OO1 : Las flores del silencio
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La tarde estaba teñida de un tono anaranjado intenso, con el sol descendiendo lentamente sobre Seúl. Park Seonghwa caminaba en silencio por una de las calles menos concurridas, con las manos en los bolsillos de su abrigo. A su alrededor, las hojas secas crujían bajo sus zapatos, un ruido apenas audible comparado con los latidos desbocados de su corazón. Había estado evitándolo. Todo este tiempo había hecho lo posible por ignorar el peso que sentía en su pecho, pero ahora sabía que no podía seguir huyendo.
Desde hacía semanas, algo extraño ocurría. Al principio, creyó que era una simple alergia o un resfriado pasajero. Un carraspeo aquí, una tos allá... pero pronto esas pequeñas molestias se transformaron en algo más. Tuvo un ataque de tos que pronto se convirtió en él dando arcadas sin poderlo detener y entonces lo vio: había vomitado pétalos de flores. Las primeras flores que expulsó lo dejaron atónito. Pequeños pétalos blancos con bordes rosados, aún húmedos por la sangre que los acompañaba, habían caído en el suelo de su habitación una noche mientras tosía violentamente. No entendió lo que sucedía hasta que recordó las historias: la enfermedad Hanahaki. Un mal romántico, una dolencia que solo aquejaba a quienes sufrían de un amor no correspondido.
El nombre de Kim Hongjoong se deslizó en su mente como un susurro.
Hongjoong había sido su amigo por años, el único que podía entenderlo en todas sus facetas. Su conexión iba más allá de lo normal: eran compañeros en la música, confidentes, casi dos mitades de un todo, pero lo que Seonghwa sentía había crecido en silencio, como las raíces de una planta que, sin que nadie lo notara, se expandían cada vez más profundo dentro de su corazón.
Por supuesto, Hongjoong no lo sabía. ¿Cómo podría? Para él, Seonghwa siempre había sido un amigo, alguien confiable, pero jamás un objeto de deseo. Lo había visto con otras personas, con esas sonrisas casuales que iluminaban todo a su alrededor. Cada vez que Hongjoong se reía con alguien más, una punzada atravesaba el pecho de Seonghwa, aunque él fingiera indiferencia.
Y ahora, esa punzada se había convertido en flores.
Seonghwa llegó a su apartamento al anochecer, dejando caer su mochila en el suelo. Sus pasos resonaban en el espacio vacío, donde cada rincón le recordaba a Hongjoong. La taza de café que había usado días antes seguía en la mesa, y un abrigo que le había prestado colgaba del respaldo de una silla. Todo lo suyo estaba teñido por su presencia.
Se dejó caer en el sofá y cerró los ojos, esperando que el cansancio lo venciera. Sin embargo, el peso en su pecho le recordó que estaba lejos de descansar. Sintió un cosquilleo, una presión familiar que subía desde su garganta.
—No... no ahora... —susurró con desesperación.
Pero no pudo contenerlo. Se incorporó rápidamente, llevando una mano a su boca mientras tosía violentamente. La sangre cálida manchó sus dedos, seguida de pétalos frescos, suaves, y dolorosamente hermosos. Los observó con los ojos llenos de lágrimas. La enfermedad estaba avanzando.
Al día siguiente, Seonghwa intentó actuar con normalidad. Su rutina lo llevó al estudio, donde siempre encontraba a Hongjoong trabajando. Al abrir la puerta, lo vio inclinado sobre su escritorio, revisando partituras con una concentración que hacía que el mundo pareciera detenerse. La luz que entraba por la ventana iluminaba su cabello rubio, y esa imagen bastó para que Seonghwa sintiera un dolor punzante en el pecho.
—¡Oh, hyung! —dijo Hongjoong al verlo—. Llegas justo a tiempo. Quiero que escuches algo.
Seonghwa asintió, esforzándose por mantener su compostura. Mientras Hongjoong encendía el equipo de sonido, él se acercó lentamente, observando cómo hablaba con entusiasmo sobre una nueva canción que había compuesto. Cada palabra que salía de sus labios era como un nuevo pétalo que se alojaba en su garganta.
Cuando la música empezó a sonar, Seonghwa cerró los ojos, dejando que las notas lo envolvieran. Pero en lugar de calmarlo, solo hicieron que su corazón latiera más rápido. La voz de Hongjoong, tan familiar, tan llena de vida, era como una caricia que lo destruía desde adentro.
—¿Qué opinas? —preguntó Hongjoong cuando la canción terminó.
Seonghwa abrió los ojos, tratando de encontrar una respuesta adecuada.
—Es... perfecta. Como siempre.
Hongjoong sonrió, satisfecho.
—Gracias, hyung. Sabes que tu opinión significa mucho para mí.
Seonghwa quiso decirle que lo que realmente significaba para él era mucho más que eso, pero no pudo. Su garganta se cerró, y un dolor punzante lo obligó a apartar la mirada.
—¿Estás bien? —preguntó Hongjoong, notando su incomodidad.
—Sí, solo estoy cansado. No te preocupes.
—Deberías descansar más, hyung. No quiero que te enfermes.
La ironía de esas palabras hizo que Seonghwa esbozara una sonrisa amarga. Si tan solo supieras, pensó.
Esa noche, las flores volvieron. Cada vez eran más, cada vez más grandes. La sangre no dejaba de manchar su almohada, y el dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Miró los pétalos que había expulsado: eran delicados y hermosos, un contraste cruel con el sufrimiento que causaban. Sabía que tenía dos opciones: confesarle sus sentimientos a Hongjoong y arriesgarse a perderlo para siempre, o guardar silencio y dejar que las flores lo consumieran. Había investigado acerca de la cura contra la enfermedad, sabía que la operación era algo muy riesgoso, además de no contar con una gran suma de dinero para pagarla, la única cura viable era algo verdaderamente imposible: su amor debía ser correspondido.
Mientras acariciaba un pétalo entre sus dedos, una sola lágrima cayó sobre él. Seonghwa sabía que debía tomar una decisión pronto. La enfermedad no esperaría mucho más.
Hola a todos nuevamente <3 espero que esta historia les guste y les haga llorar mucho, hice esto desde que borraron mi historia fav seongjoong con esta temática de dicha enfermedad, así que decidí haber mi versión un tanto distinta.
Disfrútenla <3
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