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OO6 : La verdad entre petalos

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El invierno en Seúl seguía avanzando con su aire gélido, cubriendo las calles con un manto de hielo y soledad. El apartamento de Seonghwa, a pesar de su calefacción, parecía igual de frío. Los días habían pasado lentamente desde la conversación con Hongjoong, pero la esperanza que había sentido en ese momento comenzaba a desvanecerse.

Aunque Hongjoong había prometido estar a su lado, Seonghwa no podía evitar sentirse atrapado en un limbo emocional. Sus interacciones eran diferentes ahora; había más preocupación en los gestos de Hongjoong, más silencios cargados de significado, pero también una distancia que Seonghwa no sabía si era real o solo producto de su propia inseguridad.

Una noche, después de otro día interminable, Hongjoong apareció inesperadamente en su puerta con una bolsa de comida caliente en las manos.

—Pensé que no habrías comido —dijo, entrando sin esperar una invitación.

Seonghwa lo observó en silencio mientras colocaba los recipientes sobre la mesa. Aunque apreciaba el gesto, no podía ignorar el nudo en su pecho, esa constante sensación de que algo estaba incompleto.

—Gracias —murmuró, tomando asiento frente a él.

Comieron en un silencio extraño, roto solo por comentarios casuales que ambos sabían que no llegaban al fondo de lo que realmente querían decir. Cuando terminaron, Hongjoong se inclinó hacia atrás, mirando a Seonghwa con una mezcla de preocupación y ternura.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó.

Seonghwa dudó antes de responder.

—Lo mismo de siempre.

Era una mentira, y Hongjoong lo sabía. Las manchas de sangre en los pañuelos y la palidez de su piel eran testigos de que la enfermedad no había retrocedido. Pero Hongjoong no lo presionó. En lugar de eso, se levantó y comenzó a recoger los platos, como si quisiera evitar el tema por completo.

Seonghwa lo observó en silencio, sintiendo cómo algo dentro de él se rompía lentamente.

—Hongjoong.

El tono de su voz hizo que el otro se detuviera. Hongjoong giró la cabeza, encontrando la mirada de Seonghwa, que estaba cargada de una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

—¿Qué pasa?

Seonghwa tragó saliva, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Sabía que lo que estaba a punto de decir podría cambiarlo todo, pero no podía seguir reprimiendo lo que sentía.

—Te quiero.

Las palabras salieron en un susurro, pero llenaron la habitación como un grito. El tiempo pareció detenerse mientras Hongjoong lo miraba, sorprendido.

—Seonghwa...

—No tienes que decir nada —continuó Seonghwa rápidamente, su voz temblando—. Solo... necesitaba que lo supieras.

Pero Hongjoong no permaneció en silencio. Dio un paso hacia él, con una expresión indescifrable en el rostro.

—Yo también te quiero.

Por un breve momento, el mundo pareció detenerse. Las palabras de Hongjoong fueron como un bálsamo para el corazón de Seonghwa, llenándolo de una calidez que hacía tiempo no sentía. Pero justo cuando la esperanza comenzaba a arraigar en su interior, algo ocurrió.

Un espasmo lo recorrió, y antes de que pudiera detenerlo, comenzó a toser violentamente.

—¿Seonghwa? —La voz de Hongjoong estaba llena de alarma mientras se acercaba rápidamente.

Seonghwa llevó una mano a su boca, sintiendo el sabor metálico de la sangre. Cuando finalmente dejó de toser, abrió la mano para encontrar pétalos oscuros y empapados en rojo.

La visión lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Las palabras de Hongjoong no habían detenido las flores.

—No... —susurró, su voz quebrándose.

Hongjoong lo miró, su rostro lleno de confusión y horror.

—¿Por qué? —preguntó Seonghwa, levantando la mirada hacia él con lágrimas en los ojos—. Dijiste que me querías... ¿Por qué esto no se detuvo?

Hongjoong no supo qué responder. La sinceridad en su voz había sido real, pero ahora entendía lo que eso significaba: aunque quería profundamente a Seonghwa, no era del mismo modo en que Seonghwa lo amaba.

—Hyung, yo...

—No lo sientes realmente, ¿verdad? —interrumpió Seonghwa, su tono lleno de una tristeza desgarradora.

Hongjoong intentó acercarse, pero Seonghwa se apartó, su cuerpo temblando mientras las lágrimas caían libremente.

—No me mientas, Hongjoong. Por favor... no lo hagas peor.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Hongjoong quería decir algo, hacer algo, pero las palabras se le atascaban en la garganta. Finalmente, bajó la mirada, incapaz de enfrentar el dolor en los ojos de Seonghwa.

—Lo siento —susurró.

Esa simple disculpa fue como una sentencia para Seonghwa. Se dejó caer en el sofá, su cuerpo sintiéndose más pesado que nunca. Las flores seguían creciendo, y ahora sabía con certeza que el amor de Hongjoong, aunque real en su propia forma, no era suficiente para salvarlo.

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