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2.16. Iniciativa

Título Alternativo: No puedes esperar que Denki se quede sentado.

[...]

Denki aguantó dos días. Dos días enteros de soportar pasillos vacíos, de vagar por el palacio entre muros de madera, de leer hasta aburrirse, de comidas tensas y cenas en su habitación. Tres noches enteras de revolverse entre las sábanas frías.

A la mañana del tercer día, cuando se vio en el pequeño espejo que estaba junto a la jofaina de agua y tomó consciencia de las tenues ojeras bajo sus ojos, Denki dijo: "Hasta aquí". Era obvio que su padre no lo necesitaba para ayudarlo en sus eventos nocturnos. Neito estaba tan ocupado que incluso había faltado a la comida el día anterior y Hizashi solía desaparecer durante todo el día. Nadie tenía tiempo para él y Denki estaba harto de quedarse sin hacer nada.

Y aunque no quería irritar a su padre, tampoco soportaba la idea de vivir con el miedo de provocarlo. Tenía que demostrarle que podía cuidar de sí mismo y ser independiente, además era importante que el Emperador empezara a tomar en cuenta a su hijo, por si en algún momento Denki encontraba la oportunidad de quejarse del comportamiento inapropiado de Noche. Tras considerar cuidadosamente sus opciones hizo llamar a la sirvienta tan pronto se levantó.

—Quiero hablar con Sekijiro.

—Por supuesto, Alteza.

Ella se fue y él se quedó cepillándose el pelo. Diez minutos después el mayordomo entró por la puerta de su habitación con su uniforme inmaculado y su pelo platino recogido en una coleta simple como era propio de la servidumbre.

—Buenos días, Alteza, ¿qué puedo hacer por usted?

—Necesito que me cedas tres sirvientes para ocuparlos durante las mañanas, podrás disponer de ellos a la hora de comer.

—Como desee. ¿Los envío ahora mismo?

—Después de desayunar estará bien.

El mayordomo se fue y Denki inició su mañana de manera normal: Vestirse, leer un rato, y desayunar con Hizashi en un comedor vacío mientras Denki lo interrogaba sobre los protocolos del palacio y sobre cualquier novedad que involucrara al Príncipe Heredero.

Siguiendo sus instrucciones los sirvientes esperaban por él en el pasillo de su habitación y Denki los saludo con formalidad antes de guiarlos hasta la biblioteca. Entonces les dijo:

—¿Hay alguna sala cerca de aquí que sea amplia, esté bien ventilada y cuente con ventanas grandes, de preferencia que miren hacia el jardín? Es importante que sea un espacio que no se utilice.

Había uno y cuando Denki lo inspeccionó no pudo evitar sonreír porque era justamente el espacio que esperaba. Era un salón largo, casi el doble que el de la biblioteca, y toda su pared derecha estaba compuesta de ventanas que daban hacia un jardín. Uno que Denki no había visitado pues la única entrada estaba oculta tras un mueble al fondo de la habitación.

—Me gusta —dijo Denki y entonces procedió a explicarles lo que quería hacer.

Se pasó la mañana vaciando los estantes de la biblioteca y apilando los libros en hileras ordenadas mientras los sirvientes movían los muebles de una sala a otra. El ejercicio calmó la ansiedad que había ido acumulándose durante los últimos días, también hizo que el tiempo pasara más rápido por eso se sorprendió cuando la sirvienta volvió para avisarle que ya casi era hora de comer.

Estaba listo para marcharse al comedor cuando tomó nota de su estado desarreglado y sus manos sucias, así que se apresuró a volver al cuarto a cambiarse. En el comedor se encontraba el Emperador y tres de sus concubinas, las dos favoritas y una a la que Denki no conocía, además de Hakamata, el oficial de turno, Hizashi y Neito. Todos ellos le ofrecieron saludos corteses que él devolvió con solemnidad y al igual que los días anteriores lo primero que hizo fue ofrecerle una reverencia a su padre y después procedió a ocupar su asiento lo más lejos posible.

Las charlas a la hora de la comida nunca lo incluían, su padre nunca le dirigía la palabra y las mujeres, intuyendo sin duda que el castigo del Tercer Príncipe continuaba, se abstenían de hablarle. Hakamata y el oficial hacían un excelente trabajo fingiendo que él no existía. Hizashi y Neito, en cambio, trataban de hacerlo participar lanzando una pregunta sencilla en su dirección, pero Denki se guardaba mucho de involucrarse porque tenía presente que debía mantener la boca cerrada, así que les ofrecía una respuesta breve y los dejaba continuar.

Como el protocolo dictaba que fuera el Emperador el primero en levantarse, Denki se había acostumbrado a quedarse en su lugar hasta verlo desaparecer por la puerta. Ese día no fue así. Ese día el Emperador despidió a todos y se limitó a señalarlo.

—Quédate —dijo con una voz que no admitía replica.

A Denki le temblaron las rodillas.

—Majestad —dijo Hakamata—, recuerde que-

—Fuera.

El resto obedeció y Denki ignoró abiertamente a Neito gesticulando: '¿qué?'. En su lugar tomó aire, se apartó de la mesa y compuso su mueca más tranquila pese a que las manos habían empezado a sudarle.

—¿Qué has hecho está mañana? —preguntó su padre y Denki volvió a sentir el miedo presionando contra su corazón.

¿Cómo lo supo? La respuesta estaba a unos pasos detrás de ellos. Noche lo miraba con una expresión serena aunque los ojos le brillaban. Ahora sé que este tiene oídos en las paredes. Había esperado que la noticia de sus actividades no llegara a su padre hasta que no consiguiera terminar su proyecto, por suerte desde el momento en que decidió llevarlo a cabo había tomado la precaución de preparar un discurso para ese momento.

Muy bien, Denki, tienes que venderle la idea. Se claro y preciso y no balbucees.

Con mucho cuidado colocó las manos sobre su regazo, mantuvo la mirada en el suelo, y respondió utilizando su voz de mostrador.

—Neito ha hecho un trabajo excelente alistando las habitaciones de los invitados, preparando los eventos artísticos para entretenerlos y asegurándose de que la comida sea abundante y deliciosa. Esas son solo algunas de las muchas cosas que mi hermano ha hecho para asegurar que esta reunión sea un éxito. Y lo ha organizado de forma tan impecable que me ha sido imposible ayudar dado que en realidad no me necesita, así que bajo su consejo decidí retomar mis clases. He estado estudiando pues soy consciente de mis deficiencias, y en mis visitas a la biblioteca no he podido dejar de notar que la colección del Emperador ha crecido tanto que el espacio que ahora ocupa le ha quedado pequeño.

Tomó aire. Vas bien, Denki, ahora inclinante y ofrécele una reverencia.

—Ha sido una irreflexión mía el haber dispuesto de la sala sin antes consultarlo con Su Majestad. Sin embargo, he pensado que esta clase de asunto es demasiado trivial para tener que molestarlo con él y dado que la visita de nuestros invitados está cerca me he atrevido a considerar la situación como una emergencia.

—¿Emergencia?

—Así es, Majestad. Tengo entendido que junto a nuestros invitados habrá nobles y oficiales que viajaran desde casi todas las ciudades del Imperio, varios de ellos son eruditos que según tengo entendido traerán libros para honrar al Emperador –o al menos eso es lo que ha dicho Hizashi–, y creo que sería apropiado tener un espacio adecuado por si alguno de ellos quiere consultar alguna de las muchas obras que se encuentran en el palacio. No es mi intención causar molestia, ni tampoco alterar nada, me encargare de manera que usted no tenga que preocuparse por él.

Le respondió el silencio. Denki no se atrevió a levantar la cara y para calmarse comenzó a contar en su mente. Iba por el número cuarenta cuando su padre finalmente reaccionó.

—Muy bien —fue su respuesta y de la sorpresa Denki estuvo a punto de olvidarse de mantener su pose sumisa; al final consiguió controlarse—, veamos si lo consigues.

—Gracias por la oportunidad, padre.

—Ahora, nuestros invitados empezaran a llegar en unos días, ¿necesitas que te recuerde lo que no debes hacer?

—No, padre.

Ahora menciona al prometido, que tengo preguntas.

—Siendo que no tienes asuntos con la mayoría de ellos te sugeriría limitar tu contacto con nuestros invitados; de hecho, lo mejor será mantener tu rutina igual que hasta ahora y cuando sea necesario enviaré una orden explicita de que tu presencia se requiere. ¿Queda claro?

—Por supuesto, padre. –estaré aquí esperando que me ocupes y mientras tanto no te estorbaré.

Con esa última respuesta el Emperador se marchó y Denki se quedó en su lugar hasta oír que ambos se alejaban, solo entonces se puso de pie y salió. Fuera Neito lo esperaba con una expresión curiosa.

—¿Y? ¿Te ha levantado el castigo?

—¿Por qué sigues aquí, Neito? ¿No tienes cosas que hacer?

—Muchísimas, pero te dije que veríamos lo de tu vestuario. Así que vamos.

Neito había contratado una modista para él y aunque a Denki le preocupaba tener que subirla a su cuarto, su hermano ni siquiera se tomó la molestia de consultarlo con su padre y la guio él mismo hasta el segundo piso tras lo cual hizo llamar a un puñado de sirvientas para que los ayudaran. La mujer se pasó una hora sacando ropa de su armario, apilándola en la cama y haciendo hileras de túnicas "aceptables", "aburridas", y "basura". Denki se escandalizó y se negó a tirar las túnicas que ella no aprobaba, prefiriendo en su lugar esconderlas bajo la cama.

—Tal vez no sirvan para el palacio —dijo—, pero me sirven a mí. Y puedo ocuparlas cuando nadie más me esté viendo.

Fue inflexible y al final Neito terminó cediendo. Tras la clasificación la mujer lo hizo subir a un taburete y Denki se pasó otra hora con los brazos extendidos, dando vueltas de un lado a otro mientras ella le tomaba medidas y colocaba trozos de tela de distintos colores contra su rostro.

—Oh, Alteza, Alteza —decía ella sumamente emocionada—, el color verde y rojo le quedan de maravilla. Y que ojos tiene, jamás había visto semejante color. Necesita despejarse esa frente.

La mujer se pasó otra media hora instruyendo a las sirvientas sobre los tipos de peinados más apropiados para resaltar la forma de su cara.

—Nada demasiado llamativo, una media coleta alta para usar con adornos altos y un pasador simple para cuando use una media coleta floja. Jamás use coleta completa, Alteza, deje eso para los oficiales.

La mención de los adornos de pelo hizo que la mujer insistiera en revisar su colección.

—¿Estos son todos? —pregunto Neito al ver sus adornos.

—Algunos se rompieron —respondió Denki y la expresión horrorizada de sus acompañantes le hizo gracia.

Mientras ellos discutían enlistando todas las cosas que le hacían falta, Denki se dejo caer en el diván demasiado exhausto para seguirles el paso. Sus voces eran susurros amortiguados indiscernibles.

—Alteza —dijo la mujer tan cerca que Denki se desperezó—, esto es preocupante, no sé si consiga tener todo listo a tiempo.

—Eres la mejor, necesito que lo hagas.

—Por supuesto, Alteza, por supuesto. Me daré prisa.

—Lo principal ahora es preparar tu ropa para esta noche —dijo Neito girándose hacia él—, ¿estás listo?

—Eh, no voy a ir.

—¿Por qué no? ¿Has vuelto a enfermarte?

Supongo que es la excusa que usan para mí.

—Me canso con facilidad —respondió él con una sonrisa—. El Emperador me ha permitido ausentarme de los eventos debido a mi condición. Lo siento. Estoy seguro de que me sentiré mejor en unos días y entonces te prometo ir.

Neito frunció el entrecejo, pero terminó convencido al ver su cara ligeramente ojerosa y su aspecto cansado, así que alistó los últimos detalles con la modista y una vez que estuvo satisfecho se marchó llevándose a la mujer. Denki los despidió en la entrada, al girarse descubrió que su cuarto parecía un campo de batalla con ropa tirada por todas partes y los muebles esparcidos.

—Lo limpiaremos, Alteza —dijo una de las sirvientas y Denki le ofreció una sonrisa.

—Gracias. No olviden las túnicas bajo la cama.

Como no quería estorbar decidió bajar a la biblioteca a leer pese al cansancio que sentía. El guardia que vigilaba su pasillo por las noches lo siguió de cerca y Denki procuro fingir que no lo veía.

Las ventanas de la nueva biblioteca aportaban suficiente claridad para que todos los muebles fueran visibles, y junto con la lámpara que Denki encendió hubo suficiente luz para moverse sin temor a tropezar. No para leer sin embargo pues era consciente de lo malo que era forzar sus ojos así que se arrodilló junto a una pila de libros y comenzó a separarla en hileras ordenadas. Estaba empezando con la segunda pila cuando Noche entró por la puerta.

Denki no se levantó pese a que su ritmo cardiaco se sacudió. Así que para eso es el guardia, pensó con repentina irritación, ¿no tienes nada mejor que hacer que venir a molestar? Rayos. Eres insufrible. Estaba demasiado cansado, demasiado harto de su nueva casa y su rutina, como para mantener su papel así que se mordió la lengua porque notaba que el mal humor le bullía en la sangre y lo último que deseaba era provocar a ese hombre. Se limitó a mirarlo mientras Noche recorría el salón hasta detenerse junto al mueble que tenía enfrente.

—Ya vuelvo a mi cuarto —murmuró Denki poniéndose de pie y sacudiéndose la túnica.

—El discurso que le has dado a tu padre ha sido muy bueno —dijo Noche inesperadamente y la declaración hizo que Denki alzara los ojos para mirarlo—. Tenía la pizca exacta de humildad sin hacerte ver servil y la justa medida de adulación sin resultar inaguantable. No puedo negar que me ha sorprendido la forma como has alabado a todo el mundo para justificar esto... esta decisión que no le has consultado a nadie.

Denki lo miró un largo momento, entonces dio un paso hacia la salida. Noche se interpuso en su camino. Curiosamente sonreía.

—¿Sabes qué otra cosa aprendí de ti hoy?

—Quiero volver a mi cuarto.

—Aprendí lo inesperado que puedes llegar a ser. Y no estoy seguro de que eso me guste.

Denki se movió hacia la izquierda, Noche lo siguió.

—Me habían dicho que eras un mocoso llorica —continuó Noche y el miedo latió en Denki hasta dejarlo sordo—. Que eras un príncipe altanero con una lengua filosa y un humor infantil. Que eras caprichoso. Que eras un miedoso. Insoportable creo que fue la palabra.

Denki se movió hacia la derecha, Noche lo siguió.

—Y sin embargo, esa no es la persona que tengo aquí.

—Ya no soy un niño —respondió Denki con toda la calma que pudo pese al sudor en las manos y a su corazón aterrorizado—, y no voy a comportarme como uno.

—No, supongo que no. Y eso es aún mejor porque ahora eres encantador —al decirlo se rio y fue instintivo el que Denki diera un paso hacia atrás—. Un pajarito impredecible, pero encantador. Lo cual resulta problemático y al mismo tiempo tal vez sea la solución a muchas cosas.

—No te acerques —ordeno Denki pese a que el guardia no parecía en absoluto interesado en moverse.

—Sí —añadió Noche—, tal vez solucione todo.

—Alteza —dijo una voz en la entrada— su habitación está lista.

—Gracias —respondió Denki al tiempo que avanzaba hacia la entrada rodeando la figura inmóvil de Noche. Procuró no correr, pero se movió tan aprisa como pudo y una vez de vuelta en su cuarto empotró la silla contra la cerradura y se echó a temblar con la espalda apoyada contra la pared.

Joder con este tío y su manía de no dejarme en paz, pensó Denki frotándose la cabeza. Por suerte estaba tan cansando que apenas se metió a la cama consiguió dormirse sin esfuerzo pese a que no podía sacudirse la imagen de Noche sonriendo.

[...]

NA

Ah, Denki tiene labia, pero le falta sutileza y el doble sentido. Si mejora seguro que no hay nadie que le gane, y curiosamente eso parece haber hecho feliz a Noche.

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