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1.24. Frustración

Título Alternativo: El día en que Denki se quiebra.

[...]

—No —dice en voz alta emitiendo una risa floja como haría al oír una broma absurda— No —repite, está vez con más fuerza y absolutamente serio.

<Si el Tercer Príncipe no muere no pueden acusar a Fantasma de esa muerte>

<No es necesario> dice el sistema con esa voz mecánica <Su muerte será el resultado de un sacrificio para salvar la vida del Tercer Príncipe. Las condiciones que garantizan el desarrollo apropiado en el destino del Protagonista siguen activas.>

<Yo cambie la trama>

<Solamente en lo concerniente a tu destino, el destino del Tercer Príncipe. El resto de los elementos se mantiene incluida la muerte de Fantasma, si bien los detalles que la rodean cambian.>

<No> piensa con pánico <Me niego>

<Tu opinión no tiene peso sobre la trama, no puede cambiarse>

<Lo hice una vez, puedo volver a hacerlo. Puedo decirle... puedo decirle la verdad>

<Te recuerdo que las tres leyes que te permiten estar aquí son: No revelar información del futuro a ninguno de los personajes. No permitir que nadie sepa la verdad de tu origen. No alterar el destino del protagonista. Romper cualquiera de estas leyes traerá como consecuencia que el Visitante desaparezca de este mundo>

<Entonces enviaré a Fantasma lejos>

<No importa. La barra de lealtad garantiza el sacrificio, mientras Fantasma sea leal su muerte es inevitable>

No es consciente de que se mueve hasta que no oye el plato estrellándose contra el suelo. Al mirar hacia abajo los ve: Trozos de porcelana dispersos por todo el cuarto junto a la fruta y los panecillos intactos.

El eco del plato al quebrarse sigue haciendo eco en sus oídos y se aferra a él como si fuera un salvavidas. Lo siguiente que sabe es que está avanzando hacia la mesa junto a la ventana donde empuja el florero hasta verlo caer al suelo.

El sonido de la porcelana rota lo hace sentir mejor de una manera que no entiende.

"Su muerte es inevitable"

Toma otro adorno de su habitación, lo alza sobre su cabeza y lo lanza con fuerza contra el suelo provocando que uno de los trozos rebote hasta su cara.

No es suficiente.

"Su muerte es inevitable"

No hay suficientes adornos para calmar el grito en su interior así que empieza con las mesas más pequeñas.

Toma la que tiene más cerca, la alza en el aire y la estrella contra los postes de su cama hasta escuchar el crujido de la madera hasta que las astillas se entierran en la tierna piel de sus palmas. Cuando consigue deshacerla usa otra para golpear el mueble junto a la pared hasta destruir sus estantes y regar el contenido por el suelo.

Para únicamente cuando se queda sin aire, es ahí cuando lo oye.

—¡Alteza!

Shinsou, de pie cerca de la entrada, con la expresión de alguien que no comprende.

—¡VETE!

Una orden simple en un tono que no admite replica. Para reafirmar sus palabras le lanza la mesa -lo que queda de ella- que Shinsou esquiva sin esfuerzo.

—¡LARGATE!

Su grito es una orden inequívoca. Una señal absoluta.

¡SALVATE!

Para obligarlo a obedecer comienza a lanzarle lo que tiene a mano que son los adornos de pelo, sus pasadores y tocados altos, muchos de los cuales se quiebran al impactar contra el suelo, las paredes y el techo.

—¡NO!

Ruge con fuerza hasta hacerse daño cuando ve a Shinsou acercándose.

—Alteza...

Y su voz -impotente, tristísima, abierta y sincera- es otro cuchillo en el corazón de Denki.

¡NO!

La respuesta de Denki es empuñar los abanicos de Aizawa y lanzarlos a su cara. Shinsou no los evita, no parece ni mínimamente preocupado por su seguridad.

La idea es intolerable.

Cuando los adornos de pelo se acaban Denki le lanza la caja que los contenía la cual se estrella a los pies de Shinsou, quien sigue avanzando hacia él con una calma estudiada. Lo único que queda sobre el buro es una base de madera con un colchoncito de terciopelo rojo donde reposa un cascabel adornado con hilos de color rojo.

El cascabel de Shinsou.

Denki lo toma sin pensar, lo alza sobre su cabeza y se detiene.

No puede soltarlo, no quiere soltarlo, pero sabe que tiene que hacerlo.

"Su muerte es inevitable"

—¡CALLATE!

—Alteza —dice Shinsou tan cerca que casi puede tocarlo, con los brazos extendidos y abiertos, completamente indefenso y sin guardia— ¿qué pasa?

Denki le pega. Baja el puño, el que guarda el cascabel, y lo usa para golpearlo en el pecho.

—¡VETE! —le dice y al mismo tiempo piensa por favor.

Shinsou no se mueve así que Denki lo repite.

—¡VETE!

Un puño no es suficiente. Tiene que usar ambos. Tiene que obligarlo a marcharse. Tiene que empujarlo lejos.

Tiene que salvarlo.

—Denki —dice Shinsou— estoy aquí.

Y solo entonces -con ambos puños sobre el pecho de Shinsou, encorvado sobre si mismo, incapaz de mirarlo a los ojos y con el corazón destrozado- Denki llora.


&


Denki lloró por su padre infinidad de veces. Y en cada una de esas ocasiones su madre lloró con él, lo abrazó y lo consoló. Fue ella el tronco firme y bien plantado a donde acudía cuando tenía miedo.

Denki lloró por su madre solamente tres veces. La primera cuando la diagnosticaron, la segunda cuando la desahuciaron y la tercera la noche antes de que muriera. En cada una de esas ocasiones lo hizo solo, a escondidas, para no asustar ni preocupar a su madre.

Y tras perderlos Denki se había sumergido en su trabajo, una vida entera dedicada a ir de un punto a otro sin pausa, sin tiempo para llorarlos.


&


Llora hasta quedarse sin aire, hasta vaciarse completamente y convertirse en una simple cáscara. No le quedan fuerzas y por eso no protesta cuando Shinsou lo alza como una doncella y pasa sobre los trozos de porcelana roto para llevarlo a su cama.

—Limpiaremos esto —dice Shinsou al dejarlo en la cama y tras lo cual se marcha

Sentado en la cama, con el rostro caliente y los ojos irritados, Denki encoge las piernas; es ahí cuando nota las heridas en las plantas de sus pies, los cortes en sus manos y el ardor en su cara donde el sudor y las lágrimas han hecho contacto con el corte en su mejilla.

En lugar de tratar sus heridas, Denki observa el cascabel que tiene en la mano. Una cosa diminuta y brillante que no es capaz de soltar.

Otra lágrima escapa por el rabillo de su ojo, se desliza por su mejilla y cae hacia su brazo.

Shinsou vuelve con dos de las doncellas -Toka e Ina- ambas emiten jadeos de sorpresa al ver la habitación.

—¿Alteza? —dice Toka pero Shinsou la interrumpe

—Cuidado con la porcelana rota al entrar —dice—. Los trozos de madera servirán como leña.

—Iré por el médico —dice Ina

—No —replica Denki por primera vez con la garganta lastimada— No.

—El botiquín para las heridas será suficiente —dice Shinsou

Toka obedece y va a buscarlo. Shinsou comienza apilando los trozos de porcelana suelta en una cesta e Ina va separando los adornos de pelo rotos de los enteros. Apenas vuelve, Toka coloca el botiquín y la palangana de agua sobre la cama, pero cuando intenta acercarse Denki encoge los pies.

—Tira esto —dice Shinsou entregándole la cesta—. Y prepara un poco de té para dormir.

—¿Valeriana está bien?

—Sí

Ina se queda limpiando, Toka vuelve a marcharse y Shinsou se acerca a la cama donde extiende la mano hacia el pie herido de Denki, quien vuelve a encogerlo.

—Por favor —dice Shinsou en voz baja con las manos extendidas.

Denki sigue sin mirarlo, pero no vuelve a encogerse cuando Shinsou hace ademan de acercarse.

Con mucho cuidado -con muchísimo afecto- Shinsou comienza a quitarle los trozos de porcelana rota de la planta de los pies, cuando termina remoja uno de los trapos limpios del botiquín y le lava las heridas a conciencia, después aplica el ungüento para infecciones y procede a vendarlo.

Toka vuelve entonces llevando una bandeja con una tetera humeante, un par de tazas y bocadillos; los coloca en el mueble junto a la cama y después termina de ayudar a Ina con el resto de la habitación recogiendo además la ropa que Denki había dejado en uno de los silloncitos.

Mientras tanto Shinsou repite la misma acción con el otro pie y para cuando termina de vendarlo la habitación ha vuelto a su aspecto impecable si bien faltan algunos muebles y todos los adornos se han ido.

—Está listo —dice Toka en voz bajísima como si tratara de pasar desapercibida.

—Vuelvan a la cama —dice Shinsou sin mirarla—. Mañana reemplazaremos lo que se haya roto.

Ellas obedecen; se despiden emitiendo murmullos acongojados dejando a Shinsou y a Denki, que sigue con los ojos fijos en el cascabel.

Moviéndose con una calma estudiada, Shinsou sujeta su mano izquierda y procede a curarle los cortes, uno a uno, para después aplicar más ungüento y otra venda. Denki toma el cascabel con la otra mano y extiende la derecha sin decir nada. Finalmente llega el turno de su rostro, la mano de Shinsou viene a empujar su barbilla y Denki se endereza en un gesto instintivo.

Los ojos de Shinsou se fijan en el corte de su mejilla al limpiarlo, en su cara mientras le pasa el paño húmedo para eliminar el sudor y las lágrimas, en su boca mientras aplica un poco de ungüento de sábila en su labio hinchado.

Ahora que lo mira Denki no puede apartar los ojos de él. Lo observa en silencio, memorizando la forma de su cara, sus cejas finas, sus pestañas oscuras y cortas, la forma de su boca y su nariz. Su frente angosta y la pequeña línea de tensión en su sien.

A diferencia de la primera vez que posó sus ojos en él, la expresión de Shinsou ha ido cambiando a lo largo de todos esos meses. Ha dejado de parecer un poste frío y en cambio su aire sereno evoca el de un alma bondadosa y sincera.

"Su muerte es inevitable"

Puede sentir como se le empañan los ojos y no consigue contener la lágrima que resbala por el borde de su cara.

Shinsou la recoge con su trapo húmedo. Hace lo mismo con la que sigue y con la que sigue.

—Todo está bien —dice Shinsou mirándolo por fin. Sus ojos, antes fríos y evasivos, son de un cálido tono violeta oscuro que dejan entrever su preocupación—. El castigo del Emperador no será para siempre. No ha hecho nada malo y el Emperador lo verá. Nada se ha perdido aquí.

Como no puede seguir mirándolo Denki baja los ojos y aparta el rostro.

—Bebe, Denki —dice Shinsou extendiéndole la taza

Como no puede sujetarla con sus manos vendadas, Denki bebe directamente de las manos de Shinsou. El té lleva miel y está a la temperatura perfecta así que solo requiere de tres sorbos para beberse más de la mitad.

Exhausto, Denki se acomoda en su cama mientras Shinsou aparta la taza. Con las piernas encogidas y el cascabel entre sus manos, Denki cierra los ojos y se duerme sin esfuerzo. Lo último que ve es a Shinsou junto a su cama velando su sueño.


&


Tras la pérdida de su padre Denki se había prometido ser fuerte.

Tras la muerte de su madre Denki se había prometido sonreír y seguir adelante.

Sin importar lo difícil de su vida, lo cansado de su trabajo, el peso de la deuda y lo horrible de las condiciones, Denki cumplió su palabra. Había sobrevivido, siempre mirando al frente, sin detenerse a saborear su vida.

Había tenido mucho cuidado de no encariñarse con la gente y era fácil hacerlo cuando no tenía tiempo para tener a nadie.


&


Cuando despertó Shinsou le ofreció comida pero Denki sacudió la cabeza, cerro los ojos y se hizo bolita. Se había pasado tanto tiempo enfocándose en conseguir sus objetivos, preocupándose por el contador, los marcadores y el riesgo, que no se había detenido a pensar cómo celebraría una vez que estuviera a salvo, pero si lo hubiera hecho jamás habría considerado meterse bajo las cobijas a dormir sintiéndose miserable.

Se sentía exhausto, como si hubiera participado en una carrera de obstáculos sin descanso alguno solo para descubrir que su victoria final carecía de valor.

En algún momento oyó voces y no les hizo caso. Dormía y despertaba a intervalos irregulares, cambiando de posición cada vez que uno de sus costados se resentía. Denki durmió hasta sentir el cuerpo adolorido y la cara hinchada y harta.

—Denki —susurró una voz y cuando abrió los ojos lo primero que vio fue a Shinsou inclinado sobre él.

Volvía a ser de noche lo que significaba que era el segundo día que perdía tras su cena con el Emperador.

—¿Qué? —murmuró con la voz pastosa

—Es la última noche del Festival.

—¿Y?

—Tardará un año en volver.

Quiere decirle que no le importa, quiere seguir durmiendo, pero se acuerda de su madre y la promesa que le hizo. Había prometido seguir adelante. Y al llegar a ese mundo Denki se había jurado disfrutar de cada momento, de no dar las cosas por sentado y vivir con plenitud.

Había luchado por una nueva oportunidad y era absurdo desperdiciarla.

Se levantó con cuidado mientras Shinsou lo ayudaba apartando las mantas; cuando Denki trato de bajar los pies para levantarse Shinsou volvió a cargarlo sin pedir permiso. Del susto, la sorpresa y la vergüenza, Denki no atino a gritar, lo único que hizo fue apretar las manos contra su pecho y encogerse.

Salieron de la habitación a oscuras y avanzaron por el pasillo más allá de la habitación de Fantasma hasta la puerta que daba a la terraza, ahí Shinsou lo llevo hasta el pequeño diván -que no había estado ahí antes- lleno de cojines y una manta gruesa.

Denki estuvo a punto de preguntarle a Shinsou que hacían ahí cuando los ve: Cientos de pequeños cuerpos sobrevuelan la ciudad emitiendo destellos en color amarillo.

De inmediato los reconoce. Son los kabura, dragones de agua que cruzan el cielo dos veces al año, una en primavera cuando vuelan hacia el norte para aparearse y procrear, y la otra en invierno cuando hacen el camino de vuelta. Eran el símbolo del Imperio, con sus cuerpos alargados que se agitaban en el aire como serpientes que se deslizan por la superficie del agua.

—Pida un deseo, Alteza —dijo Shinsou en voz baja

Era una costumbre. Los kabura eran considerados símbolos de buena suerte y prosperidad, la gente se reunía a mirarlos cruzar el cielo sobre la Ciudad Imperial mientras elevaban plegarias silenciosas para el año que iniciaba. Incluso existían templos dedicados al Gran Kabura que era considerado el dios del mar.

En la novela, durante el primer capítulo y tras la muerte de su madre, el Protagonista había mirado el cielo lleno de esas criaturas extraordinarias, había cerrado los ojos y había deseado encontrar su camino. Y su deseo se había cumplido, no mucho después el Emperador lo había enviado a la Academia el lugar donde obtendría los conocimientos necesarios para llevar a cabo su destino.

—¿Qué deseo pedirías tú, Hitoshi? —pregunto Denki en voz baja

Shinsou miró el cielo y pareció meditar su respuesta con mucho cuidado, entonces lo miró de nuevo y se acercó.

—Pediría fuerza —dijo sentándose en el extremo del diván sin apartar los ojos de él—. Fuerza para evitar que Su Alteza tenga que sufrir.

Lo dijo sin alarde de ninguna clase, simple y firme, lleno de una resolución inamovible. Tan honesto que dolía y tan seguro que Denki no pudo sino sonreír. Una sonrisa llena de melancolía.

—No merezco tu lealtad, Hitoshi.

—Pero la tiene.

Y eso no va a cambiar, parecía decir.

—Pide un deseo, Denki —repitió Hitoshi, familiar y amable.

Denki miró el cielo de nuevo.

Desear.

En su vida anterior Denki había aprendido que desear era tan inútil como llenar un colador de agua. El desear no había evitado que su padre apostara. No había salvado a su madre. No había aliviado su deuda. No, Denki no creía en los deseos.

Creía en el trabajo duro, en la pérdida y el cansancio.

Había descubierto que debía luchar por las cosas que quería, había aprendido a sonreír pese a las dificultades y a no dejarse llevar por el miedo. Especialmente, había aprendido a no rendirse.

Y por eso se sacudió el dolor, cuadró los hombros, alzó el rostro hacia el cielo y tomó tanto aire como sus pulmones se lo permitieron. Entonces cerró los ojos como si fuera a pedir un deseo, pero en lugar de hacerlo se limitó a pensar con toda la fuerza de su voluntad.

<¿Sabes qué, Sistema? Vete a jorobar ballenas>

Abrió los ojos, expulsó el aire que tenía dentro y se levantó poniendo los pies en el diván e ignorando la repentina molestia que sintió cuando se alzó sobre la blanda superficie. Entonces extendió los brazos hacia el aire y pensó, con la misma fuerza de antes.

<Hitoshi Shinsou no se muere>

<Su muerte es inevitable>

Denki no le hizo caso, en su lugar miro a Hitoshi y le sonrió. Era seguro que tenía un aspecto desquiciado con su ropa de cama, sus vendas, su labio todavía hinchado y su sonrisa decidida, pero eso no pareció importarle a Hitoshi que le devolvió la sonrisa con cierto alivio.

Y ese simple gesto selló para siempre la resolución de Denki.

[...]

n/a

Gracias a quienes participaron con sus preguntas del Q&A, si no incluí tu pregunta porque no se enfocaba en la historia original (en la historia donde el principe se muere) puedes hacer otra. La idea es llenar lagunas de información a las que Denki no tiene acceso pero que les servirá a ustedes para conocer más el panorama que mueve este mundo.

Y por último quiero garantizarles que Denki no está en coma en su mundo original, está muerto y bien muerto. Su vida en este nuevo mundo es definitiva, y siendo que no es un videojuego no hay segundas oportunidades. No puede volver en el pasado a cambiar las cosas, no va a tener que repetir eventos una y otra vez y por eso tiene que hacerlo todo a la primera. Ahora que "forma parte de la trama" su muerte original ha sido evitada, pero sigue estando sujeto a las leyes de la trama que implican que pueden matarlo, puede enfermar, pueden atentar con su vida, es decir nada es definitivo.

Pero bueno, veamos como se las ingenia. Nos vemos en el que sigue. 

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