3.35. Odio
Advertencias: No estoy segura pero supongo que podría considerarse un capítulo difícil emocionalmente hablando. Se advierte posible deshidratación después de leerlo. Favor de disculpar a la autora.
Título Alternativo: Donde la razón está ausente y la ira no deja de sacudirse.
[...]
Su padre embistió contra él sin dejar de gritar y la única razón por la cual Denki alcanzó a esquivarlo fue porque los movimientos erráticos del Emperador eran fáciles de predecir, se apartó de él y retrocedió asegurándose de poner dos diván entre ellos; cuando su padre rodeó uno Denki fue hacia el otro lado cambiando de dirección según fuera necesario. Habría sido divertido ver a su padre moviéndose torpemente por el cuarto con la cara roja, apartando los muebles más pequeños y escupiendo maldiciones a diestra y siniestra pero Denki no se reía, solo sentía terror al escucharlo, al ver su cara contorsionada por la ira.
Exhibía una expresión violenta que le decía que no iba a detenerse hasta ponerle las manos encima y todo ello sin dejar de gritar.
—¡¿Cómo te atreves a humillarme de esta forma?! ¡¿Crees que puedes forzar arreglos sin permiso de nadie?!
—Padre, no sé-
—¡Cállate! ¡Me has humillado! ¡Me has avergonzado frente a mi familia!
—¡Lo siento!
—¡¿Quién crees que eres para ofrecer cosas que no te pertenecen?!
—Yo no-
—¡Cállate!
—Padre, lo siento, no ha sido mi intención-
—¡¿Tus intenciones?! ¡Hablemos de tus intenciones! ¡No solo me ocultas secretos también los utilizas contra mí! ¡Te atreves a desobedecerme! ¡Me faltas el respeto como si no fuera nada! ¡Y en lugar de hacer lo que te he ordenado retuerces todo hasta obtener lo que quieres!
—Yo no-
—¡Cállate!
Cuando el Emperador se cansó de perseguirlo se detuvo cerca del buró con el espejo mientras Denki hacía lo mismo en medio de la estancia, rodeado de mesitas volteadas y libros regados.
—¡Mis ordenes fueron claras! —grito su padre apuntándole con el dedo— ¡Pero eres demasiado inútil para completarlas! ¡Te exigí no importunar a mis invitados! ¡Pero eres demasiado estúpido para obedecer! ¡Te ordene no causar problemas! ¡Y sin embargo tengo que oír a todos preguntar dónde estás y lo qué haces! ¡No eres nada más que una molestia! ¡Inútil! ¡Desvergonzada! ¡Fastidiosa! —ese comentario lo hizo reír pero fue un sonido cruel—. Sí, eres igual que tu madre. Una cortesana avariciosa, altanera e irrespetuosa. Debí hacer que te metieran en una cubeta de agua apenas saliste de ella.
Denki retrocedió como si acabaran de pegarle, de forma instintiva apartó los ojos de su padre incapaz de seguir mirándolo. Fueron dos segundos de distracción que el Emperador aprovechó para lanzarle la jofaina de agua que estaba sobre el buró junto a él. El sonido de la porcelana rompiéndose hizo eco en los oídos de Denki mientras el dolor se extendía por su cabeza y él se desplomaba contra una de las pocas mesas que seguían de pie. Barrió los libros que aún quedaban sobre ella y terminó deslizándose hacia el suelo.
Desde ahí vio a Noche cerca de la puerta, en el mismo lugar que había ocupado desde que entrara con la expresión indescifrable de siempre. Altísimo e intocable, hasta que el guardia alzó hacia él su mano derecha con la palma hacia arriba sin alterar su postura o expresión. Denki se limitó a mirarlo.
El Emperador aprovechó ese momento para darle alcance, aferrarle el pelo con una mano y patear. Las primeras dos lo alcanzaron en la zona del estómago arrebatándole el aire, la tercera fue un pisotón duro contra sus costillas que lo hizo gemir y que además desequilibro a su atacante dada la postura, su estado ofuscado y el hecho de que el Emperador no solía hacer ejercicio. El hombre tropezó y tuvo que soltarlo para evitar caer.
Denki aprovechó ese momento y, pese al dolor y la confusión, se levantó, aún trastabillando, para correr hacia Noche. Al tomar su mano el guardia lo envolvió en un abrazo y fue instintivo que las manos de Denki lo aferraran por la espalda mientras enterraba la cara contra la pechera de su uniforme. Podía sentirse temblar con el miedo zumbando en sus oídos.
—Majestad —dijo Noche en su tono de protocolo, cortés y firme sin pizca alguna de insubordinación o altanería—, Lord Hizashi querrá hablar mañana con su sobrino y no es oportuno que el Príncipe exhiba otra marca difícil de explicar.
—¡Bien! ¡No le tocaré la cara!
Denki apretó su abrazo mientras sentía a Noche moverse, al parecer interrumpiendo los intentos de su padre por arrastrarlo de vuelta al suelo.
—Su Majestad no está pensando con claridad.
—No te metas en esto, Noche.
—Lo siento, Majestad, pero mi deber es asegurar su bienestar y eso incluye evitar que tome decisiones precipitadas.
—¡Suéltalo!
—Su Majestad necesita retirarse.
—¡He dicho que lo sueltes!
—El Príncipe no debe sufrir daño.
—¡Soy el Emperador y te ordeno que lo sueltes!
—El Príncipe tiene apariciones públicas que no pueden postergarse.
—Noche —gruñó el Emperador en tono violento que hizo a Denki estremecerse mientras seguía enterrando los dedos en la ropa de Noche hasta sentirlos perder la sensación. Podía sentir el aire vibrar detrás de él y la ira que emanaba de su padre—, ¡quítate!
—¡Majestad! —llamó el guardia en un tono más imperativo—, ha sido una velada extenuante y larguísima. Permítame acompañarlo a sus habitaciones y si aún necesita desahogarse enviaré a una de sus concubinas para calmarlo.
—No me iré de aquí sin castigarlo. ¡Me ha humillado!
—Estoy seguro de que el Príncipe se arrepiente de las decisiones que ha tomado y las imprudencias que ha cometido, y sé que aceptara la sanción que el Emperador desee imponerle, mañana, que es cuando el Emperador habrá meditado cuidadosamente la situación.
—No lo sé, tal vez mañana quiera colgarlo en las celdas de castigo.
—Su Majestad no está siendo honesto.
—¿Crees que no me atrevería? Seguro que un tiempo en los calabozos lo harán recapacitar, le quitarán los humos que tiene en la cabeza.
—Ahora Su Majestad está siendo cruel.
—No, creo que sería lo mejor, meterlo en una celda hasta que aprenda a no desobedecerme. Hasta que deje de ser un inútil absoluto y altanero. Después de todo no merece vivir bajo mi techo.
Denki soltó a Noche y se apartó de él para enfrentar a su padre, al ver la expresión iracunda tuvo el impulso de dar media vuelta y salir corriendo, pero se contuvo, en lugar intentó apelar a su tono más calmado pese al terror que lo sacudía.
—Si mi... —se interrumpió, tragó saliva y lo intentó de nuevo—, si el Emperador no desea tenerme bajo su techo puedo irme está misma noche. Renuncio a mi título y mi corona, renuncio a todo. No me llevaré nada, ni siquiera la ropa que uso.
El Emperador avanzó hacia él pero Noche se interpuso entre ellos y todo lo que pudo ver Denki fue su rostro contorsionado de ira asomándose junto al hombro del guardia mientras este lo contenía.
—¿Eres tan estúpido que no lo entiendes? —rugió su padre— Todo lo que eres es mío y puedo disponer de él como me plazca. Si te ordeno arrodillarte frente a nuestros enemigos y suplicar, lo harás. Si te ordeno no causar problemas, cerrarás la boca y no dirás nada. ¡Harás lo que te ordeno o te cortare la cabeza! —soltó un resoplido de desprecio antes de apartarse de Noche—. Eres un malagradecido. Pude haber hecho que te metieran en un pozo sin dejarte ver la luz del sol. Pude hacer que te alimentaras junto a los cerdos. Pude dejarte en la calle... Pero no lo hice... ¿Y cómo me pagas? Irrumpiendo en mi corte como un insecto aberrante, alborotando a mi gente, ocasionando-
—Majestad, es suficiente —dijo Noche y se acercó al Emperador para calmarlo—. Lo llevaré a su habitación.
El Emperador protestó, pero Noche extendió los brazos y lo hizo retroceder hacia la puerta mientras seguía apelando a su sentido y razón. Todo mientras el monarca seguía gritando maldiciones y blasfemias: "No eres nada, no mereces nada". Denki se quedó atrás, absolutamente quieto, con la mirada fija en la espalda de Noche mientras las palabras de su padre taladraban en su mente en su afán por grabarse en ella.
—¡Déjame! —gritó el Emperador pese a que Noche no lo había tocado, seguía teniendo las manos extendidas impidiéndole avanzar.
El Emperador sacudió la cabeza y se marchó sin detenerse a mirar el estropicio que se quedó atrás dejando a su guardia en la puerta donde bajo los brazos girándose para mirar a Denki.
¿Ahora tú? Pensó este con resignación más que terror y una pizca de algo que se asemejaba mucho a la desesperación.
—Está sangrando, Alteza, llamare al médico —fue la respuesta de Noche, absolutamente en control y sin la maliciosa sonrisa de siempre.
De forma automática Denki alzó la mano y se tocó la zona lateral de la cara donde la jofaina se había estrellado contra él. Sentía la zona caliente y adolorida y su cerebro no había registrado la humedad viscosa que le corría desde algún punto en su cara hasta el cuello de su túnica.
—Voy a revisar la herida —dijo Noche haciendo el ademán de avanzar hacia él. Denki dio un respingo al ver el movimiento y retrocedió.
—No me toques.
—Está bien, traeré al médico.
—Solo vete.
—Alteza-
—¡Vete!
Vamos, pensó Denki con urgencia sin saber exactamente lo que quería de él, pero ciertamente no esperaba verlo asentir, inclinarse en una reverencia formal y decir:
—Como ordene, Alteza.
Se dio la vuelta para marcharse y Denki experimento un vacío. La sensación de que nada de lo que sabía era cierto, de que no había nada claro en su vida y de que no poseía nada; la idea hizo que los ojos le ardieron y el nudo en su pecho se enroscó a niveles intolerables. Se obligó a respirar mientras veía a Noche desaparecer por la puerta dejándolo en medio de un desastre.
<Sistema, ¿qué hago?>
<Cumplir tus objetivos y seguir adelante>
<Mi padre quiere matarme>
<No, solo quiere que sufras>
<¿Por qué?>
<Lo siento, es algo que tendrás que averiguar por tu cuenta>
Se sobresaltó al oír que una puerta se abría y un momento después sintió el tirón en el brazo. Era el Príncipe Katsuki que lo sujetaba del codo para guiarlo hacia la ventana.
—Si nos vamos ahora estaremos lejos antes de que nadie se entere.
Pero el brusco movimiento sobre su brazo hizo que el costado de Denki protestara –ahí donde su padre lo había pisado con fuerza– por lo que no pudo ahogar el quejido de dolor que escapó de él. El sonido hizo que Katsuki lo soltara de inmediato.
Denki se dobló sujetándose el costado derecho mientras respiraba temblorosamente por la nariz para calmar el dolor y cuando consiguió controlarlo se enderezó con cuidado para enfrentar tres caras que no conseguían disimular sus emociones.
Y él no estaba listo para lidiar con ellas.
—Deben irse.
—No podemos dejarte —dijo Shouto
—Te sacaremos de aquí —añadió Katsuki de inmediato—, vámonos.
Neito era el único que seguía mirándolo en silencio como esa expresión devastada que parecía crecer por momentos.
—Deben irse —repitió.
—¿Quieres quedarte? —preguntó Katsuki, furioso y alterado.
—¿Querer? —preguntó Denki en voz baja alzando los ojos para mirarlo—, ¿de verdad me estás preguntando qué es lo que quiero?
Fue el tono herido el que hizo que Katsuki se echara para atrás mientras bajaba los brazos que había mantenido extendidos. La ira se desvaneció dejando atrás algo que Denki no se atrevió a nombrar, sabía que si lo hacía empezaría a llorar.
—Te daremos asilo en mi reino —dijo Shouto
—Y mi padre tendrá otra excusa para declarar esta guerra.
—Vámonos —insistió Katsuki
—¿Te das cuenta de lo que dices? Sí, puedo conseguir un trabajo en el campo o donde sea, sé que sobreviviré...
—No te dejaría-
—...eso no importa, lo que importa es que no hay a dónde ir —se horrorizó al ver que su voz temblaba—. Mi padre no me dejará ir. Si me voy será para vivir como fugitivo. ¿Quieres que pase mi vida escondiéndome de los guardias que mi padre envíe? ¿quieres que vaya de un lado a otro como un criminal?
—Es mejor que estar aquí —dijo Shouto
—Pero eso tampoco es libertad.
—Al menos estarás buscándola lejos del bastardo que llamas padre —insistió Katsuki
Denki los miro con ojos húmedos absolutamente mudo pues sabía que no podía irse. No tenía idea de lo que planeaba Noche, no entendía por qué su padre insistía en el compromiso, pero sabía que no podía dejar a Aizawa a su merced, la única persona que realmente mostraba interés en evitar la muerte de sus soldados y la gente que vivía en ese reino; tampoco podía dejar que el trágico destino de Fantasma lo alcanzara.
Además, no solo era el Sistema y las vidas que pendían sobre tu éxito la razón de que se negara a huir, comprendía que no podía escapar. La certeza había llegado a él esa noche mientras veía a su padre escupir blasfemias hirientes y terribles, ahora sabía que nunca lograría huir del Emperador, quien estaba dispuesto a verlo morir antes que dejarlo salir del puño bajo el que lo sujetaba.
Noche lo había dicho: Organizaremos una ceremonia perfecta para que todos te admiren... pero tú no irás a ningún lado.
Denki sacudió la cabeza y la expresión confusa en el rostro de ambos príncipes solo lo hizo sentir miserable. Volvió a sentirse completamente solo.
—Fuera —dijo y se maldijo por su voz agónica
—Denki —dijo Neito por primera vez con una voz que solo hizo que la poca entereza que Denki sintiera terminara resquebrajándose como un castillo de naipes.
—¡He dicho fuera!
Katsuki extendió la mano para tocarlo y Denki reaccionó como si acabaran de abofetearlo. Se cubrió la cara y retrocedió sin dejar de gritar.
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
Siguió gritando, repitiendo las mismas palabras sin variar su tono, hasta que solo quedo el silencio. Al alzar el rostro vio el cuarto vacío –lo que querías–, pero en lugar de sentir consuelo, lo único que sintió fue dolor. Los libros regados a sus pies solo azuzaron su sensación de abandono así que se arrodillo en el suelo para recogerlos, logró apilar un par antes de que el llanto lo alcanzara.
Demasiado exhausto para moverse, Denki se apoyó en el diván que tenía cerca, enterró la cara en la mano y lloró sin dejar de aferrar el libro destrozado. El terror y la humillación se mezclaban en notas desiguales, el crudo lenguaje de su padre seguía resonando dentro de él, la sensación de impotencia crecía en su interior mientras no dejaba de pensar en la expresión confusa y aturdida de Katsuki, Shouto y Neito. Se sentía culpable, herido y absolutamente perdido.
Cuando las lágrimas se acabaron lo único que quedo atrás fue él, derrumbado en el suelo mientras el cansancio lo vencía. Dejo que el sueño se llevara sus dudas y todo lo demás.
[...]
NA/
Hagamos una pausa para respirar.
...
...
...
Sé que esté capítulo deja dudas, así que voy a intentar adivinar algunas.
Creí que el Emperador quería a su esposa.
Pues es lo que todos dicen, ¿no? Todos excepto una persona. Hay una sola persona a la que Denki le preguntó si su padre realmente amaba a su madre y esta persona no respondió. Y no estoy hablando de Lord Taehiro.
¿Qué carajos le pasa a Noche?
No, no le está saliendo conciencia, pero la respuesta viene en el siguiente capítulo.
¿Qué pasaría si Denki huye?
Pues técnicamente si lo hace se arriesga a que el Protagonista no sea exiliado y eso es básicamente una sentencia de muerte. Sin embargo, podría huir después de que eso suceda, solo que eso terminaría con la muerte de Aizawa y/o de Hitoshi porque recordemos que Denki ahora esta luchando por la vida de otras personas.
El Emperador está loco, ¿por qué la gente no se queja?
Meh, una persona ebria y abusiva nunca será el ejemplo de raciocinio, pero debemos recordar que él suele ser violento únicamente con sus concubinas y en privado. Nunca ha maltratado a sus hijos en público y como bien ha dicho Neito con una sola excepción nunca les ha puesto la mano encima, así que en realidad no hay forma de que la gente sepa el abuso que ejerce contra Denki (hasta ahora). Gobierna "bien" y atiende a su gente así que... *se encoge de hombros*.
Entonces, lamento muchísimo esto, les envio chocolates y caramelos. Nos leemos en el que sigue.
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