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5.0

Tan irreal como las semanas siguientes a esa.

No era raro que la soledad le azotara la vida con fuerza hasta el punto de necesitar a Jeno una vez más, cada día y siempre de la misma forma, pero claro, lo que no era común llegaba al momento de verlo horas después todavía en su cama.

Sí, durmiendo tranquilamente como si estuviera en su propia casa.

Jaemin quiso reclamarle algo, lo que sea para evitar a la calidez que lo recorrió al mirar ese rostro calmado, porque no era normal sentirse así de maravillado con alguien que apenas le hablaba o, que si lo hacía, era para mandarle a separar un poco más las piernas y elevar la cadera.

No es que se estuviera quejando en todo caso, porque comenzaba a agarrarle cariño a la sensación de compañía que el pelinegro le entregaba, con sus frases sarcásticas e irónicas que a veces le tiraba antes de irse, incluso las veces que se tomó el tiempo de limpiarlo al ver que se quedaba dormido antes.

¿Era posible que el amor llegara a sentirse así?

No lo malentiendan, lo más seguro es que no fuera más que simple deseo pero nunca había experimentado lo que llegaba a sentir con Jeno. Su calor no se situaba en la entrepierna, sino en su torso; la calma que le producía mirarlo también era bastante extraña, aunque no le hacía problema el que durara para siempre.

Eso era mucho más extraño.

Porque ya era sabido que lo que pasaba por su vida le aburría rápidamente, en el ámbito de parejas era muy notable.

También había que nombrar a su problema con las jodidas flores, las cuáles habían aumentado su trabajo de fastidiarle en cuanto quedaba solo en casa. Llegó a pensar que podría ser culpa de Jeno, aunque no le encontraba ninguna lógica a ese pensamiento.

Vomitar flores sumado a Lee Jeno.

Nada que ver.

Más la idea se instaló en su cabeza como un parásito, evitando que la olvidara en caso de alguna emergencia, ¿cuál emergencia? No tenía idea, pero aprendió a guiarse un poco más por su instinto, por lo que esperó a que el pelinegro despertara antes de liberarlo.

─ Hey─ mentira, su ansiedad no le permitió simplemente esperar, él mismo lo sacudió entre las sábanas, subiéndose en su abdomen para empujarlo contra el colchón hasta que abriera los ojos. ─ Jen.

─ ¿Nana?─ su rostro sonrojado y la mirada desenfocada le provocaron mariposas en lo más profundo de su pecho. Ni hablar de su voz ronca al apenas levantarse y las manos ásperas que se posaron en sus caderas─ ¿Qué pasa?

─ Debo decirte algo importante...

¿Estaba seguro de esto? Jaemin juraba que no, sin embargo, se dijo a sí mismo que algo debía significar el mal presentimiento que siempre le atacaba al estar junto al pálido. Se bajó de él sin deseos de hacerlo, el arrepentimiento martillando en su cabeza cuando las manos ajenas lo dejaron ir. Volvió a su lugar en la cama mientras el contrario se sentaba de la misma manera, prestándole atención con esos bellos ojos que se estaba obligando a abandonar.

─ No quiero que nos veamos más─ musitó de una vez, esperando por una reacción que jamás llegó, más las manos que anteriormente le sujetaron, volvieron a su cuerpo.

─ ¿Eso quieres?─ chocó sus ojos con los oscuros de Jeno, sin conseguir ni una pista de lo que estaba pensando. Se quedó callado, nervioso por responder algo que claramente no era cierto. ─ Está bien.

─ Espera, Jeno─ este volteó con seriedad─ puede sonar muy tonto pero... ¿nunca sentiste nada por mí?

El reloj pequeño de su cuarto le marcó los terribles segundos de silencio con un tik tak, perdiéndose en el sonido repetitivo y el lento acercamiento del azabache.

─ Ya no quieres nada de mí, Nana─ pronunció, con un ceño fruncido que Jaemin malinterpretó como malestar─ lo que yo sienta no debería interesarte.

Y se fué, siendo ajeno a las lágrimas que el rubio dejó caer al creer que dejó ir a la única persona que podría amarlo. Las piernas del menor temblaron, encogiéndose en su lugar mientras su rostro húmedo se escondía entre sus rodillas. Se sentía acabado, con los pétalos deseando escapar de su pecho con cada arcada.

No importaba.

Estaba tan ocupado con su miseria que permitió botar las flores en ese instante, sollozando al presenciar gotas carmesí sobre las sábanas de su cama, justo donde aquellos pétalos se encontraban.

¿Acaso iba a morir por culpa de esto?

La expresión preocupada en su rostro se elevó, ansioso, demasiado asustado con la posibilidad. No creía ser lo suficientemente fuerte como para soportar los dolores en su pecho por más tiempo, por lo que apenas tuvo la capacidad de levantarse sin tropezar, partió a un bar diferente al habitual para despejarse de su maldición.

Esta vez vestido más decente, sin deseos de mostrar más piel de la necesaria, pues habían pasado meses de la última vez que Jaemin entraba a un bar y no se sentía preparado para el ambiente tóxico del lugar.

Notó al segundo de entrar que de alguna forma era tan diferente a como fue antes de que apareciera él en su vida.

Era extraño.

Las luces bajas parpadeando causándole dolores de cabeza, los repentinos movimientos que a veces llegaban a sus ojos. Podría decirse que se encontraba abrumado con tanta gente a su alrededor, mirándolo, estudiando su cuerpo con miradas vulgares que ya no deseaba de cualquiera, que solo quería de aquella persona que no volvería a su lado.

Comenzó a hiperventilar.

Asustado.

Volteando de un lado a otro con movimientos erráticos que lograban desestabilizar sus pasos.

Avergonzado.

Rojo al notar pares de ojos nublados acompañados de risas burlescas, tomando cada una personal aunque no fuera capaz de distinguir si eran o no para él.

─ Mierda, mierda, mierda...─ balbuceó, buscando una esquina oscura a la cual escapar, esta vez sin anhelar algo más que no fuera calma.

Hasta que la encontró.

Mas no se esperaba verla ocupada por dos figuras, una que podría reconocer incluso si solo veía de espaldas.

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