4.10. Pasado II
Título Alternativo: La primera traición es la que más duele.
[...]
Lo que Aki había dicho era cierto. Él sabía que Hizashi solía salir del palacio sin llevar a Trueno, pero la actitud de su hermano parecía indicar que había algo más tras esa afirmación, así que en lugar de ignorar el extraño encuentro –o desestimarlo como había hecho en el pasado– Aki se dio a la tarea de estudiar a su hermano.
No tardo mucho tiempo en comprender algo muy simple: Hizashi había cambiado.
Tal vez fuera la pérdida de Trueno, su repentino roce con la muerte, o tan solo los cambios de la edad, pero la actitud furtiva de su hermano resultaba intrigante. En ocasiones solía quedarse quieto mirando al vacío como una estatua y a veces volvía al palacio exudando tanta energía que parecía estar a punto de estallar, pero como tenía el suficiente carisma para distraer a quienes pudieran notar su extraña actitud, nadie se molestaba en averiguar la razón de semejante cambio.
Un día Aki notó que en ocasiones a su hermano le daba por bostezar a la hora del almuerzo y después de acabar se disculpaba con su familia para retirarse a su cuarto a tomar una siesta. Lo cual era rarísimo porque su hermano nunca había sido la clase de persona que tomara siestas vespertinas. Tras investigar –y convencer a su hermano de dejarlo dormir en su cuarto– Aki descubrió que en los días de siesta su hermano solía levantarse antes del amanecer para ir a entrenar, otro evento rarísimo dado que Hizashi solía ejercitarse con Trueno después del desayuno y se entrenaba con su tutor privado en las tardes después de sus clases.
Intrigado por su pequeño descubrimiento, Aki decidió seguirlo viendo que muchos de sus cambios de humor parecían relacionarse con esas escapadas matutinas. Le tomó varios intentos encontrar la salida por la cual Hizashi se escabullía cada mañana, y otros más seguirlo sin perderlo de vista.
En una de esas ocasiones, aprovechando que su hermano charlaba con los guardias –algo que hacía con regularidad–, Aki se deslizo por el jardín bajo la protección de los tiestos que se alineaban a lo largo del camino empedrado. Tras repetir ese trayecto incontables veces, Aki tomó la delantera hasta que finalmente se escondió entre las sombras a la espera de que su hermano se apareciera por la suave pendiente.
Siendo la Ciudad Imperial una pequeña fortaleza inexpugnable, sus habitantes vivían con la confianza absoluta de que el Clan protegía las entradas de cualquier amenaza posible. Ocasionalmente algún guardia recorría las calles vacías como medida preventiva, pero en su mayoría estas quedaban desiertas pues el control que los guardias ejercían en las entradas de la Ciudad garantizaba que ningún extraño accediera sin el permiso adecuado. Por esa razón Hizashi podía moverse por la noche sin llamar la atención con Aki detrás.
En lugar de dirigirse a las barracas de los soldados, Hizashi se desvió de la calle principal y tomó un pequeño atajo en el segundo círculo de la ciudad para salir al terreno empinado que separaba la última hilera de casas con el muro fortificado que rodeaba la ciudad. Había arbustos y pequeños arbolillos repartidos precariamente por el terreno irregular, y Aki temió perder a su hermano entre ellos o peor aún alertarlo tras pisar las ramas quebradizas en el suelo.
Se encontraba avanzando con muchísima lentitud en la misma dirección que su hermano –con el miedo de haberlo perdido una vez más– cuando distinguió el murmullo de voces, un sonido casi inteligible que fue aclarándose conforme se acercaba. Cuando las voces fueron distinguibles Aki se arrodilló junto a un arbusto para oírlas.
—No digas eso —dijo una voz que le resultaba vagamente familiar pero que no alcanzaba a identificar por completo.
—¿Por qué no? —ese era su hermano y fue extraño oírlo enfadado—. Es la verdad.
—Ya hemos hablado de esto.
—Sí, pero sigo sin entender por qué te molesta. Si te digo que te quiero lo que menos espero es hacerte daño.
—No es eso y lo sabes. No es algo que debas alentar.
—No puedo ahogar lo que siento.
—¿Por qué tienes que insistir en lo mismo?
—¿Qué? ¿Esperas que te bese y no te diga nada? ¿Quieres que me calle y ponga en una caja lo que siento por ti?
—Dudo que sepas como guardarte las cosas.
—Vaya, eso ha sido rápido. Esta vez tan solo nos ha tomado un beso antes de empezar a discutir.
—No quiero discutir contigo, Hizashi.
—¿De verdad? ¿Por qué parece ser lo único que hacemos últimamente? Cada vez que te digo que te quiero tú me empujas lejos.
—Entonces tal vez no deberías decirlo.
—¿Cómo podría no decirlo? Te quiero, Shouta. Te quiero. Podría repetirlo mil veces y no cansarme. ¿Cómo me pides ignorarlo?
—Sabía que esto era una mala idea.
—Esto no es bueno ni malo, somos nosotros. Tú y yo... Sin ti... estos tres años habrían sido... —hubo una pausa, un sonido de ramas que se quiebran bajo el peso de alguien que se mueve, el sutil roce de la ropa y un suspiro tenue—, sé mío, Shouto, como yo te pertenezco.
—Hizashi —era sorprendente que un simple nombre pudiera pronunciarse con semejante tristeza—, es imposible.
—Nada es imposible. Seré Emperador, mi palabra será absoluta. Si te escojo como mío, nadie se atreverá a decir nada, nadie se opondrá a mí.
—Necesitas descendencia, tu deber es procurar el bien del Imperio.
—Al carajo con el Imperio, ha sobrevivido años, sobrevivirá aún más, y cuando mi hermano se case nombraré a sus hijos como mis herederos. Ellos serán mi legado.
—¿Tus sobrinos?
—Por supuesto, mi hermano estará feliz. Él no puede aspirar al trono, además es demasiado perezoso y malcriado para dejarlo solo, pero sus hijos podrían tener una oportunidad. Todo quedaría en familia.
—Los nobles no lo aceptarán, tampoco tus padres.
—Si los nobles no lo aceptan los echaré de mi casa. Y mis padres no podrán decir nada cuando sea el Emperador. Será mi ley y mi palabra, haré lo que yo quiera.
—Un Emperador no debe ser egoísta.
—¿Qué hay de egoísta en quererte a mi lado?
—Un buen gobernante debe ser capaz de elegir lo mejor para su pueblo aun si eso va en contra de los deseos de su corazón.
—Eso es absurdo. ¿Cómo alguien podría ser un buen gobernante siendo miserable? ¿Cómo podrías buscar la felicidad de tu gente cuando tu propia felicidad es inexistente? Lo único que quiero es tenerte conmigo, gobernar a tu lado-
—Lo siento, Hizashi, pero soy un hijo del Clan, mi deber-
—Es ser un soldado, hacer patrullas, entrenar, ¿no aspiras a nada más?
—¿Por qué crees que no puedo ser feliz siendo un simple soldado?
—Porque tú mereces..., lo mereces todo.
—No todos queremos grandeza, Hizashi, algunos tan solo buscamos hacer nuestro trabajo.
—Pudiste ser mi nuevo guardia. Pudiste ser Trueno.
—Esa fue decisión del líder.
—Pero si me hubieras dejado-
—No, Hizashi. No tienes derecho a usar tu posición para forzar una decisión que no te corresponde.
—Lo único que quiero es darte algo que te haga feliz.
—Seré feliz con aquello que pueda conseguir por mi cuenta. Y si has de saberlo mi maestro me ha dicho que piensa proponerme como candidato para el liderazgo del Clan.
—Pero el actual Eraser sigue entero.
—Es por precaución dada la tensión que crece en el Este, el Clan está estudiando sus opciones. Usualmente hay entre 10 y 20 candidatos de diferentes edades entrenando juntos, ahora están ampliando el número, el que me consideren es para mí invaluable. Y como tal debo esforzarme para honrar el privilegio que me ofrecen. Eso significa que tendré más trabajo y menos tiempo para salir.
—En pocas palabras no tendrás tiempo para mí.
—Lo siento.
—No tendrás tiempo y tampoco hay garantía de que te escojan a ti.
—No, el líder podría ser alguien más joven o viejo que yo.
—¿Y por qué es importante entonces?
—Es un honor.
Hubo otra pausa más larga que la anterior, el sonido de ramas que se quiebran bajo el peso de dos cuerpos que se mueven. Un suspiro combinado.
—Por favor... quédate conmigo... no me dejes... y cuando sea Emperador te nombraré líder del Clan.
Esta vez se oyó un súbito movimiento, como pasos que trastabillan y retroceden. La voz que antes había sonado triste sonó repentinamente furiosa.
—No digas eso. No te atrevas a repetirlo en voz alta. El Emperador no puede intervenir en la jerarquía del Clan.
—Pero si es lo que quieres-
—Hizashi, no.
—¿Por qué estás molesto?
—Porque... esto... nosotros...
—No me mires así.
—Lo siento, Hizashi, nunca debí...
—No lo digas.
—...permitir que llegáramos hasta aquí. Tú eres el Príncipe Heredero, serás el Emperador, y como tal deberás casarte. Deberás tener hijos, por tu pueblo y por tu gente.
—No quiero, no si eso significa renunciar a ti.
—No tienes alternativa.
—Pues crearé una. Seré el Emperador y tendré el poder para decidir con quien casarme y quiénes serán mis descendientes.
—¿Por qué te niegas a entender? No serás Emperador hasta que no te cases.
—Puedo cambiar-
—Estás siendo egoísta. Un Emperador no puede ser egoísta.
—Entonces no seré Emperador, ¿es lo que quieres? Renuncio a la corona, renuncio a mi trono, renuncio a mi sangre. Lo pongo todo a tus pies. Toma mi corazón si también lo quieres. No me interesa casarme, no me interesa hacer vida con una mujer. Te quiero a ti. Solo a ti, ¿por qué no puedes entenderlo? —el sonido de pasos que se detienen un momento después—. Si no puedo gobernar a tu lado entonces no me interesa gobernar. Si no puedo tenerte siendo Emperador, entonces no me interesa serlo. Huye conmigo. Lejos. A donde sea. Solo tú y yo. Por favor.
La respuesta que se oyó mientras el cielo se teñía de un gris deslucido fue un sonido tristísimo pero definitivo.
—...no.
—No me quieres, ¿es eso?... Todo este tiempo creyendo que eras tú quien me consolaba a mí, pero es al revés, ¿verdad? Soy yo quien te consuela. ¿Esto es por Oboro?... ¿es a él a quién extrañas?
—¿De verdad no lo entiendes?
—¿Qué debo entender? Te estoy ofreciendo todo y no lo aceptas. Estoy renunciando a todo y tampoco lo quieres. ¿Qué quieres de mí?
—Yo-
—Te quiero, te lo he dicho decenas de veces y tú nunca has dicho nada.
—Porque si te lo digo... —el silencio se alargó indefinidamente mientras las ramas volvían a crujir—. No debes quererme. No puedes hacerlo.
—¿Por qué?
—Porque en dos meses irás a conocer a tu prometida, la mujer cuya familia ha ofrecido una flota para luchar contra los contrabandistas del otro lado del mar que han estado invadiendo los territorios del Este. Una invasión que ha provocado un éxodo masivo de aldeanos que huyen de las costas hacia el interior.
—¿Quién te ha dicho eso?
—Mi maestro.
—¿Y por qué él hablaría de esto contigo?
—Porque quiere que entienda lo que está en juego.
—¿Él sabe-?
—Él no me ha dicho lo que sabe, lo que mi maestro ha hecho es explicarme la situación. Las advertencias que provienen del Este son claras, la guerra parece inevitable-
—Esas son exageraciones.
—El Clan no cree-
—El Clan no toma las decisiones aquí. Mi padre ha escuchado a Eraser y también se ha sentado a parlamentar con los nobles, todos coinciden en lo mismo: Shigaraki no representa una amenaza para el Imperio.
—Para acabar con un gigante basta con destrozarle la cabeza.
—Estás siendo melodramático.
—Estoy repitiendo las advertencias de mi maestro, Hizashi, así como su deseo. Convence a tu padre de permanecer en la Ciudad Imperial después del Festival, dile que invite a tu prometida aquí en lugar de llevar a tu familia con ella.
—¿Eso no te molesta?
—¿Qué?
—¿No te molesta la idea de mi prometida? ¿De verme con ella? ¿De casarme?
—Es tu deber.
—No uno que yo pidiera.
—Y sin embargo es tuyo.
—Así que no te importa.
—No fue lo que dije.
—Hizashi, las tensiones entre las casas nobles no dejan de crecer. Algunos de ellos ven sus campos vacíos y otros sufren por el repentino incremento de crimen en las ciudades. Tu padre no está escuchando las advertencias, él y sus consejeros creen que Shigaraki no es una amenaza porque no posee un título, pero son una casa poderosa y no están solos.
—¿Tu maestro también te ha dicho eso?
—Su deber, al igual que el de todos, es proteger a la Familia Imperial.
—¿Quiénes son todos?
—El Clan.
—Así que hablas de nosotros con ellos.
—No.
—Pero ellos lo saben.
—Mi maestro-
—¿A quién más se lo has dicho?
—Yo no-
—¿No te has parado un momento a pensar que te están usando para manipularme?
—¿De qué estás hablando?
—Eraser está enfadado porque mi padre no quiere escuchar sus consejos alarmistas, así que acude a ti... no, Shouta, no voy a interferir en las decisiones de mi padre.
—Hace un momento estabas dispuesto a contradecir a todo el mundo solo para no tener que casarte.
—Estoy dispuesto a enfrentar el mundo por ti. No por Eraser, no por tu maestro, no por el Clan. Estoy dispuesto a renunciar a la corona por ti... Estoy dispuesto a dejarlo todo por el amor que te tengo.
Hubo otra pausa, más larga que cualquiera de las anteriores, mientras la fresca brisa soplaba entre los árboles y el cielo terminaba por clarear.
—Lo siento —dijo la voz del extraño, rebosaba tanta pena que era paralizante—, no puedo tener tu amor. No... no lo quiero... Y no... no te quiero.
—Mientes.
—¿Quieres oír una verdad inalterable?... Ser Emperador es un privilegio que conlleva responsabilidades y sacrificios —el crujido de las hojas fue tan repentino como instantáneo.
—¡Shouta!
Más hojas crujieron hasta que el sonido se desvaneció por completo, y cuando el mundo quedo en silencio Aki salió de su escondite e hizo el camino de vuelta al palacio sin mirar atrás. Tenía las mejillas húmedas tras haber llorado.
En el pasado había oído a las sirvientas hablar –y en una ocasión a su padre–, todos ellos repetían lo mismo, juicios absurdos que no tenían valor para él.
"es demasiado perezoso y malcriado para dejarlo solo"
Oírlo de boca de su hermano había sido diferente. Había dolido como un cuchillo en el corazón.
El único consuelo que encontró tras su descubrimiento de ese terrible día fue que Hizashi parecía sentir el mismo dolor. Lo veía vagar por los pasillos del palacio con una expresión meditabunda, dejo de ir a las barracas de los soldados para entrenar con Trueno en los jardines, y se aplico a sus estudios como nunca lo había hecho; tan inmerso en su dolor que ni siquiera prestó atención al hecho de que su hermano había dejado de perseguirlo como un cachorrillo necio.
La vida en el palacio retomó su curso de siempre sin cambio aparente, y apenas unas semanas más tarde celebraron el Festival de Primavera con comida, baile y música como ocurría cada año. La Familia Imperial salió de la Ciudad para contemplar el paso de los kabura desde una barca en el lago, y como cada año los deseos se elevaron en marejadas continúas anhelando buena fortuna, salud y prosperidad.
Aki vio a Hizashi recostado en la barca mirando los dragones del cielo, lo vio cerrar los ojos y murmurar, y aunque su boca no pronunció ni un solo sonido había sido fácil leer la palabra que escapó de ella.
Un nombre que aún no tenía rostro pero que se había instalado en Aki como una herida abierta.
—¿Has pedido algo, Aki? —preguntó su madre y él alzó los ojos al cielo pensando en el vergonzoso comportamiento de su hermano, en su humillante declaración y miseria.
Había sido terrible oír a Hizashi someterse de esa forma y al mismo tiempo experimentaba una especie de regocijo saber que alguien había despreciado al Príncipe Heredero –a su hermano– que siempre se comportaba como si fuera mejor que todo el mundo.
Pensó en todo lo que había oído y lo único que se quedó con él fue la idea de que como Emperador podía hacer lo que quisiera. El dueño y señor de ese imperio podía disponer y gobernar a su antojo. A veces se preguntaba por qué Hizashi no se daba cuenta que podía casarse y tener todo lo que quisiera. Y a quien quisiera.
¿Por qué renunciar por alguien insignificante?
—¿Qué pediste, Aki? —ignoró la pregunta de Hizashi a fin de cerrar los ojos.
Su hermano estaba dispuesto a renunciar a todo por una estupidez. Estaba listo para abandonar a su familia por un bicho en el suelo. Era obvio que su hermano no merecía nada de lo que tenía y era justo que no tuviera nada.
Deseo que mi hermano lo pierda todo.
Y para sorpresa de Aki ese deseo también se hizo realidad, justo como había ocurrido con su deseo sobre el primer Trueno.
[...]
N/A
Los rencores del pasado tan solo fueron creciendo. Así que ya ven.
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