entonces le ofreció una reverencia generosa—. Ha sido un gusto disfrutar de la hospitalidad del Imperio, pero dadas las circunstancias será mejor que mi hijo y yo preparemos maletas. Deseo que este terrible fracaso no opaque futuras empresas, pero solo el tiempo lo dirá. Gracias por su tiempo, Majestad.

Se dio la vuelta y tres pasos después la voz del Emperador resonó en la sala.

—¡Espera!

Y la presa está en el anzuelo.

Con lentitud Kotaro se giró para mirar al Emperador cuya expresión volvía a chispear con la ira de aquellos acostumbrados a salirse con la suya. Pese al regocijo que sentía procuró mantener la cara neutra y los ojos fijos en el monarca.

—Debes entender —dijo el Emperador en tono claro y controlado—, que no puedo comprometer a mi hijo mientras haya otro pretendiente de mejor posición en la mesa.

Eso ya lo has dicho. Y era fastidioso tener que soportar el insulto una y otra vez.

—Que así sea, Majestad.

—Escucha —y al decirlo el Emperador apretó las manos sobre los reposabrazos de su trono—, mientras el Príncipe de Ame no retire su propuesta matrimonial resulta imposible considerar a cualquier otro candidato.

Kotaro lo miró, miró a Noche y de nuevo al Emperador. Empezaba a entender.

—Si decidiera retirarse, mi hijo-

—Sí.

—En ese caso tal vez debamos esperar. Los muchachos de hoy en día cambian de opinión a todas horas.

—El Príncipe de Ame ha dejado claras sus intenciones. No cambiará de opinión, no por decisión propia.

mmm

Supongamos que el Príncipe de Ame retira su propuesta —dijo Kotaro con calma—, y que el compromiso con Tomura consigue formalizarse. ¿Aceptará celebrar la boda?

El Emperador volvió a tensarse, era obvio que el tema lo ponía de mal humor, pero se negaba a perder la oportunidad que tenía entre manos.

—Si fallas en tu labor, habré casado a mi hijo por nada.

—No planeo fallar.

—Tu palabra no es suficiente.

—Majestad, si fallo tendrá todo el derecho de anunciar mi ejecución —aunque no planeo quedarme a presenciarla—. O incluso de anular el matrimonio.

No que Kotaro estuviera dispuesto a renunciar a su nueva adquisición, pero ya se encargaría de arreglar esos detalles después. Lo que era importante ahora era una cuestión mucho más simple:

—¿Podrá mi hijo desposar al Tercer Príncipe con su título intacto?

Hubo otra pausa, aún más larga que cualquiera de las anteriores, aún más larga de lo que se consideraba cortés, envuelta en un silencio pesado, la clase de silencio que surge durante una decisión importante. Kotaro esperó absolutamente inmóvil.

Y entonces...

—Sí —respondió el Emperador de golpe como si acabaran de arrebatarle la palabra que sostenía entre sus manos.

Era sorprendente que el sonido lo hiciera tensarse como si estuviera conteniendo las ganas de retractarse, de negar su afirmación repentina. Fue aún más sorprendente ver a Noche perder su aire impasible pues miró al Emperador con una chispa de incredulidad, un gesto que se desvaneció casi de inmediato, pero la imagen hizo que Kotaro entendiera que el Emperador estaba ofreciendo algo que no había ofrecido antes.

—Si el Príncipe de Ame... retira su petición —añadió el monarca—, aceptaré que mi hijo se case en la casa Shigaraki y el resto de nuestro acuerdo se mantendrá sin cambios.

—Por supuesto.

—Pero si fallas, toda tu familia será ejecutada.

Kotaro se limitó a sonreír, le ofreció otra reverencia y abandonó el palacio como solía hacer regularmente. Desde que llegara a Taiyou había dividido su tiempo en asistir a las fiestas organizadas por el Emperador –donde el resto de los nobles lo miran con la misma expresión escandalizada de alguien que ha encontrado un bicho en la sopa–, en familiarizarse con la estructura del palacio, y en disfrutar de largos paseos por las villas vecinas como si fuera un turista cualquiera que avanza por las calles atestadas de carruajes y peatones.

Esas salidas le habían permitido reunir una cantidad considerable de información que incluía rumores, alianzas, deudas, antipatías, y toda una lista de detalles insignificantes que hacían referencia a las casas nobles que componían la corte imperial. Solo con esa información Kotaro habría sido capaz de saquear varias haciendas, chantajear a un montón de hombres corruptos y adquirir otro puñado de clientes que se añadirían a su creciente lista de contactos. Por supuesto, sus paseos también le habían permitido conectar con viejos conocidos. Uno de ellos era el larguirucho y ruidoso Maurin, bardo de poca cepa que tenía contacto directo con los Asesinos Negros.

La relación de Kotaro con los Asesinos Negros había terminado el día en que los estúpidos habían fallado en matar a la Reina Dragón. El resultado había sido un consorte muerto, una reina furiosa, y una persecución implacable que había terminado con todos los involucrados en ese plan torturados y ejecutados en una lección ejemplar. Lo único que había salvado a Kotaro de la ira de la reina había sido el anonimato obtenido por ser el cliente del grupo, toda la culpa había caído sobre ellos. Pronto se cumplirían cuatro años de ese desastre y aunque el tiempo no había debilitado los recelos de la reina, al menos había calmado la frustración de Kotaro contra sus viejos aliados. Y por esa razón cuando había vuelto a ver a Maurin no había dado media vuelta, en cambio había hecho costumbre visitar la taberna donde trabajaba bajo la excusa de oírlo tocar.

Tras hablar con el Emperador Kotaro paso medio día dando vueltas por las pequeñas tiendas de la zona examinando las baratijas que se vendían en ellas a fin de confundir a las sombras encargadas de seguirlo. No se molestó en buscar a su hijo porque era probable que estuviera cazando como le gustaba hacer, prefirió comer en un pequeño tenderete junto al camino y cuando la tarde caía se fue a la taberna para oír al bardo tocar; y cuando Maurin se acercó a su mesa para ofrecerle una cerveza, Kotaro lo invitó a sentarse.

—¿Hace cuánto-?

—Cuatro años —respondió Kotaro en voz baja—, y será mejor que no me acuerdes lo que paso entonces porque voy a reconsiderar el haber venido.

—Ya te dije que ese fue un terrible error que-

—Cállate, solo escucha. Necesito ayuda con un pretendiente.

—Yo me sentiría honrado si al llegar a tu edad me encuentro con alguien que quiera pretenderme —la sonrisa en el rostro de Muarin desapareció al ver la expresión seca del anciano—. Ejem. Usualmente te gusta ocuparte de los asuntos personalmente, ¿qué tiene este de diferente?

—Siendo que soy invitado del Emperador me han asignado... llamémoslo una lapa, y considerando que tengo planes futuros lo mejor es no ensuciarme las manos. Necesito que tomes este encargo.

—Puedo ayudarte, dame los detalles y yo me encargaré de todo lo demás.

—Necesito que un pretendiente retire su propuesta matrimonial.

—¿Hablamos de convencer o simplemente retirar?

—Retirar.

El bardo asintió. —¿Quién es el pretendiente?

—El cuarto hijo Todoroki

Maurin empezó a carcajearse y le tomó un momento recuperar la suficiente compostura para reiniciar con los susurros.

—Va a costarte.

—Tras el fiasco anterior merezco un descuento.

—Ya lo veremos. He de suponer que el pretendiente también es invitado al palacio.

—Sí.

—En ese caso vas a tener que sacarlo, no arriesgaré a ninguno de los míos a internarse en los dominios del Clan.

—Yo no haré nada. Este es tu trabajo.

El bardo chasqueó la lengua pero Kotaro supo que se encargaría de los detalles, y con un poco de suerte el asunto concluiría antes de que el Tercer Príncipe se recuperara. Nadie impediría la boda y ese tan solo sería el primer paso para convertir a su hijo en Emperador.

[...]




N/A

¿Quién es Muarin? Bueno, lo he mencionado una vez en un capítulo en el primer arco. Si alguien se acuerda puede dejar un comentario con más detalles.

Sí, la familia Shigaraki tiene grandes ambiciones, un detalle que nadie tomó en consideración cuando decidieron involucrarlos. Y bueno, ahora sabemos quién está amenazando a Shouto, ¿verdad? Si recuerdan el prologo de este arco fue una lucha entre sistemas donde hablan sobre el peligro que corre Shouto. En la historia original Keigo muere para inculpar a Izuku. En este caso es el propio Shouto y su deseo por casarse el que lo convierte en blanco del Emperador y por ende de Shigaraki. Las cosas siguen ocurriendo sin la intervención de Denki. 

En fin, ya veremos como ocurre todo lo demás. Gracias por leer, los veo en el que sigue.  

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