1.11 Paseo
Título Alternativo: Denki descubre una triste verdad
[...]
Aparentemente salir no es simplemente ponerse los zapatos y lanzarse a la calle, en cuanto dice "Vamos a dar una vuelta, Fantasma", el espanto cobra vida en el rostro de las doncellas. No dura mucho porque de inmediato se lanzan a hacer reverencias y a farfullar sin detenerse a tomar aire:
—Prepararemos su palanquín, Alteza.
—Tal vez tome tiempo, Alteza.
—Lo sentimos, Alteza, debimos haber previsto está situación.
—Nos sometemos a su benevolencia.
Denki sacude las manos.
—Eh, eh, paremos un momento—las doncellas se callan con los ojos fijos en el suelo. Ni ellas ni Fantasma se atreven a mirarlo—No veo cuál es el problema exactamente—la única respuesta que recibe es un silencio avergonzado—pero bueno, alguien aquí tiene que decir algo.
Podría haberles dicho que quiere tirarse de un acantilado y la tensión en la habitación habría sido la misma.
—¿Tengo prohibido salir?,—pregunta Denki con calma.
—Por supuesto que no, Alteza—repiten tres voces simultáneamente.
—¿Ha empezado a nevar?
—No, Alteza.
—Entonces cuál es el problema. Veamos, Toka—la mujer que está a su derecha con un pelo negro abundante se sobresalta—¿cuál es el problema con el palanquín?
Tras un largo momento de duda la mujer se inclina una vez más y dice:
—Su Alteza ordeno el cambio del forro, pero antes de que pudiera escoger el tipo de tela su salud recayó y... lo sentimos.
—¿Eso es todo?
Las doncellas se rebullen incómodas en su lugar.
—...¿no está molesto, Alteza?
—¿Molesto?
—Sí, Alteza.
—¿Debería estarlo?
La pregunta hace reaccionar a Toka que vuelve a balancearse mientras murmura a gran velocidad:
—Prometo que no volverá a suceder, Alteza, lo arreglaremos inmediatamente y lo tendrá listo esta misma tarde. Es nuestra falta y la admitimos con vergüenza, nos sometemos a su benevolencia. Lo único que le pido, si es que me concede una simple petición, es que el castigo de Sayu me lo otorgue a mí, ella sigue delicada desde su resfriado de la semana anterior.
Un terrible presentimiento asalta a Denki al escucharla y al ver a dos mujeres tensas y a un Fantasma rígido, todos ellos con la cabeza inclinada y el aspecto de alguien que espera lo peor.
Tiene que humedecerse los labios para hablar:
—¿Puedes recordarme por qué te castigue la última vez?
—...preparé su comida de forma ineficiente, Alteza.
—¿Qué castigo te di?
—Tres azotes y un día de ayuno, Alteza.
Es una suerte que todos sigan mirando al suelo porque Denki no consigue contener su mueca de horror.
Si lo piensa cuidadosamente podía considerarse un evento común, en la novela habían mencionado que el Emperador solía castigar a sus sirvientes cuando se equivocaban y no solía reaccionar bien ante opiniones contrarias. De hecho también solía impacientarse con sus concubinas, esa cualidad había provocado que el protagonista se convirtiera en un ser empático y amigable en un intento por ser completamente diferente a su padre. Y parecía que el Tercer Príncipe había decidido hacer exactamente lo opuesto...
Supongo que de tal padre tal hijo.
El suspiro de Denki hace tintinear el cascabel que tiene en la cintura.
—Nadie será castigado hoy y con suerte nunca más. Vayan a desayunar, después terminen con la limpieza de la Sala de Té. Toka encárgate de que arreglen el palanquín, no hay prisa, con este clima no iré lejos pero sería apropiado tenerlo listo para cuando llegue la primavera. Sayu ve y descansa, si aún estás enferma no te quiero dando vueltas por ahí. Y también quiero que Mizushima instale un reloj. Es todo.
No se espera a verlas marchar, pasa de largo junto a ellas y enfila hacia la puerta, una vez fuera toma el pasillo de la derecha, pasa la puerta cerrada, y sigue hasta llegar al vestíbulo. Las doncellas que trotan tras de él chocan y trastabillan tratando de rebasarlo pero Denki se concentra en seguir.
Una vez ahí no se atreve a arrebatarle el zapato de tela que la doncella acomoda frente a él, se limita a meter los pies dentro y en cuanto termina abre la puerta y sale, luchando contra el deseo de echar a correr y esconderse.
Se aleja del pequeño tejado de la entrada y una vez ahí cierra los ojos, alza el rostro y toma aire. El frío aire invernal se cuela por su nariz, por entre las amplias mangas de su vestimenta, pero esa no es la razón por la cual le tiemblan las manos.
No te atrevas a llorar, Denki.
Aprieta los ojos notando la humedad en la esquina de sus parpados, y se obliga a respirar con calma.
—¿Tiene frío, Alteza?
Abre los ojos y se encuentra con Fantasma que espera junto a él, con su aspecto inmaculado e indescifrable, con su porte magnifico y sus ojos fijos en el suelo.
Ninguno de ellos me miraba.
Quiere disculparse, pero no puede hacerlo sin violar las reglas del Sistema así que se limita a tragarse el nudo en su garganta.
—Lo que haya sido ya no es, ¿de acuerdo?
Dos ojos de color violeta se alzan hacia él con lentitud.
Lo que fue ya no será.
Fantasma lo mira fijamente y Denki le sonríe, después examina la zona. El mundo es de un delicado blanco que brilla gracias a los pálidos rayos del sol, la nieve de la calle forma una capa delgada por la que se puede pasar sin que sus zapatos se hundan.
Denki se aparta de la entrada hasta llegar a un camino amplio delimitado por casas. La suya pertenece al borde exterior y junto a ella hay otras parecidas. Todas poseen pabellones con la misma forma hexagonal unidos por pasarelas de madera que conectan los espacios entre sí.
Su casa está compuesta por dos pabellones laterales, y parece ser la única porque las otras cuentan con tres, pero ninguna de ellas se compara a las casas que están en el borde interior. Las casas al otro lado del camino son de doble piso y los jardines que las rodean, aunque están cubiertos de nieve, son inmensos.
Denki avanza con lentitud sin dejarse vencer por el frío, lo siente en las mejillas y en las manos; una brisa helada que enfría sus orejas y sus dedos. Y sin embargo se siente vivo.
La certeza lo llena de energía, su resolución se sacude y vibra a su alrededor.
Seguiremos vivos.
Más adelante encuentra una bifurcación, el camino de la derecha se abre paso entre dos casas grandes pertenecientes al círculo interior, desde ahí puede verse el palacio: Un edifició alto y amplio que opaca a todas las casas inmensas que la rodean.
La tentación de ir a husmear ees alta, pero al final Denki sigue por el camino de la izquierda tomando nota de las casas con huellas en la entrada, no son muchas porque aparentemente la nieve de los caminos ha sido limpiada concienzudamente.
—¿Qué pasa, Alteza?
Denki se sobre salta al oír a Fantasma, ha estado mordiéndose el labio conteniendo sus preguntas temeroso de llamar la atención con su ignorancia. Va a tener que ser muy cuidadoso para no meter la pata.
—Todo se ve tan diferente—dice—tal vez sea la nieve, o tal vez hace mucho que no salgo pero es cómo si lo viera por primera vez, ¿recuerdas cuándo fue la última vez que salí?
—En el verano anterior su salud mejoro bastante, creo que su última salida fue para tomar el té con Madam Hidashi.
Bueno y entonces por qué ella no ha ido a verme.
—¿Y hace cuánto que estás conmigo, Fantasma?
—Serán cinco años el verano que viene, Alteza.
Denki asiente sin dejar de frotarse las manos heladas.
—Será mejor volver, Alteza.
—Tonterías, acabamos de salir. Quiero seguir.
Denki sabía que la isla en la que estaba ubicado el Palacio Imperial se dividía en tres regiones. La zona central era donde estaba el palacio, la zona media compuesta de todas esas casas gigantes al otro lado del camino y la zona baja que era donde se encontraba su casa. En el libro se decía que el Segundo Príncipe tenía su casa en el Ala Este, lo que significaba que estaba en la zona media al este de la isla, tan cerca que Denki no quería perder la oportunidad de ir a verlo pese a que sabía que no había nadie en casa.
La isla estaba habitada por las familias que componían la corte del Emperador y Denki tenía claro que iba a tener que conocer a toda esa gente, iba a tener que visitar a cada uno de ellos si quería que sus puntos de popularidad subieran, y siendo que el Segundo Príncipe era famoso por sus reuniones sociales era lógico que Denki estuviera dispuesto a pegarse a sus tobillos como un cachorrito persistente.
Su plan se topa con su primer gran obstáculo cuando Denki se detiene a medio camino y jadea; el aire escapa de su boca en espirales grises. Se encuentran justo en la parte alta de una pequeña colina, en la segunda bifurcación que encuentra, desde ahí puede ver el final de los pabellones en forma de hexágono. A su derecha, el camino que lo conduce hacia el pabellón del Segundo Príncipe inicia un suave ascenso; a su izquierda la pendiente termina en un espacio amplio con varias torres y edificios bajos, no hay jardines ni techos elegantes.
—Alteza, tal vez-
—¿Qué es eso?
La pregunta es automática, no puede evitar la curiosidad y sabe que ha hecho una pregunta rara cuando Fantasma frunce el ceño al seguir la dirección en la que apunta su dedo.
—¿El cuartel de los soldados?
Ups, supongo que eso siempre ha estado ahí.
—No, eso no, quiero decir, eh, eso, eso que están llevando ahí.
—Parece una carreta, Alteza
No puede evitar reírse porque en efecto la primera cosa que señala resulta ser un hombre empujando una carreta.
Al calmarse descubre que Fantasma lo mira.
—No me río de ti—dice—es que tienes toda la razón, es una carreta. Uf, hace frío, ¿crees que podamos descansar un momento?
—Por supuesto, Alteza.
A diferencia de la armonía que reina entre las pequeñas casas de la zona baja, el cuartel de los soldados rezuma vitalidad y energía, se oyen gritos y risas elevándose tras los muros.
Denki recuerda entonces que en la novela se mencionaba que la isla del Emperador poseía tres puentes que conectaban con el exterior, y en cada uno se habían instalado las barracas de los soldados que custodiaban las entradas y no permitían el acceso de nadie que no tuviera autorización del palacio.
—¡Shinsou!
El grito devuelve a Denki a la realidad a tiempo de ver a un joven acercarse agitando los brazos en alto.
—Hace años, literalmente años-
Se calla al reparar en Denki, su expresión risueña se muere y se queda inmóvil con la boca abierta.
—Buenos días—dice Denki en un tono que espera sea sumamente cortés y se felicita a sí mismo cuando añade una brevísima inclinación de cabeza.
El soldado sigue mirandolo y Denki aprovecha el silencio para estudiarlo. Viste el mismo uniforme que Fantasma con la única diferencia de que no posee el blasón dorado en la pechera de la túnica y lleva su pelo negro sujeto en una tirante coleta alta.
—Por aquí, Alteza—dice Fantasma y apenas termina de pronunciarlo el soldado reacciona. Mira a Fantasma con sorpresa, después a Denki, y de inmediato dobla un brazo y se inclina hasta casi encorvar todo el cuerpo.
—Me disculpo, Alteza, no lo reconocí.
Bueno y entonces por qué me estabas viendo con cara de bobo.
Denki sigue a Fantasma que lo conduce a uno de los edificios laterales, por el camino otros dos jóvenes saludan a Shinsou deteniéndose abruptamente cuando posan sus ojos en Denki. El amigo de Fantasma camina tras ellos, y es él quien llama la atención de los soldados, no dice nada en voz alta pero Denki lo siente gesticular y recibe confirmación cuando los dos soldados se inclinan en respetuosa reverencia.
—Alteza—dicen ambos con el mismo tono
Bueno, ya basta, es rarísimo que me digan así. Con Fantasma ya me acostumbré, pero oírlo de otros es más de lo que puedo aguantar.
Dentro del edificio la temperatura vuelve a ser agradable solo ahí puede darse cuenta de sus mejillas heladas y sus dedos congelados.
—Traeré un poco de té—dice Fantasma antes de arrastrar a su amigo hacia afuera.
Una vez solo Denki cae de rodillas junto a la única mesita de la habitación y se desploma sobre ella.
Ahg, me voy a comer la lengua de tanto morderla. ¡Quiero hacer un montón de preguntas! ¿Quién era ese? ¿Fantasma se llama Shinsou? ¿Y por qué le digo Fantasma? ¿Por qué todos me miran raro? Es por la ropa, ¿verdad?-
Se endereza y estudia los pliegues de su túnica tratando de alisar las arrugas imaginarias.
-¿o es mi pelo?-
Se toca el peinado con cuidado y suspira.
-ahggg, voy a tener que practicar como arrodillarme con esta ropa.
Oye pasos en el exterior y de inmediato asume una postura rígida con la espalda recta, las manos en el regazo y la mirada al frente, pero la persona que entra no es Fantasma es un hombre de pelo oscuro con una cicatriz en la mejilla derecha.
Parece estar buscando a alguien porque lo primero que hace es barrer el cuarto, sus ojos pasan sobre Denki como si fuera un mueble, dos segundos después vuelve a mirarlo y su ceño se frunce.
—¿Alteza?
Oh, diablos, tú me conoces y yo no tengo idea de quién eres.
[...]
[*]Utilice Madam para referime a una concubina. Madam Hidashi es una concubina.
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