1.17. Obediencia
Título Alternativo: "No todo puede ser perfecto", la biografía de Denki
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Antes de salir, Shinsou trasladó sus nuevas pertenencias desde el cuarto de huéspedes hasta su recamara, eso le daba tiempo a Denki de recuperar un poco la compostura después de haberse soltado a llorar. Ni siquiera sabía que lo necesitaba hasta que aspiró una bocanada de aire y se dio cuenta que el peso que había estado llevando en el pecho se había disuelto.
Agradecía el momento a solas porque había mucho que procesar. Lo primero era la Barra de Relevancia que si interpretaba correctamente las palabras del Sistema, significaba tener peso en la vida de las personas que lo rodeaban y objetivos en su futuro. Lo que no sabía era porque había vuelto a oír el tintineo de las monedas siendo que había deshabilitado su pantalla de avance.
Supongo que al desbloquear el Atributo Especial se volvió a activar.
Cerró los ojos y revisó su pantalla.
Rápidamente descubrió que la Relevancia había dado un salto hasta quedarse en 116 puntos, su Barra de Desastre había descendido hasta 650 puntos, y lo que resultaba más asombroso era su medidor de Lealtad que brillaba con un destello plateado completamente llena. El valor de 1000 se mostraba claro en la parte superior con números remarcados y resplandecientes, bajo ella había aparecido una pequeña estrella que al mirarla bien mostraba una R en su centro.
Ver que la Salud estaba llena a más del ochenta por ciento, que la Popularidad estaba cerca de llegar a los cuatrocientos puntos y que el Desastre seguía disminuyendo, generó en Denki una sensación de confianza que no había sentido hacía mucho. Le quedaban cien días para completar su meta, cien días para subir las dos últimas barras y asegurar su supervivencia.
Puedo hacerlo, pensó Denki repentinamente seguro de su victoria.
Cuando Shinsou volvió, Denki le sonrió y con paquete en mano pusieron rumbo hacia las barracas. Las encontraron semivacías y no tardaron en descubrir que varios de los chicos habían conseguido tiempo libre, se habían marchado al pueblo a pasar el último día del año con sus familias.
Esperaron hasta que Aizawa pudiera reunirse con ellos, cuando lo hizo entró con paso marcial inclinándose respetuosamente cuando estuvo a un metro de donde Denki estaba arrodillado para después ocupar su posición al otro lado de la mesa.
—Buenos días, Alteza.
—Buenos días, Aizawa, ¿qué planes tenemos para hoy?
—Revisión de rutina, patrullaje alrededor de la muralla, supervisión de las tropas.
—Suena divertido.
—La diversión nunca ha sido parte de mi trabajo, Alteza.
—Y eso es una desgracia.
Era divertido arrancarle una sonrisa al serio rostro de Aizawa, especialmente porque tenía la costumbre de apartar los ojos como si eso pudiera ocultarlo.
—Bonito broche, Shinsou —dijo Aizawa cuando sus ojos aterrizaron en la pechera del soldado.
—¿Verdad? —respondió Denki mirando hacia Shinsou que pareció incómodo teniendo tanta atención sobre él— y ya que Shinsou tiene su regalo, es justo darte el tuyo.
Denki le hace una seña a Shinsou que coloca sobre la mesa el paquete que lleva bajo el brazo.
—¿Qué es esto?
—Creí que era obvio —dijo Denki bebiendo su té— es un obsequio.
—¿Por qué?
—Porque es año nuevo.
—Alteza-
—No empecemos con el sermón de: No es necesario, no lo necesito, no lo quiero o demás sandeces que me voy a dormir. Ahora veo que Shinsou aprende de ti todas esas malas costumbres de decir que no.
—¿Shinsou? —pregunto Aizawa parpadeando lentamente.
—Sí, Shinsou —dijo Denki como si nada— pero bueno, ábrelo porque ver la caja cerrada me produce ansiedad.
—Pero Alteza-
—¡Agh! —dice Denki extendiendo las manos para tomar la caja— si no lo abres tú lo abro yo.
Le quito el listón que la mantenía cerrada y después levantó la tapa dejando a la vista cuatro dagas pequeñas que descansaban sobre un cojín de color verde. Su mango era de un color negro, era delgado con metal entrelazado y terminaba con un pequeño círculo, perfecto para colgarlas. Cuando Aizawa extendió la mano para remover la vaina de color negro descubrió que el filo también era de un color negro brillante.
—Ebilia —dijo Denki—una de mis vecinas, tiene un hermano dueño de una tienda de armas, y cuando le pregunte por opciones me envío distintas muestras y en cuanto las vi, pensé en ti. Se supone que son de cuarzo negro, ¿a qué son bonitas?
—Gracias, Alteza —dijo Aizawa con solemnidad y antes de que Denki pudiera desestimar la seriedad de la situación, el sistema volvió a distraerlo.
<¡Felicidades! Atributo especial desbloqueado: Obediencia>
¿Otro?, pensó Denki, aturdido, pero tuvo que devolver su atención al presente cuando Aizawa materializó de la nada un paquetito rectangular que empujó en su dirección.
—¿Qué es esto? —preguntó tratando de recomponerse.
—Creí que era obvio —dijo Aizawa esbozando una sonrisa diminuta— es un obsequio.
Denki se rio, feliz y libre con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta. La risa creció hasta el techo y cuando finalmente consiguió calmarse asintió hacia Aizawa y le dijo.
—Excelente respuesta.
Después acerco el paquetito para sí y lo abrió. Dentro había dos trozos de madera pulida brillante, cuando levantó uno de ellos descubrió que se trataba en realidad de un abanico de papel. Las varillas eran trozos pulidos de color rojo y al extenderlas revelaba un paisaje colorido: Un palacio rodeado de flores.
Los detalles eran perfectos, el peso era adecuado, los colores eran armoniosos; el conjunto la convertía en una pieza exquisita y adorable. Denki la miro notando otra vez el nudo en la garganta.
—Kokane me ha comentado el asombroso progreso que ha hecho hasta el momento —dijo Aizawa y Denki asintió luchando por encontrar su voz.
—Sí, bueno, ella es una maestra excelente. Tengo suerte de que este entrenándome, quedan veinte días para el Festival y tengo que hacerlo bien.
—Así será, Alteza.
—Ya veremos, pero cuéntame, ¿tú y tus soldados van a celebrar el fin de año o pasarán todo el día trabajando?
—Por costumbre las rutinas se mantienen exactamente igual. Desayuno, comida y cena en turnos y patrullaje continuo.
—Oh, ¿habrá espacio para dos más?
Tanto Aizawa como Shinsou se le quedaron mirando, pero Denki se limitó a sonreír.
&
Desayunaron junto al resto de los soldados pese a que Aizawa ofreció su oficina para comer en privado. Denki sacudió la mano y se abrió paso por el comedor ignorando las expresiones de sorpresa del resto de los soldados.
Iba a extender la mano para tomar una bandeja cuando Shinsou se materializo a su lado y se adelantó. Denki sonrió y se limitó a seguirlo. Y cuando los encargados de la cocina parecieron horrorizados ante la idea de servirle a la realeza, tuvo que sacudir la mano en el aire.
—Solo es comida —dijo con calma.
Eso no pareció calmarlos, pero al menos los sacó de su trance y finalmente le entregaron a Shinsou dos raciones de sopa, arroz, pan y pescado.
Denki procuro fingir ignorancia mientras empezaba a comer, lo hizo en silencio y con calma, tratando de concentrarse únicamente en la comida que tenía enfrente. Sabía que el silencio de la sala se debía a él, y empezaba a cuestionarse su decisión, pero era demasiado tarde para arrepentirse.
Cuando terminó de comer, dejo que Shinsou recogiera los platos y después se marcharon. Al salir oyeron las voces estallar tras ellos, y Denki se frotó la cara. Como no quería volver a encerrarse en la casa, consiguió convencer a Aizawa de que lo dejara quedarse y después coaccionó a Shinsou para que le diera un paseo por la muralla superior.
Hicieron el recorrido con calma apreciando el viento que soplaba en lo alto y admirando el paisaje. Denki pudo por fin conocer el mundo que se extendía más allá de las paredes de la Ciudad Imperial. El palacio del Emperador había sido erigido en una pequeña isla dentro del continente, así que las murallas de la ciudad eran lamidas constantemente por el oleaje de los ríos que la rodeaban. Tres puentes la conectaban con las aldeas vecinas, Denki podía verlos cruzar el agua hasta llegar a la otra orilla.
En ese paseo Denki consiguió ubicar los otros lugares que se mencionaban en la novela.
Al noroeste, más allá del bosque y las montañas, se encontraba la Academia. Según la novela, la Academia se encontraba en el seno de las Montañas Negras, un lugar oscuro al que curiosamente casi no tocaba el sol, y en cuyos bosques habitaban seres fantásticos y terribles.
Al norte se encontraba el Bosque Maldito, una tierra infértil que daba vida a criaturas rapaces que atacaban las fronteras del Reino constantemente.
Al noreste se encontraba la Montaña del Cielo, y a sus pies se erigía el Reino de Ka, hogar de Katsuki Bakugou, el rival declarado del Protagonista. Denki sabía que el Reino de Ka se encontraba en otra isla, y que su reino era aún más grande y rico que el de Taiyou.
Al sureste se encontraban las Tierras Libres, una tierra sin ley llena de seres peligrosos.
Y finalmente, al suroeste se encontraba el Reino de Ame, una tierra prospera que aun siendo más pequeña que Taiyou poseía una gran fuerza militar. La familia de los Todoroki gobernaba con mano firme y orgullosa, eso había provocado que las tensiones entre ambos reinos crecieran. El Emperador de Taiyou deseaba que los Todoroki se sometieran a su gobierno, y el Reino de Ame deseaba mantener su autonomía, esta disputa era la razón por la cual el Príncipe Heredero de Taiyou no apareciera durante toda la primera novela, y era porque trataba de llevar las negociaciones de paz con el Reino de Ame desde la frontera.
Y la misma tensión había provocado que el Protagonista fuera exiliado apenas lo acusaron de acabar con los emisarios del Reino de Ame, de lo contrario la guerra habría sido inevitable.
Era la hora de la comida cuando terminaron el paseo, pero esta vez Denki acepto comer con Aizawa en su oficina, no hubo conversación, pero al menos no tenía gente mirándolo. En la tarde Denki consiguió permiso para quedarse a beber té en la biblioteca personal de Aizawa, ahí se entretuvo con los volúmenes que hablaban de la familia imperial y también descubrió que el nuevo atributo especial se había convertido en otra estrellita -con la letra O dentro- que se ubicaba bajo la Barra de Lealtad.
Cuando llegó la hora de la cena, Denki se despidió de Aizawa que iba a quedarse toda la noche supervisando al resto.
No quería volver al comedor a que todos lo miraran y tampoco tenía intenciones de ir al templo. En su vida anterior no había sido una persona religiosa y no tenía intenciones de empezar así que envió a Shinsou por dos raciones de comida para después emprender el regreso a casa.
Cenaron en una mesita que Shinsou coloco junto al jardín.
—¿No quieres ir al templo, Shinsou?
—No, Alteza
—¿Estás seguro?
—Sí, Alteza
Denki se le quedo mirando hasta que Shinsou se dio por vencido, bajó los palillos y alzó los ojos para mirarlo.
—¿Qué sucede, Alteza?
—¿Cómo te llamas, Shinsou?
—Fantasma, Alteza.
Denki frunció el ceño. —¿Qué nombre tenías antes de ser Fantasma?
—Shinsou, Alteza.
—¿Solo eso?, ¿no tienes un nombre y un apellido?, ¿me harás preguntarle a Aizawa?
—Hitoshi, Alteza. Mi nombre es Hitoshi Shinsou.
—Bonito nombre, el mío es Denki.
—Lo sé, Alteza.
—¿De verdad?, ¿y por qué no lo usas?
—No es apropiado, Alteza.
Denki no presionó, terminaron de cenar con calma y después se pegó a Shinsou cuando esté decidió asegurarse que las puertas exteriores estuvieran bien cerradas.
En su recorrido Denki pisó por primera vez el patio de los sirvientes que también era otro hexágono grande con puertas que conducían a un patio en el que había una gallinera y una huerta. Los sirvientes habían aprovechado para pasar la noche fuera y además de ellos solo estaban los animales metidos en sus corrales.
—Buenas noches, Shinsou —dijo Denki en su puerta.
—Buenas noches, Alteza.
Denki colocó sus abanicos junto al pasador de su pelo, ambos sobre la mesita con el resto de sus adornos, desprendió el cascabel de su cintura y lo coloco junto al resto, después extendió la colcha sobre su cama y finalmente empezó a desvestirse.
En pijama procedió a apagar todas las lámparas que tenía encendidas exceptuando la que llevaba en la mano y finalmente se subió a la cama.
Había sido un día agotador, tanto emocional como físicamente, y al mismo tiempo había sido satisfactorio y perfecto; se sentía seguro y confiado, las cosas no podían estar mejor. Y con esa idea en mente, Denki se durmió.
Lo despertó la alarma.
Durante un momento Denki no estuvo seguro de dónde estaba, todo estaba oscuro y en silencio. Creyó ver su techo vacío y su cuarto pequeño, pero solo fue una ilusión de su mente porque cuando sus ojos se acostumbraron a la luz alcanzó a distinguir la silueta de los postes que marcaban el final de su cama.
¿Tengo un despertador? Pensó Denki buscando el origen del ruido.
Estaba somnoliento y por eso le costó trabajo entender que el sonido provenía no del mundo a su alrededor sino de su cabeza. De inmediato cerró los ojos y se concentró. No tardó mucho en ver su pantalla.
Su barra de Desastre que usualmente era de color rojo había empezado a brillar y parecía palpitar. El número sobre ella se movía.
Desde el principio la barra solo había tenido tres dígitos, esa misma mañana Denki había visto el número seiscientos cincuenta, claro y brillante como el resto, pero ahora el número había adquirido una cola de decimales.
Ahora se leía 650.013224
Y los dos últimos dígitos iban girando. Crecían.
650.013228
650.013231
650.013234
¿Qué?, pensó Denki con horror. No cabía duda de que la barra de Desastre se estaba llenando sola.
[...]
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