1.15. Practica
Titulo Alternativo: Y una vez más, Denki, ¡baila!
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Una de las cosas que Denki había aprendido en su vida anterior era a sobrellevar la vergüenza y la incomodidad. Con tres empleos atendiendo a clientes -su trabajo en la tienda de conveniencia, su trabajo como mesero y sus horas en el bar- había desarrollado la habilidad de sonreír, asentir y sobrellevar una conversación independientemente de su ignorancia sobre el tema.
Denki había tenido que lidiar con escenas vergonzosas y situaciones ridículas que lo habían curado contra el espanto y la indecisión, y por eso al enterarse de que iba a formar parte de un grupo de bailarinas jovencísimas y bonitas que empuñaban abanicos y vestido en colores suaves, lo único que hizo fue sonreír y tragarse el pavor.
No pudo evitar balbucear en varias ocasiones, pero ni eso consiguió hundirlo en la depresión. Denki estaba decidido a sacar lo mejor de la situación y por eso, cuando Kokane ordenó clases privadas para ponerlo al corriente, aceptó casi de inmediato.
Iba a necesitar toda la ayuda posible, el baile nunca había sido lo suyo.
Al menos no tengo que cantar, pensó Denki sin dejar de sonreír, porque de hacerlo la multitud huiría en estampida.
—Dado que todos los espacios están ocupados con aquellos que se preparan para el Festival —dijo Kokane— he considerado apropiado utilizar uno de los salones que se reservan para la reunión de oficiales, es más pequeño, pero servirá para practicar en privado.
Me gusta esa palabra, pensó Denki, aunque en voz alta dijo: —Me parece perfecto
—Sería maravilloso que los días que faltan para año nuevo los dediquemos a su entrenamiento, Alteza, pero entiendo que su tiempo es importante, así que-
—No, por el momento esta será mi prioridad, ¿habrá problema si entrenamos todos los días de aquí hasta año nuevo?
—No, Alteza.
—Muy bien, ¿a qué hora empezamos?
Y fue así, que Denki se vio levantándose tempranísimo para vestirse y peinarse antes de emprender el camino hasta el salón de prácticas. Era un cuarto pequeño en el que Denki se veía obligado a repetir la misma rutina una y otra vez mientras Kokane contaba los pasos con una atención obsesiva dando palmadas rítmicas y repitiendo los números en voz alta.
Denki agradecía que Fantasma se quedara afuera, cuidando la entrada, porque así solo tenía a Kokane como jueza absoluta de sus tropiezos, su falta de elegancia y su aparente incapacidad para tener ritmo.
—No, Alteza, no, desde el paso cinco, de nuevo. Levante ese brazo, más arriba, derecho, con la muñeca girada hacia afuera, más, ¡más!
Voy a desencajarme la mano, pensaba Denki estirado como una jirafa mientras trataba de girar la muñeca sin soltar el abanico en su mano.
Y cuando no eran sus manos eran sus pies.
—Mueva esos pies, Alteza. No, primero el tobillo, sin doblar la rodilla y ahora cambie el apoyo. ¡No!, despacio, no es un mono para saltar de esa forma.
Un mono tiene más gracia que yo, pensaba Denki con el sudor perlando su frente y las pantorrillas adoloridas.
Kokane era una perfeccionista absoluta, le corregía la postura al caminar, al saltar, al deslizarse. Siempre procuraba cuidar la posición de sus manos y de sus pies, de la expresión de su rostro, de la forma como se balanceaba y de cómo apoyaba el peso sobre sus tobillos.
—Con gracia, Alteza, no es un urobi caminando sobre botellas de vidrio.
Sea lo que eso sea, estoy seguro de que no es un cumplido.
—Lento, Alteza, lento... si camina así nunca va a terminar.
Pero qué, ¿lo hago lento o no?
—Debe lanzar el abanico hacia el frente, ¡al frente!,
Eso hago, no es mi culpa que esa cosa termine al otro lado del salón.
—Extienda la mano, no agite los dedos.
¡Nadie va a darse cuenta si agito los dedos!
—Gire, gire, gire, siga girando, tiene que llegar hasta aquí sin dejar de girar.
Denki se detuvo y tomó aire, y por una vez no consiguió contener su lengua.
—Creo que voy a vomitar.
—Después de terminar —dijo ella sin parpadear— ahora vuelva a su posición y empiece de nuevo.
—¿Los giros? —dijo Denki con cansancio
—No, desde el principio. Primera posición y adelante.
Denki se tragó el gemido de dolor.
Pese a que era una maestra severísima, Kokane no era en absoluto cruel. Era inflexible y corregía cada error las veces que fueran necesarias, independientemente de si Denki cometía ese error cinco veces al día.
Lo cierto era que se asemejaba a una de las maestras que Denki había conocido en su vida pasada, antes de que tuviera que abandonar la escuela, y era esa familiaridad la que le impedía darse a la fuga pese a que todos los días terminaba con la ropa empapada de sudor, la cara caliente, los pies adoloridos, el cuerpo maltratado y la sensación de que iba a hacer el ridículo una vez que estuviera en el escenario.
&
Kokane seguía siendo la encargada de entrenar al resto de las bailarinas así que solo podía dedicarle a Denki las mañanas y un par de horas en la noche. Ambos trabajaban juntos durante horas hasta la campana del almuerzo y después de comer, Kokane se marchaba al otro lado del edificio para seguir entrenando a las muchachas de su clase, dejando a Denki solo para entrenar por su cuenta.
Al quedarse solo Denki practicaba con la secuencia de pasos que más se le dificultaba, practicaba el lanzamiento de abanicos y los giros. Se sentía torpe y ridículo porque el baile nunca había sido lo suyo, pero estaba decidido a compensar la gracia con determinación.
Esperaba que eso fuera suficiente para conseguir esos malditos puntos de popularidad, los cuales estaba empezando a maldecir.
Más vale que cada vez que lance este abanico en público el maldito contador se suba por las nubes.
—¡AGH! —gritó cuando el abanico cayó por enésima vez frente a él.
Tal vez debí salir al pueblo y repartir carteles con mi cara y una moneda, es fácil y menos vergonzoso que pararse en un escenario a que todos te miren.
—¿Alteza?
Se gira para encontrar a Fantasma en la puerta, su Sombra ha sido asignado a la tarea de cuidar la entrada más que nada porque Denki no soporta la idea de tenerlo en el mismo cuarto siendo testigo de su torpeza, y ahora su grito lo había hecho entrar.
—No pasa nada, Fantasma, solo me estoy quejando.
—¿Todo bien?
No, no hay nada bien, nada está bien. Me voy a humillar. Me voy a subir a ese escenario a que todos se rían de mí, ¿y para qué?, si no lo hago mínimamente bien no solo no tendré mis puntos, también habré arruinado todo este maldito festival.
Pero Denki no le dijo nada de eso, en su lugar suspiró, avanzó hasta levantar su abanico y terminó sin mirarlo.
—Todo bien, Fantasma, no te preocupes.
Sopesó el abanico en su mano, lo lanzó hacia arriba y avanzó, pero el abanico cayó frente a él sin gracia alguna. Denki suspiró y volvió a recogerlo.
—¿Cómo se supone que atrape esto si nunca cae donde debe caer? —dijo sacudiendo el abanico de papel.
—Debe lanzarlo al frente, Alteza.
Denki arrugo la nariz.
—Empiezo a odiar esa frase, al frente, al frente, al frente, lo lanzó al frente y no llega a dónde se supone que debe llegar —sacudió el abanico y golpeteó sin fuerza el brazo de Fantasma que había avanzado hasta detenerse junto a él— ¿es que hay otro frente al que deba lanzarlo?
—Use la muñeca, Alteza.
—¡¿Qué otra cosa se puede usar?! —repitió el movimiento y el abanico se alzo en el aire y Denki avanzó los dos pasos que debía avanzar, pero no llegó a tiempo— ¡AGH!
Se inclinó, lo levantó, lo sacudió vigorosamente con los brazos en alto hasta que se cansó, entonces suspiró y consideró seriamente en meterse a su cama a fingir que se moría.
—Debe usar la muñeca, Alteza —dijo Fantasma con calma sujetando su mano.
Del susto el abanico se resbaló entre sus dedos y mientras Denki evitaba morirse de un ataque cardiaco, Fantasma se inclinó con cuidado a recogerlo, entonces Fantasma volvió a poner el abanico entre sus dedos, sujeto su mano y la movió como si fuera suya.
—Mantenga el brazo recto y solo mueva la muñeca.
Repitió el movimiento una y otra vez hasta que Denki empezó a cogerle el truco, después lanzó el abanico al aire y ambos dieron dos pasos, juntos. Denki se quedo boquiabierto cuando el abanico cayó sobre su mano extendida. Volvieron a repetirlo: Lanzar el abanico, una mano sobre la otra, avanzar dos pasos, juntos, y sujetarlo en su caída.
Y de nuevo, y de nuevo, hasta dar una vuelta completa.
De la alegría Denki empezó a reírse, y solo entonces reparó en que Fantasma seguía detrás de él, sujetándolo de la cintura para ayudarlo avanzar.
No pudo evitar ponerse rojo, por suerte el bochorno pasó desapercibido gracias al ejercicio que había estado haciendo toda la mañana.
—Gracias, Fantasma —dijo apartándose con cuidado y apretando el abanico contra su pecho— eso ha sido maravilloso.
—Es para mí un placer ayudarlo, Alteza.
Denki le sonrió y no tuvo corazón para pedirle que volviera a la puerta.
—¿Quieres quedarte a verme practicar?
—Sería un honor, Alteza.
&
Esa noche, cuando Kokane volvió para darle una revisión general a su progreso, Denki la recibió con una ejecución casi perfecta -el abanico solo se le cayó dos veces- que le valió un aplauso de parte de Fantasma y la maestra.
—Bravo, Alteza —sonrió Kokane— con excepción de ciertos detalles a pulir, esa ha sido la mejor interpretación que ha hecho hasta el momento.
Denki procuró ignorar la parte de "pequeños detalles" y sonrió. Tal vez consiga salir de esta con mi orgullo intacto. Pero su felicidad fue de corta duración porque entonces Kokane dijo:
—Podemos decir que está listo para empezar con la segunda parte del número, el ritmo en crescendo. Y cuando esté listo podremos integrarlo a las practicas grupales para que practique finalmente con la música en el aire y no solo contando los pasos.
Denki cerró los ojos, tomó aire y respiró con calma. Sí, y después de la segunda parte aún deberé practicar para mí solo. ¡Maravilloso!
Pero en lugar de compartir sus pensamientos sarcásticos, Denki simplemente dijo.
—Me parece bien, ¿está bien si lo dejamos por hoy?
—Por supuesto, Alteza.
&
Con Fantasma junto a él, Denki emprendió el lento regreso a casa. Lento porque le dolían tanto las piernas que no podía avanzar a paso vivo. El primer día Fantasma se había ofrecido para ir por el palanquín y llevarlo de vuelta, cosa que Denki había rechazado porque no quería ser esa clase de príncipe; cuando Fantasma se había ofrecido a cargarlo hasta la casa, Denki había amenazado con obligarlo a quedarse ahí.
Al final Denki había prometido pedir ayuda si se sentía demasiado exhausto para caminar, pero lo cierto era que aún estando exhausto no había mayor placer que recorrer las calles silenciosas y pasear bajo el cielo abierto.
En su opinión, había pasado demasiado tiempo en cama y tiempo de remediarlo.
Esa noche el viento frío soplaba con fuerza. Los últimos restos de nieve sucia se apilaban bajo las murallas donde el sol no alcanzaba a tocarlas, pero el mundo estaba sacudiéndose el invierno y la primavera era cada vez más tangible: Desde el sol más tibio hasta los primeros brotes que empezaban a asomarse.
Dentro de las murallas que protegían a la Ciudad Imperial, las casas mantenían sus lámparas encendidas iluminando los pabellones y las entradas elegantes. En ocasiones Denki se cruzaba con algún sirviente que hacía recados tardíos. cada uno de ellos se apartaba del camino para dejarlo pasar, le regalaba una reverencia pronunciada y se quedaba inmóvil hasta que Denki lo dejaba atrás momento en el cual el sirviente volvía a ponerse en marcha.
Las primeras veces Denki había tratado de saludar, pero tras el espanto y el pánico de cada uno de ellos, Denki había optado por dejarlos en paz.
Al llegar Toka lo recibió con las novedades, había recibido mensajes de sus vecinos con preguntas sobre su salud. Denki había cancelado todas las reuniones sociales con el fin de enfocar toda su atención en el festival, lo había hecho sin dar avisos de ninguna clase y era grato que sus vecinas tomaran nota de su ausencia.
Denki redactó unos mensajes de agradecimiento genéricos y estaba listo para irse a la cama cuando la sirvienta le extendió un paquete.
—Eraser vino está mañana, Alteza —dijo Toka— dejo esto para usted.
Denki tomó el paquete y fue a dejarlo a su habitación. Tras un baño caliente, una cena tardía y un cambio de ropa, Denki se arrellanó en su cama para abrir la caja que Aizawa había dejado. Sospechaba lo que era, pero quería asegurarse.
Al abrirlo no pudo evitar sonreír.
Justo a tiempo, pensó, el Año Nuevo estaba a dos días de distancia y el regalo de Fantasma era lo único que faltaba.
Iba a ser el primer año en el que Denki no trabajaba a jornada completa, el primer año en que tenía dinero para comprar regalos, y el primero que no tendría que sentarse a medianoche en su misero cuarto vacío.
Y si tenía suerte con el festival, tal vez seríael primer año de su nueva vida.
[...]
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