3.16. Búsqueda
Título Alternativo: El Príncipe y el Vagabundo, ah, no, espera, me equivoque de cuento.
[...]
Los únicos testigos de su primera visita al pueblo son las dos lunas que iluminan el cielo y una especie de gato que corre por la orilla del camino empedrado justo al otro lado de la calle. La brisa que le alborota el pelo es fresca y se cuela por las mangas de su túnica haciéndolo estremecer. Es una noche tranquila en el que apenas si se oye el susurro del agua que corre en las cercanías y el crujir de las ventanas cuando el viento las golpea, es una noche perfecta para meterse en la cama y dormir entre mantas esponjosas y calientitas. Denki, en cambio, ha decidido bajarse del carruaje de su tío para buscar a un hombre que con toda seguridad no quiere que lo encuentren.
Desde su lugar en la calle, Denki observa el mundo dormido a su alrededor evocando las veces que tuvo que recorrer calles así mientras iba a su trabajo matutino, se acuerda de la sensación de premura, cansancio y pesadez que lo asaltaba ante cada nuevo día. Y aunque en ese momento lleva prisa, es una emoción diferente de la asfixia con la que tenía que convivir cada mañana, así que, pese a la urgencia de su tarea, se toma un momento para tomar aire y disfrutar de los aromas que llegan a él. Aromas deliciosos, tan llamativos como los sonidos que percibe –pasto y hojas y el agua que se mueve–.
La duda que lo ha asaltado al bajar al carruaje quiere aferrarle el corazón, pero él se la sacude sin esfuerzo pues pasó años viviendo en la noche y corriendo en ella; un pueblo dormido no va a espantarlo.
Si Katsuki Bakugou puede andar por aquí siendo un Príncipe entonces yo también puedo. Intenta no pensar en el hecho de que Katsuki Bakugou es un guerrero entrenado capaz de partirle el cuello a la gente que se mete con él y que en comparación su aspecto es el de un mocoso flacucho que no sobresale en ninguna actividad física. Esto no puede ser peor que el barrio en el que vivía.
Y con esa idea en mente Denki volvió a tomar aire, miró la calle con expresión inquisitiva y decidió que lo primero que tenía que hacer era buscar una posada así que echó a andar por la calle empedrada siguiendo las suaves pendientes que lo alejaban de la zona donde se ubicaba el anfiteatro. Después de todo, en los libros las posadas son retratadas como puntos de encuentro y fuentes de información; sin duda Katsuki buscaría una ya fuera para pasar la noche o matar el tiempo.
Además, siendo posada seguro que tienen letreros que las señalan.
Y así fue como poco después encontró un letrero colgando sobre una puerta. En ella se dibujaba una hogaza de pan y una cama, un símbolo inequívoco para Denki. A esa hora estaba cerrada, pero era de conocimiento general que todas las posadas dejaban a un sirviente al cuidado de la puerta por si había algún viajero tardío buscando alojamiento.
O al menos es así en todos los libros.
Denki se acercó para tocar. Y nadie le contestó.
Es obvio que aquí no leen libros, se dijo y tras un momento de duda se alejó del edificio y siguió por la calle. No muy lejos encontró otro letrero con la imagen de un caballo blanco, pero cuando volvió a llamar la respuesta que obtuvo fue un grito seco y adormilado.
—¡No hay espacio!
Denki lo intento de nuevo.
—¡No hay espacio!
Bueno, no suena como alguien que tenga deseos de ayudar, así que siguió avanzando. Siendo que se encontraban cerca de la Ciudad Imperial, era lógico que hubiera suficientes posadas para recibir al continuo flujo de gente que iba a visitar los templos de la zona, o para acoger a los nobles que visitaban la Corte, por esa razón Denki se dio a la tarea de tocar todas las puertas que encontraba. El mundo seguía en silencio, roto solo ocasionalmente por el ulular de las aves y algún sonido inexplicable, además de los golpeteos rápidos de unos nudillos contra la madera. En más de una ocasión se sintió observado, pero nadie salió para interceptarlo ni encontró caras espiando por entre las rendijas de las ventanas.
Podría ser que me crean peligroso, cualquier persona tocando una puerta a esta hora no puede tener buenas intenciones, pero carajo, solo necesitan verme bien para saber que soy inofensivo. Sin embargo, con excepción del gruñido cansado que había oído antes, nadie se tomó la molestia de investigar al extraño que tocaba a medianoche.
Supongo que la presencia de todos los invitados del Emperador ha llenado este lugar hasta desbordar. Y ahora duermen felices con sus cuartos llenos y el dinero en sus bolsillos.
Denki no se dio por vencido.
Finalmente encontró un local diminuto con un letrero torcido, el aspecto claro de un negocio poco prospero en un pueblo lleno de posadas mejor ubicadas. Tras tocar se oyeron pasos al otro lado de la puerta y sin perder tiempo Denki enderezo su postura, aliso su túnica y compuso su mejor sonrisa. La persona al otro lado de la puerta era un muchacho jovencísimo que se tallaba los ojos mientras abría.
—¿Qué? —dijo con evidente malestar. Denki no se lo tomó en cuenta.
—Lamento molestar —dijo y al oírlo el muchacho alzo la cara y lo vio. El sueño se borró por completo de su rostro y lo miró con la boca semiabierta y el espanto en los ojos—. Me temo que me he perdido y estoy buscando indicaciones.
Él emitió un sonido agudo, pudo haber sido un 'ah', un 'oh', tal vez un 'qué', o incluso tan solo era su garganta intentando pasar saliva. Denki no le hizo caso.
—Sé que te he despertado y lo siento muchísimo, pero estoy buscando a un amigo y creo que he llegado demasiado tarde. Sin embargo, estoy casi seguro de que se ha instalado en la posada que sirve la mejor cerveza del pueblo, ¿crees poder ayudarme?
Él parpadeo, volvió a emitir ese sonido agudo que no decía nada y siguió mirándolo como si temiera moverse y despertar.
—Puedo pagarte —añadió Denki y de inmediato se quitó uno de los broches plateados que llevaba en la cabeza. La pieza era delicada y no dejaba lugar a dudas su valor, eso consiguió que el muchacho se sacudiera el espanto, diera media vuelta y desapareciera en el interior—. Oh —dijo al ver la puerta vacía— no me esperaba esa reacción.
Se quedó en los escalones de la entrada indeciso sobre entrar –la puerta estaba abierta y había luz en el interior– o en volver a la calle a buscar otra posada a intentarlo de nuevo –una idea terrible dada la hora y el hecho de que nadie más le había abierto–. Seguía dudando cuando el muchacho regresó acompañado de un hombre mayor que vestía con una camisola larga y calcetines, la evidencia clara de que al pobre acababan de sacarlo de la cama.
—¡¿Quién está ahí?! —pregunto él con el pelo revuelto y los ojos dormilones mientras avanzaba resueltamente hacia la entrada llevando una vela sobre un soporte de hierro—. ¡¿Quién?! —repitió y se detuvo al ver a Denki.
—Buenas noches, venerable —respondió Denki ofreciéndole una inclinación y una sonrisa que hizo al hombre parpadear—. Lamento muchísimo molestarlo, sé que es tardísimo, pero se trata de una emergencia. Y me encargare de compensarlo por este inconveniente.
El hombre se atragantó de espanto, balbuceó algo y cuando consiguió recuperarse empujó al muchacho que iba detrás de él –que miraba a Denki como si fuera un fantasma– murmurándole algo que no alcanzo a entender.
—¡Entre, por favor! —dijo el posadero apenas consiguió recuperar la voz—. ¡Adelante!
Denki lo obedeció y siguió al hombre hasta una de las mesas cerca de la barra. Ahí le ofrecieron una silla que él aceptó con gusto porque los pies habían empezado a molestarle –las consecuencias de haber bailado toda la noche–. El posadero se apresuró a encender más candiles para iluminar la estancia y poco después apareció el muchacho que había abierto la puerta acompañado de una niña y una mujer que con toda seguridad era su madre.
—Temo decirle, estimado señor—dijo ella acercándose de inmediato con sus hijos detrás y su esposo a un costado—, que nuestras habitaciones son humildes, pero si no tiene inconveniente le prepararemos una cama inmediatamente.
—Muchas gracias, pero en realidad no vengo a dormir. Quiero comprar información —respondió y de inmediato volvió a extender el broche hacia ellos.
El posadero lo tomó para estudiarlo, sus ojos brillaron al comprender su valor y miro a su mujer con una expresión indescifrable. Ella se lo quito y de inmediato se lo metió en uno de sus bolsillos.
—Por supuesto —dijo—, ¿qué podemos hacer por usted?
—Estoy buscando a mi amigo, pero he llegado demasiado tarde y me temo que lo he perdido. Sé que se ha hospedado en una de las posadas de la zona pero mi mala memoria me ha hecho olvidar el nombre, estoy casi seguro de que escogió aquella con la mejor cerveza, o posiblemente alguna que sea conocida por cerrar hasta tarde, pues a él le gusta divertirse, me gustaría que me señalaran las posadas que cumplan con cualquiera de estos requisitos. Cualquiera que acepte clientes aún después de cerrar. Se los agradecería infinitamente.
—Por supuesto que lo ayudaremos —dijo el posadero de inmediato con su tono más servil—, pero necesitamos más detalles para poder encontrar a quien busca, mi señor. De lo contario aunque mis hijos y yo nos repartamos las puertas a tocar será imposible asegurar que se trate de la persona correcta.
A Denki le tomó un momento entender a lo que el hombre se refería y cuando lo hizo tuvo que morderse la lengua para no arruinar las cosas. Solo entonces se dio cuenta de que el broche debía valer más de lo que había considerado porque el posadero se estaba ofreciendo para hacer el trabajo pesado.
El dinero siempre facilita las cosas. En el fondo lo agradecía porque le dolían los pies y era casi seguro que ellos serían más efectivos levantando a la gente de sus camas.
—Mi amigo es inconfundible. Es alto y rubio, con un carácter vivo y bravo, y tal vez un poquitín maleducado. Tiene ojos color escarlata y una cicatriz diminuta en la parte baja de su mandíbula. Le gusta llevar el pelo sujeto en una coleta alta con una trenza en la coronilla y un pendiente rojo en la oreja izquierda. Se ha registrado hoy y posiblemente ha indagado acerca de la compra de un caballo y provisiones para un viaje. A mí parecer es inconfundible.
El posadero asintió y tras asegurarle que lo buscarían se llevó a sus dos hijos con él, dejando a Denki y a la mujer a solas.
—¿Puedo ofrecerle algo de beber, mi señor?
—No, pero la intención se agradece.
Ella se marchó a la puerta a vigilar las sombras mientras Denki se apoyaba contra el respaldo de la silla.
Bueno, supongo que ellos encontraran a Katsuki. Ahora tengo que pensar en lo que voy a decirle.
Pero no se le ocurría nada.
Si traigo a su madre ella con seguridad lo arrastrará hasta la corte, pero ya aprendí que el karma puede ser un bastardo. Además, preferiría no ganarme la enemistad de ese hombre, porque él, a diferencia de Shouto, no dudaría en romperme las piernas si lo hago enfadar. Entonces, qué puedo decirle que lo convenza de quedarse.
"Dale algo que quiera", había dicho su tío. Un consejo excepcional pero no había nada que Katsuki Bakugou pudiera querer. Era el Príncipe Heredero de un reino en la flor de su poder, con un ejército que lo obedecía y lo respetaba, con hombres leales decididos a seguirlo a donde fuera y con toda seguridad mujeres dispuestas a casarse con él. En pocas palabras tenía muchísimo más de lo que Denki podría llegar a soñar jamás.
¿Qué podía querer el Príncipe Bakugou?
Libertad¸ se dijo Denki, pero quedarse en un palacio a riesgo de que su madre lo convenciera de casarse no iba a darle libertad.
¿Poder?, pero él no tenía poder alguno que pudiera ofrecerle.
¿Amor?, el muchacho ni siquiera quería casarse, no había forma de que pudiera convencerlo de sentar cabeza.
Intento acordarse de todo lo que sabía de Katsuki Bakugou.
Se marcho a la Academia en contra de los deseos de su madre porque todos decían que ahí se entrenaban los mejores. Y él quería ser el mejor. Una lástima que tenga que competir contra el Protagonista que consigue todo lo que quiere, y al final ambos se han enraizado en una competencia feroz que no acepta errores. Entonces, ¿qué puedo ofrecerle a un hombre que no desea nada más que vencer al Protagonista?
Pero la mente de Denki se negaba a cooperar. Frustrado, el Príncipe apoyó los codos en la mesa para después enterar la cara entre sus manos. El chantaje estaba fuera de discusión, no después de lo que había sucedido con Shouto y Takami.
Keigo Takami, un hombre que sabe leer entre líneas y parece llevarme una ventaja de diez pasos. Después de la conversación de hoy, nada me garantiza que Shouto vaya a quedarse, pero si lo hace, ¿cómo haré que él y Katsuki sean amigos?... cómo carajos voy a convencer a la gente de que apoye a Aizawa si además tengo que lidiar con un prometido temperamental.
Era demasiado. Demasiados cabos sueltos que amenazaban con ahogarlo en un mar de responsabilidades y fracasos.
Y si eso no me mata, Noche puede encargarse del trabajo
La conversación que había oído esa noche volvió a él una vez más. No podía olvidarla pese a todos sus intentos, pero en esa ocasión se permitió recordarla en su totalidad.
¿Quién estaba con él?
Era una voz que le resultaba conocida, sabía que la había oído antes pero no con regularidad o de lo contrario le habría sido fácil identificarla. Era la voz de una mujer, pero el tono seco y desapasionado era algo que no podía ubicar.
¿Qué fue lo que dijeron?
"Si algo no le gusta lo dejará"
Lo hacen sonar como algo que hago continuamente pero no soy de los que dejan la comida. Ahora cuido mucho lo que como y siempre me lo termino. Lo único que dejo es el té que no me gusta.
Esa idea hizo que Denki se enderezara para mirar las sombras.
Lo único que últimamente he dejado es el té. El té amargo.
"Para eso esta el azúcar" habían dicho ellos. Su té siempre llevaba azúcar.
Bueno, no, ya no, Shinsou ya no me deja comer tanta azúcar desde que empezaron a sospechar que era así como me envenenaban. Pero Izuku y el resto probaron la azúcar y no tenía nada malo... además su comentario no parece afirmar que el veneno esté en el azúcar, sino más bien que el azúcar ayuda a ocultar el veneno.
Denki frunció el ceño mientras su mente retrocedía en el tiempo. Desde que podía recordar su té siempre había sido dulce, hasta que Shinsou empezó a insistir en ser quien lo preparara.
Pero él no le pone azúcar. No le puso cuando fuimos con Aizawa, y nunca le pone cuando hay visitas, nunca le pone a menos que sea yo quien se la pide. Algo que no siempre hago.
Se acuerda de todas esas veces en que el té sabía terriblemente amargo y solo podía pasarlo con muchísima azúcar.
La vez que todos probamos la azúcar, todos dijeron que estaba increíblemente dulce, pero no era así. Mi té sabía asquerosamente amargo... en ese momento pensé que era porque ellos no estaban acostumbrados a consumir azúcar, pero he probado el té sin azúcar y no siempre sabe mal.
Entonces se acuerda que Neito suele burlarse de su consumo de azúcar y que nadie pide azúcar en el comedor del palacio.
Solo yo uso azúcar en mi té... y sin el azúcar no endulzó mi té, y si está muy amargo lo dejo. Hoy deje mi té.
"El pajarito no se bebió su medicina", puede oír a Noche como si lo tuviera enfrente. Un susurro tenso, un secreto que se habría perdido en la noche si Denki no hubiera estado ahí para oírlo.
Mierda, piensa Denki mientras su estómago se encoge dentro de él.
Está pensando en eso cuando oye pasos y voces en la puerta. Al girarse encuentra que el muchacho ha vuelto, con el pelo desordenado y las mejillas rojas.
—Creo que lo encontré, señor —le dice—. Hay un hombre que coincide con su descripción en la posada Tokami. Un hombre temperamental que se enfadó cuando no consiguió encontrar un caballo en venta.
—Ese debe ser él —responde Denki y se levanta sin dejar de pensar en él té dulce y el azúcar que solo se sirve en su casa. Ha encontrado una pieza del rompecabezas pero el resto siguen dispersas a sus pies y no tiene idea de como reunirlas.
[...]
NA / Bueno, ahora Denki ya lo sabe. Entonces preguntas:
¿Podrá Denki averiguar más sobre el té?
¿Qué le dirá a Katsuki para convencerlo de quedarse?
¿Habrá convencido a Shouto?
¿Cómo es que hará todo lo que tiene que hacer sin fallar?
Entonces, nos vemos en el que sigue. Buen fin de semana.
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