1.9. Limpieza
Titulo Alternativo: ¡Denki pone manos a la obra!
[...]
Tras su noche de insomnio Denki despierta lleno de resolución. Apenas termina de desayunar se pasa media hora hurgando en su armario, la mayoría de su ropa son los camisones largos que usa para dormir, el resto son piezas sueltas que no se atreve a tocar. Hasta el fondo hay un baúl viejo donde encuentra prendas relativamente cómodas si bien huelen a encierro. Su atuendo -pantalones de algodón, una camisola larga, una túnica ligera que le cubre todo el cuerpo y un cinturón ancho de tela lisa- le queda un poquitín grande pero al menos oculta sus brazos delgaduchos. Complementa su atuendo con una coleta baja que mantiene su frente y orejas descubiertas.
Lo primero que hace cuando abre la puerta de su habitación es tomar aire con fuerza. Fantasma lo espera al otro lado y Denki le sonríe mientras sale. Su intención principal es conocer la distribución de la casa y hacer otra cosa además de dar vueltas en su habitación.
Las puertas corredizas que dan hacia el jardín están cerradas así que Denki camina por el pasillo con la mirada al frente. Después del cuarto de baño que está a la izquierda de su habitación, hay un pequeño espacio oculto tras una pared falsa que cuenta con una toma de agua y una caldera aislada. Inmediatamente después hay un cuarto con la puerta corrediza cerrada.
¡vaya! El interior está oscuro y nadie se ha molestado en ventilar la habitación; hay una fina capa de polvo sobre el suelo y en la tela que cubre los muebles, bueno, ¿y cómo voy a saber para qué se usa cada cuarto?, mmm
—Oye, Fantasma, si tuvieras que otorgarle un rango de importancia a este cuarto, ¿cuál sería?
—La Sala de Té se considera privada, Alteza, a diferencia del Salón de Invitados aquí recibe a sus amigos más cercanos, puede utilizarla para comer. La importancia depende de usted.
—Bueno, entonces es prioridad alta—cierra la puerta y continúa con la habitación que está junto a esa.
¡Yey! No tengo que preguntar por este, ¡la biblioteca!
La biblioteca es un cuarto con estantes semivacíos y empolvados. Denki entra y husmea con entusiasmo. Hay una sección de historia general que está casi vacía y otros volúmenes empolvados cuyo título indica que se tratan de algún compendio de cuentos, historias y mitos.
Detrás de los estantes y oculta a simple vista, hay una puerta que conecta con el cuarto que sigue, y cuando Denki se asoma descubre que da directamente al pequeño espacio que se encuentra tras un exhibidor vacío. Al rodear el mueble sale a una oficina con una mesita baja en el centro, un mueble en el que se alinean un montón de tarritos de tinta y hojas de papel sin usar. Esa habitación cuenta con su propia entrada que da hacia el pasillo principal.
Supongo que el príncipe tomaba sus clases aquí.
Denki vuelve a cruzar la puerta oculta y desanda su camino hasta la entrada de la biblioteca, ahí lo espera Fantasma que sigue sin entrar.
¿No quiere ensuciarse los calcetines?, pero incluso mientras lo piensa le resulta absurdo, ¿será otra de sus manías?
—¿No quieres entrar, Fantasma?
La respuesta que recibe es un silencio con el que empieza a familiarizarse.
—Fantasma, ven.
No hay vacilación, Fantasma avanza con calma hasta llegar a su lado. Tiene la mirada fija en el suelo y la misma postura de firmes que lleva a todos lados.
Pero bueno, Fantasma, ¿por qué vuelves a tener el aspecto de un soldadito de plomo?, ¿no te gusta este cuarto?
—¿Te molesta el polvo, Fantasma?
—Por supuesto que no, Alteza.
—Pues a mí sí, vamos a empezar a limpiar este cuarto. Por favor ve y trae agua, y trapos. Muchos trapos.
Una vez que Fantasma se marcha cerrando la puerta tras de sí, Denki dobla las mangas de su túnica y comienza a despejar los estantes apilando los libros a los pies de estos.
—¿Puedo pasar, Alteza?
La pregunta lo hace fruncir el ceño, hasta la fecha Fantasma nunca ha solicitado permiso para entrar en su habitación o acercarse. En ese momento se acuerda de cómo tampoco entró hasta que no escuchó la orden.
Se sacude las manos y avanza hasta la puerta que abre resueltamente.
—No necesitas permiso, Fantasma.
Los ojos violeta se alzan hacia él y lo miran con la misma expresión indescifrable de siempre. Para Denki resulta imposible adivinar lo que está pensando, sin embargo por primera vez considera que tal vez la necesidad de pedir permiso sea una de las características indispensables de un Sombra o que tal vez haya reglas de la casa de las que él no es consciente.
—Escucha, Fantasma, las cosas ya no son como antes, ¿de acuerdo? Te lo dije, quiero hacer algo diferente, así que mientras seamos solamente tú y yo puedes olvidarte de todo lo relacionado con la etiqueta. Tienes permiso para entrar en cualquiera de las habitaciones de esta casa, no necesitas preguntar.
—Como ordene, Alteza.
Denki se abstiene de rodar los ojos.
—¿Y los trapos?
—He llamado al servicio, Alteza, ellos se encargarán de la limpieza.
—Y nosotros vamos a ayudar.
—Alteza, usted no-
—Shh, ni una palabra más o te mando a sentarte en un rincón, ahora ven, ayúdame a vaciar los estantes.
Dos sirvientas llegan cargando todos los utensilios de limpieza, parecen ligeramente escandalizadas cuando Denki toma uno de los pañuelos con la intención de limpiar los estantes.
—Alteza-
—Ustedes encárguense del suelo. Lo quiero limpio de esquina a esquina.
Denki se avergüenza de no saber sus nombres, pero no se atrevía a preguntárselos. Si el príncipe sabía sus nombres sería rarísimo de su parte volver a preguntar, si no los sabía sería rarísimo que el príncipe empezara preguntando el nombre de los sirvientes, así que se contenta con esperar el momento indicado para averiguarlo.
Tras la duda inicial las dos mujeres comenzaron a trabajar, Denki extendió el pañuelo hacia el primer estante y fue interceptado por Fantasma que lo tomó con muchísimo cuidado y empezó a quitar el polvo del mueble.
Al verlo Denki parpadeó, entonces fue por otro pañuelo y empezó a sacudir el polvo de los libros.
Como no tenía prisa fue inspeccionando el título de cada volumen antes de colocarlos en su lugar. Había varios textos de caligrafía, geografía e historia, la mayoría de ellos eran delgados y estaban llenos de lecciones sencillas.
Denki se distrajo con un volumen que incluía un montón de imágenes trazadas a mano de una salamandra con grandes ojos de color negro y el aspecto de un dragón sin alas. El libro parecía ser un estudio sobre los kaji, su época de reproducción, su apariencia, sus propiedades y más; el autor incluía además un capítulo dedicado enteramente a su tierra de origen. Denki apartó el volumen para leerlo después.
Para la hora de la comida el piso de la biblioteca relucía, la mitad de los estantes seguían vacíos y Denki había impedido que las sirvientas terminaran de ordenar los libros en su afán por hojearlos antes de guardarlos.
Tras la comida, el cansancio había terminado por vencerlo y al despertar de su siesta vespertina había tomado un baño y se había quedado el resto de la tarde leyendo el libro de los kaji.
La rutina de Denki se mantuvo. Limpiar por las mañanas y leer por las tardes.
Aun cuando la biblioteca seguía casi vacía habían logrado preparar la zona de lectura que incluía una bonita alfombra mullida, una mesita baja y un montón de cojines tapizados con los colores del emperador; ahora Denki podía dedicar las tardes a sentarse ahí a leer mientras Fantasma le hacía compañía envuelto en el silencio que le era tan común. La única diferencia era que había aceptado sentarse en un trocito de alfombra; era la viva imagen de un monje, con sus piernas cruzadas, las manos en el regazo, sus ojos cerrados. En opinión de Denki era una mejora considerable a su manía de quedarse de pie pegado a la pared.
Con su biblioteca a medias Denki había enviado los libros de Hakamata de vuelta con una nota de agradecimiento y había esperado a que la doncella volviera para interrogarla.
—¿Hubo algún problema?
—No, Alteza. Deje la nota con el sirviente de Hakamata-sama, me ha prometido entregarla en cuanto vuelva.
—¿A dónde ha ido?
—Tal vez Su Alteza no recuerde que esta es la época en la que el Emperador y sus concubinas favoritas se marchan al Palacio de Jade a pasar el resto del invierno cerca del mar.
—Oh, lo había olvidado, ¿quién más fue con ellos?
—El Segundo Príncipe, el Consejero Real, y la mayor parte de la Corte.
Es decir todos excepto yo.
—Recuérdame, ¿quién se queda a cargo del palacio?
—El Líder del Clan Sombra, Alteza, el Guardia Eraser.
—Hm-hum. Una pregunta, ¿el Doctor Yakumo también se fue con el Emperador?
—Por supuesto, Alteza.
—Gracias, puedes retirarte.
Una vez solo, Denki había volcado su atención en el tema que no podía dejar en paz.
Si Hakamata y Yakumo se fueron con el Emperador eso explica por qué no vinieron a verme durante mi última revisión médica, eso si acostumbraban venir antes. Ese día la barra de Desastre aumentó, lo único que hice diferente fue estar levantado. Los médicos me vieron y se alegraron, la barra no cambió en ese momento, fue después. El único peligro que amenaza mi vida es el envenenador, si supo que me estaba recuperando tendría sentido que la barra aumentara. Después no pasó nada, ¿por qué?, ¿podría ser que el asesino se fuera con la comitiva del Emperador?
Las preguntas no lo dejan en paz, sin embargo también lo alientan a seguir mejorando. Está decidido a mejorar ahora que prácticamente toda la corte se había ido de vacaciones, para ello empieza a usar sus periodos de lectura vespertina para caminar por el pasillo principal llevando su libro en mano y de vez en cuando se sienta con la puerta del jardín abierta para que su cuerpo vaya acostumbrándose al frío.
El siguiente objetivo en su limpieza fue la oficina, que había resultado ser un lugar más difícil que la biblioteca porque incluía un montón de papeles guardados que Denki tenía que hojear personalmente. Ahí había descubierto que el príncipe Denki se había esmerado muchísimo en pulir su caligrafía, tenía cuadernillos completos apilados en un cajón con sus ejercicios.
Denki había decidido retomar la caligrafía, especialmente porque parecía ser un requisito indispensable para alguien de noble cuna; había tomado la costumbre de arrodillarse junto a la mesita en su oficina a practicar durante horas hasta que los símbolos dejaban de estar torcidos, si bien distaban muchísimo de ser perfectos.
Una vez que la biblioteca y la oficina se convirtieron otra vez en espacios habitables, Denki se había tomado un momento para consultar su pantalla. La barra de Desastre seguía exactamente igual así que decidió ignorarla y se concentró en la barra de salud.
Cuatrocientos cinco puntos, no está nada mal, nada mal.
No era perfecto y seguía cansándose con rapidez, pero podía quedarse de pie durante largos periodos sin sentir que las piernas empezaban a temblarle, había dejado de tomar siestas vespertinas y lo mejor de todo era que había empezado a notar un incremento en su apetito. Estaba seguro de que una vez que la barra cruzara el punto medio comenzaría a llenarse a una velocidad impresionante.
Ya ni siquiera se preocupaba por el contador de días, aunque marcaba 155 entendía que los días perdidos habían sido tiempo invertido y que no valía la pena estresarse por él. Lo único que conseguía sacarlo de quicio era la barra de Lealtad que había pasado de 60 puntos a 100 y no tenía idea de los criterios que seguía.
Al menos está aumentando.
Lo que era más de lo que podía decirse de la barra de Popularidad y Relevancia. A un mes de haber llegado a ese mundo ambas puntuaciones seguían exactamente iguales y Denki estaba listo para empezar a trabajar en ellas.
[...]
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