3.21. Soledad
Título Alternativo: La jaula empieza a quedarse pequeña.
[...]
Tras Ina iba Saeko, y cerrando la marcha estaba la sirvienta que Noche había enviado a las cocinas, era ella quien transportaba la bandeja de comida.
—Alteza —dijo Saeko en la entrada y las tres le ofrecieron una reverencia cortés. Ella se detuvo momentáneamente al ver a Noche y compuso una perfecta expresión de sumisión—. Buenos días, señor —añadió.
Noche no se dignó a responderle, así que las tres mujeres entraron y comenzaron a trabajar. Ina y Saeko se dieron a la tarea de limpiar el baño mientras la tercera enfilaba hacia la tina. La mujer apoyó la bandeja sobre el borde y sirvió el té con maestría sin derramar nada utilizando una sola mano; al terminar se quedó quieta esperando que el Príncipe tomara la taza.
—Déjalo ahí —dijo Denki con los ojos fijos en el agua recordando la voz que había oído en la noche: "Me encargaré del asunto personalmente"—. Lo beberé después.
—Pero Alteza —dijo la mujer—, está a la temperatura perfecta.
—Llévalo a mi habitación, lo beberé más tarde.
—Alteza —intervino Noche en algún punto a lo lejos—, es la medicina que el médico ha recomendado. Servirá para el dolor y ayudará con la inflamación, es preferible que la beba ahora.
Denki no se atrevió a llevarle la contraria. Muy lentamente, luchando por mantener su rostro impasible, se giró para mirar a la mujer; tras ella podía ver a Noche, esperando. No pudo evitar acordarse del agua caliente cayendo sobre su piel y del miedo burbujeando dentro de él. Aún podía sentirlo y empezaba a creer que nunca lo abandonaría.
—Alteza —repitió Noche, exquisitamente cortés como siempre lo hacía frente al resto del mundo—, el té se enfría.
La mano de Denki emergió del agua para tomar la taza, llevarla hasta sus labios y beber. Estaba dulce.
—¿Tiene miel? —preguntó devolviendo la taza a la bandeja.
—Así es, Alteza —respondió Saeko deteniendo su trabajo—. Justo como le gusta.
¿Ina te dijo eso?
—Ya no —respondió Denki con muchísima calma, plenamente consciente del peso de la mirada de Noche sobre él—. Me recuerda a Toka, ella lo preparaba así y mientras no sepamos por qué se fue no quiero que mi té lleve miel.
—De acuerdo, Alteza, lo prepararé de nuevo con azúcar.
—No —dijo Denki metiendo la mano en el agua para que no la vieran temblar. Un destello trajo a su mente el recuerdo de Neito bebiendo con él—. No más azúcar. Mi hermano dice que ya no soy un niño para beber azúcar.
La mujer asintió, la imagen perfecta de la humildad y la tristeza, una imagen que en otro tiempo habría hecho sentir a Denki culpable por sus caprichos pero que en ese momento simplemente cimentó su resolución.
—Llévatelo y trae té solo.
Esperaba que Noche protestara, que insistiera con el té pero no lo hizo, guardó silencio mientras seguía en su lugar absolutamente quieto. Ina tampoco intervino, trabajaba con calma como si la conversación no fuera con ella. La sirvienta asintió, se enderezó con la bandeja y el té intacto para después marcharse sin mirar atrás.
Noche seguía mirando.
—Dejen eso —dijo de pronto—, ayuden al Príncipe a salir de ahí. El agua se ha enfriado.
Saeko asintió, tomó la bata que Noche había dejado colgada antes de alejarse de la bañera y la abrió para el Príncipe. Durante un momento Denki quiso insistir en quedarse, en obligarlos a marcharse y permanecer ahí hasta que se sintiera lo suficientemente estable para salir, pero la idea de retar a Noche por segunda vez era más de lo que podía hacer en ese momento. Así que emergió del agua asegurándose de mantener a Saeko entre Noche y él, metió los brazos por las mangas amplias indiferente a que el borde de la tela se empapara. Cerro la bata, ajusto el cinturón y salió metiendo los pies en las sandalias de tela que Ina colocó a sus pies. Ellas encabezaron la marcha con Denki detrás y Noche al final; al salir, Denki vio a un guardia custodiando el pasillo del baño, uno de los que solía quedarse de noche junto a la puerta de su habitación. Fue verlo y estremecerse.
Afuera de su habitación –con la cama recién tendida, los cojines recogidos y las ventanas abiertas–, encontraron al mayordomo Sekijiro esperando junto otros tres guardias y las tres sirvientas que solían atenderlo por las mañanas. Saeko e Ina se detuvieron junto a ellas mientras Denki seguía avanzando sin mirar a nadie.
—Bajo orden del Emperador el Príncipe tiene prohibido salir —dijo Noche apenas Denki estuvo dentro—, no se admiten visitas, ninguna que no haya sido autorizada por Su Majestad. ¿Ha quedado claro?
Todos los sirvientes y guardias asintieron mientras Denki los miraba sin decir nada.
—Descanse, Alteza —añadió el guardia cerrando la puerta. No hubo sonrisa ni gesto indolente, su rostro era una máscara impasible con los ojos brillantes. Fue lo último que Denki vio antes de que la puerta se cerrara.
El silencio de su habitación le resultó insoportable. Denki cerró los ojos apoyando la frente contra la superficie de madera mientras luchaba por ahogar la sensación de soledad y terror que intentaba ahogarlo.
"El agua tibia sobre su piel y la presencia de Noche junto a él"
Abrió los ojos y se sacudió el recuerdo, tomó aire apartándose de la puerta con resolución.
―Me tomaré el día libre ―se dijo―, descansaré y pensaré con cuidado lo que tengo que hacer. Nada de esfuerzo físico para mí. Hice demasiado ayer, hoy necesito descansar. Y mañana, cuando mi padre no este sufriendo los horrores de la cruda, hablaré con él. Le diré que todo fue mi culpa y le pediré perdón.
Confiaba en que su ausencia atrajera la atención de Neito o de su tío Hizashi y que ellos decidieran visitarlo. Con suerte para entonces su mejilla dejaría de sentirse como un corazón vivo.
Con esa idea en mente Denki se dirigió hacia el armario, en el camino vio que las sirvientas habían extendido su ropa de cama sobre las colchas limpias, pero el camisón de algodón blanco había sido su vestimenta diaria durante el largo invierno que le había tocado vivir encerrado en su casa y Denki prefería no revivir esa época, no en ese momento al menos. Lo que quería era algo que lo hiciera sentir relajado y cómodo, algo que no le trajera recuerdos de ninguna clase.
Rebusco entre su armario hasta encontrar una bata larga hecha de una tela tan suave que sus dedos cosquillearon al tocarla. No tenía adornos ni bordados, lo único llamativo eran sus mangas amplias junto con el cinturón suelto a la altura de su cintura.
Secándose el pelo con la bata de baño Denki pasó frente al espejo de su habitación y no pudo evitar mirarse. Lo que vio ahí fue una figura delicada y compacta con un rostro andrógino y unos ojos enormes vestida con una exquisita bata de seda que, gracias a la humedad de su cuerpo, envolvía su figura como una segunda piel, delineando claramente la forma de su cintura y sus caderas. El color verde botella contrastaba exquisitamente con su piel y la abertura de la bata, pese al cierre del cinturón, dejaba entrever un trozo de pecho desnudo y una larguísima pierna congelada a medio paso.
Si mis problemas pudieran arreglarse siendo bonito ahora mismo estaría tomando el sol lejos de aquí.
Se apartó del espejo para sentarse frente a su tocador tomando conciencia de su falta de ropa interior. Bah, nadie me ve, se dijo antes de tomar el cepillo para desenredar su pelo. Lo hizo con cuidado y mucha calma, pues el tiempo sobraba.
Cuando llamaron a la puerta Denki les permitió entrar sin dejar de cepillarse el pelo. La mujer a la cabeza era la sirvienta del baño, tras ella iba otra cargando una bandeja con un servicio de té y al final entró Saeko con una bandeja cubierta.
―Su medicina, Alteza ―dijo la sirvienta sirviendo el té en la mesita junto al diván más grande.
―Y su almuerzo ―añadió Saeko destapando la bandeja que llevaba para revelar un platito de arroz, junto con una porción de vegetales y un pescado asado sobre una hoja aromática.
―Gracias ―dijo Denki sin moverse.
―¿Necesita algo más, Alteza? ―preguntó la mujer.
―Tinta y papel, quiero continuar con mis clases de caligrafía, también una canasta de fruta entera.
―Como ordene, Alteza ―respondió ella antes de depositar el frasquito de medicina que Denki se había olvidado en el baño. Cuando las dos mujeres se fueron, Saeko se acercó a él.
―¿Puedo cepillar su pelo, Alteza?
―No ―dijo Denki con calma―, no es necesario. Puedes retirarte.
Saeko miro hacia la puerta como si temiera que alguien fuera a verla, al comprobar que no había nadie sacó un paquetito de entre su ropa.
―Todo saldrá bien, Alteza ―le dijo depositándolo sobre el tocador, después le ofreció una reverencia y se marchó sin mirarlo. Era una caja con golosinas.
Denki metió el paquete en un cajón y continuó cepillándose el pelo, tratando de apartar la paranoia de su mente. Tal vez todos los sirvientes obedecen a Noche, o tal vez no, pero no tiene sentido obsesionarse con el asunto. Si lo hago me volveré loco.
Con el pelo esponjoso y suelto, a fin de que terminara por secarse, Denki se apartó de su tocador para sentarse en el diván a contemplar la comida en la mesita de junto.
No toques nada, dijo una vocecita dentro de él.
Tengo hambre, respondió otra parte de él.
No puedes comerte esto.
La comida está bien, sabemos que el veneno está en el té.
Había un veneno en la sopa. Pudieron haber puesto veneno en el arroz.
Denki se cruzó de brazos.
Primero el veneno en la sopa y ahora en el té, ¿quién me odia tanto para querer asegurarse de que realmente me muero? Sería tan fácil y simple cortarme el cuello.
Seguro que Noche lo disfrutaría.
La idea lo hace recordar el baño, el agua sobre su piel y la sensación de que Noche no tiene prisa.
No pienses en él. Tienes muchas tras cosas de las que ocuparte, primero la comida.
Tengo que comer. Si no lo hago no tendré fuerza y eso sería la excusa perfecta para que me den más medicina y cualquier otra cosa.
Si comes puedes morirte.
Ellos no saben que sé lo del té, solo debo ser cuidadoso en hacerles creer que lo sigo bebiendo.
Te negaste a beberlo hoy, sospechan.
He sido convincente, no habrá problemas.
Denki seguía mirando la comida cuando Sekijiro entró acompañado de una sirvienta, ambos cargando cada uno una pila de libros.
—Le he traído el papel que pidió, Alteza —dijo el mayordomo depositando todo su botín en otra de las mesas junto a la ventana.
—Gracias, ¿quién te ordeno traer los libros?
—Nadie, Alteza, supuse que le gustaría hojearlos. ¿Necesita algo más?
—Estoy bien.
Ellos se marcharon y Denki procedió a comerse el tazón de arroz, las verduras y el pescado, vacío su taza de té en la maceta de la entrada y después se sirvió otra. La probó pese al miedo y descubrió que seguía estando amarga aunque era un sabor tolerable.
Podría ser que me he acostumbrado.
Dejo el té y en su lugar se comió una fruta. Las sirvientas volvieron a recoger los platos y Denki espero hasta verlas marchar antes de poner manos a la obra. Quitó la esponjosa colcha de su cama y la traslado hasta el diván junto a la ventana, ahí movió los muebles y las mesas despejando una sección lo suficientemente larga para poner la colcha doblada en el suelo. Trasladó todos los cojines del cuarto hasta ahí y acomodo los divanes de manera que lo mantuvieran oculto por si alguien entraba. Acercó una de las mesas más bajas a su zona de trabajo y se sentó junto a ella, indiferente a que la mayor parte de sus piernas se exhibía al sol. Con el pelo suelto y húmedo cayendo a su espalda Denki se imaginó que estaba en el jardín, disfrutando de una preciosa tarde de sol.
Trabajó todo el día pese al dolor en su cara. Hizo una lista con todos los animales que había en las fichas del Sistema y para identificarlos hojeó todos los libros que tenía sobre las casas nobles del Imperio, si los emblemas familiares incluían un animal Denki se aseguraba de cotejarlo con su lista. No obstante, hubo algunos que se quedaron sin nombrar.
No importa.
Se enfocó en aquellos que tenía y comenzó a anotar todo lo que había aprendido de ellos, quería tener temas de conversación o preguntas interesantes cuando volviera a encontrarse con ellos después de todo tenía que convencerlos de apoyarlo. Estaba llenando la sección de la familia Yoarashi –gigante ruidoso y llamativo que le gustaba bailar y no conoce limites personales–, cuando los sirvientes volvieron con la comida de la tarde. Se mostraron ligeramente sorprendidos al no verlo al abrir la puerta, pero Denki les dijo que dejaran la bandeja en la mesa y se marcharan. Ellos obedecieron y él continuó con su trabajo.
De vez en cuando tomaba un descanso, entonces se extendía sobre la colcha limpia para mordisquear la fruta mientras veía las nubes pasar, si se aburría daba vueltas por el cuarto calentando sus pantorrillas adoloridas, e incluso tomó una siesta a media tarde encogido en la colcha limpia y rodeado de todos los almohadones. Cada vez que la mejilla empezaba a latir demasiado se aplicaba el ungüento frío que aplacaba el dolor y se dio masajes en los pies para calmar la rigidez causada por sus caminatas del día anterior.
Y mientras tanto no dejaba de pensar. En si Katsuki y Shouto seguían en el palacio, en cómo abordarlos y hacer que se hicieran amigos. En cómo pedirle a su padre que lo dejara en salir. En su tío Taehiro de quién no se había despedido. Pero más que nada pensaba en Noche: Noche y el veneno, Noche en el baño, Noche e Ina. Se había convertido en una constante en su vida hasta el punto en que tuvo que forzarse a pensar en otra cosa para calmar su ansiedad.
Hacia la tarde su ánimo empezó a decaer. Tras haberse pasado el día anterior yendo de un lugar a otro y charlando con todos, volver al silencio de antes le resultó desgastante. La soledad no le era extraña, había pasado días sin Shinsou encerrado en su cuarto solo con permiso para ir a la biblioteca y de vuelta, pero había probado lo que era salir y estirar las piernas, la perspectiva de quedarse dos semanas en esa habitación le resultaba intolerable.
Tengo que hablar con mi padre mañana, cueste lo que cueste.
Aburrido, Denki se arrellanó entre los cojines a mirar el cielo cambiar de color mientras se pasaba las manos por el pelo revuelto que le había quedado tras su siesta vespertina. Era una noche fresca y la brisa que entraba por la ventana se colaba entre los pliegues abiertos de su bata además de ascender por sus piernas desnudas, las cuales tenía cruzadas frente a él. A Denki no le importó, el frío lo mantenía alerta y todavía no estaba listo para marcharse a dormir así que siguió cepillándose el pelo con los dedos mientras pensaba.
Mañana solicitaré una audiencia con mi padre para discutir mi castigo. Le diré que tenía acordada una reunión con mi prometido, eso seguro que lo hace dudar. Y si mi padre no me recibe... puedo pedir que llamen a Hakamata o a mi tío o a Neito, eso si los sirvientes aceptan llevar mi mensaje porque Noche podría haberlo prohibido... Rayos, tan solo desearía que mi padre se olvidara de este estúpido castigo.
Esa idea lo sacudió.
<Sistema, dijiste que tenía un deseo, ¿qué es exactamente lo que puedo desear?>
<Algo que no puedes obtener por ti mismo>
Denki estaba analizando lo que había dicho el Sistema cuando el hombre entró por la ventana de su habitación. Fue tan repentino que no alcanzo a gritar, todo lo que hizo mirarlo con los ojos abiertos y las mano quietas sobre su pelo.
[...]
NA/
Que levante la mano quien desee darse un baño después del capítulo anterior aunque me temo que Denki dirá que no.
Ahora, hagan sus apuestas mis estimadisimos lectores, ¿quién se ha colado en la habitación de Denki? Alcen la mano para votar por él
Shouto
Katsuki
Eijirou
Izuku
Shinsou
Otro.
Y para terminar, en agradecimiento a mis lectores y a todos mis seguidores he decidido regalarles la continuación de un oneshot. Si estás leyendo esto es porque te gusta el shinkami y quieres leer algo más de ellos así que si has leído el libro Yuanfen de mi perfil dime que historia te gustaría leer: "Historia ...". La que consiga más votos tendrá una continuación. Ustedes me dirán. Dime aquí->
Gracias por leer.
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