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4.15. Iniciativa


Título Alternativo: Una madre siempre sabe

[...]

Las fiestas que Katsuki disfruta son usualmente las que su madre desaprueba, incluyen alcohol, competiciones de fuerza y un número imposible de muebles rotos; y cualquier reunión social que lo obligue a vestirse con una túnica elegante, a conversar con un montón de estirados, o que incluya un baile, es catalogada como una pérdida de tiempo. No obstante, no existe nada más tedioso que las representaciones teatrales. Son pura tortura.

—Deja de hacer ese ruido —le dice su madre cuando lo oye gruñir de tedio mientras navegan entre el grupo que avanza para entrar al anfiteatro—, pareces un gato enfadado. No lo olvides, barbilla alta, no frunzas el ceño, y si no puedes sonreír al menos evita mirar a la gente con desprecio.

—Cuando sea rey prohibiré todos los protocolos reales.

—En ese caso te aseguro que postergare mi retiro tanto como sea posible. Y por si necesitas una aclaración te aviso que planeo vivir muchos años, puedo gobernar hasta que se me caigan los dientes. Para entonces será mejor darle el trono a mi nieto que a un necio que se niega a ejercer sus habilidades políticas.

—Son inútiles.

—No confundas la zalamería con la política, Katsuki. Sé que como mi hijo eres capaz de proteger nuestro reino, de guiar a nuestros soldados, de unirlos bajo una sola causa y defender lo que es nuestro, pero nuestro monarca también debe entender que hay guerras que se libran en salones majestuosos, batallas que solo puedes ganar con ingenio y paciencia. Ganar con la espada es satisfactorio. Ganar sin esgrimirla lo es aún más.

Katsuki emite un tarareo de entendimiento sin dejar de escanear los alrededores. Resulta imposible escapar de los sermones de su madre, sus palabras siempre hacen eco en su cabeza durante días y meses aún después de oírlos. Sin embargo, en lugar de irritarse con la conversación siente alivio. Alivio de que su madre tenga intenciones de seguir en el trono... especialmente ahora que él esta planeando meterse en problemas.

—¿A quién buscas? —pregunta su madre al verlo mirar hacia el palco imperial y los alrededores después de que han encontrado sus lugares en el anfiteatro

La respuesta de Katsuki es un gruñido vago y desinteresado.

—El Tercer Príncipe es un buen ejemplo —continúa su madre con calma pese a que Katsuki sigue sin mirarla.

—¿Ejemplo de qué?

—De alguien encantador que entiende la importancia de los modales y la política.

—Y ese es precisamente su problema —gruñe Katsuki pensando en cómo ese juego de política parece haberlo acorralado en una situación sin salida.

—¿De qué hablas?

Por fortuna Katsuki se libra de contestar cuando los invitados que ocupan el palco que se encuentra junto al suyo llegan y su madre se sumerge en una conversación insustancial que Katsuki aprovecha para seguir buscando. No hay señales del Emperador, Noche, o Denki, las tres razones que lo han alejado del palacio casi esperando verlos ahí. Sin embargo, quienes se aparecen son el Segundo Príncipe y Shouto para ocupar sus lugares en el palco imperial uno junto al otro.

Katsuki no puede evitar torcer la boca al verlos. ¿Qué estás haciendo?

Cuando el Segundo Príncipe da la señal de inicio, el gong en el escenario suena y el silencio cae sobre el anfiteatro como un manto pesado. Los gruesos cortinajes del escenario se corren revelando a una figura esbelta y delicada vestida con una modesta túnica de color blanco frente a un ficticio bosque cubierto de nieve. Katsuki apenas si le presta atención pues sus ojos siguen viajando de vuelta al palco imperial donde la ausencia del Emperador se convierte en una llamada imposible de ignorar.

Más te vale no estar repitiendo lo que hiciste ayer, bastardo.

Pero su amenaza es inútil y lo sabe. Del mismo modo que es inútil permanecer ahí para ver una estúpida obra de teatro.

—Ni se te ocurra —le susurra su madre con un tono feroz aferrándole la mano que se ha alzado al mismo tiempo que su dueño—. No te puedes ir ahora.

—Tengo cosas que hacer.

—Nada que no pueda esperar.

—A nadie va a importarle que me vaya.

—A mí me importa. Es la última actividad social de este viaje. La última. Mañana saldremos de la Ciudad para visitar la hacienda de Lord Hado, y en un par de días emprenderemos el regreso a casa. Así que aplasta el trasero, quita la cara agria, mira la obra y finge que no quieres arrancarte los ojos.

—Yo no me voy.

—¿Qué? —fue el turno de su madre para mirarlo.

—Shh —gruñó Katsuki devolviendo su atención al escenario—, estas llamando la atención.

Su madre torció el gesto en una mueca tan indignada que Katsuki quiso reírse, en su lugar fingió mirar la obra mientras pensaba. Lo que le había dicho a Shouto era cierto, en esa ocasión no iba a pedir permiso para involucrarse pero debía tomar precauciones, y una de ellas incluía advertir a su madre del posible desastre que iba a lanzarle al regazo. Tomando eso como consideración lo mejor era esperar hasta el intermedio para marcharse. Y cuando este llego espero hasta ver a Shouto salir antes de imitarlo.

—¿Quieres explicarme qué está pasando? —pregunto su madre cuando lo alcanzo en el pasillo que conducía al salón donde los espectadores disfrutarían de una bebida fría antes de continuar con el segundo arco—. Y esta vez no quiero mentiras.

—No mentiras —le respondió Katsuki—, pero no ahora. Mañana. Temprano. Antes de que te vayas de paseo.

—¿Me vaya? Tú también vienes.

—Mañana.

—Katsuki.

Pero él se alejo sin darle la oportunidad de retenerlo, tenía los ojos fijos en la figura alta que esperaba al final del pasillo.

—¿Lograste ver a Denki?

—No —respondió Shouto con calma. La misma calma infuriante que Katsuki aborrecía.

—¿Insististe?

—El Emperador dice que está enfermo.

—Claro que lo dice, el bastardo es un puto mentiroso.

—Cuida tus palabras.

"Hay verdades que no deben pronunciarse en voz alta", la voz de Denki hizo eco dentro de él y no pudo evitar suspirar.

—¿Te ha dicho al menos en dónde está?

—No, pero el Emperador me ha prometido arreglar una reunión apenas se mejore.

—¿Y le crees?

—No hay otra opción y no pretendo irme sin verlo así que tendrá que ceder en algún momento.

—Eres un ingenuo.

—Creí que íbamos a minimizar nuestro contacto en público.

—Solo me estoy despidiendo.

—¿Te vas?

—No tengo razón para quedarme, tengo trabajo que hacer.

—¿Qué estás planeando?

—Nada que te involucre así que anda, ve y habla con el hermano como no hubiera pasado. Estoy seguro de que él está acostumbrado.

—Él quiere hablar contigo.

—¿Eso te ha dicho?

—No directamente, tan solo ha sugerido que podríamos sentarnos los tres a charlar sobre política aunque es claro que quiere hablar sobre lo que sucedió anoche.

—No hables de mí con él. No me menciones frente a él. Y de preferencia no hables en voz alta sobre lo que sucedió en ese cuarto.

—¿Por qué? Él estuvo ahí, podría ayudar a Denki si supiera del veneno.

—No —respondió y pensó otra vez en cómo Noche supo que ellos estaban ahí. O fue el guardia en la puerta, o algún otro guardia que nos vio entrar por la ventana, o tal vez el propio hermano se lo dijo de alguna forma. Podría tener espías siguiéndonos. Joder.

Empezaba a entender por qué Denki se negaba a hablar con nadie, era terrible pensar que no había certeza de en quién se podía confiar.

—No hables con él sobre Denki —repitió Katsuki de mal humor antes de dar media vuelta para marcharse.

El viaje de vuelta al palacio fue rápido, había tenido la precaución de usar su propio caballo y de llevar el salvoconducto que le habían dado para evitar depender de su madre. Una vez en sus habitaciones procedió a cambiar su uniforme por una túnica simple en color negro que se asemejaba muchísimo a la vestimenta del Clan, especialmente si los mirabas de lejos; cuando estuvo listo salió por la ventana llevando a Hono con él.

Siendo que se encontraba en el segundo piso del palacio y que no había luces en las habitaciones al otro lado del jardín Katsuki no tuvo problemas para escalar por la pared hasta llegar al techo. Una vez ahí se aprovechó de las sombras que cubrían las tejas para deslizarse de un extremo a otro sin ser visto rehaciendo el viejo camino hasta la habitación de Denki, –la que fuera la habitación de Denki–. Una vez ahí avanzó con muchísimo cuidado atento a cualquier sombra o movimiento en su periferia.

La habitación seguía limpia y vacía, sin señal alguna de que Denki hubiera estado ahí en todo el día. ¿Significa eso que sabían de la ventana o que en realidad está enfermo y este arreglo solo es temporal?

No importaba, Katsuki tenía intenciones de apegarse a su plan. Todo habría sido más fácil si Shouto hubiese presionado al Emperador para ver a Denki, pero sin él...

—Hodo —llamó en voz baja y después chasqueó la lengua para atraer la atención del pequeño kaji que se escondía cerca de su cuello. El animalito emitió un gorgojeo cansado, se frotó contra él antes de abandonar su pequeño espacio y recorrió con pasitos rápidos su brazo hasta llegar a su mano extendida—. Busca, Hodo. Busca.

Repitió la palabra mientras colocaba al animalito sobre el diván que tenía más cerca, repitió la operación sobre el resto y los cojines y después en las almohadas, siempre atento a los ruidos del exterior por si alguien se acercaba. En cuanto estuvo seguro de que Hodo había memorizado el aroma de su presa, Katsuki abandonó la habitación y rehízo el viaje de vuelta hasta su cuarto donde volvió a cambiarse, esta vez con uniforme de entrenamiento.

Salió a recorrer los pasillos con actitud relajada y su mascota en el hombro deteniéndose ocasionalmente frente a los cuadros y las estatuillas como un turista curioso sobre los esplendores del palacio mientras el Kaji alzaba la cabeza para olfatear el aire. Siendo que todos seguían en el teatro no tuvo que soportar conversaciones incómodas ni miradas o risillas, se limitó a ir de un lado a otro con aire aburrido bajo la mirada curiosa de los guardias que vigilaban los pasillos. Siendo que no tenía permiso para entrar en ciertos pabellones lo que hizo fue salir al jardín más cercano a esa sección para dejar que su mascota escalara por las paredes para colarse en ventanas abiertas mientras él fingía entrenar bajo el cielo oscuro.

Cuando se hizo tarde los guardias del palacio empezaron a turnarse para monitorearlo, eran bastante sutiles al moverse pero resultaba fácil verlos cruzar frente a la misma ventana y por el mismo pasillo en cada ocasión. Katsuki aprovechó la oportunidad para cronometrar el tiempo que les tomaba completar un circuito completo, además la situación le permitió completar el mapa mental del palacio que había estado creando desde que se colara a la habitación de Denki la primera vez.

Era tardísimo cuando Hodo finalmente volvió de su incursión en las zonas prohibidas. El animalito corrió a toda velocidad entre las briznas de pasto frío y bajo los matorrales pulcramente recortados hasta llegar a sus pies y de un saltó se aferro a la tela de sus pantalones para escalar con maestría por sus piernas y torso. Se detuvo en su hombro y gorgojeo mirando a Katsuki.

—¿Lo encontraste?

La respuesta de Hodo fue sacudir la cabeza –arriba, abajo, arriba– en una afirmación rápida mientras volvía a emitir ese gorgojeo curioso. Katsuki sonrió triunfante, aunque antes de entrar al palacio se aseguró de recuperar la expresión seca de siempre. Su plan de volver a su alcoba a dormir se encontró con un obstáculo inesperado cuando al entrar encontró a su madre sentada en la cama con la expresión que le había ganado el título de la Reina Dragón.

—Me he enterado de algo muy curioso —dijo ella mientras Katsuki se resignaba a cruzar la distancia que los separaba para detenerse a los pies de la que era su cama—, aparentemente tu amigo Sho, el de la Academia, con quien has estado entrenando los últimos días, es en realidad el Cuarto Príncipe de Ame, Shouto Todoroki.

—¿Y?

—¿Lo sabías?

—Sí —y Katsuki no tenía intenciones de especificar cuándo ni cómo se había enterado.

—¿Lo sabías y no me lo dijiste?

—El tipo es extremadamente receloso con ese tema.

—Pues no lo suficiente porque al parecer se lo dijo al Emperador.

—Considerando la situación política entre Ame y Taiyou es algo inevitable.

—¿Y sabías que este Príncipe ha hecho una petición formal para casarse con el Tercer Príncipe?

—No van a casarse.

—¿Sabías que era esa su intención?

—No importa su intención, no van a casarse.

—¿De verdad? Porque él parece bastante seguro. Tan seguro que, durante uno de los intermedios de esta noche, mientras acompañaba al Segundo Príncipe de Taiyou que parecía empeñado en presentarlo ante todos los invitados, alguien comentó que tal vez se necesitaba de un matrimonio para acabar con las disensiones entre ambos gobiernos, y este Príncipe no tardo en afirmar que esa era precisamente su intención al asumir el control de las negociaciones. No solo eso, afirmo haber presentado una petición formal para casarse con el Tercer Príncipe y que solo esperaban la confirmación del Emperador para comenzar con los preparativos.

Bastardo, pensó Katsuki con una sonrisa incrédula, es tan obvia su intención de presionar al Emperador públicamente.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Katsuki mirando a su madre—. Eso no significa nada. No van a casarse.

Su madre lo miraba.

—¿Dónde estabas?

—Fuera.

—¿Qué hiciste que era tan importante como para abandonarme en el teatro?

—¿Abandonarte? Por favor. Ambos sabemos que detesto el teatro.

—Katsuki.

—Madre.

Ella entrelazo sus manos apoyándolas en su regazo y se enderezó sin dejar de mirar a su hijo.

—¿Quieres casarte, Katsuki?

—El matrimonio no es para mí.

—Eso mismo dijo el Tercer Príncipe.

—¿Y?

Su madre frunció el entrecejo como si intentara ver en su interior.

—¿Por qué tengo la impresión de que estás a punto de cometer una estupidez?

El instinto de esta bruja es asombroso. Y al mismo tiempo no resultaba sorprendente, era su madre después de todo, y como tal merecía recibir una advertencia.

—Una estupidez es cuando haces algo de forma irreflexiva, sin considerar las circunstancias o sin pensar en las consecuencias. Así que no, no pienso hacer una estupidez.

—Curiosamente eso no me hace sentir mejor.

—Eso es bueno porque necesito que te prepares.

—¿Para qué?

—Quiero que mañana te marches como tienes planeado. Visitarás a Lord Hado-

—El plan era llevarte conmigo para que tuvieras oportunidad de familiarizarte con su hija.

Fue el turno de Katsuki para fruncir el entrecejo.

—¿Qué parte de 'el matrimonio no es para mí' no es clara?

—Algún día tendrás que casarte. No quisiste hacerlo con la muchacha Camie ni con ninguna de las doncellas que te he presentado, supuse que alguna belleza de este reino podría llamar tu atención.

—No pierdas tu tiempo, madre, este no es el momento. Como dije, mañana visitaras a Lord Hado y permanecerás ahí, ¿qué? ¿un par de días? Después de eso tomarás a tu comitiva y te marcharás. Sin excusa. Esperare tres días antes de moverme, tendrás tiempo de sobra para prepararte. Y de ser posible te sugiero marcharte.

—¡Katsuki! —llamo su madre alzándose sobre la cama en un gesto autoritario que no le paso desapercibido—, ¿qué carajos quieres hacer?

—No te confundas, madre, si pudiera hacer lo que quiero hacer estaría cortándole el cuello a un hombre miserable, pero como no puedo me contentaré con hacer lo siguiente en mi lista.

—¿Qué es?

—Secuestra a un Príncipe. 



[...]


NA/

Que pasen buen fin de semana, chicxs. Nos leemos en el que sigue.

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