3.23. Pijamada
Título Alternativo: El momento de calma antes de la tormenta.
[...]
Denki tomó aire con calma y cuando se sintió lo suficientemente compuesto alzó el rostro para encontrarse con que Katsuki seguía mirándolo.
—No podría esperar menos de la persona que se gradúo de la Academia con una mención honorifica por haber superado todos sus exámenes con notas perfectas.
—Sigues sacando información de mí como si me conocieras...
—Es lo que hacen los amigos.
—...¿me investigaste y por eso decidiste pedirme ayuda?
Denki parpadeó.
—Ahhh, ¿sí?
—¿Me estás preguntando?
Denki parpadeó de nuevo, se frotó la mejilla como tenía la costumbre cuando estaba nervioso y no pudo evitar estremecerse cuando toco la zona caliente.
—Se ve horrible. —repitió Katsuki con la misma expresión inquisitiva y violenta de antes, el ceño fruncido, los ojos duros y la boca en un rictus severo. La respuesta de Denki es el mismo suspiro cansado.
—Justamente como se siente.
—¿Quién te hizo eso?
—No —respondió Denki con fuerza, y temiendo por el guardia que se encontraba fuera esperó un momento antes de tomar aire y susurrar—. No quiero hablar de eso, ¿de acuerdo? No es asunto tuyo y no tiene nada que ver con el tema que te ha traído aquí.
—Entonces dime ¿por qué le tienes miedo al guardia de tu padre?, ¿qué te ha hecho?
—Nada.
—Ahora mientes.
—En realidad no, Noche no me ha hecho nada.
—Pero le tienes miedo.
—No quiero hablar de él.
Katsuki volvió a centrar su atención en la habitación, en los libros y las bandejas vacías.
—¿Tu padre sabe de esto?
—¿Saber qué?
—Sobre el guardia. Sobre esto —dijo e hizo un ademán que lo abarcó todo—. Sobre eso —añadió señalándole la cara. Denki respiró con calma.
—Eres un hombre inteligente Príncipe Katsuki, y sé que entenderás que si te digo que mi renuencia a tocar este tema no es por miedo sino porque son verdades que al pronunciarse en voz alta solo empeoran todo. Sin embargo, me doy cuenta que un hombre tan inteligente como tú hallará la respuesta si lo piensa con cuidado y creo que cuando lo averigües entenderás por qué prefiero no hablar de ese tema. Lo único que puedo hacer es repetir lo que ya te he dicho: Me he pasado mi vida metido en una casa con cuatro sirvientes y un guardia, y hasta hace unos meses nadie en la corte me conocía. Mi familia hace su vida sin mí, no tengo aliados, y mis amigos se cuentan con los dedos de una mano. ¿Eso no te basta? Pues entonces te diré que solo existe una persona en este lugar que podría ponerme la mano encima sin sufrir consecuencia alguna por su atrevimiento. Solo una.
El silencio se extendió mientras la expresión de Katsuki iba oscureciéndose, al final hizo tronar su lengua antes de cruzarse de brazos. Se veía contrariado.
—Volviendo al tema del veneno —añadió Denki tras una pausa—, ¿de verdad vas a investigar a los sirvientes que han quedado? Porque Izuku y Aizawa ya hicieron eso.
—Entonces dime las conclusiones que sacaron. O mejor, cuéntame la historia desde el principio.
Denki se echo hacia atrás apoyando la espalda en el diván más cercano conteniendo un suspiro de hartazgo.
—¿De nuevo? Ya te la he dicho dos veces.
—No, esta vez quiero que nos enfoquemos en los sirvientes.
—No quiero repetirlo de nuevo.
—Empieza.
Denki se tragó su gruñido y repitió una vez más la historia del veneno y todo lo que Izuku, Aizawa y Shinsou habían descubierto. La noche parecía alargarse indefinidamente mientras la brisa seguía colándose por la ventana sacudiendo la llama de la lámpara y en consecuencia agitando las sombras que se reflejaban en las telas de los divanes y en el suelo de madera. Denki se cansó de tener las piernas cruzadas y las extendió sin detener su relato, agitó los dedos de los pies para sacudir el hormigueo causado por permanecer en la misma posición y cuando empezó a bostezar, en lugar de acostarse –como deseaba– pues sabía que terminaría durmiéndose, decidió arrellanarse en el diván a su espalda, cambiando de posición constantemente incapaz de estarse quieto. Katsuki, en cambio, escuchó su relato sin alterar su postura de monje, haciendo preguntas ocasionalmente. Parecía enfadarse cada vez que le pedía repetir algo cosa que Denki hacia sin quejarse, supuso que el cansancio lo distraía y eso lo hacía enfadar.
—Según la investigación que Eraser hizo —dijo Denki al final, conteniendo otro bostezo—, todos mis sirvientes tenían antecedentes impecables. Ina y Mizushima habían trabajado en el palacio antes de que me los asignaran, Toka y Saya eran las más jóvenes pero recibieron aprobación del Clan. Todos estuvieron conmigo desde que me mude fuera del Palacio, creo que tenía trece o catorce años entonces, no me acuerdo.
—¿Y están seguros de que ninguno de ellos fue comprado?
—Aizawa fue bastante claro que esa clase de dinero es difícil de ocultar, pero no se encontró nada incriminatorio en ninguno.
—La persona que puso esto en tu casa no es estúpida, no habría cometido un error tan simple.
—A Izuku y Aizawa les preocupaba muchísimo ese detalle. Insistían en que no era un envenenador ordinario.
—No lo es, pero la diferencia entre su investigación y la mía es esto —dijo recogiendo el paquetito con las diminutas bolitas rojas—. Ellos no encontraron el veneno ni pistas acusatorias sobre tus sirvientes porque quien haya organizado esto se aseguró de que no hubiera nada.
—Lo sé, es una suerte que me creyeran sin tener pruebas.
—Porque no entiendes cuando te dicen que no.
—Claro que entiendo, pero no dejo que eso me detenga —otro bostezo, más largo que el resto interrumpió a Denki. Sacudió la cabeza y parpadeó para apartar las lágrimas que se había acumulado en el borde de sus ojos—. Ahora que tenemos el veneno la cosa cambia, ¿verdad?
—Sí. Una vez que identifiquemos sus componentes podemos rastrear a las personas que lo preparan y empezar a obtener respuestas.
—Eso sería maravilloso, supongo esa parte estará en manos de Kirishima.
La última silaba se perdió cuando otro bostezo lo interrumpió a la mitad.
—Es tarde —dijo Katsuki al verlo—, volveré mañana para continuar con esto.
—Intenta pedir una audiencia en el día —respondió él saltando del diván con las piernas por delante para acompañar a su invitado hacia la ventana. Ahí se estremeció ante la brisa fresca que se metió bajo su bata—, así al menos tendré algo que hacer que no sea aburrirme.
Katsuki se detuvo y lo miró, la expresión en sus ojos era indescifrable.
—¿Y por qué no sales? Aún si esa cosa se ve horrible y te preocupa que la gente la vea hay muchos lugares a los que podrías ir sin que tengas que toparte con nadie.
Denki suspiró, se pasó las manos por el pelo mientras fijaba su atención en el borde de la ventana.
—El guardia en mi puerta no solo está ahí para evitar que gente indeseada entre —dijo con resignación, entonces alzó los ojos y le ofreció una pequeña sonrisa cansada—. Y a diferencia de ti yo no tengo la constitución para ir colgándome de la ventana como animal salvaje.
Katsuki frunció el entrecejo, apartó la mirada, y movió el cuello, parecía terriblemente tenso y enfadado.
—Volveré mañana —repitió antes de encaramarse en la ventana—, y tal vez... uhg... tal vez quieras considerar ponerte otra cosa.
Fue un gesto instintivo el de mirarse tomando nota por primera vez de lo que traía puesto –con el susto y el posterior interrogatorio se había olvidado por completo que lo único que llevaba encima era una bata sin ropa interior. Una bata cuyo cinturón se había aflojado a lo largo de la noche y que dejaba a la vista más pecho del que le habría gustado exhibir. Al acordarse de todas las veces en las que había cambiado de posición, indiferente a sus piernas desnudas y su aspecto desaliñado, Denki no pudo evitar sonrojarse hasta las orejas.
—Que vergüenza —dijo pero para entonces Katsuki ya se había marchado.
Maldiciéndose por su absoluta falta de decoro Denki se arrastró hasta su cama donde se desplomó como un saco viejo. No le importó que el colchón estuviera frío, estaba tan cansando que se envolvió en la única sábana que había dejado en la cama y se quedó dormido.
Apenas unas horas después lo despertaron los golpes en la puerta y pese al desvelo de la noche anterior Denki salió de la cama y se arrastró hacia la entrada para quitar la silla empotrada contra la puerta. Al abrir todo el sueño se desvanece cuando ve a Ina.
—Buenos días, Alteza
—Buenos días, no he pedido nada.
—Es su medicina, Alteza.
Denki forzó una sonrisa calmada pese al estremecimiento que lo recorrió.
—Déjala en la mesa —respondió alejándose de la puerta y enfilando hacia el diván donde escogió un libro al azar para abrirlo en una página cualquiera. Fingió leer.
Ina dejo el servicio de té al alcance de su mano que incluía una tetera humeante y una taza vacía, tras servirlo con muchísimo cuidado Ina le ofreció una reverencia y en lugar de marcharse comenzó a recoger los cojines tirados, las colchas y almohadones para devolverlos a la cama. Trabajó en silencio y eficacia mientras Denki pasaba páginas.
En determinado momento se detuvo, hizo tiempo estirándose y finalmente tomó la taza humeante, la sostuvo en el aire mientras fingía leer. El día anterior se había asegurado de deshacerse de todo el té que le servían bebiendo en cambio el agua fresca que había hecho traer con la excusa de lavarse, pero algo le decía que Ina no iba a irse hasta que no lo viera beber esa cosa. Se la llevo a los labios y se detuvo,
—Por cierto, Ina, ¿puedes buscar en mi armario la ropa interior?
—Por supuesto, Alteza.
Denki esperó y cuando la vio dirigirse hacia el armario se apresuró a subirse en el diván para destapar la tetera, devolvió parte del contenido de su taza y volvió a su lugar antes de que Ina emergiera del armario. Desde ahí fingió beber para después devolver la taza a la bandeja.
—¿Dónde la pongo, Alteza? —preguntó Ina al acercarse al diván. A Denki no le pasó desapercibido su gesto de mirar la taza antes que a él.
—En la cama, después de eso puedes marcharte.
—Como ordene, Alteza, ¿quiere que prepare su baño?
Denki se estremeció.
—No planeo salir hoy así que no.
—¿Y su desayuno?
—No tengo hambre, lo pediré después. ¿Sabes si mi padre se ha levantado?
—No aún, Alteza.
—Gracias, eso es todo.
—¿El té ha sido de su agrado?
—Por supuesto —respondió Denki ofreciéndole una sonrisa. Ina no la correspondió.
—Entonces me retiro.
Apenas la puerta se cerró tras de ella Denki se desplomó en el diván con un suspiro cansado. Tenía planeado levantarse, empotrar la puerta, enviar un mensaje a su padre o hacer cualquier cosa, pero sentía los ojos pesadísimos y su cabeza latía. Cerró los ojos –cinco minutos– se dijo y solo volvió en sí cuando escuchó los golpes en la puerta. Del susto casi se cae al suelo, aunque el sonido del libro al estrellarse con el piso terminó por despertarlo por completo. La siguiente vez que abrió la puerta era media mañana y la persona que esperaba tras ella era Saeko acompañada de otras dos sirvientas.
—Buenos días, Alteza —dijo la mujer ofreciéndole una sonrisa
—Buenos días, no he pedido nada —repitió Denki como en un deja vú.
—Lamentamos la interrupción, Alteza, pero el Emperador ha solicitado su presencia para almorzar.
¿Va a dejarme salir?
—¿En el comedor? —pregunto Denki con emoción.
—No, Alteza, en su recamara.
El alivio de Denki se cristalizo en una emoción violenta, de la ansiedad su estómago se revolvió con brusquedad mientras su cuerpo se cubría de un sudor helado. Incapaz de encontrar una réplica apropiada Denki se limito a quitarse de la puerta mientras las mujeres entraban para escoger su atuendo y sus accesorios.
—No me he bañado —balbuceó en un momento aterrado del aspecto que iba a ofrecerle al Emperador.
—Hemos preparado el agua, Alteza, para cuando vuelva tendremos todo listo.
Así que Denki abandonó su habitación; como las sirvientas lo ayudaron a bañarse todo acabo rápido y casi una hora después estaba sentado en el taburete de su habitación mientras Saeko le cepillaba el pelo. La túnica que habían elegido para él era de un suave color azul delicado y sin adornos. A Denki le pareció que las mujeres intentaban crear un aire inofensivo, como una forma de ganarse la simpatía del Emperador.
No que eso vaya a cambiar el carácter de ese hombre. No, se dijo, así no vas a conseguir nada. Recuerda, tienes que pedirle que te deje salir. Disculparte hasta cansarte y de ser necesario arrodillarte a sus pies y pedirle misericordia, de lo contrario vas a quedarte en ese cuarto el resto de tu vida.
Tomó aire y se dejo guiar por los pasillos del segundo piso, lejos de las zonas públicas hasta el ala principal donde había muchísimos más guardias. Un sirviente se materializó de la nada para guiar a Denki hasta un pequeño salón privado. Y tras arrodillarse en el suelo para esperar, Denki siguió repitiendo disculpas mentales mientras los nervios no lo dejaban en paz.
Su padre se apareció vestido aún con la bata que seguramente usaba para dormir, la cual se curvaba en torno al estómago regordete. Tenía el pelo desarreglado en una coleta floja y los ojos inyectados en sangre.
—Padre —dijo Denki con formalidad ofreciéndole una reverencia de inmediato.
—Cállate —respondió el Emperador posando sus ojos en él. El sueño le nublaba la cara y su expresión no mostró culpa alguna cuando sus ojos se posaron en la zona amoratada. A Denki no le sorprendió ver el enfado burbujeando en él como una olla caliente—. Creí haberte dicho que te mantuvieras alejado de mis invitados.
—Me disculpo si he ofendido a alguno de ellos, padre, no ha sido mi intención.
—¡Cállate! Tu desobediencia solo me ha dado problemas. Lo único que escucho son preguntas de tu estado y de tu ausencia y de cómo todos esperan verte. ¡Te saque de tu casa para casarte y ese compromiso sigue en el aire! ¡¿Por qué?!
—Apenas hemos conversado una vez, padre.
—¡Sin embargo has tenido tiempo para charlar con toda la corte! ¡Y para pasear a medianoche en la calle!
—Me disculpo por eso, padre.
—¡Tus disculpas no me interesan! ¡Quiero que este compromiso se confirme en menos de una semana! ¿Lo entiendes? No aceptaré otra cosa.
—Si mi padre lo permite, al asistir a los eventos de hoy tal vez encuentre el momento adecuado para hablar con-
—¡No! ¡Te he prohibido salir! ¡No tienes permiso para salir!
—Majestad —dijo una voz tras de él y Denki experimento un escalofrío de terror al reconocerla. Ni siquiera lo había oído llegar—. La ausencia del Príncipe se ha convertido en un tema recurrente, todos ayer hablaron de eso.
—Y lo olvidarán en unos días.
—Seguramente, pero no queremos que la gente especule sobre las razones de su ausencia.
—¿Le has visto la cara? Déjalo salir y todos especularán sobre lo qué ha pasado. Eso es aún peor.
—Me he caído —respondió Denki de inmediato.
—¡Cállate!
—Majestad —repitió Noche en ese tono cortés y formal que Denki empezaba a reconocer, pese a su deseo de salir corriendo se obligó a quedarse de rodillas en el suelo absolutamente quieto—, el compromiso no puede confirmarse si el Príncipe está encerrado en su cuarto.
—¡No va a salir!
—Entonces tal vez podamos arreglar reuniones privadas. Debemos dar la impresión de que el Príncipe disfruta de una vida discreta en el Palacio, es mucho menos llamativo que los rumores del Príncipe encerrado en su cuarto.
—¿Qué sugieres?
—El Príncipe puede venir a almorzar con usted cada mañana, eso eliminaría posibles rumores sobre disensiones en la familia Imperial.
—No almorzaré con él.
—Y no tiene que hacerlo, solo queremos que la gente sepa que el Príncipe lo visita diariamente. Un paseo corto al jardín evitará que la gente murmuré sobre la completa ausencia del Príncipe en las actividades diarias. Y una reunión ocasional con alguno de nuestros invitados acabara por completo con el resto de las habladurías, escogeremos a nuestros aliados más discretos para ayudarnos a calmar la situación.
El Emperador gruñó al pasarse una mano por la cara y después simplemente sacudió la cabeza.
—Organízalo —dijo antes de dar media vuelta y marcharse sin despedirse. Denki experimentó la vivida sensación de ser invisible. Eso hasta que sintió la presencia de Noche acercarse.
—Vamos, pajarito —murmuró el guardia desde toda su altura, olvidado ya el tono cortés—. Demos una vuelta por el jardín.
Denki habría preferido volver a su cuarto.
[...]
NA/
¡Hola!
No, el Emperador no quiere a su hijo, pero no lo quiere soltar. ¿Por qué? Porque lo odia y quiere hacer su vida miserable. Porque si no se pareciera a su madre es probable que lo hubiera dejado morir. Uf.
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