3.28. Insolencia
Título Alternativo: En el que Denki demuestra una vez más que es un Príncipe.
[...]
Demasiado exhausto para enfadarse, ofenderse, o planear, Denki se fue a la cama. Se había pasado toda la noche despierto y sabía que tenía otra noche igual por delante; lo único que podía hacer era disfrutar de una buena siesta matutina, así que se durmió esperando que el hambre remitiera, cosa que no sucedió. En cambio, al despertar su estómago no dejaba de revolverse furioso mientras su cabeza punzaba como si acabaran de darle un puñetazo.
Sin ganas de levantarse se quedó en la cama meditando sobre la actitud de Noche. Desde el día del baile las visitas del guardia se habían convertido en parte de su rutina, no podía decir que su actitud hubiera cambiado demasiado si bien ahora Denki se había vuelto extremadamente consciente de su presencia.
Por dios, Denki, ya es suficiente que tengas que verlo todo los días para que ahora tengas que pensar en él.
Pero era un tema que no podía evitar y sabía que tendría que encontrar una forma de soportar sus comentarios sarcásticos sin responderle –algo que parecía hacer impulsivamente pese a su propia resolución de no provocarlo–, de lo contrario se arriesgaba a ser obligado a ayunar en contra de su voluntad. Mientras pensaba en cómo lidiar con Noche, y se esforzaba por ignorar su estómago hambriento, Denki disfruto de una relativa paz en su cuarto. Eventualmente volvió a levantarse para aplicar más medicina en el moretón de su cara y para arreglar su pelo que volvía a tener un estado desastroso tras su siesta.
Al meter los adornos que la sirvienta le había puesto en el pelo en el cajón de su tocador, descubrió los chocolates que Saeko había llevado antes. Su hambre rugió como un animal vivo y su primero instinto fue extender la mano hacia ellos. Antes de tocarlos siquiera apartó los dedos como si quemara.
No, no debo comer nada que no provenga de alguien que sea confiable. Tal vez ella sea una buena persona, pero al no estar seguro es mejor no arriesgarme.
Así que pese al hambre Denki cerró el cajón y suspiró. Poco después la sirvienta Saeko volvió para ayudarlo a prepararse para recibir a las visitas de su padre. Si recordaba bien sus invitados habían sido elegidos por ser discretos y leales, la clase de personas que era mejor no ofender o se arriesgaba a despertar la ira de su padre.
Aunque no hace falta mucho para que ese hombre estalle.
La sirvienta insistió en que se cambiara de ropa dado que la túnica que había elegido para la mañana era discreta y la ocasión requería un poco más de formalidad, así que Denki aceptó la túnica de color verde turquesa que eligieron para él. Incluía un montón de lazos de seda de color verde y a diferencia de otras túnicas su forma era menos rígida lo que hacía resaltar su figura. Además, la combinación de colores emitía frescura y vitalidad, un detalle que Denki agradeció porque iba a necesitar toda la energía posible para conducirse con la mayor cortesía del mundo.
Era una túnica demasiado bonita para quedarse aquí adentro, pensó Denki con tristeza, entonces sacudió la cabeza, tomó aire y se llenó de resolución. Vamos, pues.
Saeko lo guio fuera de su habitación hasta el mismo saloncito en el piso superior, aquel donde conociera a Noche por primera vez. Desde su última visita era obvio que lo habían limpiado y ventilado; de hecho, habían despejado un espacio cerca de uno de los ventanales en el que habían colocado nuevas alfombras, cojines y una mesa más elegante. El cambio más radical era la jaula con las aves, la cual había sido limpiada a conciencia y ahora destacaba en el fondo como un bonito objeto decorativo. Las aves en el interior no dejaban de cantar y aletear.
Creo que puedo adivinar el nombre de la persona que organizó esto.
Al ver la jaula Denki recordó al pájaro muerto en las manos de Noche, y al hacerlo también evocó el terror y el pánico del momento.
Lo acuse con mi padre y no pasó nada. Él sabía que no pasaría nada. Él sabe que mi padre nunca se pondrá de mi parte en su contra. Mató al pájaro para demostrarme que podía hacerlo sin consecuencias. Si Noche no teme la ira de mi padre, ¿quién podría exigirle explicaciones?
La respuesta parece simple pero Denki no puede evitar fruncir el ceño al pensar en ella.
Noche pertenece al Clan y por lo tanto le debe obediencia a su líder, pero no me imagino a Noche sometiéndose a sus órdenes. Cuando decidí guardar silencio sobre lo ocurrido aquí el Sistema dijo que había salvado al aliado del Protagonista, en ese momento supe que el aliado era Aizawa. Si le hubiera contado a Izuku lo que Noche había hecho él se lo habría dicho a Aizawa y este habría enfrentado a Noche, un hecho que lo habría conducido a su muerte. Las restricciones se mantienen para evitar que la muerte de Aizawa ocurra antes de tiempo, así que no puedo pedirle ayuda. ¿Quién más queda?
Pero entre más lo piensa Denki se da cuenta que no queda nadie. Ni siquiera podía hablar del asunto con sus hermanos –Neito especialmente– pues era probable que no le creyeran.
Noche se ha creado una reputación intachable.
Katsuki era el único que parecía haber tomado nota de la extraña actitud del guardia el día que se habían enfrentado en su casa, pero era porque había visto a Denki evitándolo. Y era gracias a Katsuki que Shouto también había sido informado del guardia.
Tal vez con la ayuda de ambos pueda desenmascarar a Noche.
—Alteza
La voz de la sirvienta lo devuelve a la realidad.
—Sus invitados
Denki había esperado reunirse a lo más con un par de personas, ciertamente no había esperado tener que lidiar con cinco al mismo tiempo. Logró ahogar su sorpresa –y repentino pánico– durante las presentaciones: De parte de la familia Hado asistía la hija primogénita, Nejire, junto con dos muchachos jovencísimos, los cuales Denki reconoció como los chiquillos impertinentes del comedor. De la familia Tsuburaba solo había dos personas, el hijo primogénito llamado Kosei, al que recordaba como uno de los vencedores en la competición de caza, y una hermosa muchacha de pelo castaño que resulto ser su hermana.
Ellos le ofrecieron una reverencia formal, aunque sus expresiones dejaron en claro que el moretón en la cara de Denki era visible y alarmante. Él devolvió el gesto junto con su sonrisa de aparador, ignorando ostensiblemente la fija mirada de uno de los muchachos más jóvenes. Los guio hasta el espacio que los sirvientes habían dispuesto para la reunión donde había bocadillos y un servicio de té para ofrecerles de comer.
Sabía que en ese momento le tocaba ser el anfitrión y debía demostrar que podía hacerlo. Si bien estaba nervioso por el resultado de esa reunión, no era el mismo nerviosismo de antes. Había preparado listas con los temas de interés de cada uno de los nobles de las casas que habían asistido al baile y había leído montones de libros para tener notas y referencias que usar en caso de que se acabaran los temas de conversaciones. Tenía anotadas las curiosidades –todas inofensivas– que había oído en el baile para compartir con ellos. Las reuniones con sus vecinas habían pulido sus modales y su forma de expresarse, el entrenamiento para bailar había refinado sus gestos y su tiempo con Neito le había mostrado las actitudes que no resultaban chocantes en un Príncipe. Tras todos esos meses en su nueva vida, Denki estaba listo para demostrar que realmente había aprendido cosas pese a pasar muchísimo tiempo en cama.
Así que mantuvo la postura erguida y recta de alguien que sabe conducirse con propiedad, adoptó una expresión amable y su mejor sonrisa cortés, comió con cuidado pese al hambre que sentía e ignoró resueltamente el dolor de cabeza que comprimía la parte frontal de su cráneo.
—He oído que su deporte favorito es la caza, joven Tsuburaba —comentó Denki controlando sus ansias de acabarse su plato de un solo bocado. En cambio, tomó los palillos y los sostuvo frente a él mientras hablaba—. ¿Le molestaría compartir alguna de sus historias con este Príncipe?
La pregunta consiguió que el muchacho fornido de expresión altanera se sumergiera en un relato ininterrumpido sobre sus armas favoritas, sus caballos y trofeos. Una pregunta sobre los elaphus consiguió que Nejire le ofreciera detalles específicos de la granja de su familia. Denki se esforzó por sonar interesado ante cada palabra, y no dejo de emitir cumplidos cuando era necesario cuidándose de no verse servil. Se notaba claramente que Nejire y Kosei eran demasiado corteses y educados para preguntar directamente por el golpe en su cara, su sutileza era admirable y Denki se prometió mejorar en la suya. Pero incluso en su cortesía tanto Nejire como Kosei dejaban en claro que no consideraban a Denki como alguien importante, lo cual era lógico siendo que en realidad él no era nadie así que ignoró la fría condescendencia de Nejire y la afilada altanería de Kosei. Su deber era demostrar que estaba por encima de ellos.
A diferencia de los dos muchachos más grandes, los otros tres invitados requerían un poco más de refinamiento antes de alcanzar su sutileza y elegancia. La hermana del joven Tsuburaba era tan tímida que Denki no le había arrancado más de una frase de seis palabras durante toda la tarde, se ponía roja cuando se dirigían directamente a ella y prefería sacudir la cabeza antes que formular su respuesta en voz alta. En cambio, los dos muchachos de la familia Hado eran unos completos malcriados. No dejaban de reírse, empujarse y cuchichearse ignorando la mirada incendiaria de su hermana que intentaba hacerlos participar en la conversación. Exudaban la misma confianza, engreimiento y tozudez que Denki había conocido en el comedor, por eso no se sorprendió de lo que sucedió. Ciertamente lo había estado esperando.
En determinado momento Nejire hablaba sobre la temporada de reproducción de los elaphus y cómo su familia lidiaba con ellos cuando una risa, más alta de lo normal, la distrajo. Era uno de los muchachos que había empezado a reírse de lo que decía su hermano ignorando la conversación que se desarrollaba en la mesa. Evidentemente enfadada Nejire extendió una mano y lo pellizco.
—¡Ah! —gritó el muchacho alejando el brazo de su alcance—. ¿Por qué lo has hecho?
En lugar de regañarlo de frente, Nejire lo miró con intención y después hizo un gesto hacia Denki.
—¿Qué? —dijo él en voz alta ignorando los intentos de su hermano por no hacer un escándalo. Cuando ella repitió el gesto él sacudió la cabeza con desparpajo—. Le dije a Padre que no quería venir. Se lo dije.
La respuesta de Nejire fue otra mueca furiosa, a Denki le asombró que una expresión pudiera expresar tanta ira. Ella volvió a hacer otra seña hacia el Príncipe, que parecía ser el gesto universal de "cuida lo que dices", pero en lugar de amedrentarse el muchacho se encogió de hombros con indiferencia.
—¿Qué importa? Padre dice que no importa —y al decirlo miró a Denki con altanería—. Él no es nadie.
—Alteza —dijo Nejire de inmediato con evidente pánico—, deberá disculpar-
—¡Mírale la cara! —gritó el muchacho con enfado—. ¡Si fuera tan importante nadie le habría puesto una mano encima! —entonces se giro hacia Denki y lo enfrentó—. ¿Quién te ha enseñado modales?
Denki se tensó, pero el único cambio en su rostro fue la sonrisa, la cual desapareció sin dejar rastro. Tomó aire con mucha calma y se giró para enfrentarlo completamente.
—Hay preguntas que no son aceptables —respondió con absoluto control—, pero ya que se ha formulado es imposible ignorarla. Esto —e inclinó la cara para enseñarle el golpe— fue por una tontería. Verás, había alguien contando una historia horrenda y humillante. Algo sobre un pepino y sus usos indebidos. Y aunque tal vez te sea difícil entender que mi deber es asegurarme que ese tipo de historias no se cuenten en la casa de mi padre, lo cierto es que la emoción del momento me hizo tropezar en mi prisa por callar a esta persona, ¿puedes creerlo? Suena absurdo, lo sé, pero si te cuento la historia sobre el imprudente uso de las verduras estoy seguro de que comprenderás el porqué de mi sobresalto, ¿te gustaría oírla?
—¡No!
La respuesta provino de tres bocas diferentes. Nejire y sus dos hermanos compartían la misma expresión de horror.
—¿Qué historia? —preguntó Kosei con evidente curiosidad. Denki sacudió la mano.
—No vale la pena repetirla —respondió, entonces miró al hermano de Nejire a los ojos y añadió:— No ahora, al menos, ¿verdad?
Él muchacho sacudió la cabeza y no dijo nada. Denki se abstuvo de sonreír, nunca se habría imaginado que iba a tener que recurrir al chantaje para demostrarle al mocoso que más le valía no meterse con él; pero al menos funcionó porque los hermanos dejaron de reírse mientras la conversación continuaba. Otro logro fue que Nejire perdió su aire condescendiente.
No mucho desde de ese enfrentamiento la reunión llegó a su fin y los invitados de Denki se despidieron uno a uno ofreciéndole una despedida y una reverencia –muchísimo más formal que las anteriores–. Al quedarse solo Denki cerró los ojos emitiendo un suspiro cansado.
—¿Listo para volver a tu cuarto? —dijo una voz en la puerta y al girarse no se sorprendió de ver a Noche.
—¿Hace cuánto que esperas?
—Casi desde el principio. No podía perdérmelo.
—¿Mi padre sabe que estás aquí?
—Por supuesto, él sabe que esta es una reunión importante.
—¿La prueba de que no iba a quejarme?
—La prueba de que vales la pena, pajarito —respondió Noche de inmediato mirándolo fijamente sin dejar de sonreír.
Denki se estremeció.
—Estoy cansado —respondió—. Quiero ir a mi cuarto.
Avanzó hacia la puerta procurando no acercarse a Noche más de lo necesario, pero no hubo suerte porque el guardia lo interceptó antes de salir. Lo sujetó del brazo y se inclinó hacia él.
—Felicidades —dijo en voz baja con evidente deleite—. Eso ha sido brillante.
<Felicidades. Atributo Especial Desbloqueado: Orgullo>
Y tras decirlo se apartó para dejarlo pasar. En lugar de sentirse victorioso, Denki experimentó algo parecido al pánico.
[...]
NA/
¡Buen fin de semana chicos!
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