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3.17. Verdad

Título Alternativo: Denki entra a la cueva del dragón.

[...]

Mientras sigue al muchacho por las calles desiertas y oscuras, Denki no deja de pensar. Piensa en todas las veces que se ha tomado un té dulcísimo y en aquellas en que ha dejado la taza porque está demasiado amargo. Y no lo entiende.

Todos bebimos el mismo té, ellos no me dejaban tocarlo hasta no haberlo probado primero. Cuando Izuku y Aizawa estuvieron monitoreando su comida lo obligaban a esperar has probarlo primero. Eso quiere decir que no es el té, es algo que ponen en el té, pero cómo saben cuál es mi taza.

Las dudas no lo dejan en paz.

—Es aquí, mi señor —dice el muchacho señalando una casa inmensa que se erigía sobre una suave colina. Además de la imponente muralla que rodeaba la propiedad, grandes árboles y tupidos arbustos cubrían el patio, haciendo imposible ver la entrada a la casa, además varios caminos serpenteaban por toda la zona como si el dueño quisiera asegurarse que fuera un laberinto difícil de recorrer.

En lugar de seguir por alguno de los caminos principales, el muchacho lo llevo a cruzar el jardín hasta llegar a un pequeño sendero de tierra que rodeaba la casa. La puerta trasera carecía de la exuberancia que se veía al frente pero también contaba con árboles colocados estratégicamente para evitar que fuera fácil ser visto desde los alrededores. Ahí los esperaba un hombre robusto de pelo castaño, embutido en una bata esplendorosa y acolchonada.

—Gracias, y dale las gracias a tu padre —le dijo Denki al muchacho cuando las presentaciones terminaron. El chico le ofreció una reverencia antes de marcharse de prisa—. Buenas noches, venerable —añadió dirigiéndose al dueño de la posada que lo miraba con una expresión complicada, como si hubiera esperado recibir a otra persona y no a un muchacho delgaducho con una sonrisa cortés.

Por tu cara tampoco me reconoces, ¿verdad? Las ventajas de ser un rumor del que nadie está seguro.

—Buenas noches —respondió el hombre después de recuperar la voz—. Señor, antes que nada debo dejarle en claro que no es mi costumbre hablar de los clientes que se hospedan en mi casa. Quienes vienen aquí aprecian la privacidad que les ofrezco, y sería terrible para mi negocio permitir que la gente crea que no valoro sus secretos.

—Lo entiendo, venerable —le respondió Denki que había sido advertido por el muchacho sobre las condiciones del dueño—. No puedo expresarle mi aprecio por el favor que me hace esta noche, y soy consciente de los problemas que esto puede acarrearle. Lo único que puedo hacer es ofrecerle esto como una modesta compensación por las molestias que sin duda hemos ocasionado —y dicho eso le extendió otro de los broches que llevaba en la cabeza.

El hombre arrugó el entrecejo al tomar la pieza pero le bastaron dos segundos para abrir los ojos e inhalar con fuerza. Obviamente también conocía el material y su valor.

—Estoy seguro de que esto cubre también el hospedaje de mi amigo y cualquiera que hayan sido sus exigencias. De ser posible me gustaría que le devolvieran su dinero como un favor hacia mí.

La expresión del hombre se complicó aún más, pero terminó asintiendo mientras introducía la mano en el bolsillo y, para sorpresa de Denki, extraía el arete con la piedra roja que Katsuki solía usar en la oreja izquierda. Es bueno saber que no soy el único que no carga dinero consigo y prefiere pagar con joyas.

—Por aquí, señor —dijo el dueño mientras Denki se preguntaba donde poner el arete que acaba de recibir, al final optó por llevarlo en la mano.

Subieron escaleras y más escaleras hasta la tercer planta, Denki estaba convencido de que iba a llevarlo a un saloncito para esperar y por eso se sorprendió cuando llegaron hasta una puerta en el tercer piso y el hombre le dio permiso para entrar. Denki se limitó a parpadear.

―Es aquí, mi señor. Entre.

—Eh —respondió él en un susurro bajo—, no.

—¿Cómo?

—No vamos a despertarlo ahora —explicó con urgencia—, va a enfadarse si lo molestamos en plena noche.

―Señor, ¿no quiere asegurarse que sea él?

―Confío en su palabra, venerable, además la joya lo confirma. Es mi amigo, y si no le importa me gustaría que me dejara sentarme en un salón privado a esperar la mañana para hablar con él.

—Señor, tiene que entrar.

—No ―repitió Denki.

―¡Entre, por favor!

―Shhhh ―dijo Denki aferrándolo por la manga de su bata―. Si lo despiertas se enfadará.

―Demasiado tarde ―respondió una voz calmada, no la calma de alguien que acaba de despertar y aún está sacudiéndose el sueño. No. Era la voz de alguien que lleva un rato en el mundo consciente. Cuando Denki se giró hacia la puerta descubrió que estaba abierta, desde ahí lo miraba Katsuki Bakugou, apoyado en el marco de la puerta―. Vete —le dijo al posadero y el hombre obedeció tan rápido que Denki ni siquiera atinó a decirle nada. El único sonido que salió de su boca fue un escape de aire poco elegante:

—Hum

—Cuando me dijeron que había alguien buscándome habría apostado por cualquiera de los hombres de mi madre. Incluso algún asesino demasiado estúpido para su propio bien. Pero nunca habría sospechado de ti. ¿Qué estás haciendo aquí?

Denki forzó a sus ojos a mantenerse en la cara de Katsuki y le ofreció la sonrisa más cortés que pudo conjurar, pese al espanto que suponía haber perdido la ventaja que suponía una aparición sorpresa. Finalmente, se forzó a decir.

—Me prometiste un baile.

Katsuki frunció el entrecejo. Nada sorprendente siendo que el tipo no tiene sentido del humor. Se armó de valor y puso rumbo hacia la habitación obligando al Príncipe a moverse para dejarlo pasar.

—Y siendo que nuestra amistad va empezando considero importante que mantengamos las promesas hechas.

Ni siquiera había cruzado el umbral cuando Katsuki lo aferró del brazo y lo obligó a mirarlo. Denki descubrió entonces que no había nada más aterrador que tener al Príncipe Bakugou, con sus ojos indescifrables, mirándolo desde toda su altura –una cabeza más alto que él–, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo en su piel y los dedos tiesos sobre su codo. Dedos que podían fácilmente partir su cuello delgaducho.

—Tal vez los tarados de tu casa soporten tus estupideces solo por la cara que tienes. O tal vez se crean tus mentiras solamente porque las dices con esa sonrisa, pero en mi presencia solo hablarás con la verdad. Eso o te echaré de aquí. ¿Ha quedado claro?

Clarísimo.

—Suéltame —dijo Denki en cambio con una voz que pretendía ser firme pero que a sus oídos sonó diminuta.

Para sorpresa suya Katsuki obedeció y Denki se permitió respirar mientras entraba en el cuarto envuelto en sombras e iluminado malamente por un candil puesto sobre la pequeña mesa del rincón. El corazón le latía desenfrenado.

Supo en ese momento que engañar a Katsuki para obligarlo a quedarse iba a ser imposible. Supo que no había nada en ese mundo que él pudiera ofrecerle para tener su ayuda. Y supo que no había tiempo para pensar en excusas, sutilezas o mentiras.

Mierda

—¿Qué haces aquí? —pregunto Katsuki de nuevo y Denki lo miro brevemente antes de alejarse de la puerta y acercarse a la única ventana del cuarto. Desde ahí podía verse la Ciudad Imperial a lo lejos—. Habla.

No puedo decirle la verdad. No puedo hablar del compromiso a menos que él lo mencione. No puedo mencionar a Noche. No puedo hablarle de mis misiones. No puedo decirle nada.

—¿Y bien?

Denki tragó saliva aferrándose las manos, entonces recordó el arete que el dueño de la posada le había dado y lo miro antes de mostrárselo a Katsuki.

—Es tuyo —dijo Denki y se lo lanzó—. He pagado por el servicio de la habitación y por el caballo que querías. Con eso espero que perdones la molestia que ha supuesto mi repentina visita.

—Sigues sin contestar mi pregunta —gruñó Katsuki con la impaciencia en su voz—. ¿A qué has venido?

Denki miró una vez más por la ventana para contemplar el cielo oscuro cubierto de estrellas y de las dos lunas que emitían un brillo platinado. Había pasado tanto tiempo ocultando verdades –que no podían ni debían ser pronunciadas– que en ese momento se encontró sin palabras.

—¡Contesta!

No puedo decirle la verdad.

Cerró los ojos, puso la mente en blanco y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza.

—Supongo que he venido a pedirte ayuda.

—¿Para qué?

—Necesito...

<Advertencia. No debes mencionar el objetivo de las subtramas>

—¡¿Qué?!

Denki se retorció las manos.

—No puedo decírtelo.

—¿Por qué? —el silencio se alargó y Denki sintió que se quedaba sin aire—. ¡¿Por qué?!

Abrió los ojos, se giró para mirarlo y no dijo nada.

—No estás contestado mi pregunta —gruñó Katsuki.

—Dijiste que no querías que te mintiera.

—¿Es lo único que sabes hacer?, ¿mentir?

—No

—Entonces dime, ¿qué estás haciendo aquí?

No puedo, pensó.

Y entonces, mientras consideraba seriamente el marcharse, la voz del Sistema, la voz mecánica que había conocido al llegar a ese mundo volvió a emerger en su cabeza como si nunca se hubiera ido.

<Sé honesto. Existen muchas verdades que no se refieren a las restricciones que te aprisionan. No hables del futuro, solo del pasado. No hables de Noche, sino de la mujer que has oído esta noche. No hables del compromiso, sino del miedo que representa. No hables de lo que sabes y no puedes decir, dile lo que has vivido. Él lo entenderá>

<¿Por qué?>

Pero ella se había ido.

—No tengo tiempo para esto —dijo Katsuki de pronto e hizo ademán de alejarse.

—Quiero que seamos amigos —exclamo Denki sin darle tiempo de que abriera la puerta.

—¿Por qué?

Sé honesto.

—Porque hasta hace seis meses no tenía a nadie.

Al ver la expresión de Katsuki, Denki pensó en lo que era su vida y sus objetivos, la raíz de todo su mundo e intentó empezar por ahí.

No hables del futuro, solo del pasado. Dile lo que has vivido.

—Tú quieres la verdad y estoy completamente de acuerdo contigo, la verdad evita muchos conflictos absurdos, desgraciadamente no hay verdad en la vida que tengo, solo apariencias y reglas, obligaciones que debo cumplir. Tú más que nadie debería saber lo que es aunque claro, tú huiste de ellas, ahora lo haces.

Emitió un suspiro larguísimo y sintió que el nudo en su estómago se apretaba. Luchó por ordenar sus pensamientos y continuó.

¿Quieres la verdad? Necesito ayuda. ¿Por qué te la pido a ti? Porque creo que puedes ayudarme. ¿Cómo estoy seguro? No lo sé. Es un riesgo y en la vida tomamos riesgos para obtener lo que queremos. ¿Qué es lo que quiero? Libertad. Poder decidir lo que quiero hacer y la vida que quiero llevar. ¿Qué puedo ofrecerte a cambio? Nada. No tengo nada para darte. Lo siento.

Frunció el entrecejo, sacudió la cabeza y se frotó las manos; para calmar la ansiedad empezó a caminar alrededor del cuarto.

—Quiero que seas mi amigo porque... porque necesito amigos. Necesito personas en las que pueda confiar. Personas que sé no van a traicionarme. No sé si entras en esa categoría, pero al menos sé que eres un hombre honorable, alguien que olvidará lo que oiga esta noche sin importar lo que sea.

No hables de Noche, sino de la mujer que has oído esta noche.

Denki se detuvo, cerro los ojos e intentó ahogar el pánico.

Hace medio año me moría —dijo en voz baja, sin mirar a nadie, de pie en el cuarto, sin dejar de hablar. Ordenando sus ideas en voz alta—, el doctor estaba seguro de que no sobreviviría el invierno, aunque curiosamente fue él quien se murió. Y todo sugiere que era su veneno el que casi acaba conmigo, eso es lo que cree Izuku, quien cree que los Asesinos Negros están involucrados. Le pedí ayuda a él aunque nunca nos habíamos visto pues acababa de regresa de la Academia y no tenía contactos dentro del palacio, por tanto era poco probable que estuviera involucrado. Izuku me ofreció su ayuda. Él y mi Guardia Sombra se marcharon para averiguar la posible participación de una de mis sirvientas que desapareció sin dejar rastro.

¿Era la voz de Toka la que oí esta noche? No, conocía a la perfección la voz de la sirvienta que lo había cuidado durante todos esos meses y la voz que había oído era diferente.

—Ellos se fueron pero el envenenador sigue aquí —dijo pensando en Noche—. Y yo no tengo a nadie. Ni a mi padre, ni a mi hermano, ni a mi tío, nadie de ellos lo sabe porque no confío en que la verdad los mantenga vivos. No me queda nadie más que Eraser pero no puedo acudir a él porque si la gente sabe que hay un envenenador en la corte inmediatamente creerán que no es apto para su trabajo. Y en este momento él es el único que se interpone en la guerra con el Reino de Ame. Si Eraser pierde su posición o esta se ve comprometida de alguna forma...

Noche toma el control.

Denki abrió los ojos, podía oírlos hablar.

"¿Cómo va la venta de la avecita?"

"Nuestro comprador ha resultado ser un mocoso altanero y absurdo, me hace dudar seriamente en utilizarlo."

"No acudiste a ellos por el encanto del hijo sino por el ejército que tiene en sus manos."

—Hay gente en la Corte de mi padre que aboga por la guerra —dice—, y por eso van a venderme.

No hables de Noche, sino de la mujer que has oído esta noche.

La voz de la mujer le resultaba familiar, pero no era una que hubiera oído con frecuencia.

"Ya te lo había dicho, adquirió esa mala costumbre desde hace algunas semanas, y desde que llegara al palacio me es imposible monitorearlo."

—Ella me vigila —se dijo y pensó en Saya e Ina. De ellas era Ina con la que menos había tenido contacto pues trabajaba en la cocina. Entonces recordó:

"Tal vez Su Alteza prefiera una taza de té" Ella había insistido en el té y esa noche Denki había pensado:

—Tiene pies de gato.

Y como en una sucesión de imágenes la vio de pie, entre los fragmentos rotos de la tetera destrozada, con las manos extendidas y una expresión de pánico. "¡No! ¡No se acerque, Alteza! Yo me encargaré de limpiar" Ella se había arrodillado empujando los trozos de porcelana contra sus piernas indiferente a los bordes puntiagudos. Una de las muchas teteras que se usaban en su casa.

—Sigue ahí —dijo y de inmediato se sacudió la parálisis. Cuando recupero consciencia de dónde estaba y lo que hacía miró hacia Katsuki, cuya expresión era indescifrable aunque había perdido todo aire de desconfianza y duda—. Tengo que irme. Terminaremos está conversación después, o no, como sea. Como te dije no tengo nada para ti.

Puso rumbo hacia la puerta a toda velocidad y salió sin hacer caso del grito de Katsuki. Tras una corta búsqueda por el primer piso, encontró las habitaciones del posadero y aporreó la puerta hasta que el hombre asomó la cara.

—Necesito un carruaje.

—¿Qué?

—Necesito un carruaje ahora mismo.

—No tengo... no hay...

—Te pagaré —dijo Denki quitándose todos los broches de la cabeza para ofrecérselos. El hombre abrió los ojos con espanto y estaba a punto de tomarlos cuando otra mano vino a quitárselos.

—No pierdas el tiempo —dijo Katsuki justo antes de tomar a Denki del codo y guiarlo hacia la puerta principal—. Tomaremos uno de los carruajes de mi familia.

De la sorpresa lo único que Denki alcanzó a decir fue:

—¿Tomaremos?

Katsuki no lo miró mientras salían al fresco aire de la noche.

—Tu historia ha sido interesante, quiero averiguar cuánto de ella es verdad.

Denki estaba listo para replicarle cuando el nuevo Sistema repiqueteo con su voz burbujeante.

<Felicidades. Atributo Especial Desbloqueado: Interés>

Así que cerró la boca y se dejo llevar. 


[...]

NA

Así pues parece que lo único que puede convencer a Katsuki de quedarse es ofrecerle un reto o un acertijo. De todos modos, veamos por fin cómo es que consiguen envenenar a Denki. Nos vemos en el que sigue.

PD Gracias a quienes se animaron a leer el fic Todokami. Los amo. 

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